domingo, 23 de octubre de 2011

El renacimiento del corazón y el conocimiento de Dios

La fuente del corazón debe ser purificada antes que los raudales puedan ser puros. El que está tratando de alcanzar la salvación por sus propias obras y solo ha conseguido una corrección exterior de la conducta, sin transformar su corazón, está intentando lo imposible. No hay seguridad para el que tenga sólo una religión legal, sólo una forma de piedad. La vida del cristiano no es una modificación o mejora de la antigua, sino una transformación de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente por la obra eficaz del Espíritu Santo.

Debemos "transformar" nuestra naturaleza y de esa forma ser redimidos plenamente. Solo así el sacrificio de Cristo tendrá un efecto salvador en nosotros.

Es imposible para las mentes finitas comprender la obra de la redención. Su misterio supera al conocimiento humano; sin embargo, el que pasa de muerte a vida en sentido espiritual comprende que es una realidad divina. Podemos conocer aquí por experiencia personal el comienzo de la redención. Sus resultados alcanzan hasta las edades eternas.

Hay quienes se excusan y se justifican siempre en sus imperfecciones o tendencias para continuar cometiendo torpezas de forma indefinida, no obstante, esto significa que solamente han adquirido conocimiento intelectual de la verdad, pero no han comprendido lo que ese conocimiento debe significar, y hacía dónde apunta. Pablo mencionó que se podía tener todo el conocimiento, incluso hablar en las lenguas de los ángeles, o tener acceso a verdades sagradas, pero si no hay AMOR de nada "absolutamente de nada sirve" es más: "es como un trozo de metal que por su ruido molesta".

Jesús habló de adquirir conocimiento del Padre y de él para tener vida eterna. Sin embargo, esto no debe ser solamente conocimiento que se asiente de manera intelectual en la mente. Esto implica algo más. Involucra el conocer a Jehová. No adquirir conocimiento desde un punto de vista exterior o lejano. Por ejemplo, uno puede tener un conocimiento de cierta persona, saber sus nombres, sus cualidades, "oh que buena persona es", e incluso haber tratado con ella muchas veces. Eso sería haber adquirido conocimiento solamente, pero no implica conocer realmente a esa persona. Aquello implica algo más, implica experimentar más que saber de alguien. Experimentando se conoce o se adquiere conocimiento realmente de alguien o de algo. Por ejemplo, nunca conoceremos lo que es el Amor, si no lo experimentamos y sentimos con actos de amor y bondad.

 El problema de los seres humanos es que pensamos que adquirir información es la única forma de aprender o adquirir conocimiento. Y ese es el grave error. El hombre, en su proceso educativo, sea espiritual o de cualquier índole, cuando desprecia la intuición o la sensibilidad humana, que son cosas que llevan a grados elevados de conciencia, cae en una intelectualidad casi enfermiza que lo imposibilita para intuir siquiera la verdadera realidad. Entonces se transforma en un desequilibrado, víctima de sus propias creencias y prejuicios. El pensamiento no es la última posibilidad humana, sino el Amor. Y el Amor se experimenta y se siente, no se piensa.


Por eso el Apóstol mencionó que el conocimiento verdadero con respecto al Padre, involucra más que saber acerca de sus cualidades o incluso de su nombre y sus propósitos. Hasta los demonios sabían esas cosas, y realmente fracasaron y perdieron su oportunidad de vida eterna. El conocer realmente a Jehová se relaciona con el Amor, y eso es algo que se debe experimentar entre uno y El. Es una unión íntima entre el ser humano y su Origen, que es nada menos que el Padre Azul. Es entonces cuando comprendemos la relación de esto con el asunto que hemos tratado acerca de la renovación del corazón por el Espíritu del Padre. Sí, el tener ese corazón nuevo depende de poder experimentar personalmente e íntimamente a nuestro Padre Celestial.

Está escrito con verdad: Cuan inescrutables son los pensamientos de Jehová. Ninguna criatura finita puede pretender lo Infinito. El pensamiento limitado de los humanos no sabe concebir una verdad absoluta Solo somos pastos de verdades parciales. Hay mucho que recorrer y un nuevo camino se abre ante nosotros. Un camino que no solo se basa en el conocimiento intelectual del Padre, sino en su experimentación, en sentirlo. Este auténtico conocimiento nos lleva a sentir su presencia. Y el Amor es el camino. Es en el amor donde se baña Dios. Es con amor como se saldan las deudas. El Amor es el ropaje que nos hace en verdad a su imagen y semejanza. Y ese amor será tanto más grande e intenso cuanto mayor sea nuestra disposición para buscar a Dios. ¡ Seremos benditos si, aún dudando de sí mismos, nos esforzamos en el amor! ¡Seremos felices y benditos si, a pesar de nuestros errores y de los demás, no perdemos la fe en el amor! El Amor nos ha sido regalado. Debemos trabajarlo con ardor.

Conocer a Dios
Sí, buscar a Dios. Esto se refriere a mucho más que tener algún conocimiento de él, más bien se refiere a tener un encuentro interior con nuestro Creador, a forjar una relación basada en la experiencia. En primer lugar, nuestro Padre desea que sepamos que existe, que es real, que lo sintamos real. Que no es un bello sueño de los hombres ni de las religiones, ni un concepto ambiguo de éstas, sino que de verdad existe. En segundo lugar, nuestro Padre desea que lo busquemos, que lo encontremos...

El conocimiento, es solo un puente en este asunto, pero aquel contacto solo se logra a través de la experiencia mediante el Espíritu Santo. Es entonces cuando despertamos a la verdadera vida y en ese momento es como si naciéramos otra vez. A pesar de ser seres limitados por el polvo y el tiempo, todo se halla minuciosamente planificado por Jehová. Nosotros, lo más denso y limitado, poseemos algo de lo que no disfrutan otras criaturas, como los ángeles, creadas en perfección:

Tenemos la maravillosa virtud de ascender y progresar..., sin saber, sin haber visto. Tenemos la envidiable capacidad de creer, de confiar..., sin pruebas. Los seres espirituales son perfectos en su amor, pero no conocen el altruismo humano. Ellos confían en su excelso futuro, pero jamás estarán llenos de la maravillosa esperanza que colma a los hombres. Los ángeles de Dios son leales, pero no han pasado por la sublime experiencia de averiguar por sí mismos el sabor del triunfo sobre las tentaciones. Conocen la felicidad, pero jamás sabrán de la dulzura que representa escapar del dolor. Las criaturas de aquellos mundos espirituales de luz son desinteresadas, pero nunca sabrán del dominio del egoísmo. Son perfectos por el amor de Dios. Nosotros, las criaturas mortales, podremos serlo por nuestro amor a Dios. En ese sentido somos la sana envidia de aquellos mundos de luz. Está escrito que los ángeles desean mirar con cuidado sobre nuestro plan de salvación. Ellos nos observan y aprenden en algún aspecto de nosotros. Jesús mismo quiso tener la experiencia humana para ser un soberano pleno. El deseó tener el punto de vista personal de sus criaturas mortales y comprender la experiencia del triunfo de la fe y de la búsqueda personal del Padre, sobre las debilidades humanas.

Por eso, al Padre, por el momento, podemos buscarlo con la ayuda de la confianza. Ese es el propósito. Eso es lo establecido. Progresar. Progresar y Progresar.  Detente un momento en el camino de la vida, y pregúntate: ¿Cuál es la razón de mi vida?, ¿Por qué estoy aquí? Es interesante que defendamos constantemente el hecho de que la creación, que es tan compleja, debe haber tenido un propósito y un diseñador. Sin embargo, no caemos en la cuenta de que también formamos parte de la creación de forma personal, además de formar parte como especie, del propósito del Padre.

Nuestro cerebro, nuestra personalidad, nuestro ser es único. ¿Se debe a que estemos aquí personalmente debido a la casualidad? De ninguna manera. El interior de cada ser humano es tan complejo como el mismo universo. Cada hombre y mujer del tiempo y del espacio, cada niño que nace, es un maravilloso mundo en potencia.

Y el Padre en su infinito Amor da un fin y un propósito a cada uno de ellos. Pero antes de entrar a ese propósito maravilloso para cada mortal, el hombre debe decidir con su voluntad entrar en él. Debe hacer una elección. Después, entra en el sendero que Dios tiene señalado para él. En esa suprema elección, muchos vacilan, y por eso se pierden o fracasan. Y esa elección no es otra cosa que buscar al Padre y ponerse en sus manos. Pero ésta suprema elección es algo más grande que una simple dedicación formal. Tiene que ver con ponernos en las manos del Padre de forma consciente en cada día de nuestra vida.

Sí, el destino en ese sentido existe, hay un plan para cada hombre y mujer, un plan maravilloso. Cada hombre encierra un secreto grandioso. Pero ese destino no tiene otro nombre que la voluntad del Padre. Pero antes, el hombre, debe elegir hacer la voluntad del Padre. Y de ese momento, el Padre guía y lleva en la vida. Se equivocan quienes creen que con solo estar dentro de una religión formal, ya hacen completamente su voluntad. La predicación, para quién comprende y experimenta esto, es solo parte de su voluntad. Su voluntad involucra dejar que el guié y sostenga en la vida. Es en el fondo unir nuestra vida a la de El. Y quién comprende esto, se da cuenta de que el fin de la predicación y de hacer discípulos no es otra cosa que llevar a la gente al Padre, y en ese momento, si lo hace con esa comprensión del asunto, ya está haciendo la voluntad del Padre Creador.