viernes, 25 de noviembre de 2011

El Ministerio de la Mujer

Está claro que Jesús de Nazaret vino a vindicar y colocar en su debido lugar a la Mujer dentro del arreglo de Dios. Jesús elevó a la Mujer dándole grandes privilegios: Ser su Madre, ser las primeras en saber de su carácter mesiánico, y ser las primeras en conocer su Resurrección. Y sin duda, otros muchos papeles trascendentales en medio de una sociedad judía machista.

La Mujer es el co-ayudante y complemento del Hombre. En la creación a los dos se les asigna la tarea de señorear la tierra. Es por eso que el verbo en hebreo está en plural: "tengan potestad". La mujer no formaba parte de la creación sobre la cual el hombre iba a tener dominio. Ambos son igualmente autorizados por Dios para actuar como sus vice-regentes en la tarea de señorear o sojuzgar la Tierra (Gén. 1:27,28)

Cuando leemos las Escrituras Hebreas observamos que hubo mujeres que asumieron posiciones de liderazgo, tanto en la vida religiosa, como en la civil, como en la familiar. Esto de por sí es notable, puesto que a veces se cree de forma apresurada que el Antiguo Testameno reserva ciertos papeles solo para el varón.

El ministerio profético era la más alta función religiosa en el Antiguo Pacto. El pueblo hablaba a Dios a través del sacerdote, pero Dios hablaba al pueblo a través del profeta. Entre estos profetas se cita a Míriam, que había sido nombrada por Dios como líder sobre Israel, junto con Moisés y Aarón, según leemos en Miqueas 6:4:

"Porque te hice subir de la tierra de Egipto, y de la casa de esclavos te redimí; y procedí a enviar delante de ti a Moisés, Aarón y Míriam".
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Cómo notamos, ella aparece dentro del liderato espiritual en Israel.

En el período de los jueces, Débora sirvió de fuente de información procedente de Jehová, dando a conocer sus juicios sobre ciertos asuntos y transmitiendo su instrucción, como en el caso de sus mandatos a Barac. (Jue 4:4-7, 14-16.) Es notable como ella era la portadora de los dichos de Dios a éste varón.
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También se menciona a Hulda, profetisa que ejerció su ministerio durante el reinado de Josías (2 Crónicas 34). Esta mujer fue usada por Dios para enseñar su voluntad a un rey, a un Sumo Sacerdote y a todo un pueblo, promoviendo una reforma religiosa de gran alcance.
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Isaías llama a su esposa “la profetisa”. (Isa 8:3.) Posteriormente en el siglo I E.C., cuando los judíos todavía eran el pueblo que estaba en relación de pacto con Jehová, la anciana Ana sirvió de profetisa. Ella “nunca faltaba del templo, rindiendo servicio sagrado noche y día con ayunos y ruegos”. Al “hablar acerca del niño [Jesús] a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén”, profetizó en el sentido básico de ‘anunciar’ una revelación del propósito de Dios. (Lu 2:36-38.)
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Estos ejemplos arrojan serias dudas sobre la teoría de que la mujer no puede asumir el liderazgo, por imperativo divino. En las Escrituras no encontramos la desaprobación de Dios, ni su condena, a la actuación de mujeres que ejercieron posiciones de liderazgo, ya fuera en la familia, en la vida civil o en la esfera religiosa.

En la Era Cristiana
En la época de Jesús el machismo hebreo alcanzó gran extensión. Pero Jesús de Nazaret con valor consagró a la Mujer como una Ministro. Esto fué una vindicación del papel de la Mujer en el propósito de Dios. Pero, ¿revelan las cartas apostólicas que la Mujer no puede tener privilegios ni enseñar en la congregación? ¿Pablo realmente negó a la Mujer como Ministro?

Uno de los ejemplos más llamativos quizá sea el de Junia, a quien Pablo menciona en Romanos 16:7, donde la saluda junto a Andrónico, diciendo que "son muy estimados entre los apóstoles". A lo largo de los siglos se ha pretendido convertir a Junia en varón, por considerar que una persona que hubiera ejercido tal autoridad en la iglesia primitiva no podía ser mujer. Sin embargo, tanto Orígenes, que vivió al final del siglo II, como Jerónimo y Juan Crisóstomo, que vivieron en el siglo IV, en sus comentarios la consideran como una mujer. El primer comentarista que la consideró como hombre fue Aegidus de Roma, hacia finales del siglo XIII.
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Por otra parte, Junia es un nombre latino de mujer, por lo que aquellos que la convirtieron en hombre le añadieron una "s" al final y concluyeron que era un diminutivo de Junianus. El único problema es que en latín los diminutivos se hacen alargando el nombre y no reduciéndolo. Además, si tal fuera el caso, se encontrarían en fuentes extrabíblicas varones con este nombre, cosa que no ocurre. Lo que sí se encuentran son casos de mujeres que llevaban el nombre de Junia.
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Afortunadamente, en la actualidad son pocos los exégetas que siguen manteniendo que Junia fuera un hombre, aunque la mayoría de ellos no llegan a asumir las implicaciones practicas que tal afirmación tiene, por ejemplo, en el tema del liderazgo de la mujer en la iglesia, convirtiendo tal descubrimiento en un puro ejercicio de erudición bíblica, en vez de aceptar esa realidad pasada como cuestionadora de la realidad presente.

Sin embargo, éstos traductores e interprétes deben preguntarse: Si Jehová le dió a la Mujer en el pasado el papel de Profeta, ¿por qué no podría darle un privlegio equivalente en la Congregación Cristiana? ¿Acaso Jesús de Nazaret y el cristianismo no vino a iluminar y perfeccionar los aspectos de las Escrituras Hebreas?

Otro ejemplo de cómo se ha querido ensombrecer el papel que las mujeres tuvieron en la iglesia primitiva, en este caso negando la importancia de su liderazgo, es el de Febe, la portadora de la carta de Pablo a la iglesia de Roma. Pablo usa dos palabras para describirla: "diakonos" y "prostátis".

Muchas veces se ha alegado que Pablo era anti-mujer. Sin embargo, parece ser que sus palabras han sido mal entendidas, porque notemos lo que dice cuando habla de Febe. Notemos su admiración:

"Les recomiendo a Febe nuestra hermana, que es ministra de la congregación que está en Cencreas,  para que la reciban con gusto en [el] Señor, de una manera digna de los santos, y para que le presten ayuda en cualquier asunto en que los necesite, porque ella misma también demostró ser defensora de muchos, sí, de mí mismo" - Romanos 16:1,2.

La Traducción del Nuevo Mundo de la Watchtower reconoce en su nota que "ministra" es "Sierva" o "di·á·ko·non". Este solo hecho debería motivar al Cuerpo Gobernante a emprender un estudio de este asunto y a no dejarse guiar por los intérpretes y exégetas. La declaración bíblica es la que nos debe guiar en éstos asuntos y no una tradición occidental de superioridad varonil. De otra forma, seríamos esclavos de las tradiciones más que dejarnos gobernar por la propia Palabra de Dios.

Pablo habla de Febe como "diakonos", que aparece en masculino, cuando Pablo la usa para referirse a sí mismo o a otros como Timoteo, Epafras o Apolos, la mayoría de los intérpretes traducen la palabra como "ministros" dedicados a la obra de predicación y enseñanza de la Palabra. Sin embargo, para algunos, simplemente porque Febe es una mujer, no puede ser llamada "ministro", aunque no hay ningún argumento lingüístico para hacer distinciones entre ella y otros ministros varones.

Por eso algunos traductores creen que el término tiene un sentido oficial, y por consiguiente lo vierten “diaconisa” (NC, BJ). Febe sería la prueba de que en la Congregación Cristiana habían "Siervas Ministeriales".

No debería existir ningún problema para que la Mujeres piadosas y con cualidades espirituales adecuadas pudiesen desempeñar el mismo papel de los Siervos Ministeriales Varones. De hecho, en algunos hogares Betel de los Testigos de Jehová y grupos de construcción hay Mujeres que desempeñan labores administrativas como las cuentas, territorios, etc. Por lo tanto, es absurdo dejar fuera en las congregaciones a Mujeres con cualidades y mejores capacidades que algunos varones. Las Mujeres pueden ser más responsables y fieles en muchas tareas que los varones descuidan. Así también si una Mujer es excelente lectora, no debería suprimirse su capacidad de leer en las reuniones. Hace poco algunos artículos grabados fueron leídos por Mujeres y otras participaban en Vídeos en los cánticos para lengua de señas, pero ciertos elementos del Cuerpo Gobernante deciden retroceder y no volver a analizar con mente dispuesta las propias declaraciones de la Palabra de Dios.

Muchas veces se confunden creyendo que ésto tiene que ver con movimientos pro feministas mundanos, pero lo que debería gobernar el pensamiento de los dirigentes religiosos no es eso, sino más bien apegarse a la Palabra de Dios.

Febe fue “defensora de muchos”. El término que se traduce “defensora” (pro·stá·tis) tiene el sentido básico de “protectora” o “auxiliadora”, de manera que no solo implica simple cordialidad, sino el acudir en ayuda de otros cuando están en necesidad. Asimismo, se puede traducir “patrona”. La libertad que Febe tenía para viajar y llevar a cabo importantes servicios en la congregación puede indicar que era una Sierva Ministerial en defensa de los cristianos a quienes se acusaba falsamente o los haya refugiado o protegido en tiempo de peligro. Privlegios que actualmente solo se otorgan a algunos varones.

Febe era una diaconisa encargada de asuntos de carácter organizacional, y social, como visitar a los enfermos, o ayudar en la distribución de alimentos, de la misma forma como ciertos varones acreditados hicieron lo mismo según el libro de Hechos. Pero notemos lo que dice Pablo:

"para que la reciban con gusto en [el] Señor, de una manera digna de los santos, y para que le presten ayuda en cualquier asunto en que los necesite, porque ella misma también demostró ser defensora de muchos, sí, de mí mismo".

Ella era una especie de viajera recomendada por Pablo y que tenía que atender asuntos de organización y dirección que la congregación tenía que apoyar.
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Ahora bien, el concepto de diácono o diaconisa como persona que hace un trabajo principalmente de carácter social y administrativo, formando una orden menor dentro de la jerarquía ministerial, no existía en aquel momento. Fue a partir del siglo II, cuando aparece lo que se llama el episcopado monárquico, es decir, el gobierno de una iglesia por un solo obispo, que escogía al clero subordinado, formado por presbíteros y diáconos. Tanto Ignacio de Antioquía, a principios del siglo, como Hipólito, al final del mismo, no justificaban sus ideas por mandamientos del Señor Jesús o por autoridad bíblica, lo mismo que Jerónimo, para quien el episcopado jerárquico es el resultado de la costumbre, pero no de la revelación.

Es interesante, además, analizar otro de los términos aplicados por Pablo a Febe y que hemos tocado: "prostátis". Esta palabra significa "alguien que se pone al frente, alguien que preside". Tanto en la literatura extrabíblica como en todo el Nuevo Testamento, esta palabra se usa para hacer referencia a alguien que está ejerciendo una posición de autoridad, y no labores secundarias. Pablo usa la forma verbal de esta palabra para describir a los que dirigen y presiden la congregación (1 Tesalonicenses 5:12; Romanos 12:8; 1 Timoteo 5:17). Los Padres de la Iglesia usaban la forma masculina de "prostátis" para describir a aquellos que presidían en la comunión. Josefo la usa para referirse al líder de una nación, una tribu o una región.
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Por otra parte, cuando en 1 de Timoteo se mencionan los requisitos de los diáconos (Siervos Ministeriales), llama la atención que sean prácticamente los mismos que los de los Ancianos, por lo que se puede concluir que sus funciones estaban muy relacionadas. De estos requisitos hay dos que indican función. El primero es el don de guiar ("gobiernen bien sus hijos y sus casas"). El segundo, se descuida generalmente. Tiene que "guardar el misterio de la fe". La palabra guardar es la traducción de la palabra griega "exeinti", que se usaba para designar a una persona a quien se le encargaba algo, a quien le incumbía el llevarlo, observarlo, ejecutarlo y cumplirlo. Es decir, el diácono no sólo tenía que conocer y comprender el evangelio y el plan de salvación, sino que también tenía una parte importante en su proclamación al mundo. Esto se hace más claro en la última característica mencionada: "gran confianza en la fe". La palabra "parresía" que la Reina-Valera traduce como "confianza" significa "facilidad de palabra". También puede significar "hablar en público" (Juan 18:20), características que son más apropiadas para aquellos que se dedican al ministerio de la predicación y enseñanza, que a tareas sociales o administrativas.
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Por tanto, en la iglesia primitiva el/la "diakonos" no era una persona dedicada solamente a dichas tareas (adiministrativas o domésticas). La jerarquización que hoy conocemos por la que el diácono o la diaconisa en la práctica es menor, por ejemplo, que el anciano, no existe ni tiene fundamento en el Nuevo Testamento. Es interesante que Pablo usa indistintamente el término anciano y obispo. Esta última palabra significa literalmente "el que preside o supervisa" y para referirse a Febe usa la palabra "prostates", que significa "el que está al frente, preside o dirige", y "diakonos", que significa "ministro". Es evidente que todos estos términos estaban relacionados. Si el hecho de que Pablo use algunos de estos términos para referirse a una mujer choca con otros textos del mismo apóstol que parecen restringir el ministerio de la mujer en la iglesia, esto nos obliga a comprobar si la exégesis de dichos textos es correcta puesto que la Palabra no puede contradecirse.
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En realidad, no hay ningún argumento lingüístico para hacer distinciones entre Febe y otros "ministros" varones, por lo que los traductores y exégetas que le niegan tal derecho, están imponiendo una interpretación teológica al texto, que por ser más deductiva que inductiva tiene el peligro de alejarse de la verdad. Tal reflexión siempre debe hacerse con posterioridad al análisis lingüístico, al del contexto, al de los pasajes paralelos y al del fondo histórico, y no con anterioridad.

El caso de Febe, como mujer que ejercía funciones ministeriales relacionadas con la predicación de la Palabra y la enseñanza, no era una excepción. Veamos en primer lugar el caso de Priscila. Pablo usa la palabra "sunergon" para referirse a ella y a Aquila, su marido. Esta palabra, que se suele traducir como "colaborador" la usa también para referirse a Timoteo, Silas, Apolos, Tito, Epafrodito, etc.
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La palabra "sunergon" puede significar simplemente "ayudante" si se usa en el caso dativo. Pero en el caso genitivo, que Pablo siempre usa para referirse a estas personas, significa "alguien del mismo oficio". Por tanto, para Pablo el colaborador es más que un ayudante, es alguien que él considera un colega situado en una posición de autoridad similar a la suya propia. Y Pablo llama a Priscila "sunergon", con lo cual podemos decir que la está considerando una colega, alguien en su misma posición.
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En 1 Corintios 16:16 Pablo dice algo más sobre estas personas: "Os ruego que os sujetéis a todos los que ayudan (sunergonti) y trabajan". Por tanto, Priscila, que es una "sunergon", es alguien a quien otros deben someterse. Es lo que hizo Apolos cuando Priscila lo instruyó en las cuestiones doctrinales que desconocía, a pesar de ser un varón elocuente y poderoso en las Escrituras.
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La sujeción que Pablo demanda no es la obediencia debida a un superior jerárquico, derivada de la misma naturaleza desigual de dicha relación, sino que es la aceptación voluntaria de los criterios de aquellos que "ayudan y trabajan", independientemente de sí son hombres o mujeres, porque no es la propia naturaleza del hecho, es decir, el ser líder o el ser varón, que determina el que otros se sujeten a ellos, sino el deseo voluntario de proponerse a la consideración de otra persona, puesta allí por Dios para su perfeccionamiento. Así lo entendió Apolos. Es el deseo de servir y las cualidades.

Pablo menciona también a cuatro mujeres que trabajaban en la obra del Señor: María, Trifena, Trifos y Pérsida (Romanos 16:6,12). El verbo que usa Pablo para referirse a estas mujeres es "kopiao". Pablo recomienda a los Corintios, como hemos visto anteriormente, que se sujeten a personas como ellos, es decir, a los que ayudan y trabajan (kopiounti).

En 1 Tesalonicenses 5:12 vuelve a insistir en la misma idea: "Os ruego, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan (kopiountas) entre vosotros y os presiden en el Señor y os amonestan". Es decir, los que "trabajan" son los que están dedicados al ministerio, son los que presiden y amonestan, y son personas a quienes hay que sujetarse y reconocer. Entre estas personas Pablo menciona a estas cuatro mujeres. Además, hay muchas otras mujeres señaladas en las Escrituras Griegas como valiosas Ministras.

¿Por qué hoy día no pueden ejercer posiciones de liderazgo si tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento vemos ejemplos de mujeres que fueron puestas en esa posición por Dios mismo, al concederle los dones necesarios?
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En breve analizaremos los polémicos dichos de Pablo, pero por ahora meditemos en éstas mismas declaraciones e indicaciones del mismo apóstol Pablo que nos muestran que la Mujer debe tener privilegios de servicio como el Varón. Él elogia a las Mujeres como sus colaboradoras y por ende Pablo ha sido atacado precipitadamente sin tomar en cuenta los relatos anteriores.
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Hay base y hay fundamento para que la Mujer sea una Sierva Ministerial. Y sin embargo, en la mayor de las paradojas algunas organizaciones solo han limitado a las Mujeres a privilegios NO bíblicos inventando un término como "Precursor Auxiliar" y "Precursor Regular". Éstos términos y privilegios no son bíblicos y son usados como para mantener una tranquilidad de que a las mujeres no se les deja fuera. Pero sin embargo, ese razonamiento y deducción es innecesaria, puesto que hay prueba clara de que las Mujeres también pueden tener privilegios como los varones.

Todos son una sola persona en unión con Cristo
"No hay ni judío ni griego, no hay ni esclavo ni libre, no hay ni varón ni hembra; porque todos ustedes son una [persona] en unión con Cristo Jesús" -Gálatas 3:28.
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Ahora haremos el estudio de aquellos textos que tradicionalmente se han usado para apoyar la posición de subordinación de la mujer y, por tanto, limitar su ministerio dentro de la congregación. Muchos de estos textos están llenos de notorias dificultades exegéticas. Sin embargo, estas dificultades nunca han sido un obstáculo para que se hayan usado a modo de prisma a través del cual interpretar todos los demás, aunque de acuerdo con el principio de analogía de la fe, todo pasaje, en especial si es oscuro, ha de examinarse a la luz de los demás, presididos por los más claros y recurriendo a todos los datos que nos ofrece la Escritura. De ésta forma, evitamos la interpretación apresurada y sectaria.
 
En primer lugar vamos a analizar la exégesis que tradicionalmente se ha hecho de 1 Corintios 11:2-16, y algunos de los problemas que plantea el interpretar este pasaje desde un punto de vista jerárquico, como si Dios estuviera estableciendo una cadena de mando.
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"Pero quiero que sepan que la cabeza de todo varón es el Cristo; a su vez, la cabeza de la mujer es el varón; a su vez, la cabeza del Cristo es Dios" - 1 Corintios 11:3
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Un escritor inspirado como Pablo sabe exactamente cómo describir una jerarquía en una escala de importancia decreciente. Si estuviera describiendo una cadena de mando, es evidente que trastocó el orden de dicha jerarquía de poder. Empieza con Cristo-hombre, lo cual en una jerarquía de poder estaría en segundo lugar, continúa con hombre-mujer, lo cual estaría en tercer lugar, y termina con Dios-Cristo, que debería estar en primera posición. Pero, ¿establece Pablo una cadena de autoridad y jerarquía?

La palabra "kefalé" ("cabeza") era usada en el mundo secular y religioso griego con el significado de "fuente" u "origen", y no con el de "gobernante". Este hecho lo confirma la traducción al griego del texto hebreo del Antiguo Testamento (Escrituras Hebreas) conocido como la Septuaginta. La palabra hebrea para cabeza "ros", comúnmente usada para líder o gobernante, es traducida al griego por otra palabra diferente a "kefalé" más de 150 veces.
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Otra constatación de que en griego no se usaba esta palabra en el sentido de autoridad, la tenemos cuando analizamos las palabras que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas para referirse a personas que estaban en posiciones de autoridad.
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En general, se usa la palabra "arché" o "hegemon", y sus derivados. En ningún caso se menciona el término "kefalé".
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Para hablar del "cabeza de familia" se una la palabra "oikodespotes" (Lucas 13:25; 22:11). Es interesante notar que Pablo usa la forma verbal de esta palabra cuando recomienda a las viudas jóvenes que se casen, críen hijos y "gobiernen su casa" (1 Timoteo 5:14), con lo cual vemos que para Pablo, el "gobierno" no era algo exclusivo de los hombres. El verbo significa "ser cabeza o guía de una familia" y lo aplica tanto a hombres como a mujeres.

Por otra parte, cuando Pablo habla de los dones espirituales en 1 Corintios 12, comparándolos con las diferentes partes del cuerpo, no le da ninguna connotación especial a la cabeza, a la que cita como una parte más del mismo, comparándola con los pies. Si Pablo hubiera entendido el término cabeza como hoy lo entienden quienes hacen una interpretación jerárquica del mismo, no lo habría puesto como un ejemplo más para enseñar el concepto de diversidad dentro de la unidad. Cita, además, el ojo y la oreja como partes del cuerpo, con lo cual es evidente que para él la cabeza no era una parte diferente del cuerpo dotada de una capacidad rectora, y que cuando atribuye a Cristo el término "cabeza" no lo entendía en sentido jerárquico sino de origen. Cristo es el origen del cuerpo, que incluye la cabeza como parte del mismo, que es la iglesia. Ésto queda patente porque en el mismo contexto del capítulo 11 cuando Pablo habla de las "cabezas" dice a continuación:

"Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón;  y, más aún, el varón no fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón" - 1 Corintios 11:8,9.

Como observamos, "cabeza" es el origen y no "autoridad" en un sentido humano. El cristianismo verdadero nos recuerda que todos somos una familia, miembros de una unidad sobrehumana que nos conecta como "sarmientos" a Cristo, la "Vid" verdadera, un "organismo" superior en una comunión maravillosa. Es esa relación la que nos hace verdaderamente obedientes, y no la imposición jerárquica primitiva.

Es interesante también analizar otros textos donde aparece la palabra "kefalé" para determinar su sentido. Por ejemplo, la expresión "Kefalé gonias" que se suele traducir como "piedra angular" (Mateo 21; 42; Marcos 12:10; Hechos 4:11; 1ª Pedro 2:7). Esta expresión hace referencia a la parte de los cimientos del edificio, de donde éste surge y se fundamenta. La yuxtaposición de "fundamento" y "piedra angular" en Efesios 2:20 confirma la idea de que en griego la palabra "kefalé" se usaba en el sentido de "origen" y no de "autoridad".
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En realidad, la única ocasión en que aparece la palabra "autoridad" en este pasaje es para hablar de la autoridad de la mujer (verso 10). El término usado es "exousia", que aparece 103 veces en el Nuevo Testamento, siempre en voz activa, con lo cual la expresión "tener autoridad sobre" no se refiere nunca a una autoridad externa diferente del sujeto de la oración. Su significado es claro en todos los casos (Marcos 6:7; Lucas 19:17; Apocalipsis 2:26, etc.), excepto en este texto, donde la mujer, que es el sujeto, no es la que ejerce la autoridad, sino que es objeto de dicha autoridad. La única razón para entenderlo así, no es el análisis lingüístico del término, sino el supuesto previo de que la mujer no puede ejercer ningún tipo de autoridad, ni siquiera sobre ella misma.
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En realidad, el tema en estos versos no es el diferente status de hombres y mujeres en términos de señorío y sumisión, pues tanto el hombre como la mujer se describen ejerciendo el mismo ministerio al profetizar (1 Corintios 11 versos 4 y 5). Si Pablo hubiera querido enseñar la subordinación de la mujer en virtud de la primacía del hombre en la creación, lo propio habría sido prohibir a la mujer el ejercicio del liderazgo al profetizar. El profetizar era el segundo ministerio en cuanto a autoridad, como aparece definido en las Escrituras Griegas. Era un rol difícilmente aplicable a los miembros subordinados de la congregación. El hecho de que Pablo no haga tal prohibición indica que la subordinación no es el tema de este pasaje.
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El tema no son los diferentes roles de hombres y mujeres, sino el protocolo en la adoración. Pablo probablemente quiere combatir ciertos conceptos que estaban arraigados en la sociedad corintia, debido a la práctica existente en ciertos cultos paganos de cambio ritual de sexo, como en los cultos a Cibeles y a Dionisos. Pablo no quiere que se confunda la nueva libertad en Cristo, donde ya "no hay ni judío ni gentil, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer", con este cambio ritual de sexos practicados por los paganos.

Una lectura cuidadosa de la carta nos muestra que la influencia del paganismo y prácticas inmorales y mundanas podía influir en dichos cristianos. Es bajo éste contexto que debemos analizar la carta y sus pasajes. No podemos hacer una separación sectaria de sus frases, para interpretarlas como normas universales aplicadas al cristianismo en general.

Por otra parte, también Pablo quiere dejar claro que la mujer no es un ser inferior ni maligno, como defendían los filósofos de la época. En el contexto de una iglesia formada por personas que tenían arraigadas estas creencias, las afirmaciones de Pablo en este pasaje van encaminadas a afirmar la común humanidad de hombres y mujeres. Todos son Hijos de Dios en medio de una fraternidad proclamada por Jesús.  La mujer fue formada de la misma sustancia que el hombre y compartía las mismas cualidades, sin menoscabo de las diferencias externas que a ambos caracterizaban y cuya desaparición resultaban indecorosas.
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¡Es por esa razón que Pablo habla de que el varón es el origen (cabeza) de la Mujer! ¡Es para señalar que la mujer fue formada de la misma sustancia que el hombre y compartía las mismas cualidades, de la misma forma que el Cristo proviene del Padre y merecia dignidad y consideración! Asi Pablo combatía las ideas paganas e ideas filosóficas que cercaban a los Corintios.

Para Pablo, el estado de descontrol y desorden que reinaba en la iglesia de Corinto, podía provocar confusión si un desconocido entraba durante la celebración del culto, porque podía pensar que estaban bajo la misma locura de los que adoraban a Dionisos. Por otra parte, la mayoría de las mujeres, tanto judías como gentiles, no recibían instrucción religiosa, por lo que era normal que durante los cultos preguntaran cuando no entendían lo que estaba sucediendo, creando mayor confusión todavía. Es en este contexto que hay que entender el capítulo 14 de 1 de Corintios. A tres grupos diferentes les pide que guarden silencio: a los que hablan en lenguas sin que haya un intérprete, a los que profetizan al mismo tiempo, y a las mujeres. En los dos últimos casos Pablo les exhorta al autocontrol (versículos 32 y 34), usando el mismo verbo "hupotasso", que en voz media indica que la persona realice la acción sobre sí misma. Esta idea normalmente aparece en las traducciones del verso 32, pero no así en las del 34. ¿Cómo es posible traducir el mismo verbo de forma tan diferente cuando se refiere a las mujeres? La única explicación es que el traductor está imponiendo sobre el texto sus supuestos teológicos. Literalmente el texto dice en realidad: "que las mujeres se controlen a sí mismas, como la ley dice".

Los eruditos bíblicos han tratado de encontrar tal ley en el Antiguo Testamento o en la tradición judía, sin conseguirlo. La razón es que Pablo no está aludiendo a la Ley con mayúscula, como traduce la Reina-Valera o la Traducción del Nuevo Mundo. Sería inconcebible que Pablo, el gran defensor de la gracia frente a la Ley, acudiera ahora a ella. Pero, además, es que no hay ni un solo texto en el Antiguo Testamento que afirme tal cosa. Ni siquiera la T.N.M puede entregar referencia alguna a cierto pasaje de las Escrituras Hebreas que afirme tal cosa.

En realidad, parece que Pablo estaba haciendo referencia a la ley civil de la sociedad Greco-Romana, que ponía límites a los excesos de ciertas prácticas religiosas, especialmente llevadas a cabo por mujeres. Algún culto, como el de Isis, era considerado políticamente como peligroso, ya que proclamaba la igualdad entre hombres y mujeres, algo que socavaba los fundamentos de la sociedad de la época. El Senado Romano también tomó acciones en contra del culto a Dionisos, uno de los más populares entre las mujeres, que a veces usaban la religión como un medio de protesta y de hostilidad hacia los hombres. Se entiende, por tanto, el interés de Pablo porque las reuniones de los cristianos no pudieran confundirse con estos cultos, incumpliendo las leyes y provocando escándalo. Y en este contexto hay que entender este pasaje.
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De ninguna de las maneras puede significar que las mujeres debían abstenerse de ministrar con sus dones en la Congregación, puesto que en el capítulo 11 habla del atuendo adecuado para aquellas que oran o profetizan en la iglesia. En el capítulo 14, verso 34, posiblemente está exhortando al autocontrol a aquellas mujeres que proferían gritos sagrados al estilo de sus religiones de origen. El verbo "laleo" que aquí se traduce como "hablar", puede ser usado para hacer cualquier tipo de ruido y es usado repetidamente en este capítulo para describir palabras incomprensibles (verso 9). En el verso 35 puede estar haciendo referencia a las conversaciones privadas de las mujeres durante cultos o ceremonias donde no entendían lo que estaba sucediendo. Por eso dice Pablo que pregunten a sus maridos en casa.
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En realidad, Pablo rompe aquí una lanza a favor de las mujeres, a quienes considera capaces de autocontrol y con derecho a ser instruidas, cosa que les negaba la sociedad de su época. Él aboga porque pregunten y aprendan, aunque de forma que no alteren el orden en los cultos. El guardar silencio no significaba necesariamente abstenerse por completo de hablar, sino prestar atención a lo que otra persona estaba diciendo, como se puede apreciar en Hechos 12:17; 15:12,13; 21:40; 22:2. El "guardar silencio" de 1 Corintios 14:34 no significa, por tanto, que las mujeres estén excluidas del liderazgo espiritual.

Además, hay algunos puntos que son evidentes en ésta lectura de los Corintios. Notemos que el capítulo 11 no excluye ni deja fuera a las mujeres en la instrucción religiosa:

"Todo varón que ora o profetiza con algo sobre la cabeza avergüenza su cabeza;  pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su cabeza, porque es una y la misma cosa como si fuera [mujer] con la cabeza rapada" - 1 Corintios 11: 4,5.

Aqui se hace patente que tanto varones como mujeres pueden hablar a la Congregación en el culto, salvo con ciertos detalles de su atuendo: La Mujer debe cubrirse la cabeza*, y el hombre debe hacer lo contrario. Pero notemos bien: La instrucción solo es para "orar y profetizar". El programa sencillo de dichas reuniones incluía además: "salmo, otro tiene una enseñanza, otro tiene una revelación, otro tiene una lengua, otro tiene una interpretación" (1 Cor. 14:26). El don de profecía y oración solo eran una parte de la acción en dichas reuniones. Por lo tanto, no se puede inventar un procedimiento extra bíblico que haga que la Mujer se cubra la cabeza si ésta se dirige de frente a la Congregación. Ella perfectamente podría presentar un sermón y una enseñanza con la cabeza descubierta. Ella puede dar un discurso de frente a la congregación sin cubrirse la cabeza. Puesto que el don formal de la profecía cesó, solo para orar en una reunión, la Mujer debería cubrirse. Además no hay ninguna indicación bíblica que las Mujeres solo deberían participar en las reuniones cuando no hay varones. Esas son normas añadidas humanas.  Más bien, las palabras de Pablo indican que ellas deberían tener una participación frecuente y normal en las reuniones estando los varones presentes, solo teniendo las precauciones parar orar y profetizar*. Precauciones que también los varones tenían que cuidar.
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* Mas adelante veremos el verdadero sentido del "velo".

* Cubrirse la cabeza solo sería para éstas situaciones en las reuniones cristianas y nada más. Lo demás es añadir algo que no sale en la Biblia.

Notemos como Pablo los coloca en igualdad:

"Todo varón que ora o profetiza con algo sobre la cabeza avergüenza su cabeza;  pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su cabeza, porque es una y la misma cosa como si fuera [mujer] con la cabeza rapada.  Porque si la mujer no se cubre, que también se trasquile; pero si le es vergonzoso a la mujer ser trasquilada o rapada, que se cubra.  Porque el varón no debe tener cubierta la cabeza, puesto que es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del varón" - 1 Corintios 11: 4-7.

Cómo observamos, la igualdad es para ámbos. No se está destacando una superioridad en las funciones religiosas del uno sobre el otro. Notemos como Pablo a continuación deja claro el asunto y dice lo siguiente:

"Además, en lo relacionado con [el] Señor, ni es la mujer sin el varón ni el varón sin la mujer.  Porque así como la mujer procede del varón, así también el varón es mediante la mujer; pero todas las cosas proceden de Dios" - 1 Corintios 11:11,12

¡Qué extraño que éstas palabras de Pablo nunca se muestren! Pablo finaliza diciendo que tanto mujeres como hombres son claves en la instrucción religiosa en la congregación: "en lo relacionado con el Señor". Sus últimas palabras nos confirman que las expresiones anteriores sobre las "cabezas" se refieren a que todos forman parte de una unidad fraternal en donde  "todas las cosas proceden de Dios".

"Por lo tanto, deseo que en todo lugar los hombres se ocupen en orar, alzando manos leales, libres de ira y debates. Igualmente deseo que las mujeres se adornen en vestido bien arreglado, con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados y oro o perlas o traje muy costoso,  sino como es propio de mujeres que profesan reverenciar a Dios, a saber, mediante buenas obras.  Que la mujer aprenda en silencio, con plena sumisión.  No permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio.  Porque Adán fue formado primero, luego Eva.  También, Adán no fue engañado, sino que la mujer fue cabalmente engañada y llegó a estar en transgresión.  No obstante, a ella se le mantendrá en seguridad mediante el tener hijos, con tal que continúen en fe y amor y santificación junto con buen juicio" - 1 Timoteo 2:8-15.

Este pasaje, especialmente el verso 12, es el más usado para negar a las mujeres la posibilidad de ejercer el ministerio de enseñanza en la congregación. Sin embargo, notemos el contexto que rodea dicha declaración. Se habla de actitudes mundanas que estaban afectando a la congregación a la cual Timoteo estaba asignado. De ahí la importancia de entender el contexto y las doctrinas falsas que algunos estaban difundiendo. Estas enseñanzas se caracterizaban por especulaciones inútiles y deseo de controversia (1 Timoteo 1:4; 6:4; 2 Timoteo 2:23), rechazo del matrimonio y abstinencia de ciertos alimentos (1 Timoteo 4:3), prácticas inmorales (1 Timoteo 4:2), dar mucha importancia a genealogías y mitos (1 Timoteo 1:4; 3:9) y negar la resurrección del cuerpo (2 Timoteo 2:18).
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Todas estas creencias se ajustan bastante al Gnosticismo, movimiento religioso sincrético que tuvo sus primeras manifestaciones en el siglo I, y que floreció con esplendor en el siglo II. La mención que se hace en 1 Timoteo 1:6; 6:20; y 2 Timoteo 2:16 de discusiones inútiles, vana palabrería y los argumentos de la falsamente llamada ciencia ("gnosis", de donde se deriva la palabra "gnosticismo"), es interesante porque los escritos Gnósticos están llenos de pensamientos ilógicos y de ideas sin sentido.
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En el caso que nos ocupa, creemos que el horizonte cultural del texto es fundamental para una exégesis correcta del mismo. Así, aunque generalmente se piensa que 1 Timoteo fue escrita como un manual sobre gobierno eclesiástico para una iglesia que no era muy distinta de la nuestra, la realidad es diferente. 1 Timoteo es una carta personal, dirigida a un joven ministro que se está enfrentando a una serie de problemas concretos en una congregación concreta.

Pero si queremos encontrar el auténtico mensaje de este pasaje, debemos tener en cuenta una serie de consideraciones relacionadas no sólo con el contexto, sino también con la gramática y con los términos usados en el texto. En primer lugar, es importante notar el significado de la presencia o ausencia del artículo en este pasaje, ya que en griego la presencia del mismo indica identidad y la ausencia enfatiza la cualidad o el carácter.

En el verso 11 no hay artículo, con lo cual la mujer que no se está comportando correctamente, es la que debe "aprender en silencio con toda sujeción" (a Dios). Pablo está estableciendo en este verso la vía por la cual aquel tipo de mujer puede y debe ser restaurada. No es un mandato universal y atemporal. Esto se hace evidente cuando analizamos el contexto y también se amonesta a quienes están con debates e ira, especialmente a los hombres.

En el verso 14 aparece el artículo delante de "mujer". Este uso del artículo, llamado de mención previa, hace referencia a Eva. Cuando no se interpreta correctamente este uso del artículo, la conclusión a la que se llega es que la mujer, por el simple hecho de serlo, es susceptible de ser engañada, y por lo tanto inferior al hombre. Es evidente que aquellos que entienden este texto en sentido genérico, pero al mismo tiempo no creen en la inferioridad de la mujer, están en clara contradicción.
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Pasemos ahora a aun análisis más detallado del verso 11. Pablo exhorta aquí a las mujeres que tenían un comportamiento inadecuado a aprender en silencio, con toda sujeción. Esto que muchos han interpretado como algo denigratorio para la mujer, en realidad es todo lo contrario. Aunque en Deuteronomio 31:12 Moisés encomendó que se congregara a todo el pueblo, incluidas las mujeres, para enseñarles la Ley, con el paso del tiempo a las mujeres les fue vetado el aprender la Torah, y participar en las actividades que se celebraban en las sinagogas. La única esfera de la mujer era el hogar. Ahora Pablo, siguiendo el ejemplo de Jesús, exhorta a que las mujeres aprendan, algo que la mujer griega también tenía vetado. Este aprendizaje debía hacerse en silencio, porque es la actitud necesaria para cualquiera que esté aprendiendo. La palabra que se usa en griego, "besuchia", no significa refrenarse de hablar, sino que significa estar en quietud, la quietud necesaria para meditar o estudiar (Similar a cuando dice antes: "deseo que en todo lugar los hombres se ocupen en orar, alzando manos leales, libres de ira y debates"). Por eso, cuando Pablo le dice a las mujeres de la Iglesia de Corinto que guarden silencio, usa otro verbo, que es "sigao", ya que en este caso se trataba de abstenerse de hablar porque estaban interrumpiendo con sus preguntas.
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En cuanto al sentido auténtico de la expresión "con toda sujeción", observamos, en primer lugar, que dicha sumisión, dado el contexto, no es al marido ni a los hombres en general, sino a los maestros, especialmente a Pablo y Timoteo. En vez de someterse a los falsos maestros deben hacerlo a aquellos que enseñan la sana doctrina. En segundo lugar, la ausencia del artículo indica otra cualidad de dicho aprendizaje. La palabra sujeción es la forma nominal del verbo "hupotassomai" que hace referencia a la disposición voluntaria de ser receptivo a las necesidades de los otros, en este caso la necesidad que tienen los maestros de comunicar sus enseñanzas sin ruidos molestos y con la debida atención.
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Pasemos ahora al verso 12. Si entendemos que Pablo está prohibiendo a todas las mujeres el enseñar a cualquier hombre, encontraremos que esta interpretación se contradice con numerosos textos del mismo Pablo (2 Timoteo 2:2; Colosenses 3:16; 1 Corintios 14:3, 26, 31, etc.). Por otra parte, en las Cartas Pastorales el verbo "didaskein" se une en contextos que expresan o implican el contenido de la enseñanza, ya sea para hablar de la falsa doctrina, o de la enseñanza de la verdad. Si en el verso 12 se refiere a la enseñanza en general es la única vez que ocurre en las cartas apóstolicas. Por todo ello, debemos concluir que lo que está prohibiendo Pablo es que ciertas mujeres enseñen una doctrina errónea.
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¿De qué doctrina se trata? La clave está en el tercer verbo que aparece en este verso, "authentein". El problema es que esta palabra aparece únicamente en este texto, y su significado varió con el paso del tiempo, con lo cual resulta realmente difícil saber su significado exacto en este contexto. Puede significar "usurpar, dominar, gobernar, ser responsable de un asesinato, proclamarse a sí mismo el autor u originador de algo, etc.". En el caso de que aquí significara "ejercer dominio sobre", Pablo no estaría haciendo otra cosa que recordarles las palabras de Jesús a sus discípulos cuando les exhorta a ser siervos en vez de "ejercer autoridad" unos sobre otros, como hacían los gobernantes de los gentiles (Mateo 20:25). En esta misma línea, Pedro amonesta a los ancianos que no apacienten a la grey de Dios como "teniendo señorío" sobre los que están bajo su cuidado (1 Pedro 5:3). Se trataría, pues, de la enseñanza de un principio general, aplicado en este caso particular a las mujeres. En el verso 8, se da la circunstancia contraria, ya que se dirige de forma particular a los hombres, pero puede decirse que la enseñanza de orar sin ira ni contienda es de aplicación general.
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El último verbo del verso 12 "einai en hesuchia", estar en quietud, en armonía, refuerza la idea de servicio que debe caracterizar las relaciones entre hermanos, sean del sexo que sean, en conformidad con las enseñanzas de Jesús. La enseñanza que se hacía ejerciendo dominio propiciaba ira y contienda.

Esta es una explicación. Sin embargo, el verso siguiente, y especialmente su nexo de unión "gar", permite una interpretación más certera. "Gar" es una conjunción que, dependiendo del contexto, puede ser causal o explicativa. Tradicionalmente se le ha interpretado como causal (porque), resultando el verso 14, interpretado en clave de prioridad temporal y de prioridad de culpa, la causa por la cual las mujeres, en general, no pueden enseñar a los hombres ni ejercer liderazgo. Sin embargo, tal exégesis es totalmente contraria al relato de la Creación, como hemos visto, y se opone al resto de las Escrituras, por lo que es evidente que no se trata de una partícula causal. Por otra parte, esta partícula enlaza los versos 13, 14 y 15 con los anteriores, y su significado debe depender de la relación de éstos últimos con los versos 8 al 12, y no al revés.

Desde esta perspectiva, y considerando "gar" una partícula explicativa, y "authentein" en su acepción de "autor u originador", se entendería que lo que Pablo está prohibiendo es que la mujer enseñe o se proclame autora y originadora del hombre, además de tener una actitud mundana. En la zona de Asia Menor, lo femenino era considerado como la fuente de la vida. La Gran madre recibía diferentes nombres, uno de ellos era Artemisa, la diosa que se adoraba en Éfeso como Diana, cuyo templo era una de las siete maravillas del mundo. A veces se la identificaba también con Eva, a la que los mitos gnósticos consideraban como la que trajo la vida y el conocimiento a Adán. Por eso, el verso 13 puede entenderse como una refutación de dicha enseñanza. Se le prohibe a las mujeres que enseñen que la actividad femenina dio la vida al hombre, porque, de acuerdo con las Escrituras Adán fue creado primero. Por otra parte, Eva no trajo el conocimiento (gnosis), sino que, siendo engañada, cayó en transgresión.
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Por lo tanto, los versos 13 y 14 no son la razón por la cual las mujeres no pueden ejercer el liderazgo, sino que se trata más bien de la refutación de una herejía ampliamente difundida en la zona por los mitos gnósticos o protognósticos que glorificaban a Eva. Esta interpretación, por otra parte, armoniza con otros ejemplos en los que Pablo primero indica la herejía y después la refuta: 1 Corintios 15:12-57; 1 Timoteo 4:3-5: 2 Timoteo 2:17-19; Romanos 3:8.

Ya hemos visto que a lo largo de la Biblia aparecen mujeres en posición de liderazgo, con la bendición de Dios, y el reconocimiento de los que las rodeaban. También lo hemos estudiado con respecto al mundo cristiano.
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Si se interpretan los versos 13 y 14 en el sentido de que la superioridad del hombre procede del hecho de haber sido creado primero, como hemos visto anteriormente, el texto de la creación no le da ninguna significación a este hecho. El relato de Génesis muestra que tanto el hombre como la mujer fueron comisionados igualmente por Dios para ejercer dominio sobre la tierra, sin ninguna referencia a la existencia de roles jerárquicos entre ellos.

Tenemos que tener cuidado al interpretar al vuelo ciertos pasajes y darles una aplicación sectaria sin tomar en consideración todas las partes. Si la razón para la prohibición es que las mujeres, como Eva, son crédulas y fácilmente engañables, por lo que no deben enseñar o dirigir, este argumento no se sostiene, ya que en momentos cruciales de la historia del pueblo de Dios, surgieron una serie de mujeres que hicieron frente a problemas que los hombres no habían sabido solucionar (1 Samuel 25:3-35; 2 Samuel 14:2-23; 20:16-22; Jueces 4; Ester 8:17; 9:11-12; 29-32). Por otra parte, supondría sostener que la mujer, por naturaleza, es inferior.
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Interpretar este pasaje en el sentido de que las mujeres deben continuar siendo castigadas por el pecado de Eva, representa una seria contradicción teológica y doctrinal. De acuerdo con 1 Juan 1:9 "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad", por lo que esto afecta a todos los redimidos por la sangre de Cristo, y no sólo a la mitad de los mismos. Por otra parte, ¿por qué los hombres no son responsables del pecado de Adán, y las mujeres sí lo son por el de Eva? 1 Timoteo 2:11-15 no puede ser, a la luz del resto de las Escrituras, un decreto de castigo perpetuo y universal para todas las mujeres y por ende la prohibición de enseñar no puede relacionarse con ese asunto, sino que el pasaje se ha entendido mal.
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Por último, el Nuevo Testamento o Escrituras Cristianas enseñan que "tenemos dones diferentes, según la gracia que nos es dada" (Romanos 12:6), no según el sexo.

Por lo tanto, una lectura correcta de 1 Timoteo 2:8-15 nos muestra que Pablo advierte de evitar iras, debates y actitudes mundanas de prepotencia sobre ciertos aspectos. El habla del cuidado en el vestido que tienen que tener mujeres con esas tendencias y es a ellas a quienes se dirigen sus palabras. Es para prevenir las influencias Gnósticas que hablaban que Eva era la dadora del conocimiento, torciendo el relato bíblico.  La mujer que no se está comportando correctamente, es la que debe "aprender en silencio con toda sujeción" (a Dios). Pablo está estableciendo en este verso la vía por la cual aquel tipo de mujer puede y debe ser restaurada. No es un mandato universal y atemporal que signifique que la Mujer está desprovista de liderazgo espiritual. Si fuera así, Pablo sería el Amo de la gran contradicción ya que todos los otros pasajes y relatos que hemos estudiado muestran que sus colaboradoras eran Mujeres piadosas.

Para concluir, podemos decir que un estudio de todas las Escrituras y en especial de lo que Pablo realmente escribió, demuestra que él no relegó a la mujer a una posición de subordinación dentro de la iglesia. Él realmente desafió los roles sociales que desempeñaban las mujeres en su tiempo, y la filosofía y teología que los sustentaban. Sin embargo, de forma paradojal sus palabras han sido interpretadas de forma que se usan para defender esos mismos roles. ¿Cómo pudo ocurrir tal cambio? Creemos que la respuesta está en el hecho de que la iglesia postapostólica interpretó sus escritos a través de la cultura y costumbres de su época. En un sentido, leyeron a Pablo a través de los ojos de Aristóteles, de Platón, de los Estoicos, etc., que veían en la mujer a un ser inferior, nacido para obedecer, necesitado de tutela e incapaz, por su propia naturaleza, de asumir ninguna actividad que implicara el ejercicio de autoridad o liderazgo.
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Es el apresuramiento, el sacar ciertos versículos del cuadro general para apoyar ciertas ideas, lo que ha cumplido una notable profecía de Pedro:

"Además, consideren la paciencia de nuestro Señor como salvación, así como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le fue dada, les escribió,  al hablar de estas cosas como también lo hace en todas [sus] cartas. En ellas, sin embargo, hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también [hacen con] las demás Escrituras, para su propia destrucción" - 2 Pedro 3:15,16.

Una cantidad impresionante de Iglesias han establecido reglas humanas, torciendo de forma intencional o indocta las palabras de Pablo, sacándolas de su contexto, para perpetuar formas "cristianas" de esclavitud, de dominio y ataduras a organizaciones humanas.

Nota Adicional: Notemos que Pablo finalmente dice de esa mujer (que necesita ayuda espiritual):

"No obstante, a ella se le mantendrá en seguridad* mediante el tener hijos, con tal que continúen en fe y amor y santificación junto con buen juicio" - 1 Timoteo 2:15.

* Significa literalmente "se le salvará".

Si esto fuese un mandato universal, TODA mujer debería tener Hijos como requisito de forma paralela a no poder enseñar. Sin embargo, queda patente que esto no es así, puesto que una referencia de este pasaje nos lleva a las mujeres desordenadas (que necesitaban "buen juicio"):

"Por eso deseo que las viudas de menos edad se casen, que tengan hijos, que manejen la casa, que no den al opositor incentivo alguno para injuriar.  Ya, de hecho, algunas han sido apartadas para seguir a Satanás" - 1 Timoteo 5:14,15.

Además, notemos como la expresión "se le mantendrá en seguridad mediante el tener hijos" nos recuerda a personas débiles en la fe o incrédulos:

"Porque el esposo incrédulo es santificado con relación a [su] esposa, y la esposa incrédula es santificada con relación al hermano; de otra manera, sus hijos verdaderamente serían inmundos, pero ahora son santos" (1 Corintios 7:14)

La vindicación de Jesús de Nazaret
Si leemos los Evangelios sin prejuicios machistas, observaremos que Jesús trató a la mujer de un modo bien distinto al que pretende la Iglesia católica y sus "hijas" religiosas,  veremos que en las primeras comunidades cristianas la mujer ocupaba cargos de responsabilidad.

A propósito la teóloga católica Margarita Pintos reflexionó: »Como muy bien ha puesto de manifiesto el escriturista Lohfink, la elección de los doce por Jesús es una acción simbólica y profética que nada prejuzga y en nada afecta al papel asignado a la mujer en el pueblo de Dios. Si se quiere apreciar en sus justos términos la presencia de la mujer en el movimiento de Jesús, hay que prestar más atención a la composición del grupo de discípulos. Es precisamente ahí donde se pone de manifiesto que Jesús, con una libertad sorprendente y sin tener en cuenta los estereotipos vigentes en la sociedad judía de entonces, integró mujeres en su círculo de discípulos».

Efectivamente, si nos fijamos, por ejemplo, en Mateo 27: 55-56, Marcos 15: 40-41, Lucas 23: 49-55 y otros, encontraremos a un grupo de mujeres que seguían a Jesús, esto es que estaban aceptadas en su círculo de discípulos, todo un signo del nuevo «reino de Dios» que jamás hubiese sido posible en el entorno judío del que procedían tanto Jesús como sus apóstoles varones; un signo claro, por tanto, de que la mujer debía jugar un papel distinto en los nuevos tiempos.

Si nos fijamos en la utilización del género en el Nuevo Testamento, tal como propone en un interesante trabajo el teólogo y sacerdote católico António Couto, nos llevaremos una buena sorpresa: la palabra “hombre” como sinónimo de “ser humano” (anthôpos/homo) aparece 464 veces y la designación de “varón” (anêr/vir) y “mujer” (gynê/mulier) lo hace exactamente con la misma frecuencia, esto es 215 veces cada uno de ellos, ni más ni menos.

Resulta también sintomático que los nombres propios femeninos sean muchísimo más abundantes en el Nuevo Testamento que en el Antiguo. De los 3.000 nombres propios que aparecen en toda la Biblia, 2.830 (94,3%) son masculinos y sólo 170 (5,5%) son femeninos, pero si nos concentramos en los 150 nombres propios que, en total, se mencionan en las Escrituras Griegas Cristianas, vemos que 120 (80%) son masculinos y 30 (20%) lo son femeninos; el peso de las mujeres, por tanto, cuadruplicó su porcentaje. Todas estas cifras implican algo sustancial: aún dentro del entorno judío en que se desarrollan los pasajes neotestamentarios —que era esencial y profundamente patriarcal y androcéntrico—, Jesús quiso mostrar no sólo que la mujer era importante, sino que podía y debía gozar de los mismos derechos sociales y religiosos que el varón.

Cuando leemos con detenimiento el Nuevo Testamento y nos fijamos en los pasajes que tienen a mujeres por eje central, salta a la vista rápidamente que en estos textos se les adjudicó un protagonismo muy importante, tanto por el hecho de haberlas hecho testigos únicos de algunos de los momentos más claves de la historia del nazareno, como por haberlas elevado al rango de co protagonistas, junto a Jesús, para asentar enseñanzas que serían fundamentales para el cristianismo posterior.

Así, por ejemplo, es una mujer, no un varón, el primer ser humano que proclamó la divinidad de Jesús; un honor que le cupo a Elisabet (Isabel), según Lc 1: 42-55. Fue también a mujeres, a quienes les fue revelada en primer lugar la resurrección del nazareno, el suceso más fundamental para lo que será la teología y cristología del cristianismo, y María de Magdala (Magdalena) fue la primera en recibir la aparición de Jesús resucitado y la encargada de comunicárselo a los discípulos varones.

Al respecto la revista Atalaya reconoció: “También merece mencionarse que los primeros testigos de su resurrección fueron mujeres. (Mateo 28:1-10.) Esto en sí mismo era un revés para la tradición judía, pues en el judaísmo no se veía a las mujeres como dignas de ser testigos legales. Con esto presente, ¡lea Juan 20:11-18 y trate de imaginarse la profunda emoción que debe haber sentido María Magdalena cuando el Amo resucitado se le apareció, la llamó por nombre y la utilizó como testigo para informar a sus discípulos que en realidad estaba vivo!” (Atalaya 1/7 1991)

Al contrario que los apóstoles, las discípulas galileas de Jesús no huyeron ni corrieron a esconderse y permanecieron en Jerusalén durante todo el proceso de ejecución y entierro de su maestro. En relación a esto último, es de un simbolismo evidente el hecho de que en el Calvario, a los pies del Jesús ejecutado en el stauros y patibulum (inicio del proceso de la salvación, para los creyentes), sólo había cuatro mujeres, llamadas María todas ellas —según Jn 19: 25—, pero solo Juan como apóstol.

Las siete mujeres que siguen y sirven a Jesús de forma continua —María de Magdala, María de Betania y su hermana Marta, Juana, Susana, Salomé y la suegra de Simón/Pedro— son personas nada convencionales, libres de amarras sociales, religiosas y de sexo, capaces de poder decidir su presente y su futuro; mujeres, tal como afirma el teólogo Couto, «nada marginales, más bien situadas dentro de la historia y del alma de su pueblo, cómplices de la esperanza mesiánica, cuya realización intuyen, esperan, favorecen y aportan. Son mujeres al servicio de Dios y del Evangelio; no están al servicio de un varón o de los hombres en general; están al servicio del Evangelio, a causa de lo cual dejan evangélicamente todo, dándolo evangélicamente todo (...) son mujeres evangelizadas y evangelizadoras».

Entre los seguidores de Jesús se dio un discipulado de iguales entre varones y mujeres, y el rol de éstas, aunque más restringido a causa de los condicionantes sociales imperantes, no fue menos importante que el de aquellos.

María de Magdala no sólo aparece en los textos como discípula y servidora de Jesús y su mensaje sino que se la inmortalizó con una misión clara de mensajera, de informadora de los discípulos varones, un papel que reconocerá la tradición latina a partir del siglo XII al distinguirla con el título de apostola apostolorum (apóstola de los apóstoles).

El diálogo más extenso de cuantos mantuvo Jesús, según aparece en los Evangelios, en Juan 4: 7-26, se produjo entre éste y la “mujer de Samaria”, desarrollándose a lo largo de siete intervenciones del nazareno y seis de la samaritana —causando tan gran asombro a los discípulos cuando los vieron conversando juntos «que se maravillaban de que hablase con una mujer» (quizás también porque era samaritana) —; como resultado de esta charla, mantenida junto a una fuente de la ciudad de Sicar, muchos samaritanos reconocieron a Jesús como «Salvador del mundo» (Jn 4:39-42), siendo éste un pasaje clave para justificar la extensión del cristianismo entre los gentiles.

Cuando Juan hizo que Jesús, para ir de Judea a Galilea, tuviera «que pasar por Samaria» (Juan 4:3-4) —un camino que podía hacerse perfectamente sin tener que pasar por el «pozo de Jacob» de Sicar o Siquem en Samaria—, quiso que ese desvío hacia tierra gentil y el debate con la mujer del pozo adquiriese un notable y específico significado simbólico. La samaritana —que había tenido cinco maridos y vivía amancebada con un sexto— abandonó su cántaro y corrió a testimoniar (martyréô) entre sus convecinos la presencia de Jesús, representando así al «antiguo Israel adúltero e infiel que se convierte en el nuevo Israel purificado, fiel y misionero». Si se hubiese querido excluir a la mujer como elemento activo del «reino» predicado por Jesús, tal como hacen las iglesias, se habría elegido un varón para protagonizar este pasaje o su equivalente, pero no fue así.

La Iglesia católica habla a menudo de la famosa profesión de fe que Jesús le pidió a Pedro en Mateo 16:15-20, pero calla que esa misma profesión de fe se la solicitó también a una mujer, a Marta de Betania: «Díjole Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees tú esto? Díjole ella: Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que ha venido a este mundo» (Juan 11:25-27). Marta, por tanto, fue puesta por Jesús ante el mismo privilegio que Pedro.

El respeto que Jesús manifestó por la mujer se trasluce perfectamente en un relato como el de Mateo 15:21-28 y Marcos 7:24-30, donde una mujer cananea (sirofenicia- libanesa) le replica a Jesús y le gana la disputa dialéctica logrando su propósito —«¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como tú quieres» acaba por concederle el nazareno (Mt 15:28) —; ésta es una de las pocas ocasiones,  en la que Jesús habló de «fe grande» ¡y la atribuyó a una mujer!, mientras que al mismísimo Pedro (Mt 14:31) y a los discípulos (Mt 6:30) les había tildado previamente de «hombres de poca fe».

Otra mujer, su propia madre, fue la responsable de que Jesús obrase su primer milagro público, según el relato de Jn 2:3-5: «No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la madre de Jesús a éste: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti? No es aún llegada mi hora. Dijo la madre a los servidores: Haced lo que El os diga», finalizando el pasaje con la frase: «Este fue el primer milagro que hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria y creyeron en El sus discípulos» (Jn 2:11).

Jesús también hizo descansar sobre el protagonismo de una mujer (Lc 7: 36-50), esta vez una «pecadora arrepentida», su fundamental enseñanza sobre la gracia y el perdón de los pecados, un mensaje básico para el cristianismo futuro. Del mismo modo mostró su respeto por la mujer y proclamó su derecho a la igualdad cuando rehabilitó a la «hemorroísa», la mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años y que, por ello, había sido excluida de la vida social y religiosa de su comunidad (según lo prescrito por Lev 15:19-29).

No menos clarificador es el pasaje de la mujer sorprendida en adulterio de Jn 8:1-11, en el que Jesús se dirige a ella directamente, la trata con el respeto y dignidad que merece cualquier persona, enfrenta a los varones presentes, que querían lapidarla, con su propia conciencia y, finalmente, la declara perdonada.

La visión que expresó Jesús sobre el divorcio fue muy revolucionaria. Según la ley —la Halajá—, el primero (varón)  podía solicitar y lograr el repudio, pero para Jesús ambos miembros de la pareja rota «adulteraban» igualmente en ese acto y en sus matrimonios sucesivos. No era liberal ni progresista, pero sí muy igualitario en una sociedad, la judía, que sólo concedía derechos al varón y se los negaba a la mujer. Jesús colocó a varón y mujer en el mismo plano de igualdad en cuanto al criterio (rigorista) de conducta moral respecto al matrimonio y divorcio.

La ekklesía que puso en marcha Jesús era un pueblo de hombres y mujeres reunidos ante Dios, no sólo de varones, como había sido la tradición judía hasta entonces. Pablo recogió esta idea y la amplió a los gentiles cuando escribió: «Todos, pues, sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Porque cuantos en Cristo habéis sido bautizados, os habéis vestido de Cristo. No hay ya judío o griego, no hay siervo o libre, no hay varón o hembra, porque todos sois uno en Cristo Jesús. Y si todos sois de Cristo, luego sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa» (Gál 3: 26-29).

En esta declaración bautismal del movimiento misionero se proclamó específicamente que la iniciación, el ingreso en «el pueblo de Dios», no se producía ya a través de la circuncisión (patrimonio exclusivo del varón) sino mediante el bautismo, que incluye a todos sin excepción bajo un mismo Salvador y dentro del nuevo —y ampliado— pueblo de Dios. Era una nueva visión religiosa que negaba las prerrogativas basadas en la masculinidad y abría las puertas a mujeres y esclavos, lanzando una novedosa concepción igualitaria en todos los campos, que incluso integraba a los gentiles, excluidos hasta entonces del «pueblo de Dios».

Tras un somero repaso (que ya hemos analizado) de las epístolas paulinas puede verse que las mujeres de las comunidades cristianas de esos días eran aceptadas y valoradas como miembros que gozaban de los mismos derechos y obligaciones que los varones. Pablo dejó escrito que las mujeres trabajaban con él en igualdad de condiciones y mencionó específicamente a Evodia y Síntique (que «lucharon por el evangelio»), Prisca («colaboradora»), Febe (diákonos, hermana y prostatis o protectora de la iglesia de Céncreas), Junia (apóstol, considerada apóstola por los padres de la Iglesia, pero transformada en varón en la Edad Media por no poder admitir que una mujer hubiese sido apóstol junto a Pablo y tomada como «ilustre entre los apóstoles»).

Se relacionan también parejas de misioneros que trabajaron en plano de igualdad uno con otra, como son los casos de Aquila y Priscila, que fundaron una iglesia en su casa, el de Andrómico y Junia, etc. Esas mujeres fueron misioneras, líderes, apóstoles, ministros del culto, catequistas que predicaban y enseñaban el evangelio junto a Pablo, que fundaron congregaciones y ocuparon cargos en ellas... pero muy pronto el varón retomó el poder e hizo caer en el olvido una de las facetas más novedosas del mensaje cristiano; en el siglo II, se torció y manipuló la declaración de Gálatas 3: 26-29 y los Corintios, dando a entender que Pablo desconocía a sus ayudantes antes mencionadas.

¡Cuan distinto habría sido el mundo si se hubiese permanecido leal al mensaje de Jesús de Nazaret y estimulado por Pablo! ¡Cuantas mujeres martirizadas durante siglos! ¡Cuánto abuso de varones apoyándose en las torceduras de las Escrituras! ¡Tanto los niños como las mujeres han sido los grandes víctimas de la traición al mensaje del amado Jesús de Nazaret!

En alguna parte del camino se había dado un golpe de mano tomando por bandera una exégesis e interpretación incorrecta de algunas frases paulinas que ya analizamos. Se entró en la discusión acerca del deber de las mujeres de llevar velo en la cabeza para orar, y se derivó en una interpretación absolutamente diferente y lesiva para la mujer.

De lo anterior derivan sentencias tan conocidas como la de Haimo d’Auxerre (siglo VIII): «en la Iglesia se entiende por mujer a quien obra de manera mujeril y boba»; la de Graciano (siglo XII): «la mujer no puede recibir órdenes sagradas porque por su naturaleza se encuentra en condiciones de servidumbre»; o la de Santo Tomás (siglo XIII): «como el sexo femenino no puede significar ninguna eminencia de grado, porque la mujer tiene un estado de sujeción, por eso no puede recibir el sacramento del Orden». La mujer, según la ha entendido la patrística cristiana, es un ser inferior, boba y condenada a la servidumbre «por su naturaleza». Hoy, no pocos sacerdotes y prelados siguen pensando lo mismo de ellas (aunque haciéndolas, también, como siempre fue, objeto de su lascivia).

A pesar de que, según lo visto, no fuese así en los Evangelios, sino todo lo contrario, la mujer comenzó a ser discriminada de la ekklesía cristiana bastante tempranamente; entre los siglos II y IV fue aboliéndose progresivamente la presencia de las diaconisas en las congregaciones cristianas y, bajo el control del emperador Constantino, la Iglesia católica fue configurándose según el modelo del sacerdocio pagano que había sido oficial, hasta entonces, en el Imperio romano. Por igual razón, los escritos bíblicos se han interpretado siempre desde una óptica profundamente androcéntrica y con un lenguaje no solo escasamente neutral sino abiertamente antifemenino.

Así, miles de mujeres fueron martirizadas en la terrible Edad Media y ha sido muy difícil que las Iglesias protestantes y otras organizaciones restauren la dignidad espiritual de la Mujer.

La Declaración Inter insigniores, emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santa Inquisición) el 15 de octubre de 1976, es un claro ejemplo de este machismo clerical falto de fundamento y discriminatorio para la mujer. A propósito de este texto, la teóloga católica Margarita Pintos comenta muy certeramente que «la antropología que subyace en esta declaración está claramente ligada al androcentrismo. Se asume la teología escolástica medieval que adoptó la antropología aristotélica en la que se define a las mujeres como “hombres defectuosos”. Esta antropología defendida por San Agustín y más tarde reforzada por Santo Tomás, que declara que las mujeres en sí mismas no poseen la imagen de Dios, sino sólo cuando la reciben del hombre que es “su cabeza”, no es, como parece obvio, una antropología revelada.

»El hecho de que el sacerdote actúa in persona Christi capitis sobre todo en la eucaristía —añade Margarita Pintos—, sirve a la declaración para afirmar que si esta función fuera ejercida por una mujer “no se daría esta semejanza natural que debe existir entre Cristo y el ministro”. Queda así reforzado el principio de masculinidad para el acceso al ministerio ordenado. Sólo el ser humano de sexo masculino puede actuar in persona Christi, es decir, representar a Cristo, ser su imagen. Así se acentúa el carácter androcéntrico de la cristología y de la eclesiología».

Sólo desde esta plataforma ideológica que considera a las mujeres como a «hombres defectuosos», especialmente enquistada en la jerarquía católica, puede comprenderse la marginación que la mujer católica todavía sufre en cuanto a sus derechos de participación en el ejercicio y organización de su propia religión. La mujer católica tiene limitadas sus posibilidades de contribución eclesial a los roles de clienta y de sirvienta de la Iglesia (o, más a menudo, del clero masculino).

A pesar de que las corrientes evangélicas actuales están intentando devolver a la mujer el protagonismo religioso que nunca debió perder y que, desde 1958, va incrementándose de modo progresivo e imparable, la Iglesia católica y muchas otras organizaciones religiosas prefieren seguir ignorando lo que el Nuevo Testamento aportó como novedad y como la gran verdad que hubiese cambiado al mundo, prefiriendo mantenerse atrincheradas en su tradición: ¡las mujeres no pasarán! Qué lejos y olvidado ha quedado aquel Jesús que predicó la igualdad de derechos espirituales y privilegios de la mujer y las aceptó junto a él como discípulas, con gran escándalo de los sacerdotes, claro está. Igual que hoy.

El modelo de mujer que la jerarquía de la Iglesia católica actual quiere imponer es el de un ser volcado en la maternidad por encima de todo y que sea dócil y servil al varón aún a riesgo de su propia vida. Las otras religiones han seguido atadas a preceptos un poco más “cristianos” y "humanos", pero aún la sombra de Babilonia la Grande sigue sobre ellas.
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 El Velo de la Mujer Cristiana
"Pero quiero que sepan que la cabeza de todo varón es el Cristo; a su vez, la cabeza de la mujer es el varón; a su vez, la cabeza del Cristo es Dios. 4 Todo varón que ora o profetiza con algo sobre la cabeza avergüenza su cabeza; 5 pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su cabeza, porque es una y la misma cosa como si fuera [mujer] con la cabeza rapada. 6 Porque si la mujer no se cubre, que también se trasquile; pero si le es vergonzoso a la mujer ser trasquilada o rapada, que se cubra.

7 Porque el varón no debe tener cubierta la cabeza, puesto que es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del varón. 8 Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón; 9 y, más aún, el varón no fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. 10 Por eso la mujer debe tener una señal de autoridad sobre la cabeza, debido a los ángeles.

11 Además, en lo relacionado con [el] Señor, ni es la mujer sin el varón ni el varón sin la mujer. 12 Porque así como la mujer procede del varón, así también el varón es mediante la mujer; pero todas las cosas proceden de Dios. 13 Juzguen por ustedes mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios [con la cabeza] descubierta? 14 ¿No les enseña la naturaleza misma a ustedes que si el varón tiene cabello largo, es una deshonra para él; 15 pero si la mujer tiene cabello largo, es una gloria para ella? Porque se le da el cabello en lugar de prenda para la cabeza. 16 No obstante, si algún hombre parece disputar en pro de otra costumbre, nosotros no tenemos otra, ni tampoco las congregaciones de Dios" - 1 Corintios 11:3-16 .
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Ya explicamos con claridad el asunto de la "cabeza" con el "origen" el cual es su varón, lo que enlaza todas las cosas en unidad con Cristo. En la exposición anterior que analizó éste pasaje y en todas las otras se dejó claro que aquí no se está diciendo que la Mujer no puede "enseñar" en la congregación. De hecho, este mismo relato muestra que las Mujeres Profetizaban y Oraban  con frecuencia en las congregaciones como parte de una actividad regular y no esporádica (como hacerlo si no hubiesen varones). No, era algo común que coloca en igualdad a hombres y mujeres. El pasaje es evidente. Esto de por sí muestra que las Mujeres se dirigían a la congregación (con varones incluídos) y Pablo solo pasa a normar el uso del "velo" o "cobertura".

Ahora bien, nos centraremos en el asunto del "velo" o "cobertura" para la cabeza de la Mujer.

Cómo se señaló en una nota anterior aquí solo se da la instrucción específica a dos actividades: Orar y Profetizar. Y esto se refiere solo a las reuniones, puesto que los Corintios tenían problemas en sus cultos. Estas son instrucciones para las reuniones de congregación (ver. 17).

Añadir cualesquier otra directriz o norma es atar "cargas innecesarias" e ir más allá de la Palabra. Pablo mismo dice: "No obstante, si algún hombre parece disputar en pro de otra costumbre, nosotros no tenemos otra, ni tampoco las congregaciones de Dios" - ver 16.
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Ponernos en los supuestos de otras situaciones como al conducir clases particulares bíblicas delante de su esposo, en los almuerzos, etc. es ir más allá de la Palabra de Dios e inventar fórmulas al estilo de los judíos que creaban normativas añadidas a la Ley del Sábado.  Todas éstas otras situaciones son extra -biblicas y si fuésemos rigoristas y buscásemos fórmulas también sería discutible si la Mujer debería cubrirse al predicar de casa en casa o al comentar en las reuniones, al cantar un cántico, etc. Todas son situaciones fuera de la declaración del apóstol.

Hoy claramente el don de la Profecía ya no existe. "Pero sea que haya [dones de] profetizar, serán eliminados; sea que haya lenguas, cesarán" (1 Corintios 13:8). Hoy algunos creen que el profetizar "moderno" es "enseñar" en la congregación. Aunque los cristianos mantienen el espíritu y actitud de los profetas,  en realidad Pablo no estaba pensando en eso cuando dijo que "toda mujer que ora o profetiza" tiene que cubrirse. Ellos tenían claro y delimitadas sus actividades en las congregaciones y no las echaban todas al mismo "saco" como si todas fuesen "profecía". Estas actividades están descritas en la misma carta a los Corintios y a los Efesios:
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"¿Qué ha de hacerse, pues, hermanos? Cuando ustedes se juntan, uno tiene un salmo, otro tiene una enseñanza, otro tiene una revelación, otro tiene una lengua, otro tiene una interpretación.
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Además, hablen dos o tres profetas, y los demás disciernan el significado.  Pero si hay una revelación a otro mientras está sentado allí, que el primero calle. Y [los dones del] espíritu de los profetas han de ser controlados por los profetas. Porque Dios no es [Dios] de desorden, sino de paz." - 1 Corintios  14:26-33

"Y dio algunos como apóstoles, algunos como profetas, algunos como evangelizadores, algunos como pastores y maestros,  con miras al reajuste de los santos, para obra ministerial, para la edificación del cuerpo del Cristo" - Efesios 4:11,12

Ciertas mujeres cristianas, como las cuatro hijas vírgenes de Felipe, profetizaron bajo el impulso del espíritu santo de Dios (Hch 21:9; 1Co 12:4, 10) en cumplimiento de Joel 2:28, 29, donde se predijo que ‘sus hijos y sus hijas ciertamente profetizarían’. (Hch 2:14-18.)

Así que Pablo tenía claro que enseñar no era la mismo que profetizar. Todos los cristianos lo tenían claro así y nosotros no podemos hacer un supuesto interpretando las cosas "de acuerdo a nuestros tiempos". Eso sería ir más allá de la Biblia y la declaración de Pablo. Hacer caso omiso a éstas cosas, convierte los asuntos en reglas y normas humanas adicionales que anulan la Palabra de Dios y atrofian los dones y disposición de muchos cristianos. Éstas ideas se vuelven como "Mala Hierba" que abortan, aprisionan y ahogan la libertad en Cristo de Mujeres y Hombres dispuestos a alabar al Padre Celestial.

Si el don de la Profecía ya no es, entonces solo nos queda la oración. Solo para hacer una oración en una reunión de Congregación la Mujer debería cubrirse. Si tuviese que enseñar o dar un discurso de frente a los hermanos, no habría razón para que se cubriera.*
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* Nota:
De hecho Pablo no habla de hacer escenificaciones y simular estudios o dar discursos entre ellas. En estricto rigor al hacer éstas demostraciones que involucran enseñanza a la congregación, las mujeres tendrían también que cubrirse al dar discursos entre ellas. Argumentar que no se debe hacer porque no están de "frente al auditorio" es simplemente un asunto técnico extra bíblico (tecnicismo). Es patente que también están "enseñando" a la congregación ya que el material de enseñanza que presentan también puede ser dado por un varón.
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Pero, ¿por qué tiene que cubrirse la Mujer para Orar?  Notemos un pasaje que nos aclara esta misteriosa acción  y hace que las Mujeres tomen con honra y devoción el privilegio de usar la cobertura para orar.

" y no hacemos como cuando Moisés se ponía un velo sobre el rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista con intensidad en el fin de aquello que había de ser eliminado.
 Y todos nosotros, mientras con rostros descubiertos reflejamos como espejos la gloria de Jehová, somos transformados en la misma imagen de gloria en gloria, exactamente como lo hace Jehová [el] Espíritu."- 2 Corintios 3:13,18

"Cuando Moisés acababa de hablar con ellos, se ponía un velo sobre el rostro.  Pero cuando Moisés entraba delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía. Y salía y hablaba a los hijos de Israel lo que se le mandaba.  Y los hijos de Israel veían el rostro de Moisés, que la tez del rostro de Moisés emitía rayos; y Moisés se ponía de nuevo el velo sobre el rostro hasta que entraba a hablar con él" - Éxodo 34:33-35.

Luego de hablar a la asamblea Moisés hacía algo. En el trayecto en que Moisés se dirigia  a conversar con Jehová  entonces se ponía el velo.

Moisés era el Profeta y él iba camino a Orar a Dios, a comunicarse con él. El simbolismo del velo sobre la Mujer cristiana no tiene que ver con la sumisión espiritual del varón sobre ella sino porque ella en ese acto representa a Moisés quién era el profeta que iba a orar. El varón es la gloria de Dios y la Mujer refleja la gloria del Varón como Moisés reflejaba la gloria de Dios.

"Por eso la mujer debe tener una señal de autoridad sobre la cabeza, debido a los ángeles"

Cómo notamos, luego de hablar del origen (varón) de la Mujer, la expresión "autoridad" realmente está ligada con el plano celestial: "debido a los ángeles". La mujer debe tener puesto un velo porque funciona como una señal, un símbolo, o un emblema de la Autoridad que Dios ha puesto sobre ella para "profetizar" y "orar" en representación de Dios ante la Congregación. Esta señal debe representar la realidad interna de su relación con el Padre. Éste símbolo mostraba no que estaba sumisa al varón sino más bien que contaba con la Autoridad de Dios sobre ella, de la misma forma como Moisés era la autoridad de Dios ante el pueblo y el velo recordaba que ese hombre tenía la gloria de Dios.

Recordemos que la Ley fué traída por "ángeles" (Gálatas 3:19) y eran ellos los que realmente hablaban con Moisés. La gloria de ellos fué impregnada en Moisés.  Así que la Mujer que usa el velo parar orar ante la Asamblea de la Congregación les recuerda (a los ángeles) la disposición humilde que ellos tuvieron en cooperar, apoyar y transmitir la enseñanza de Dios a Moisés y al Pueblo.

La Mujer que ora con el velo recibe una "señal de autoridad" dada por los ángeles de la misma forma como ellos apoyaron a Moisés. Ella tiene todo el apoyo de los cielos, tiene toda la "autoridad" para hablar en la congregación. Ella tiene esa "señal de autoridad" que recuerda que tiene autoridad divina y angelical para orar.

Por lo tanto, no es un acto de inferioridad espiritual utilizar el velo, sino más bien, un recordatorio de que la Mujer puede tener funciones importantes en la congregación. Y la cobertura recuerda a los presentes  que se respete esa autoridad para Orar. La Mujer no debe recurrir a raparse o cambiar su sexo disfrazándose de hombre como lo hacían las paganas. Ella debe resaltar su naturaleza y el velo recuerda esa dignidad y autoridad.
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 Conclusión
Cómo se ha desprendido de un estudio de todos los factores y cuadros implicados ciertamente llegamos a la verdad. Una verdad que para mí ha sido gratificante, ya que mi admiración por la Palabra de Dios se acrecienta con cada estudio. Pablo, injustamente etiquetado como un odiador de la Mujer (misógino), realmente aparece redimido. Merece nuestras disculpas eternas por siglos de torcimiento de sus palabras.

Un estudio de todas las Escrituras y en especial de lo que Pablo realmente escribió y de sus acciones hacia las mujeres, demuestra que él no relegó a la mujer a una posición de subordinación dentro de la Iglesia. Él realmente desafió los roles sociales que desempeñaban las mujeres en su tiempo, y la filosofía y teología que los sustentaban. Sin embargo, sus palabras han sido interpretadas de forma que se usan para defender esos mismos roles. Una gran paradoja que cumple las palabras del apóstol Pedro mencionadas anteriormente.

¿Cómo pudo ocurrir tal cambio? Creemos que la respuesta está en el hecho de que la iglesia postapostólica interpretó sus escritos a través de la cultura y costumbres de su época. En un sentido, leyeron a Pablo a través de los ojos de Aristóteles, de Platón, de los Estoicos, etc., que veían en la mujer a un ser inferior, nacido para obedecer, necesitado de tutela e incapaz, por su propia naturaleza, de asumir ninguna actividad que implicara el ejercicio de autoridad o liderazgo.

Esto fue posible porque algunos de los llamados Padres de la Iglesia, como Orígenes, entendieron que la filosofía era sólo una preparación para el cristianismo. Su maestro, Clemente de Alejandría, sostenía que la filosofía era un don de Dios, concedido a los griegos, como la ley a los judíos. Su uso, según él, podía prestar importantes servicios al cristianismo. Con este criterio era posible trasladar toda la cultura greco-latina al cristianismo y convertir a éste en heredero de toda la cultura antigua, como en realidad sucedió.

Por otra parte, a los cristianos se les solía acusar de ser una secta secreta, que ponía en peligro la seguridad del Estado, que practicaba la magia, y toda clase de supersticiones, y cuyos adeptos eran personas vulgares, incapaces de razonar, de ahí que muchos de los Padres de la Iglesia pensaran que si el cristianismo quería captar la atención de los intelectuales y de la cultura pagana en general, debía asimilar la filosofía griega, por lo que empezaron a aplicar conceptos filosóficos a la hora de interpretar las Escrituras.

De esta forma, poco a poco, la teología cristiana fue produciendo una serie de interpretaciones que eran realmente paganas en sus asunciones. Por ejemplo, la mayoría de los Padres de la Iglesia, por influencia de los estoicos, que veían en la mujer el origen del mal, enseñaron que el matrimonio iba en detrimento de la vida espiritual. Agustín de Hipona y Jerónimo llegaron incluso a cuestionarse si una persona casada podría ir al cielo (esto con los siglos degeneró en el absurdo celibato). Igualmente, la identificación de lo virtuoso con lo masculino, les llevó a negar que la mujer pudiera ser imagen de Dios, ya que un ser inferior no podía reflejar la excelencia de la imagen divina. Esta tendencia a interpretar las Escrituras a través del punto de vista de la filosofía griega alcanzó su máxima expresión con Tomás de Aquino, para quien "la virtud y la dignidad de la mujer es por naturaleza menor que la del varón". Para Aquino, esta carencia intelectual y moral de la mujer es la causa de que esté destinada por naturaleza a vivir bajo la dirección y responsabilidad de un varón y, asimismo, la causa de las tres reglas que el apóstol (supuestamente) le manda guardar: silencio, disciplina y sujeción. La prueba científica que Tomás de Aquino aduce para explicar la imperfección somática, sensorial, intelectual y moral de la mujer es que su constitución es más húmeda, más abundante de humores. Evidentemente esta teoría no la sacó del relato de la creación sino de Aristóteles. La influencia de Aquino, no sólo en la Iglesia Católica, sino también en las Iglesias Protestantes, ha hecho que durante siglos se hayan leído las palabras de Pablo a través de los ojos de filósofos paganos.

“así como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le fue dada, les escribió, al hablar de estas cosas como también lo hace en todas [sus] cartas. En ellas, sin embargo, hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también [hacen con] las demás Escrituras, para su propia destrucción” – 2 Pedro 3:15,16.
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Por tanto, el hecho de que durante siglos las mujeres hayan sido relegadas de aquellos ministerios que implicaban el ejercicio de liderazgo, se debe a la influencia que ha ejercido una lectura sesgada de los escritos de Pablo, lectura basada en los supuestos de la filosofía griega y no en la Revelación. Un estudio cuidadoso del Nuevo Testamento (Escrituras Griegas Cristianas) demuestra que los ministerios y las posiciones de liderazgo eran ejercidos en función de los dones recibidos y no en función del sexo. Los testimonios acerca de Junia, Priscila, Febe, Evodia, Síntique, Trifena, Trifosa, Pérsida, o la receptora de la segunda epístola de Juan, demuestran que, en la congregación primitiva, las mujeres tenían acceso a los mismos ministerios que los hombres.

Muchas religiones siguen dejando de lado a la mujer en muchos servicios de enseñanza, pero de forma hipócrita la mujer es necesitada para múltiples funciones. Ellas son la fuerza que logra una mayor evangelización e incluso construcción de templos y salones.
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No volver a realizar un estudio imparcial de la verdad hace caer a millones de varones en una zona cómoda de conveniencia. Pero Pedro nos advierte que las organizaciones que siguen atadas a tradiciones perpetuadas se enfrentan a la destrucción.

Jesús de Nazaret formó una excelsa e inigualable religión. Una fraternidad familiar. Una unidad en que no importan las diferencias externas, sino las cualidades espirituales para obtener privilegios inmerecidos de servicio.

Realmente el concepto de Cristo incluso restaura al hombre y a la mujer a su condición original de ayudantes y colaboradores. No es necesario esperar la perfección para aceptar éstas verdades. Ya fueron dejadas establecidas por Jesús y su Iglesia primitiva. La Congregación Verdadera representa la materialización de esas verdades excelsas.

Algunos me preguntan cuando verán ese venturoso día en sus religiones. Les digo que será necesario que las formas externas desaparezcan como Mala Hierba, para que el Trigo aparezca en toda su gloria. Es posible que los 42 meses sean el periodo en que el “lugar santo ciertamente será llevado a su condición correcta” (Dan. 8:14)

Quizás usted mismo tenga un papel importante en la restauración del cristianismo verdadero y primigenio. Usted mismo quizás será un actor al difundir éstas verdades en su comunidad durante ese venturoso día. De la misma forma como la levadura ya trabaja en silencio y paciente, así también muchas personas se comprometerán en la difusión final de éstas gloriosas verdades.

”Y los que tengan perspicacia brillarán como el resplandor de la expansión; y los que traigan a los muchos a la justicia, como las estrellas hasta tiempo indefinido, aun para siempre” (Daniel 12:3)
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“En aquel tiempo los justos resplandecerán tan brillantemente como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, escuche” (Mateo 13:43).