martes, 27 de diciembre de 2011

El Retorno de los gigantes - Parte III

Cómo hemos visto, hay toda una razón para las acciones aparentemente bélicas de los Israelitas en el pasado bíblico. El lector puede repasar las dos primeras partes de ésta investigación.
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“El pan mismo de poderosos”

He querido hacer un paréntesis en las investigaciones sobre los vástagos de los Nefilim, y detenerme en la importancia de la Nación de Israel. Cómo hemos analizado, tras los 40 años de peregrinaje por el desierto, Jehová convirtió a los guerreros israelitas en seres indomables y poderosos, capaces de derrotar a las últimas ciudades de gigantes  y exterminar a sus habitantes. La generación de israelitas que cruzó el Jordán era muy distinta a la que pereció en el desierto. Bajo el acaudillamiento de Josué, los israelitas acabaron con la hegemonía cananea, derrotando a 31 reyes en el transcurso de unos seis años. (Jos 12:7-24.) Muchos de éstos reyes eran los referidos gigantes de las entradas anteriores.
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Ciertamente se necesitaba una generación con una mentalidad distinta, con más fe y más pura. La generación que dudó de la capacidad de Jehová para derrotar a los gigantes claramente no podía cruzar el Jordán. Jehová entonces decidió privilegiar a los pequeños, y a los no nacidos, quienes aprovecharían los 40 años de viajes en círculo por el desierto como un duro entrenamiento para ser unos guerreros indomables y tenaces tras la finalización de los 40 años de prueba. Al principio Jehová pudo haber derrotado él mismo con su poder a los reyes Anaquim y Refaím, pero quiso demostrar el poder de su pueblo elegido, y conseguir que en la mayoría de los casos, las mismas fuerzas militares israelitas fueran las que pudiesen acabar con los gigantes.

Para que los niños israelitas y los no nacidos se beneficiaran y se prepararan para lo que acontecería, Dios estableció dos elementos importantes para lograr que la raza judía fuera realmente un "pueblo especial", un pueblo escogido y preparado por Dios, diferente a todas las otras naciones degeneradas, e incluso más preparado que los últimos descendientes de la cruza ilegal de los ángeles y las mujeres. La primera ayuda vendría a través de la circuncisión, el cual es un punto que merece un capítulo aparte. La otra ayuda vendría a través de la alimentación. Sí, del  consumo de un alimento de origen no humano que a fuerza del consumo por 40 años tendría un efecto especial en los organismos de los niños israelitas y de toda la nueva generación por llegar. Esto era justo por parte de Dios, ya que los últimos vástagos de los Nefilim tenían una ventaja. Tenían parte de la herencia de los ángeles y por eso Jehová quiso igualar las fuerzas para que la nueva generación de israelitas tuviera una conquista justa a través de sus propias manos.

El Pan del cielo
"Y los hijos de Israel comieron el maná durante cuarenta años, hasta su llegada a una tierra habitada. El maná fue lo que comieron hasta su llegada a la frontera de la tierra de Canaán".- (Éx 16:35.) El Maná fue el alimento principal de los israelitas durante los cuarenta años que vagaron por el desierto. Sobre éste alimento especial, la Obra Perspicacia comenta:

"El maná era “blanco como la semilla de cilantro” y tenía el “aspecto” del bedelio, una sustancia transparente, similar a la cera, con una forma parecida a la de una perla. Su sabor era comparable al de “tortas aplastadas con miel” o “una torta dulce aceitada”. Después de molerse en un molino de mano o machacarse en un mortero, se hervía, o bien se hacían con él tortas y se horneaba. (Éx 16:23, 31; Nú 11:7, 8.)
No hay ninguna sustancia natural conocida hoy en día que encaje en todo respecto con la descripción bíblica del maná, por lo que hay poca base para identificarlo con algún producto conocido. Esto se debe especialmente al aspecto milagroso implicado en la provisión divina del maná. La disponibilidad del maná no dependía de la época del año o de una ubicación particular en el desierto".

Claramente el maná tenía de forma especial todos los elementos, nutrientes y propiedades de toda la variedad de alimentos que poseemos. Pero además, otorgaba algo muy especial. Una energía y vitalidad proveniente de los mismos ángeles. Esto lo declara la Biblia cuando se dice sobre el maná:

El salmista llamó al maná “el grano del cielo” (Sl 78:24), “pan del cielo” (Sl 105:40) y también le llamó de ésta forma particular:

 “Los hombres comieron el pan mismo de poderosos” (Sl 78:25).

La expresión “Poderosos”, quiere decir  “sobrehumanos”. Heb.: ’ab·bi·rím; LXXSyVg: “ángeles”; T: “(que descendieron de) la habitación de los ángeles”.

Esto muestra que Dios usó medios angélicos para proveerlo a los israelitas. (Compárese con Gál 3:19.) Además,  puesto que el cielo es la morada de los “poderosos”, la expresión “pan mismo de poderosos” señala a su origen celestial. No podemos afirmar cien por ciento que los ángeles consuman una especie de maná en su estado celestial (en forma espiritual), pero claramente ellos lo “fabricaban”, ya sea al materializarlo o al hacerlo descender sobre la tierra, para que los humanos lo consuman. El punto es que la generación de niños israelitas fue formada y alimentada con un alimento proveniente de los mismos ángeles y que sin duda, les otorgó gran poder y longevidad.  El Maná les sirvió de alimento hasta que entraron en Canaán, en el año 1473 a. E.C y “Entonces el maná cesó al día siguiente cuando hubieron comido del fruto de la tierra, y no ocurrió más maná para los hijos de Israel, y empezaron a comer del producto de la tierra de Canaán aquel año” (Josué 5:12). No obstante, de vez en cuando, al parecer los ángeles dieron a los profetas algún alimento parecido, o quizás con los elementos del mismo Maná. Notemos la capacidad de éste extraño alimento.

Por fin se acostó y se quedó dormido debajo de la retama. Pero, ¡mire!, ahora estaba tocándolo un ángel. Entonces este le dijo: “Levántate, come”. Cuando él miró, pues, allí junto a su cabeza estaba una torta redonda sobre piedras calentadas, y una jarra de agua. Y él se puso a comer y beber, después de lo cual volvió a acostarse. Más tarde el ángel de Jehová volvió por segunda vez y lo tocó y dijo: “Levántate, come, porque el viaje es demasiado para ti”.  Por lo tanto él se levantó y comió y bebió, y siguió yendo por el poder de aquel alimento durante cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña del Dios [verdadero], Horeb".- 1 Reyes 19: 5-8

Notemos como Elías pudo sobrevivir “por el poder de aquel alimento” por 40 días sin comer ni beber. Un alimento con grandes propiedades energéticas que funcionaba de forma plena en las personas de buen corazón. Muchos años antes, sobre los israelitas fieles que viajaron por el desierto, el maná también tuvo efectos semejantes.
Caleb fue el único de aquella generación adulta, además de Josué y algunos levitas, que entró en la Tierra Prometida en el año 1473 a. E.C. Solo éstos hombres, y el resto de los niños pudieron entrar. Pero notemos cómo el maná había sostenido la vida de Caleb y Josué por 40 años (similar a los 40 días que sostuvieron a Elías).  Seis años más tarde, cuando tenía ochenta y cinco años, Caleb dijo: “Ahora sucede que Jehová me ha conservado vivo, tal como prometió, estos cuarenta y cinco años desde que Jehová hizo esta promesa a Moisés cuando Israel andaba en el desierto, y ahora me veo aquí hoy con ochenta y cinco años de edad. Sin embargo, hoy me hallo tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Como era mi poder entonces, así es mi poder ahora para la guerra, tanto para salir como para entrar”. (Jos 14:6-11.)

¡Cuánto más poder también adquirió la joven generación de jóvenes fieles que fueron alimentados con el pan de los ángeles! Ahora había justicia plena. Satanás y sus ángeles le habían otorgado poder indebido a una raza de gigantescas criaturas. Pero ahora los mismos ángeles fieles recibieron la orden de Jehová para entregar su alimento a los niños israelitas. Ahora no lo harían a través de una cruza ilegal genética, sino mejorando la propia constitución física, mental, moral y espiritual del pueblo elegido. De ésa forma erradicarían a las razas ilegales  y prepararían la zona de Israel para una futura aparición del Hijo de Dios en la Tierra.

A pesar de que el pecado, la rebelión (y ya no ser el pueblo de Dios),  y siglos de distintas mezclas con otros pueblos, la raza judía aún mantiene en pequeña escala a nivel celular ese regalo que adquirió durante ésos 40 años en el desierto. De forma degenerada, aún los judíos (como pueblo a nivel general) son considerados una de las razas humanas más inteligentes del planeta. El aporte cerebral de los judíos a la cultura humana ha sido fundamental. Una decena de personajes claves en la ciencia,  en las artes y en los negocios, entre los cuales está A. Einstein, han sido judíos. Adolf Hitler sabía de ésta extraña condición de los judíos y quiso estudiarlos en los campos de concentración, para luego exterminarlos ya que los consideraba una competencia para su dominación mundial. Y los Estados Unidos han sabido sacar provecho de los judíos para lograr sus planes de expansionismo global.

Jehová claramente producirá en el Nuevo Mundo una sociedad mucho mejor que el pueblo judío. Quizás durante la etapa más crítica de la gran tribulación, los ángeles volverán a dar el “pan del cielo” para sostener la vida de los fieles,  e introducirlos en una nueva tierra, en dónde la humanidad logrará la perfección.