jueves, 22 de diciembre de 2011

El Amor Paternal: El Secreto

¿Cuál es el secreto para mantener un amor constante y verdadero por el semejante?

Todas las personas con inclinaciones religiosas han oído muchas veces largos discursos sobre manifestar amor, no envidiar, odiar, etc. La literatura religiosa abunda en exhortaciones sobre el perdón y manifestar amor. Sin embargo, a menudo este amor muchas veces sucumbe con gran facilidad a la presión, a las ofensas e imperfecciones y se vuelve un concepto lejano fácilmente olvidable. Esto lo vemos en la gran cantidad de problemas internos que tienen los miembros de las religiones. El chisme, la envidia o malos deseos junto a una actitud errada sobre la justicia y la santidad los transforma en individuos que dependen de un discurso, un estudio de un artículo religioso o una Asamblea para mantener un fugaz amor, y luego a la semana siguiente a volver a manifestar características poco cristianas, rencorosas y muy carentes de amor.

Otros funcionan en base a circunstancias externas. Ellos creen que el amor es un estado de ánimo, una emoción que viene y que va. Por eso el amor es tan pobre a pesar de tanta letra escrita sobre él.  Hay gente que depende de como despierta, si es que aman u odian. Y también muchas se veces se anima a amar al prójimo, pero no se enseña como sentir ese amor, como producir esa fuerza en nuestro interior.

El secreto lo trajo Jesús de Nazaret. El nos enseñó que todos somos Hijos de Dios y que un amor fraternal debe existir entre los humanos. Pero él fue mucho más allá y nos enseñó el secreto. Un secreto simple y trascendental que ha sido ignorado.

Es cierto que todos somos hermanos, pero la imperfección y defectos propios muchas veces generan que esto se bloquee. De hecho, hasta hermanos de sangre a veces pelean.  En el futuro, cuando la humanidad esté restaurada, existirá amor fraternal de hermanos en la Tierra. Pero Jesús era muy sabio, y sabía que nosotros como Hijos de Dios contenemos el germen del Altísimo al estar hechos a la imagen del Padre. Entonces Jesús dio en la clave y nos dio la solución para que nuestro Amor sea grandioso, verdadero y estable.

Jesús enseñó en el fondo a sus seguidores a manifestar amor paterno en vez de amor fraterno. El amor fraterno significa amar al prójimo como a uno mismo, y esto sería el cumplimiento adecuado de la «regla de oro». Pero el afecto paterno requiere que ames a tus semejantes como Abba y Jesús te aman a ti.
.
“Por lo tanto, háganse imitadores de Dios, como hijos amados,  y sigan andando en amor, así como el Cristo también los amó a ustedes” – Efesios 5:1,2

Jesús ama a la humanidad con un afecto dual. Vivió sobre la tierra como una personalidad dual: humana y divina. Como Hijo de Dios, ama al hombre con un amor paterno —es el Hijo Creador del hombre, su Padre en el universo. Como Hijo del Hombre, Jesús ama a los mortales como a un hermano —fue realmente un hombre entre los hombres.

Jesús no esperaba que sus seguidores lograran una manifestación imposible de amor fraterno, pero sí esperaba que se esforzaran tanto por llegar a ser como Dios — perfectos, así como es perfecto el Padre en los cielos— hasta el punto de poder ver al hombre como Dios ve a sus criaturas y pudieran así empezar a amar a los hombres como Dios los ama —mostrar un asomo de afecto paterno.

Por esa razón, Jesús quería que amáramos a los demás como Dios-Padre los ama. Involucra una revolución maravillosa en nuestro interior. Involucra ver a los demás como si fueran hijos pequeños.

”Oyeron ustedes que se dijo: ‘Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo’.  Sin embargo, yo les digo: Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen;  para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.  Porque si aman a los que los aman, ¿qué galardón tienen? ¿No hacen también la misma cosa los recaudadores de impuestos?  Y si saludan a sus hermanos solamente, ¿qué cosa extraordinaria hacen? ¿No hace la misma cosa también la gente de las naciones?  Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto. – Mateo 5: 43-48

A menudo experimentamos una gran desilusión cuando nuestro amor no es correspondido. Pero nuestra visión del amor y nuestra reacción ante el desamor cambiarían para siempre si amáramos como Dios ama. “Ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto” involucra visualizar al prójimo cómo si fueran nuestros hijos. Y un padre sabe que seguirá amando a su hijo, incluso si este desprecia sus regalos o es desagradecido. Quienes son padres con hijos que han pasado por las etapas turbulentas de la juventud pueden entender éstas palabras. Pues bien, Cristo nos pide que amemos a todos los demás como si fueran nuestros hijos. Esto nos hace semejantes a Dios, nuestro amor adquiere una grandeza inmensa, e incluso somos instrumentos humanos del amor de Dios en el mundo, él obrando a través nuestro.

Jesús  habló de los que son pobres de espíritu, de los que tienen sed de rectitud, de los que sobrellevan la mansedumbre y de los de corazón limpio. Es posible esperar de estas personas quienes disciernen el espíritu, niveles tales de generosidad divina como para ser capaces de intentar el extraordinario ejercicio del afecto paterno; es posible esperar que aun cuando estén de luto podrán tener la fuerza de mostrar misericordia, promover la paz y soportar las persecuciones, y al mismo tiempo y a pesar de todo, amar con un amor paterno aun a la humanidad poco amable. El afecto de un padre puede llegar a niveles de devoción que trascienden inconmensurablemente al afecto de un hermano.

Cuando cambiemos en nuestro interior y logremos el amor paterno, nada de lo que hagan nuestros poco amables hermanos nos herirá espiritualmente. De la misma forma como el Padre sigue amando y ayudando al hijo rebelde e inmaduro, no se producirá una brecha en nuestro amor. Soportaremos lo que nadie soporta, seremos luz y envolveremos al prójimo en un amor como si fueran hijos que necesitan ayuda.

«Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios». La pureza espiritual no es una cualidad negativa, excepto que no contiene sospecha ni venganza. Al hablar de la pureza, Jesús no intentó tratar exclusivamente de las actitudes sexuales del hombre. Se refería más a esa fe que el hombre debe tener en su semejante; esa fe que tiene un padre en su hijo, y que le permite amar a sus semejantes así como un padre los amaría. El amor de un padre no necesita malcriar, y no perdona el mal, pero nunca es cínico. El amor paterno tiene un propósito único, y siempre busca lo mejor en el hombre; ésa es la actitud de un verdadero padre.
.
Ver a Dios —por la fe— significa adquirir verdadero discernimiento espiritual. El discernimiento espiritual aumenta la guía de la chispa divina en nuestro interior, y estos dos terminan por aumentar la conciencia de Dios. Cuando conoces al Padre, estás seguro de la filiación divina, y puedes amar cada vez más a cada uno de tus hermanos en la carne no sólo como hermano —con amor fraterno— sino también como padre —con afecto paterno.

Jesús ha enseñando a sus seguidores cómo alcanzar el propósito fundamental de toda la lucha humana el logro de nuestro progreso espiritual. Siempre les exhortaba: «Sed perfectos, así como vuestro Padre en los cielos es perfecto». No exhortó a los doce a que amaran al prójimo como se amaban a sí mismos. Esa habría sido un logro noble; habría indicado el alcance del amor fraterno. Más bien, amonestó a sus apóstoles a que amaran a los hombres como él los había amado a ellos —que amaran con un afecto paterno, así como también fraterno.

Como Yo los he amado, así también ámense los unos a los otros. Por el amor que se tengan los unos a los otros reconocerán todos que son discípulos míos”.- Juan 13: 34, 35

Jesús también dijo:  «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia». La misericordia denota aquí la amplitud, anchura y profundidad de la amistad más auténtica —la bondad del amor. La misericordia puede ser a veces pasiva, pero aquí es activa y dinámica —la paternidad suprema. Un padre amante no vacila en perdonar a su hijo, aun muchas veces. En un niño bien educado, el impulso de aliviar el sufrimiento le es natural. En cuanto tienen edad suficiente para apreciar las condiciones reales, los niños son normalmente benevolentes y compasivos.

 «El amor más grande que el hombre puede experimentar es dar la vida por sus amigos» (Juan 15:13). Y el amor paterno puede hacer todas estas cosas libremente —las cosas que el amor fraterno difícilmente puede abarcar.

El amor paterno se regocija al devolver el bien por el mal, hacer el bien para vengarse la injusticia.

Para Vivir la Lección

En vuestros viajes en ciudades y calles llenas de personas o al ir en un auto-bus público mirad con reflexión sus rostros. Visualizar como cada persona es un verdadero mundo. Sus arrugas, sus ojos, mirada, sus gestos te pueden transmitir una vida de penas, marcas, cansancio, alegrías,  trivialidad o vacío. Un padre sabio hace esto con su hijo para conocerlo y sentir su amor vivo.

Cada persona que observes te mostrará su singularidad, y un fuego interno te sacudirá. Notarás cuan necesitada de amor está nuestra humanidad, sentirás y te aproximarás a experimentar lo que Dios vive y siente por cada uno de sus hijos. Saborearás en esos instantes de introspección el amor divino. El amor verdadero, el amor gigante, el de Abba. Comprenderás porque Dios ama,  y a sus hijos les da el sol, el aire y los alimentos, y comenzarás a amar al prójimo como Dios los ama.

Esto provoca un salto gigantesco en tu desarrollo espiritual. Podrás amar al necio, al que escupe y al que es ignorante o incluso te persigue. Comprenderás lo que Dios comprende y esto te abrirá la conciencia para tu fusión con Dios, volverte uno con Dios en propósito, sincronía y Amor.

En Abba a las 16:18