miércoles, 18 de enero de 2012

¿Es lo mismo comer que una transfusión?

Por José Martín Pérez

¿Un transplante de órgano o una comida?


CUANDO SE ESTABLECIÓ POR PRIMERA VEZ la prohibición sobre las transfusiones de sangre, la Sociedad argumentó que una transfusión era lo mismo que comer sangre. En aquel tiempo, cuando también se prohibió el uso de vacunas y sueros, se sentaron las bases de la retórica que todavía se emplea hoy:
“Muchos dicen que recibir una transfusión no es lo mismo que comer sangre - ¿Es correcto este punto de vista?”
“Un paciente hospitalizado puede ser alimentado por la boca, por la nariz o por las venas. El suministro de soluciones de azúcar por vía intravenosa se llama alimentación intravenosa. Por tanto, la propia terminología hospitalaria reconoce como alimentación el proceso de colocar nutrición en el sistema de uno a través de las venas. Por lo tanto el enfermero que administra la transfusión está alimentando al paciente con sangre a través de las venas, y el paciente que la recibe la está comiendo a través de sus venas. (The Watchtower, 1 de julio de 1951, pág. 415) [texto original en inglés]
Al día de hoy la argumentación permanece inamovible: una transfusión de sangre es lo mismo que comer a través de las venas.
“Algunas personas quizás razonen que el recibir una transfusión de sangre no es verdaderamente “comer.” Pero, ¿no es cierto que cuando un paciente no puede comer por la boca los médicos con frecuencia lo alimentan por el mismo método que se usa para administrar una transfusión de sangre? Examine los textos bíblicos cuidadosamente y note que nos dicen que nos ‘abstengamos de sangre.’ (Hech. 15:20, 29) ¿Qué quiere decir esto? Si un médico le dijera a usted que se abstuviera de alcohol, ¿querría decir esto que usted no debería tomarlo por la boca, pero que podría transfundirlo directamente a sus venas? ¡Por supuesto que no! Así, también, el abstenerse de sangre significa no recibirla en nuestro cuerpo de ninguna manera. (La Atalaya, Octubre 15, 1969, p. 614-5)
Si usted ha sido Testigo durante algún tiempo, habrá oído esta analogía repetidas veces. ¿Es justa esa comparación entre la sangre y el alcohol? Realmente no, porque la sangre y el alcohol son fluidos muy diferentes. El alcohol ya está en un estado tal, que permite que sea utilizado por las células del cuerpo y absorbido como alimento o nutriente. La sangre, en cambio, se comporta de un modo completamente diferente. Una vez que se transfunde, no se digiere ni se emplea como alimento, sino que continúa siendo el mismo tejido líquido, con la misma forma y la misma función. Para que la sangre pudiese ser empleada como alimento, tendría que ser ingerida literalmente primero, y después atravesar el conducto digestivo. Se puede comprobar fácilmente que esta es la realidad, considerando simplemente la razón por la que un médico prescribe una transfusión de sangre. ¿Lo hace cuando un paciente está desnutrido y necesita una buena comida? Por supuesto que no. El médico prescribe la transfusión porque el paciente carece de la facultad de transportar oxígeno a las células en cantidad suficiente. 
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La entera prohibición de la sangre descansa sobre este argumento, pero ¿es válido este modo de razonar?
Como se ha visto anteriormente, la Sociedad Watchtower apeló a ciertos médicos para apoyar sus ideas de que una transfusión de sangre es equivalente a una comida:
"No importa que la sangre se introduzca al cuerpo por medio de las venas en vez de por la boca. Tampoco tiene valor la afirmación de algunos de que no es lo mismo que alimentación intravenosa. El hecho es que alimenta o sostiene la vida del cuerpo. En armonía con esto se halla una declaración en el libro Hemorrhage and Transfusion, por Jorge W. Crile, A.M., M.D., quien cita una carta procedente de Denys, médico francés e investigador primitivo en el campo de las transfusiones. Dice: “Al ejecutar transfusión no es otra cosa sino nutrir por el camino más corto que el usual -es decir, colocar en las venas sangre que está toda hecha en vez de ingerir alimento que solo se convierte en sangre después de varios cambios.”" (La Atalaya, Marzo 15, 1962, p. 175)
Lo que no dice la Sociedad a sus lectores es que este médico, Jean Baptiste Deny, ¡vivió en el siglo XVII! Esa idea había sido abandonada hacía tiempo por la ciencia médica. Más tarde, la Sociedad intentó apelar a otra autoridad, Dane Thomas Batholin, pero esta vez por lo menos admitió que vivió en el siglo XVII. ¿Por qué no puede la Sociedad encontrar apoyo para esa idea entre expertos médicos más recientes? Porque no hay ninguno que la sostenga. Ni siquiera los médicos que son Testigos de Jehová estarían dispuestos a poner en entredicho su reputación al apoyar esa idea. 
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¡La simple realidad es que una transfusión de sangre es el transplante de un órgano, no un proceso de nutrición!
Ahora la Sociedad ya admite este hecho:
“Como indica el cirujano cardiovascular Denton Cooley: “Una transfusión sanguínea es un trasplante de un órgano" (¡Despertad!, Oct. 22, 1990, p. 9)
"Cuando los médicos trasplantan un corazón, un hígado u otro órgano, el sistema inmunológico del que lo recibe pudiera detectar el tejido ajeno y rechazarlo. Sin embargo, una transfusión es trasplantar un tejido." (¿Cómo puede salvarle la sangre?, 1990, p. 8)
Durante las últimas décadas la Sociedad ha intentado esquivar este problema, equiparando las transfusiones de sangre no con el comer sangre, sino con el sostener la vida por medio de la sangre. Esto implica la adopción infundada de un concepto que no es bíblico, como ya hemos visto. Irónicamente, cuando se administran los componentes de la sangre permitidos por la Sociedad, se hace precisamente para sostener la vida. 
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Como ya se ha discutido, para que la sangre se convierta en alimento, debe ser ingerida, de modo que pase al sistema digestivo y se descomponga en sustancias que puedan ser utilizadas por las células del cuerpo. Esto no ocurre durante una transfusión de sangre. La sangre conserva su función como sangre, y se emplea tal y como se empleaba en el cuerpo del donante: para transportar alimento y oxígeno a las diferentes partes del cuerpo. Una transfusión de sangre no es más un proceso de nutrición, de lo que lo es un transplante de riñón.
Como se puede ver, la Sociedad conoce este hecho. Entonces ¿por qué siguen afirmando sus líderes que una transfusión de sangre es lo mismo que comer sangre, cuando no hay apoyo de ningún tipo para esa afirmación, y cuando además reconocen que es un transplante de órgano? Note esto: 
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¡Una transfusión de sangre no puede ser un transplante de órgano y una comida al mismo tiempo!
Como hemos visto anteriormente, la Sociedad Watchtower prohibió los transplantes de órganos entre 1967 y 1980, afirmando que era canibalismo. Aunque esa postura era obviamente antibíblica e ilógica, era coherente con la prohibición de la sangre. En aquel tiempo, se podía concluir que:
comer un riñón es lo mismo que recibir un transplante de riñón
comer sangre es lo mismo que recibir una transfusión de sangre
Sin embargo, cuando se levantó la prohibición de los transplantes de órganos, esta situación cambió:
comer un riñón no es lo mismo que recibir un transplante de riñón
comer sangre es lo mismo que recibir una transfusión de sangre
Esta incongruencia de mantener la prohibición de la sangre mientras se levantaba el veto de los transplantes de órganos, es debida al Cuerpo Gobernante en Brooklyn. 
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Más recientemente se ha establecido de modo más sutil la relación entre una transfusión de sangre y el comer sangre. Por ejemplo, en el libro Razonamiento a partir de las Escrituras, en la página 347, se hace un intento de establecer esta conexión por medio de una ilustración:
"A modo de comparación, imagínese que un médico le dice a cierto hombre que tiene que abstenerse del alcohol. ¿Estaría dicho hombre obedeciendo al médico si dejara de tomar bebidas alcohólicas, pero hiciera que le inyectaran el alcohol directamente en las venas?"
La forma en que se administre el alcohol y otras drogas no produce ninguna diferencia en el resultado final, que es la absorción de la sustancia por el cuerpo. Ahora bien, ¿qué sucede si el resultado final no es el mismo? ¿Tendría prohibido la persona de la ilustración el uso de un elixir para enjuagues bucales o de un jarabe para la tos, si estos contuviesen alcohol? ¿Se le prohibiría usar alcohol como antiséptico tópico o en loción para después del afeitado? Semejante idea es ridícula, ya que el propósito de la prohibición sería totalmente diferente. El desacierto de esta ilustración se puede demostrar con otra similar:
“Imagínese que un médico le dice a cierto hombre que tiene que abstenerse de carne. ¿Estaría dicho hombre obedeciendo al médico si dejara de comer carne, pero aceptase un trasplante de riñón?”
Obviamente, comer y recibir un transplante de órgano son asuntos completamente diferentes, del mismo modo que la ingestión de sangre no tiene nada que ver con una transfusión de sangre. 
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¿Por que se mantiene entonces la prohibición sobre las transfusiones de sangre? Es un hecho evidente que la Sociedad está siendo presionada fuertemente para levantar esta prohibición y para admitir que esta cuestión ha sido desde el principio un trágico malentendido. Se ha derramado demasiada sangre literal, y demasiadas víctimas, tanto jóvenes como adultas han debido ser ensalzadas como héroes. Los hermanos y hermanas han pasado por tanto dolor, tantos casos judiciales, tantos temores y pérdidas, que habría un clamor sin precedente entre los Testigos de Jehová y personas afectadas, si de repente se levantase la prohibición de la sangre. Y a pesar de todo, eso es lo que debe suceder. 
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Esto parece que es un hecho bien conocido dentro de los muros de la organización Watchtower. Es interesante observar que las revistas La Atalaya y ¡Despertad! informan puntualmente sobre cualquier indicio de que la ciencia médica consiga algún día que las transfusiones de sangre sean algo del pasado. Por poner un ejemplo, desde 1970 han aparecido numerosas noticias sobre el desarrollo de la “sangre artificial”. En el Índices de las Publicaciones Watchtower, 1930-1985 podemos encontrar la siguiente entrada bajo el tema popular “Sustitutivos de la sangre”, dando evidencia de que este tema infrecuente ha sido tratado en quince artículos:
“sangre artificial”: “w85 15/4 21; w82 1/8 7; g82 8/11 26; g81 22/7 30; w80 1/6 11; g80 8/8 22; g80 22/8 30; g79 8/9 30; g79 22/10 29; g78 22/2 29; g74 22/9 22; g73 22/9 31; g72 8/9 29-30; g70 8/3 30; g70 22/3 30” [w es la abreviatura para la revista La Atalaya y g para la revista ¡Despertad!]
Esto es solamente una pequeña muestra de los artículos de la Sociedad Watchtower dedicados a los “Sustitutivos de la sangre”. Es un hecho que la Sociedad dedica enormes recursos a la búsqueda de alternativas para las transfusiones de sangre, con el objetivo de minimizar las muertes. Más aun, la realidad de que todavía no se hayan desarrollado sustitutivos adecuados para la sangre, tal como lo esperaba la Sociedad, la ha llevado a abandonar lentamente su posición, pero de un modo que ha pasado desapercibido para muchos. Incluso muchos ancianos de congregación no se han dado cuenta de cómo la Sociedad ha suavizado su postura con respecto a esta cuestión. Aunque este cambio puede ser loable en sí mismo, veremos que al actuar de este modo, la Sociedad demuestra realmente que ha dejado de creer que las transfusiones de sangre sean incorrectas. El esfuerzo dedicado a minimizar las víctimas no es de ningún modo encomiable, si reconocemos que esta postura se sostiene principalmente para conservar la imagen de la organización y el prestigio del Cuerpo Gobernante, al precio de muchas vidas y de mucho sufrimiento.
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Mientras que la Sociedad está esperando que la ciencia médica la libere de este dilema mortal, ha demostrado su falta de fe en sus propias doctrinas, transigiendo en los principios que afirma sostener. ¿Por que debería usted morir por algo en lo que la Sociedad misma no cree?

APÉNDICE de A.J
Sobre los símbolos y la realidad
Ciertamente los símbolos deben respetarse, sin embargo, no deben confundirse con la realidad misma de las cosas. Algunos sostienen que el relato del árbol del conocimiento de lo bueno o lo malo, e incluso los emblemas de la conmemoración son una especie de equivalentes con el mismo valor de la realidad. Eso sin duda esa una distorsión y una aberración (un razonamiento similar al del idólatra que ve en las esculturas una representación equivalente o igual a su dios). En el caso del árbol del conocimiento, éste simbolizaba una cosa diferente al objeto que provocaba la prueba. Adán y Eva no eran el objeto real, sino la soberanía de Dios era el objeto real. Era claro que ellos fueran penalizados por la violación de dicho símbolo. Pero ellos no podrían haber sido la misma soberanía de Dios, puesto que entonces hubiese existido una contradicción vital.

En el caso de la sangre, ésta simboliza al mismo objeto real que está envuelto. La sangre representa la Santidad de la Vida (incluye la humana), y por lo tanto, habría una gran paradoja cuando el objeto real (la vida humana) está en una posición subsidiaria, inferior o sometida al símbolo, sobre todo cuando esa vida sagrada accidentalmente depende del símbolo. Aquí no habría una violación de dicha ley, sino una comprensión total de ésta.

Si bien los emblemas de la conmemoración deben respetarse, el vino y el pan no tienen el mismo valor intrínseco que el objeto real al cual representa: La vida del Hijo de Dios. Afirmar lo contrario sería creer en casi una especie de Transubstanciación*.

* Dicha doctrina no habla realmente de una conversión mística o mágica de los emblemas, más bien tiene que ver con una importancia desmedida. El monje Ratramnus sostenía en su De corpora et sanguine Domini que en el pan consagrado hay pan y Cristo, y que en el vino hay vino y Cristo, por lo tanto Cristo está presente en el pan y el vino en una manera espiritual, pero que no era la misma carne y sangre que nació de María y que fue crucificada.

La situación de la sangre y la vida la podemos ilustrar de la siguiente forma. Si usted tuviera que escoger entre servir a la copa con el vino, y a la persona misma de Cristo, ¿cuál escogería? ¿Escogería entre el Cielo mismo o una representación de esa realidad como el Tabernáculo?

No es que el símbolo o representación no deba respetarse. De hecho, la ley sobre derramar la sangre indicaba eso. La vida era de Dios, y quitarle la vida al animal les recordaba eso. Y los israelitas tenían que hacerlo, al igual que respetar el sábado y otras ordenanzas estrictas. Si había una situación en que el israelita podía escoger sin problemas (con pleno dominio de la situación), la pena de muerte era aplicada.
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Pero cuando el objeto real al que está destinado está en una posición inferior a dicho símbolo, claramente hay un conflicto, sobre todo en casos en que no se debía a intenciones o el asunto escapaba al control de la persona. Por eso Jehová se mostró razonable con los animales que accidentalmente eran consumidos y no habían sido desangrados correctamente, o con el caso de Saul y sus hombres. Si la sangre hubiese estado en una posición igual al objeto real o incluso superior, Jehová no habría dudado en aniquilarlos, pero no lo hizo porque fueron situaciones fuera del control de los individuos y que mostraban que Dios valoraba el objeto real sobre el símbolo (el cual estaba destinado a honrar el objeto real).

Confundir la escala de valores, es caer en una especie de idolatría enfermiza. Jesús mismo tuvo serias dificultades con quienes creían que las dádivas en el templo eran más valiosas que el mismo templo, o los fariseos que hablaban del korbán. Cuando tuvo que realizar curaciones en Sábado demostró la máxima de que la Ley sirve al hombre y no el hombre a la Ley.

Para finalizar, y los lectores tienen el cuadro completo, el hecho de las modernas transfusiones tampoco implicaría una violación del mandato de la sangre (si fuera incluso aplicable), puesto que en la mayor parte de los  casos hablamos de componentes separados, y no de sangre completa.