domingo, 8 de enero de 2012

La Ley del Espíritu

La Ley dada a la nación de Israel fué estipulada en un contexto definido para una época definida. El espíritu de dicha Ley es eterno, pero la Ley misma no es aplicable para los cristianos, puesto que la conciencia espiritual humana era diferente después de la visita de Cristo. Por eso la Ley era un tutor en la etapa de niñez de la humanidad.

El concepto de vivir bajo la Ley no es uno que sea malo en sí mismo. Jehová estableció una Ley perfecta con Moisés y la nación de Israel. Jesús vino después, no para destruír la Ley, sino para cumplirla (Mt. 5:17). Esto significaba que las leyes contenidas en eso no estaban erradas, anticuadas, o mojigatas. Jesús no vino, para decir que la Ley era demasiado difícil de guardar, sino para establecer una norma aún más exigente. Esto él lo hizo cuando resumió la Ley en dos mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo” Él dijo, “De estos dos mandamientos depende toda la Ley... ” (Mt. 5: 20; 22: 39,40)

La muerte de Jesús en la cruz nos libró del yugo de la servidumbre de la ley escrita (Col. 2:13-15). Sin embargo, irónicamente, él promovió unas normas más absolutas. Él fue un paso más allá y clarificó que uno pudiera quedarse corto ante las normas de Dios debido a lo que está en el corazón de uno, aun cuando obedeciera la Ley exteriormente. En otras palabras, Jesús reveló los principios ceñidos bajo la Ley como normas donde uno se tiene que esforzar. Enseñando tales normas de conducta perfecta, Jesús abogó por una calidad de fe y de unos compromisos que realmente son inalcanzables para los seres humanos caídos, de no ser por la gracia divina

Por ejemplo: ¡Según Jesús, no sólo el ACTO de adulterio es un pecado, pero la misma pasión de lujuria es pecado! (Mt. 5:27,28) ¡No sólo el robar es un pecado, sino también codiciar a las cosas de su vecino o a su esposa en su corazón es pecado! ¡No sólo el matrimonio es sagrado, pero obtener un divorcio puede hacerle un adúltero ante los ojos de Dios! (Mt. 5: 31,32) ¡No sólo hacerle daño a su hermano es un pecado, pero llamarle Necio, quedará usted expuesto al infierno de fuego! (Mt. 5: 21,22) Adicionalmente, si usted es insultado, usted debe poner la otra mejilla. Si un soldado le obliga a llevar una carga por una milla, vé con él dos. ¡Si otro te pide la túnica, déjale también la capa! Usted debe amar a sus enemigos, orar por los que os ultrajan y os persiguen. (Mt. 5:38-40, 43-46). ¿Cómo entonces se puede decir que los cristianos tienen una vida más fácil que los judíos del Antiguo Testamento?
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La diferencia es que, Dios nos ha dado el nuevo nacimiento y una nueva naturaleza (1 Pedro 1: 23). Una “semilla” de justicia se plantó en nosotros cuando fuimos renacidos de lo alto. Dios vino a morar EN nosotros (a través del Espíritu Santo), permitiéndonos que pudiéramos compartir de su santidad (Romanos 8: 9-11). Jesús hizo esto posible a través de su muerte y resurrección (Heb. 9:11-15). Nosotros hemos sido redimidos y declarados justos. Jesús entonces toma esa “semilla” que está en nosotros y él la forma en un cristiano maduro, mediante la santificación. Él nos confió esa nueva naturaleza que ahora poseemos para que nosotros podamos caminar en ella. Nosotros hemos muerto en cuanto a la vieja naturaleza, corrompida de esta carne caída (2ª Pedro 1: 3,4). De no ser por este nuevo nacimiento y por su gracia que la acompaña, nuestra condenación sería mayor que estando bajo la Ley de Moisés, porque las normas de Jesús son mucho más exigentes y amplias que la Ley Mosaica. Jesús dijo que nosotros teníamos que ser perfectos (Mt. 5:48).

Nosotros sólo podemos esperar ser “perfectos” si caminamos en la nueva naturaleza (Gál. 5: 16,17). Nosotros debemos nacer de nuevo (Juan 3: 3,5,7). Y tenemos que estar enraizados en unión con Cristo. La Organización W.T dice que ésto solo es para los ungidos. Pero no es verdad. El corazón del cristianismo y la clave para vencer el mal tiene que ver con la unión con Cristo. De lo contrario, todo se convierte en algo artificial, externo, que si no está unido al Cristo, tarde o temprano saldrá a la luz. No se trata simplemente de llenar la mente. La mente tiene que estar sometida al Cristo.

Cuán común es ver la vieja naturaleza de hombres y mujeres religiosos que intentan alcanzar algunas normas artificiales de conducta puestas para ellos por una religión o iglesia, pensando que haciendo esto, ellos son de algún modo santos. No obstante, el apóstol Pablo hace bien claro que si nosotros buscamos justificarnos siguiendo leyes o reglas, nosotros todavía estamos bajo condenación, y en vano sería Cristo para nosotros (Gál. 2: 15-21). Todos los actos de justicias de todos los hombres religiosos son como trapos de inmundicias ante Dios, a menos que ellos sean realizados por aquéllos quienes él ha regenerado por el Espíritu (Isa. 64: 6). Es por el Espíritu que mora en nosotros que nos permite hacer obras de justicia, y no nuestra vieja naturaleza, o nuestra propia fuerza mental.

Cristo no hace concesiones para ayudarnos en nuestras debilidades reduciendo sus normas. Él espera que le permitamos al Espíritu que mora en nosotros dominar nuestras vidas. Según la magnitud que esto suceda, nosotros podemos seguir sus normas perfectas. Y la norma sublime es la norma del Amor. Nuestro amor es de papel. Necesitamos alcanzar una norma mayor de Amor.

Al testigo de Jehová se le enseña que obedeciendo normas de conducta obtendrá la gracia de Dios. Se le repite: obediencia, obediencia, obediencia. Pero esto solo aplica a la conducta externa. Si no se renace interiormente con el Espíritu Santo, de nada sirve el exterior limpio de la copa.

Mientras que Jesús no hace concesión alguna a sus normas, él es rico en misericordia y perdón cuando nosotros nos quedamos cortos en cuanto a estas. Él sabe que pecaremos muchas veces durante el camino (Heb. 4:15,16). Él nos guía hacia la perfección. Debemos mantener la vista en lo que él quiere que la tengamos en todo momento; no fijándonos una meta menor, y más accesible. Sin embargo, él sabe que nosotros envejeceremos y moriremos sin lograr la perfección (Fil. 3:12-14).

¡Esto puede ser a veces muy frustrante! Significa que nosotros nunca alcanzaremos una meseta en nuestra cristiandad. La “montaña” es más alta de lo que nosotros podemos subir, y Dios no ha preparado “campamentos” en la cuesta para que nosotros podamos vivir; no obstante él nos permite detenernos a la orilla del camino para refrescarnos y entonces continuar adelante. Entonces, en el retorno de Cristo, su obra en nosotros se completará cuando seamos transformados a la perfección en un abrir y cerrar de ojos (1 Tes. 4:16,17; 1ª Co. 15: 51-53).

En el dominio de las religiones cristianas, hay 3 tipos de acercamientos usados promoviendo las normas de conducta:

(1) el acercamiento estricto – es un código de conducta que es puesto como “necesario”, y es lo suficientemente estricto que sólo unos cuantos cristianos lo pueden seguir, produciendo una apariencia de rectitud.

(2) el acercamiento misericordioso – es un código de, mitad–del–camino, de conducta que es promovido y que es dúctil (accesible) para la mayoría o todos los creyentes.

(3) el acercamiento de perfección – son las normas perfectas de Jesús promovidas, qué realmente son los principios a seguir de corazón en lugar de las leyes.

Algunas iglesias, y todos los cultos, escogen el método #1; muchas iglesias escogen el #2.

¡Sin embargo, no sólo los primeros dos acercamientos se quedan cortos en cuanto a los preceptos morales de Jesús, sino que el sistema (#1) que es diseñado para unos pocos, condena a muchos y exalta los pocos; Mientras que en realidad, si las REGLAS han de seguirse, TODOS realmente están condenados porque TODOS se quedan cortos de lo que es la obediencia perfecta a esas reglas!
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Por consiguiente, el sistema #1 provee un sentido falso de seguridad. También es inferior al tercer acercamiento.

El sistema #2 tampoco es bíblico. El aguar los principios que Cristo nos dio y reemplazarlos con un código de la ley inferior no es aceptable ante Dios. Él no tolerará el pecado, ni las normas de menor grado; por eso fue que Jesús tuvo que morir por nuestros pecados. Él sólo obrará dentro del acercamiento de la perfección.
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Como Cristianos, nosotros esperamos que Dios nos amolde y que perfeccione nuestra conducta y nuestro carácter. Nosotros no podemos silenciar el poder del pecado dentro de nosotros (¡ni tampoco otro puede hacerlo por nosotros!). La manera típica “religiosa” de lidiar con nuestra carne se compara a nuestra conducta exterior tratando de parecer que somos santos. Éste era el juego de los Fariseos, no obstante por dentro de ellos estaban llenos de toda inmundicia (Mt. 23:27). Aunque puede parecer una causa noble intentar y alterar los deseos de nuestro propio corazón, no puede hacerse a través de vivir mediante un código de ley, ya sea uno estricto o indulgente.

¡El error (y lo he dicho muchas veces) de los testigos es enfocarse en los códigos exteriores de conducta! Por esa razón hay tantos expulsados. A las personas no se les enseña la unión con Cristo para derrotar el mal. Y ésto trae trágicas consecuencias. Aparecen individuos hipócritas que solo aspiran a asuntos externos, a ser vistos por los hombres. Y todo ocurre por que la clase ungida necesita sentirse superior al resto del rebaño. Pero éste orgullo está llevando a la muerte espiritual a millones. En efecto, hay un gran error en la enseñanza.

Así que nosotros dejamos a un lado la idea del código de ley. Y vemos las rectas normas de Jesús por lo que son y comprendemos que nunca las obedeceremos perfectamente, por lo menos en esta vida. ¡Por eso nosotros somos salvos por gracia (bondad inmerecida)! Así que nosotros dejamos de seguir las reglas y le permitimos a la gracia del Espíritu Santo hacer su obra en nosotros. Aprendemos a ser más como niños en lo que se refiere a la humildad y simplicidad (Mt. 18:3). Aceptamos nuestra incapacidad para santificarnos nosotros mismos. Rogamos en oración que el Espíritu Santo obre los cambios dentro de nuestras vidas, dándonos un corazón nuevo; un corazón puro. Oramos por un milagro; algo que no puede lograrse a través de la obediencia a las leyes y las reglas. Dios ablanda y forma nuestros corazones en una magnitud que nosotros le permitimos al Espíritu Santo obrar dentro de nosotros.

Hay buena oportunidad que usted llegará a entender estos principios de la bondad inmerecida contra los de la ley, antes de que algunos de sus amigos tipo policía lo haga. La mayoría del tiempo éstos “guerreros de los síntomas” lo que quieren es hacerle bien. Ellos creen que pueden legislar el crecimiento espiritual. (a la verdad que la vida sería aburrida sin alguien diciéndole a uno cómo vestir y a qué películas ir a ver, qué música escuchar, etc.)

El deseo de los guerreros de síntomas, es cambiar su conducta para que usted sea más aceptable a Dios. ¿Se parece como al acercamiento de La Watchtower, verdad? La mayoría de nosotros hemos jugado este juego alguna vez.

Sin embargo, siendo que nosotros realmente no podemos ver los corazones de otros, o con precisión percibir donde ellos están en su relación con el Señor, nosotros observamos y a menudo reaccionamos a los síntomas exteriores que vemos. Entonces nosotros estamos en la vida listos para señalar los síntomas de nuestros hermanos que puedan indicar que su caminar con el Señor “no es lo que debe ser”. Porque nos falta la fe de que Dios controla este proceso de perfeccionar a sus santos, nosotros le sugerimos a nuestros hermanos que si ellos corrigieran sólo el síntoma, sus corazones se cambiarían por uno bueno. Nosotros creemos que sí; “Marco sólo dejara de fumar, él no se sentiría tan culpable y podría acercarse al Señor más fácil.” “Si Juana dejara de ver tantas novelas, ella amaría más al Señor y su matrimonio mejoraría.” “Que si Juanito dejaran de ver la televisión por cable que transmite música (MTV), él podría leer más la Biblia.”

Raramente nosotros nos detenemos a pensar que estamos acercándonos al problema al revés. ¿Por qué no-hacer que ellos consigan interesarse en las cosas de Dios, y permita que Dios entonces haga la obra en ellos? ¡Si usted no puede conseguir interesarlos en las cosas espirituales, puede estar seguro que despojándolos de sus diversiones no va a funcionar! Además, en primer lugar, nosotros podemos estar leyendo los síntomas incorrectamente.

¿Pero Jesús no era bien estricto acerca de lo que nosotros podemos y no hacer? ¿Él, no hizo muchas declaraciones con respecto a vivir un estilo de vida santificada?

 Cuando nosotros reflexionamos sobre los “dichos difíciles” de Jesús que consideran los problemas morales y nuestra conducta hacia los demás, necesitamos tomar en cuenta diversidad cosas. La escena, el contexto, y la intención de sus palabras son vitales. Sin embargo, nosotros no debemos dar explicaciones desviándonos del mensaje moral y obvio, reduciendo su impacto debido a nuestra interpretación incorrecta del pasaje. Cuando Jesús dice que usted debe amar a sus enemigos, y orar por los que os ultrajan y os persiguen es obvio que se trata de no odiar los enemigos que persiguen la fe, aunque esto pueda parecer difícil o aparentemente imposible para nosotros en ciertas circunstancias (Mt. 5: 44-48). Y, sólo porque nosotros realmente no podemos vivirla perfectamente, nosotros no debemos cambiar el significado de las palabras de Jesús, sino permitir que su gracia nos cubra. Éste es todo el punto, hay muchas áreas de nuestra vida en la cual encontraremos que no podemos mantener las normas de Jesús. Sin embargo, en lugar de cambiar las normas, nosotros aprendemos a vivir una vida donde, aunque no llegamos a cumplir todos sus requisitos, el sacrificio de nuestro Señor nos libra de la condenación y la culpa (Ro. 8:1). Él obra en nuestras vidas con una perspectiva hacia la perfección (1 Juan 1: 8-10; Santiago 3: 2).
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Cómo notamos los mandamientos de Jesús son más difíciles que los de una simple etiqueta formal externa como lo era la Ley Mosaica. La razón es que tienen que brotar de un corazón transformado solo con la acción del Espíritu Santo.