viernes, 13 de marzo de 2015

Una confusión sobre lo que es Espiritualidad

La verdadera espiritualidad no se manifiesta con fenómenos visuales o audibles externos, aunque éstos incluso afirmen ser percibidos solamente por la persona que dice observarlos:


(2088.5) 196:0.10 Jesús llevó a Dios, como hombre del reino, la más grande de las ofrendas: la consagración y dedicación de su propia voluntad al servicio majestuoso de hacer la voluntad divina. Jesús interpretó la religión siempre y constantemente sólo en términos de la voluntad del Padre.  Él vivió una vida de consagración oracional de hacer la voluntad de su Padre y terminó su vida triunfalmente con esa oración. El secreto de su religión sin paralelo fue esta conciencia de la presencia de Dios; y la alcanzó mediante la oración inteligente y la adoración sincera —comunión constante con Dios— y no por medio de augurios, voces, visiones, apariciones o prácticas religiosas extraordinarias.

La religión de Jesús, la religión verdadera, tampoco se desvía a prácticas sobrenaturales externas:

(1521.1) 136:8.6 Jesús eligió establecer el reino del cielo en el corazón de la humanidad por métodos naturales, comunes, difíciles y esforzados, los mismos procedimientos que tendrían que seguir en el futuro sus hijos terrenales para ampliar y expandir ese reino celestial. Porque bien sabía el Hijo del Hombre que sería «a través de muchas tribulaciones que muchos de los hijos de todas las edades entrarían en el reino».

Puede ser peligroso la búsqueda de la ampliación de las experiencias místicas o sobrenaturales:

(1099.4) 100:5.6 El gran peligro en todas estas especulaciones psíquicas consiste en que las visiones y otras experiencias así llamadas místicas, juntamente con sueños extraordinarios, pueden ser considerados comunicaciones divinas a la mente humana. En épocas pasadas, los seres divinos se han revelado a ciertas personas que conocen a Dios, no debido a sus trances místicos o visiones morbosas, sino a pesar de todos estos fenómenos.

(1099.6) 100:5.8 Existe gran peligro asociado con la práctica habitual de los ensueños religiosos; el misticismo puede volverse una técnica para evitar la realidad, aunque a veces haya sido un medio para la comunión espiritual genuina. Cortas temporadas de retiro de las escenas activas de la vida, pueden no ser gravemente peligrosas, pero el aislamiento prolongado de la personalidad no es deseable. No debe cultivarse nunca, bajo ninguna circunstancia, el estado semejante al trance de una conciencia visionaria como experiencia religiosa.

(1099.7) 100:5.9 Las características del estado místico son, la difusión de la conciencia con vívidas islas de atención focal que operan sobre un intelecto comparativamente pasivo. Todo esto lleva la conciencia hacia el subconsciente en vez de llevarla en dirección de la zona de contacto espiritual, el superconsciente. Muchos místicos han llevado su disociación mental hasta un nivel de manifestaciones mentales anormales.

(1100.1) 100:5.10 La actitud más sana de la meditación espiritual se ha de encontrar en la adoración reflexiva y en la oración de acción de gracias. La comunión directa con el Ajustador del Pensamiento, tal como ocurrió en los últimos años de la vida de Jesús en la carne, no debe ser confundida con estas experiencias así llamadas místicas. Los factores que contribuyen a la iniciación de la comunión mística son indicativos del peligro de tales estados psíquicos. El estado místico está favorecido por cosas tales como la fatiga física, el ayuno, la disociación psíquica, profundas experiencias estéticas, impulsos sexuales vívidos, temor, ansiedad, rabia y baile desenfrenado. Mucho del material que surge como resultado de esta preparación preliminar tiene su origen en la mente subconsciente.

(1100.2) 100:5.11 Aunque las condiciones pudieran ser favorables para los fenómenos místicos, es necesario comprender claramente que Jesús de Nazaret no recurrió nunca a estos métodos para comunicarse con el Padre en el Paraíso. Jesús no tenía delirios subconscientes ni ilusiones superconscientes.

La verdadera Comunión con Dios produce un equilibrio y visión positiva desde el interior al fomentar el Fruto del Espíritu creando una personalidad unificada que no se aleja de la realidad sino que aprende a vivir en la misma con una nueva óptica.

Los Reveladores nos explican que ellos no se manifiestan para que el hombre salte sus etapas normales, por lo tanto, toda manifestación sobrenatural aunque afirme ser Divina y se crea con sinceridad en ella, es más bien una confusión psíquica que puede terminar en graves trastornos personales.

Nota científica

Después de analizar los cerebros de varios pacientes enfermos que sufren algún trastorno neurológico, los científicos consiguieron desentrañar donde estaba la clave, la encontraron en tres regiones corticales que tienen que ver con el movimiento, la conciencia de uno mismo y la percepción espacial.

Tras llegar a la conclusión utilizaron a personas sanas, a las que vendaron los ojos y hacían movimientos con las manos. Detrás de ellos había un robot que imitaba los movimientos y les tocaba la espalda. Cuando el robot imitaba el movimiento a la vez que la persona, su cerebro tenía una lectura correcta, pero cuando el robot se retrasaba en el movimiento las personas que participaban en el experimento sentían como que había alguien más con ellos: un fantasma.

Algunas experiencias paranormales son fácilmente explicables, según recoge David Robson en BBC. Sufrir daños en ciertas regiones del hemisferio derecho del cerebro o ciertas formas de epilepsia están detrás de que haya gente que, efectivamente, cree haber experimentado un poltergeist en su hogar o cree haber visto sombras frente a ellos.

El reflejo de formas humanas en una ventana también puede tener una explicación. El psicólogo italiano Giovanni Caputo comenzó a estudiar cómo era posible que él mismo viese, al lado de su reflejo, la figura de un anciano canoso reflejado en una de las ventanas de su casa. La respuesta fue que el cerebro trata de rellenar la información que cree que falta construyendo formas alrededor de nuestro rostro.

Un cordial saludo.