lunes, 6 de abril de 2015

En Getsemaní


En verdad los Documentos de Urantia tienen la capacidad de arrojarnos luz sobre algunos asuntos oscuros por el dogma o la tradición. ¿Era la voluntad de Dios que su Hijo muriese una muerte tan cruenta? En las entradas pasadas notamos como los judíos orquestaron su asesinato, ¿fue acaso el Padre cómplice con ellos? De ninguna forma. Entonces, ¿qué significan las palabras de Jesús en Getsemaní “hágase tu voluntad”?

Durante siglos no hemos entendido bien estas palabras. Creemos que el Padre demandaba esa muerte en sacrificio, que esa era la voluntad a la que se refería Cristo. Esta concepción oscura de la Deidad se parece mucho al concepto de Maktub o destino en el Islam. Se habla de someterse a la voluntad de Dios, sea incluso esta un suceso malo. ¿Es el deseo de Dios que sus criaturas, incluso su Hijo, sufran de esa forma? La teología se preocupa de inventar teoremas. El Amor nos indica algo más grande para Dios.

(1431.2) 130:2.7 En substancia Jesús dijo: la voluntad de Dios es el camino de Dios, el asociarse con la elección de Dios frente a cualquier alternativa potencial. Hacer la voluntad de Dios, por lo tanto, es la experiencia progresiva de llegar a parecerse cada vez más a Dios, y Dios es el origen y el destino de todo lo que es bueno y bello y verdadero. La voluntad del hombre es el camino del hombre, la suma y substancia de lo que el mortal elige ser y hacer. La voluntad es la deliberada elección de un ser autoconsciente que lleva a una decisión conducta basada en una reflexión inteligente.

La Voluntad de Dios es la expresión del Amor Superlativo, de lo Bueno, Bello y Verdadero. Hacer la Voluntad de Dios “es asociarse con Dios frente a cualquier alternativa potencial”. Significa parecerse a Dios, en toda circunstancia de la vida.

Cuando personalmente logré comprender esto en su real dimensión, fue como encontrar un diamante. ¡Todo tenía sentido!

(1221.2) 111:5.1 Hacer la voluntad de Dios es ni más ni menos que una exhibición de la disposición de la criatura a compartir la vida interior con Dios —con el mismo Dios que ha hecho posible esa vida de valor y significado interior para la criatura. Compartir es semejante a Dios —es divino. Dios comparte todo con el Hijo Eterno y el Espíritu Infinito, y ellos a su vez comparten todas las cosas con los Hijos divinos y las Hijas espíritu de los universos.

(1221.3) 111:5.2 La imitación de Dios es la clave para la perfección; hacer su voluntad es el secreto de la sobrevivencia y de la perfección en la supervivencia.

¡Lo que Jesús pedía a su Padre en Getsemaní era que le diera fuerzas para que él siguiera expresando el Amor y las Cualidades de Dios en medio de las circunstancias naturales más penosas a las que puede enfrentarse un ser humano!

(1969.1) 182:3.6 Cada vez que oró él en el jardín, su humanidad se aferró más firmemente a su divinidad por la fe; su voluntad humana se tornó más completamente una con la voluntad divina de su Padre. Entre otras palabras dichas por el ángel poderoso fue el mensaje de que el Padre deseaba que su Hijo terminara su encarnación en la tierra pasando por la experiencia mortal de la criatura así como todas las criaturas mortales deben experimentar la disolución material al pasar de la existencia del tiempo a la progresión de la eternidad.

Cuando Jesús pide que se Haga la Voluntad del Padre es rogar que incluso ante la muerte (que todos experimentaremos) no perdamos la asociación con Dios, no perdamos el manifestar su Amor en la Tierra. No hay alteración de las circunstancias y el rumbo que los asuntos toman. Que aún se hiciera su voluntad de amor y bondad en medio de estos mismos sucesos. Que la carne no lo llevase por el camino humano que a veces quizás tan fácilmente a nosotros nos lleva al odio, la venganza y la ira (sobre todo cuando sufrimos). 

Pero la Voluntad de Dios no era que el Hijo sufriera, sino que en medio del sufrimiento (que era causado por la vía de los sucesos humanos) Jesús siguiera asociado a EL para enfrentar todas las circunstancias del tiempo.

(1969.2) 182:3.7 Más temprano esa noche no había parecido tan difícil el beber la copa, pero cuando el Jesús humano se despidió de sus apóstoles y los mandó a su reposo, la prueba se tornó más espantosa. Jesús experimentó esos altibajos de sentimientos que son comunes a toda experiencia humana, y en este momento estaba cansado del trabajo, agotado de las largas horas de labor esforzada y de ansiedad penosa sobre la seguridad de sus apóstoles. Aunque ningún mortal puede tener la presunción de en-tender los pensamientos y sentimientos del Hijo de Dios encarnado en un momento como éste, sabemos que soportó gran angustia y sufrió una congoja indescriptible, porque la transpiración bañaba su rostro a grandes gotas. Por fin estuvo convencido de que el Padre tenía la intención de permitir que los acontecimientos naturales siguieran su curso; estaba plenamente decidido a no emplear para salvarse ninguno de sus poderes soberanos como jefe supremo de un universo.

(1969.4) 182:3.9 La experiencia de separarse de los apóstoles fue un esfuerzo muy grande para el corazón humano de Jesús; su pena de amor pesaba sobre su corazón e hizo más difícil el enfrentamiento a una muerte como la que él bien sabía que le aguardaba. Se daba cuenta de cuán débiles e ignorantes eran sus apóstoles, y tenía miedo de dejarlos. Bien sabía que había llegado la hora de su partida, pero su corazón humano deseaba descubrir si no existía la posibilidad de una vía legítima de escape de tan terrible sufrimiento y congoja. Y al buscar así una vía de escape, y fracasar, estuvo dispuesto a beber la copa. La mente divina de Micael sabía que había hecho todo lo posible por los doce apóstoles; pero el corazón humano de Jesús deseaba que se hubiera podido hacer más por ellos, antes de dejarlos solos en el mundo. El corazón de Jesús estaba deshecho; verdaderamente amaba a sus hermanos. Estaba aislado de su familia en la carne; uno de sus asociados elegidos lo estaba traicionando. El pueblo de su padre José lo había rechazado, arruinando así su destino de pueblo con una misión especial en la tierra. Su alma estaba atormentada por el amor despreciado y la misericordia rechazada. Fue uno de esos terribles momentos humanos en los que todo parece desencadenarse con crueldad destructora y agonía tremenda.

Pero esa asociación con Dios no fracasó.

(1221.5) 111:5.4 La paz en esta vida, la supervivencia en la muerte, la perfección en la vida próxima, el servicio en la eternidad —todos éstos se logran (en el espíritu) ahora cuando la personalidad de la criatura consiente —elige— someter la voluntad de la criatura a la voluntad del Padre. Y el Padre ya ha elegido hacer que un fragmento de sí mismo esté sujeto a la voluntad de la personalidad de la criatura.

(1969.6) 182:3.11 Antes de que llegaran Judas y los soldados, el Maestro ya había recobrado plenamente su entereza habitual; el espíritu había triunfado sobre la carne; la fe se había afirmado sobre todas las tendencias humanas al temor y a la duda incierta. La prueba suprema de la realización plena de la naturaleza humana había sido enfrentada y sobrepasada en forma aceptable. Una vez más, el Hijo del Hombre estaba preparado para enfrentarse a sus enemigos con ecuanimidad y en la plena certeza de su invencibilidad como hombre mortal dedicado sin reservas a hacer la voluntad de su Padre.

Y esa voluntad de Dios, fue manifestada cuando lo injuriaron, lo maltrataron, en todos esas circunstancias él manifestó Amor, incluso por sus verdugos.

“Padre, perdónales”

(2007.3) 187:2.4 Antes de que Jesús fuera colocado en la cruz, ya se habían colocado en las cruces los dos bandidos, que no dejaban de insultar y escupir a sus verdugos. Las únicas palabras de Jesús, al clavarlo ellos al travensaño, fueron «Padre, perdónalos porque no saben qué están haciendo». No podría haber intercedido tan misericordiosa y amantemente en favor de sus verdugos si estos pensamientos de devoción afectuosa no hubiesen sido el manantial mismo de su vida de servicio altruista. Las ideas, motivos y anhelos de toda una vida se revelan abiertamente en una crisis.

En medio de nuestras crisis demostramos cuan asociados estamos con la Voluntad del Amor del Padre.

 (2062.11) 194:3.2 Después de todo, ¿triunfa la fe sobre el mal, el pecado y la iniquidad? Sí que triunfa. La vida y la muerte de Jesús son la prueba eterna de que la verdad de la bondad y la fe de la criatura conducida por el espíritu serán siempre justificadas.

(2063.1) 194:3.3 La vida mortal le había asestado a Jesús sus golpes más duros, más crueles y más amargos; y este hombre se había enfrentado a estas situaciones desesperantes con fe, coraje y la férrea determinación de hacer la voluntad de su Padre. Jesús afrontó la vida en toda su terrible realidad, y la venció — incluso en la muerte. No utilizó la religión para liberarse de la vida. La religión de Jesús no intenta eludir esta vida para disfrutar de la felicidad que espera en otra existencia. La religión de Jesús proporciona la alegría y la paz de una nueva existencia espiritual para realzar y ennoblecer la vida que los hombres viven ahora en la carne.

(1113.6) 101:6.17 Mediante la apropiación de la fe de Jesús, el hombre mortal puede empezar a saborear en el tiempo las realidades de la eternidad. Jesús hizo el descubrimiento, en la experiencia humana, del Padre Final, y sus hermanos en la carne de la vida mortal pueden seguirle en esta misma experiencia del descubrimiento del Padre. Aun pueden obtener, por lo que son, la misma satisfacción en esta experiencia con el Padre como lo logró Jesús por lo que era. 

La Gran Lección es que ante cualquier situación angustiante o difícil no perdamos la Asociación con Dios, no perdamos el Amor, la Compasión y el Perdón a las personas. Al igual que Cristo, no perdamos el norte. Oremos para que su Voluntad se haga en todas las circunstancias de la vida material.