martes, 19 de julio de 2016

Conclusiones sobre el asunto de los Milagros Antiguos

“Y Jehová endureció el corazón de Faraón rey de Egipto, y siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa” – Exodo 14:8.

“‘No es extraño que hagas estas preguntas, puesto que estás comenzando a conocer al Padre así como yo lo conozco, y no como los profetas hebreos tan nebulosamente le veían. Bien sabes que nuestros antepasados estaban dispuestos a ver a Dios en casi todas las cosas que sucedían. Buscaban la mano de Dios en todas los acontecimientos naturales y en cada episodio poco común de la experiencia humana. Relacionaban a Dios tanto con el bien como con el mal. Pensaban que había ablandado el corazón de Moisés y endurecido el corazón del faraón. Si el hombre sentía un fuerte impulso por hacer algo, bueno o malo que fuera, tenía por costumbre considerar estas emociones inusitadas diciendo: `el Señor me habló y me dijo, haz esto y aquello, o ve aquí o allí'. Así pues, ya que los hombres tan a menudo y tan violentamente caen en la tentación, se tornó costumbre de nuestros antepasados creer que Dios los conducía a la tentación para probarlos, castigarlos o fortalecerlos. Pero ya sabes que no es así. Sabes que los hombres demasiado frecuentemente son conducidos a la tentación por el ímpetu de su propio egoísmo y los impulsos de su naturaleza animal.” (1738.3) 156:5.4

Cómo hemos analizado en varias entradas, muchas veces en tiempos pasados se cargaba a Dios de los desastres de la naturaleza, e incluso las tácticas y victorias militares. Esto era porque muchos sucesos eran achacados a la Providencia.

Asi, fue Dios quien envió las serpientes venenosas que mordieron a los israelitas cuando estaban en el desierto (Num 21: 6); quien mando la peste a Israel, en la que murieron 70.000 hombres (2 Sam 24: 15); y quien provoco una sequía de tres años en todo el pais (1 Rey 17:1).

“Y al día siguiente aconteció que el espíritu malo de Dios entró en operación sobre Saúl, de modo que él se portó como profeta dentro de la casa, mientras David estaba tocando música con la mano, como en días anteriores; y la lanza estaba en la mano de Saúl” – 1 Samuel 18:10.

“un espíritu malo de parte de Jehová lo aterrorizaba” – 1 Samuel 16:14.

Era común en la creencia judía primitiva que Dios enviaba los espíritus que atormentaban al hombre o le inducían por el mal camino. Hoy los grupos religiosos han intentado explicar éstos textos incómodos aludiendo a la explicación obvia de los propios impulsos del hombre, pero los pasajes aludidos son claros al expresar esas tradiciones de los genios o espíritus que afectaban al hombre para el mal. Es más, todo aspecto desgraciado era achacado a Dios, sobre todo las enfermedades:

“Jehová te herirá con tuberculosis y fiebre ardiente e inflamación y calor febril y la espada y abrasamiento y tizón, y estos ciertamente te perseguirán hasta que hayas perecido” – Deut. 28:22

Quiénes tuvieran estas afecciones claramente estarían demostrando ante el pueblo que eran pecadores y que Dios los estaba afligiendo. Ser contagiado con éstos males demostraba un castigo divino.

“Jehová te herirá con locura y pérdida de la vista y aturdimiento de corazón. Y realmente llegarás a ser uno que anda a tientas al mediodía, tal como anda a tientas un ciego en las tinieblas, y no lograrás éxito en tus caminos; y tendrás que llegar a ser tan solo uno que siempre anda defraudado y robado, sin que nadie te salve” – Deut. 28:28,29

Las enfermedades mentales e incluso la ceguera eran males de Dios.

“Jehová te herirá con un divieso maligno sobre ambas rodillas y ambas piernas, del cual no podrás ser sanado, desde la planta de tu pie hasta la coronilla de tu cabeza” - Deut. 28:35

Cómo notamos en éstos pasajes, quiénes tuvieran estas afecciones claramente estarían demostrando ante el pueblo que eran pecadores y que Dios los estaba afligiendo. Todo lo que significaba mala salud y con defectos era considerado indigno de Dios, con una especie de castigo de parte de éste, era sinónimo de alguien indigno espiritualmente. Incluso eran discriminados quiénes participaban en el sistema de adoración al no poderse acercarse a Dios:

“Y Jehová continuó hablando a Moisés, y dijo: “Habla a Aarón, y di: ‘Ningún hombre de tu descendencia durante todas sus generaciones en quien resulte haber un defecto podrá acercarse para presentar el pan de su Dios. En caso de que haya hombre alguno en quien haya defecto, no podrá acercarse: un hombre ciego o cojo o con su nariz hendida o con un miembro demasiado largo,  o un hombre en quien resulte haber una fractura del pie o una fractura de la mano,  o jorobado o delgado o enfermo de los ojos o costroso o que tenga culebrilla o que tenga quebrados los testículos.  Ningún hombre de la descendencia de Aarón el sacerdote en quien haya defecto podrá acercarse para presentar las ofrendas de Jehová hechas por fuego. Hay defecto en él. No podrá acercarse para presentar el pan de su Dios”. – Levítico 21:16-21

Notamos que las personas discapacitadas o con defectos y mala salud quedaban fuera del servicio a Dios, la razón estriba en que parecían ser personas sin la bendición de Dios. Los anteriores son pasajes incómodos que rara vez actualmente son usados en los sermones o discursos semanales, pero eran bien refregados en las comunidades hebreas ya que la enfermedad es una cuestión siempre presente en la humanidad.

 “No obstante, no podrá entrar cerca de la cortina, y no podrá acercarse al altar, porque hay defecto en él; y no debe él profanar mi santuario, porque yo soy Jehová que los está santificando a ellos”. – Levítico 21:23

Estas ideas eran generadas en parte por la ignorancia. Durante mucho tiempo, la situación cultural de este pueblo de origen pastoril había sido desarrollada dentro de una estructura tribal, donde todo era de todos, donde cada uno participaba del destino de los demás, donde todos eran o pobres o ricos, donde no habían diferencias, donde había un gran sentido de solidaridad tanto en el bien como en el mal. Dentro de este nivel cultural creian que era perfectamente natural que uno sufriera por el mal de otros (Jos 7: 1-26). Había incluso un proverbio que decía: "Los padres comieron agraces y los hijos sufren la dentera" (Ez 18: 2). Viviendo dentro de esta cultura, el pueblo intento dar una expresión a su fe en un Dios tribal y justo, que castiga a los malos y recompensa a los buenos: todos los males que ocurren tienen que considerarse como un castigo inflingido por Dios. Si uno sufre, aunque sea justo, su sufrimiento es un castigo por los pecados y transgresiones que otros han cometido. Si uno lo pasa bien, su felicidad es una recompensa de Dios por su justicia o la de los demás. Y si sumamos a esto el desconocimiento de las leyes de la naturaleza, de la causa de las enfermedades, y porque suceden los fenómenos ambientales, el cóctel estaba servido. La misma psicología era bastante elemental, y los conceptos de libertad y responsabilidad humanas estaban muy poco desarrollados. Esto hizo que muchos de los fenómenos que hoy llamamos naturales, en aquella época se consideraran sobrenaturales, y por lo tanto, venidos directamente de Dios. De modo que cualquier cosa que ocurría, buena o mala, linda o fea, feliz o desgraciada, era obra de Dios.  Un israelita no podía jamás imaginar que sucediera algo en este mundo sin que Dios lo quisiera o lo provocara. El era el dueño de todo y, por lo tanto, el autor de todo.

La grandeza de Jesús de Nazaret
He aquí una de las grandes reflexiones en las que poco hemos profundizado. Es en este ambiente social asfixiante que Jesús hace una de las cosas más inéditas y revolucionarias. De todos los llamados milagros del Antiguo Testamento, la inmensa mayoría son de índole destructiva o de castigos negativos, como las enfermedades y plagas.

Muchos han hablado que Jesús realizó milagros para demostrar lo que haría con su poder real a “gran escala” en un futuro milenarista, etc. Sin embargo, él nunca realizó ni un solo milagro de naturaleza sobrenatural violenta y destructiva de malvados que ejemplificara en “pequeña escala” lo que haría al inaugurar su reino.  No, sin duda, hay una razón más hermosa, superlativa y sublime que solo la demostración de poder.

Además de su amor y compasión, Jesús demostró la verdadera naturaleza y carácter de Dios al hacer los llamados milagros. Puesto que Dios supuestamente enviaba los males y enfermedades,  Jesús demostró que aquello no era verdad. Y para hacerlo hizo sus magníficas curaciones. Con ésta razón echaba por tierra siglos de teología errónea y comenzamos a comprender la dinámica del conflicto con los líderes religiosos de Israel que empezaron a verlo como una amenaza.

Jesús enseña superlativamente que Dios solo envía el bien para desterrar siglos de ideas erróneas sobre el Dios Padre. Y deliberadamente sana a los cojos, ciegos, enfermos de angustias y males diversos, ¡aquellos mismos que eran condenados por las maldiciones de Dios! ¡Aquellos impuros que no podían acercarse al Tabernáculo eran tocados y acogidos en su reino por el mismo Hijo Creador del vasto universo!

El concepto del Dios tribal y encadenado a la naturaleza imperfecta queda atrás con el concepto sublime del Yaveh glorificado y exaltado como un Padre Universal amoroso y bondadoso.

Al concluir esta apasionante entrada que me ha sido toda una epifanía, el punto final no es la imposibilidad de que Dios actuase con sus milagros en el Antiguo Testamento, es más bien que aquellos hechos devastadores y de enfermedad no corresponden con la magnífica Revelación que hizo Jesús de Dios.  No rechazamos esos milagros como venidos de Dios porque sean imposibles, sino finalmente porque no armonizan con el Dios Padre revelado por Jesús.

Hoy, la religión ha evolucionado, aunque muchos siguen creyendo en que esas palabras tan duras fueron “palabra de Dios”, no obstante en su fuero interno, saben que lo que Jesús enseñó es la verdad. Por esa razón, prácticamente ya no son consideradas y recordadas en las enseñanzas modernas de la religión.

Entonces, Abre tu mente y corazón a la verdad.