lunes, 4 de julio de 2016

Liberándonos de las ideas erróneas sobre Dios

¿Cómo amar completamente si nuestra comprensión sobre nuestro Creador es incompleta y a menudo similar a nuestra forma humana de practicar el amor? Nuestra demanda por la justicia y ajusticiar a otros mucho tiene que ver con nuestra idea ancestral del Dios justiciero y castigador. Lo que hemos aprendido sobre Dios, lo solemos aplicar en nuestras relaciones humanas.

Antes de seguir debo advertir nuevamente que éstas entradas no son para todas las personas. Ruego no comentarlas con quiénes tienen bien establecidas sus creencias bíblicas. Por un lado, es positivo que esas personas en esa etapa espiritual se guíen por positivas normas morales. La información que alguien lea aquí no debe ser recomendada. La persona que llegue a éstas líneas lo hará porque era su momento y por sí misma. Los Documentos nos advierten:

(554.6) 48:6.32 No se puede obtener un polluelo sin un cascarón, y ningún cascarón vale nada después de que ha salido el polluelo. Pero a veces el error es tan grande, que rectificarlo por medio de la revelación podría ser fatal para aquellas verdades que emergen lentamente y que son esenciales para destruir el error por medio de la experiencia. Cuando los niños tienen sus ideales, no los suprimáis; dejadlos crecer. Y mientras aprendéis a pensar como hombres, también deberíais aprender a rezar como niños.

No es la idea de la Revelación destruir los mitos sobre Dios. Hay quiénes deben aún vivir bajo ese cascarón. Necesitan como soporte esa etapa de religión. Lentamente emergerán de él. No compartáis mediante la fuerza ni el apresuramiento las revelaciones a quiénes aún no lo precisan.

Dicho lo anterior los Documentos nos explican sobre Dios:

(59.6) 4:5.1 La tradición religiosa es el registro imperfectamente preservado de las experiencias de los hombres de pasadas edades que conocían a Dios, pero tales registros no son confiables como guías para la vida religiosa ni como fuentes de verdadera información acerca del Padre Universal. Invariablemente se han alterado estas creencias antiguas por el hecho de que el hombre primitivo era un fabricante de mitos.

Lo anterior significa que aunque efectivamente existieron hombres como Moisés que conocieron a Dios, muchas de sus crónicas fueron alteradas por el paso de los siglos, y se insertaron acciones atribuidas a Dios.

(60.1) 4:5.2 Una de las fuentes principales de confusión en Urantia respecto a la naturaleza de Dios proviene de que vuestros libros sagrados no fueron capaces de distinguir claramente entre las personalidades de la Trinidad del Paraíso y entre la Deidad Paradisiaca y los creadores y administradores del universo local. Durante las pasadas dispensaciones de comprensión parcial, vuestros sacerdotes y profetas fueron incapaces de distinguir entre los Príncipes Planetarios, los Soberanos de Sistemas, los Padres de Constelaciones, los Hijos Creadores, los Gobernantes de los Superuniversos, el Ser Supremo, y el Padre Universal. Muchos de los mensajes de personalidades subordinadas, tales como los Portadores de Vida y varias órdenes de ángeles, aparecen en vuestros registros como procedentes de Dios mismo. El pensamiento religioso en Urantia aún confunde las personalidades asociadas de la Deidad con el propio Padre Universal, de manera que se incluyen todos bajo un solo apelativo.

Muchos seres que actuaron en nombre de la Divinidad o que tenían un rango superior para ser confundidos con el mismo Dios son causantes de algunos de los mensajes atribuidos al Padre Universal.

(60.2) 4:5.3 El pueblo de Urantia sigue padeciendo la influencia de los conceptos primitivos de Dios. Los dioses desencadenados en la tormenta; que hacen temblar la tierra en su cólera, y destruyen a los hombres en su ira; que manifiestan su descontento con carestías e inundaciones —éstos son los dioses de la religión primitiva; no son los Dioses que viven y rigen los universos. Estos conceptos son una reliquia de los tiempos en que los hombres suponían que el universo estaba sujeto a los caprichos y al dominio de estos dioses imaginarios. Pero el hombre mortal está comenzando a darse cuenta que vive en un dominio de relativa ley y orden en lo concerniente a las directrices administrativas y a la conducta de los Creadores Supremos y de los Controladores Supremos.

Muchas de las acciones del llamado castigo divino usando las fuerzas de la naturaleza como el Diluvio, la destrucción de Sodoma y otras acciones no fueron actos ordenados por el Padre Universal y no lo representan. Pero ciertamente si fueron hechos que efectivamente ocurrieron. No fueron mitos ni leyendas. Fueron reales, pero  las causas fueron otras, y estas catástrofes posteriormente fueron asociadas con Dios mismo y una providencia. Algunas de éstas ya han sido estudiadas en este sitio, y en entradas posteriores comenzarán a ser colocadas nuevamente en orden cronológico.

¿Significa lo anterior que los malvados no tienen ningún tipo de consecuencia o “castigo”? Ciertamente que no, notemos lo que explican los Documentos:

(36.7) 2:3.2 ¡Cuán fútil hacer apelaciones pueriles a semejante Dios para modificar sus inmutables decretos de manera que podamos evitar las consecuencias justas de la operación de sus sabias leyes naturales y sus rectos mandatos espirituales! «No os engañéis; no es posible mofarse de Dios, porque lo que el hombre siembra, eso también segará». Pero es verdad que, aun al cosechar con justicia el fruto de las maldades, esta justicia divina siempre está atemperada por la misericordia. La sabiduría infinita es el eterno árbitro que determina las proporciones de justicia y misericordia que se repartirán en cualquier circunstancia dada. El mayor castigo (en realidad una inevitable consecuencia) de la maldad y la rebelión deliberada contra el gobierno de Dios es la pérdida de la existencia como súbdito individual de ese gobierno. El resultado final del pecado a sabiendas es la aniquilación. En último análisis, tales individuos identificados con el pecado se destruyen a sí mismos al tornarse completamente irreales por su identificación con la iniquidad. Sin embargo, la desaparición de hecho de tales criaturas siempre se posterga hasta que se haya cumplido plenamente con los requisitos vigentes de la justicia en ese universo.

El Creador es tan perfecto y sabio que ha creado leyes universales que provocan la auto aniquilación de las criaturas que se sumen en la maldad e iniquidad. Éstos últimos aspectos negativos separan al hombre de Dios, y Dios es la realidad verdadera. Cuando los hombres se identifican con el mal, se vuelven irreales, dejan de existir para siempre y se aniquilan y castigan a sí mismos. Las leyes son inmutables y perfectas. Dios no necesita “intervenir” externamente mediante fenómenos físicos para castigar la muerte del alma, la cual no será resucitada tras la muerte física, cuando el cuerpo fallece por violar otras leyes físicas o el tiempo de esa persona ha expirado.  El mecanismo divino creado por Dios es tan eficaz que funciona perfectamente cuando hacemos el mal.

El Padre por lo tanto, no castiga a sus criaturas. Son ellas mismas las que se destruyen a sí mismas al escoger separarse de él.