miércoles, 24 de agosto de 2016

El Espíritu de la Verdad

En nuestra limitación conceptual, a menudo en las Escrituras se confunde lo que es el Espíritu Santo con el Ajustador del Pensamiento, y el Espíritu de la Verdad derramado en Pentecostés. Algunas declaraciones en la Biblia aluden al Ajustador, y otras al Espíritu de la Verdad. En este caso nos concentraremos en comprender el significado del Espíritu de la Verdad:

”Mientras permanecía con ustedes les he hablado estas cosas.  Mas el ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese les enseñará todas las cosas y les hará recordar todas las cosas que les he dicho”. – Juan 14:25,26

La expresión griega de ayudante es “consolador”. Esta es una entidad que nos consuela en ausencia de Jesús.

“Cuando llegue el ayudante que yo enviaré a ustedes del Padre, el espíritu de la verdad, que procede del Padre, ese dará testimonio acerca de mí;  y ustedes, a su vez, han de dar testimonio, porque han estado conmigo desde que principié.” - Juan 15:26,27

El Evangelio de Juan explica correctamente que el Espíritu de la Verdad tenía como objeto sustituir a Micael. Los Documentos nos dicen:

194:2.4 (2061.2) No cometas el error de esperar que tendrás intelectualmente una poderosa conciencia del Espíritu de la Verdad derramado. El espíritu no crea nunca una conciencia de sí mismo, sino tan sólo una conciencia de Micael, el Hijo. Desde el principio, Jesús enseñó que el espíritu no hablaría de sí mismo. La prueba, por lo tanto, de tu asociación con el Espíritu de la Verdad no se puede encontrar en tu conciencia de este espíritu sino más bien en tu experiencia de una asociación enaltecida con Micael.

194:2.5 (2061.3) El espíritu también vino para ayudar a los hombres a recordar y comprender las palabras del Maestro, así como también para iluminar y volver a interpretar su vida en la tierra.

194:2.6 (2061.4) También, el Espíritu de la Verdad vino para ayudar al creyente a atestiguar las realidades de las enseñanzas de Jesús y de su vida tal como la vivió en la carne, y tal como él ahora nuevamente la vive otra vez en cada creyente de cada generación de hijos de Dios llenados del espíritu.

194:3.1 (2062.10) Muchas enseñanzas extrañas y raras se asociaron con las primeras narrativas del día de Pentecostés. En épocas subsiguientes, los sucesos de este día, en el cual vino el Espíritu de la Verdad, el nuevo maestro, a morar con la humanidad, se han confundido con explosiones necias de emocionalismo exagerado. La misión principal de este espíritu derramado del Padre y del Hijo consiste en enseñar a los hombres las verdades del amor del Padre y de la misericordia del Hijo. Éstas son las verdades de la divinidad que los hombres pueden comprender más plenamente que todos los demás rasgos divinos de carácter. El Espíritu de la Verdad se ocupa principalmente de la revelación de la naturaleza espiritual del Padre y del carácter moral del Hijo. El Hijo Creador, en la carne, reveló Dios a los hombres; el Espíritu de la Verdad, en el corazón, revela el Hijo Creador a los hombres. Cuando el hombre rinde los «frutos del espíritu» en su vida, simplemente exhibe los rasgos que el Maestro manifestó en su vida terrenal. Cuando Jesús estuvo en la tierra, vivió su vida como una personalidad —Jesús de Nazaret. Como espíritu residente del «nuevo maestro», el Maestro, desde Pentecostés, ha podido vivir su vida nuevamente en la experiencia de cada creyente enseñado por la verdad.

De pronto algo nos hace pensar en Jesús y su gran mensaje. Dos mil años y su imagen y legado vive en nosotros. Le amamos aunque nunca le conocimos. El es el anhelo de la Humanidad.

Lo anterior no es producto de simples datos en nuestra memoria. El Espíritu de la Verdad nos hace recordar a Jesús y sus dichos de vida.