jueves, 12 de enero de 2017

El próximo cataclismo: Una lluvia de meteoritos


En la antigüedad una gran catástrofe climática azotó a las zonas de Medio Oriente, en los días de Noé, el viñador de Aram. Esto fué narrado en las crónicas posteriores como "un gran diluvio" o "cataclismo". Posteriormente muchos videntes y profetas han recibido imágenes de "piedras y lluvias de fuego" sobre nuestro mundo.

Ninguna agencia “supuestamente” (?)  detectó que el asteroide pasaría hace unos días. Mucho menos que lo haría tan cerca de la Tierra como lo hizo el 9 de enero de 2017: a la mitad de la distancia entre el planeta y la Luna, 120.000 millas (192.000 kilómetros). A una velocidad de 35.000 millas por hora (56.000 kilómetros por hora), con una medida de 80 a 115 pies (el tamaño de un edificio de diez pisos), el asteroide llamado —ahora que pasó— 2017 AG13 fue detectado apenas 24 horas antes por el programa Catalina Sky Survey de la Universidad de Arizona. Si el 2017 AG13 hubiera explotado en la atmósfera, lo hubiera hecho con una fuerza de 700 kilotones; la bomba atómica de Nagasaki fue de 20 kilotones. Es curioso que pocas semanas antes la Casa Blanca haya emitido un informe oficial sobre el riesgo potencial de un asteroide. Además, Según el Director general del Centro de Defensa Planetaria de Rusia, Anatoli Záitsev, un asteroide o un cometa estaría colapsando en los próximos días con un gran riesgo para la Tierra. Además, los bólidos espaciales han aumentado su frecuencia.

Muchos profetas y videntes parecen haber tenido flashes de este evento. En este sentido es lógico, debido a las pruebas y concordancias, que las lluvias de fuego y azufre, los granizos impresionantes y “las estrellas que caen del cielo” serán en realidad devastadores meteoros que caerán y aplastarán algunas zonas importantes del planeta. En muchas profecías se habla justamente de estos “proyectiles” atribuidos a la Ira de Dios (Véase por favor Ezequiel 38: 22, 23; Isaías 30:30; Mateo 24:29; 2 Tesalonicenses 1:7-9; Revelación 6: 12-17; 8:7-12; 16: 16-21). Ya que en la antigüedad no se descubría todavía la realidad científica de los meteoritos (desde la Edad Media se comenzó a estudiar el fenómeno, tampoco se había acuñado la palabra “meteorito”), los escritores bíblicos describían, según el lenguaje de su época, acertadamente lo que “veían” en su visiones, “como granizos”, “piedras de fuego”, y “estrellas que caen del cielo”. Es evidente que no podríamos tomar de manera literal aquel lenguaje pensando que las estrellas (que son miles de veces más grandes que la Tierra) caerían al planeta. Más bien, desde el punto de vista de un observador terrestre (y descrito por un hombre de la época), los meteoritos llegando a la atmósfera de la Tierra efectivamente parecerían “estrellas que caen del cielo”. Esto no debería sorprendernos ya que hoy también es común para llamar a este fenómeno el nombre de “estrellas fugaces”.

Segunda de Pedro 3:12 dice algo muy claro sobre estos elementos de destrucción: “Sin embargo, el día de Jehová vendrá como ladrón, y en este los cielos pasarán con un ruido de silbido, pero los elementos, estando intensamente calientes, serán disueltos, y la tierra y las obras que hay en ella serán descubiertas”. Estas palabras han sido interpretadas simbólicamente aludiendo a los componentes sociales del sistema que caerán. Sin embargo, ya que la mayoría de las profecías esconde un cumplimiento simbólico y literal, es interesante ver las expresiones en su significado literal. “Los elementos” significa literalmente “los cuerpos celestes”. Cuando dice “serán disueltos”, significa literalmente “serán soltados”. Y “serán descubiertas” significa “serán quemadas”.

Así que este pasaje quedaría profundizado y descifrado de la siguiente forma:  “Sin embargo, el día de Jehová vendrá como ladrón, y en este los cielos pasarán con un ruido de silbido, pero los cuerpos celestes, estando intensamente calientes, serán soltados, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas”. Esto sin duda es una clara alusión a los cuerpos celestes o meteoros que serán soltados (caerán) a la Tierra y quemarán gran parte de la civilización. Esto armoniza con el contexto del capítulo (2 Pe. 3:5-7) que contrasta los medios usados en la catástrofe del sistema antediluviano y los medios empleados en la destrucción del sistema actual. En el pasado se usó agua (que fue literal). Es lógico que el fuego (producto de las colisiones de los pequeños meteoritos) sobre las grandes “obras” y ciudades modernas sea también literal. Obviamente la frase “los cielos y la tierra” son símbolos del sistema actual, pero el medio de ejecución usado es literal, tal como el mundo de Noé (no el planeta) fue destruido por agua literal.

Es razonable pensar que la destrucción no será en forma de grandes asteroides que impacten constantemente sobre la Tierra. El planeta desaparecería. Más bien estos se “fragmentaran” debido a su ingreso, o debido a que las fuerzas militares tratarán de destruir con sus mísiles los medios de la destrucción. Por lo tanto, caerá una lluvia de meteoros que causarán gran devastación sobre las obras humanas. Juan en el capítulo 16: 21 de Revelación (dónde describe el Armagedón) habla de una lluvia devastadora de un granizo grande, cada uno con un peso de un talento (20,4 kilos). Solo del espacio exterior podemos esperar semejantes piedras, tal como en un estado norteamericano uno de estos proyectiles perforó un vehículo estacionado.

Dada la gran cantidad de alusiones a estas “lluvias de fuego y azufre, lluvias de piedras y granizo”, es lógico creer que el colapso de la civilización podría estar muy cerca.