martes, 30 de mayo de 2017

"El tiempo de espera en Galilea"

Los Documentos señalan un acontecimiento especial y desconocido por los evangelistas en torno a Jesús. Después de su bautismo el Maestro no se lanzó inmediatamente a la predicación pública de su gran mensaje. Por cuatro dilatados meses Jesús hizo algo inédito:

(1533.3) 137:6.5 Jesús les mandó que se ocuparan de sus deberes regulares hasta que «llegue la hora del reino.» Y para animarlos, él mismo dio ejemplo volviendo a trabajar regularmente en el astillero. Al explicarles que deberían pasar tres horas cada noche estudiando y preparándose para su trabajo futuro, Jesús añadió: «Todos nos quedaremos por aquí hasta que el Padre me pida que os llame. Cada uno de vosotros debe regresar ahora a su trabajo de costumbre como si nada hubiera ocurrido. No habléis a nadie de mí y recordad que mi reino no ha de venir con estruendo y fascinación, sino más bien debe venir a través del gran cambio que mi Padre habrá efectuado en vuestro corazón y en el corazón de aquellos que serán llamados para unirse a vosotros en los consejos del reino. Ahora sois mis amigos; confío en vosotros y os amo; pronto os convertiréis en mis asociados personales. Sed pacientes, sed dulces. Obedeced siempre a la voluntad del Padre. Preparaos para la llamada del reino.

A veces al igual que Jesús, hemos tenido que "congelar" o detener nuestra misión a la espera que el Padre nos indique que ha llegado la hora. Quizás hayan aspectos del reino que deben arraigarse en nosotros. A veces nuestra transformación debe madurar y pasar por el desierto de la soledad interior. Es esencial sentir el llamado para recomenzar y empezar un ministerio más pleno. En ese tiempo de espera hemos de percibir que "se den los asuntos" en el tiempo del Padre para emprender la obra de forma más estable y firme. Evitemos deprimirnos por una aparente espera.

Nunca olvidemos que conocer el camino no es lo mismo que recorrerlo experimentado a Dios. Esta aventura nos anima a depender de Dios día a día para percibir su voluntad y que nos de el visto bueno para partir. Personalmente durante un tiempo he sentido esa especie de congelamiento a la espera de un momento más apropiado. No tomemos ese tiempo como algo decepcionante o una pérdida de tiempo ni menos un fracaso espiritual, sino como una especie de test interior que nos ayuda a percibir el momento y a trabajar en nuestro corazón. A veces aún no "ha llegado nuestra hora".

En determinado momento el Padre nos dirá: "Ahora sí, la hora ha llegado".