“Hay, de hecho, muchas otras cosas también que Jesús hizo, que, si se escribieran alguna vez en todo detalle, supongo que el mundo mismo no podría contener los rollos que se escribieran.” – Juan 21:25
En estas enigmáticas palabras se declara con certeza: Hay mucho más sobre Jesús de Nazaret que la mayoría del mundo desconoce. Hoy, en una era de mayor comprensión sobre nuevas realidades espirituales, muchos comienzan a estar preparados para más luz. El Padre Celestial, la figura predicada por el mismo Jesús, siempre ha suministrado lo necesario para sus hijos, y hoy percibimos que estamos en una era de avance hacia una Comprensión más plena y madura sobre la Verdad de Dios. Un ángel prometió al profeta hebreo Daniel en una ocasión:
”Y en cuanto a ti, oh Daniel, haz secretas las palabras y sella el libro, hasta el tiempo del fin. Muchos discurrirán, y el verdadero conocimiento se hará abundante”.- Daniel 12:4.
Maravillosamente, ese Padre a través de las eras hace dispensaciones de revelación a sus hijos terrestres. Agradecemos a Él y a su Hijo el poder tener por fin una visión más plena, conmovedora y aleccionadora sobre la auténtica espiritualidad.
Pero, ¿No está acaso todo sobre Jesús en la Biblia? Obviamente que no. Las palabras de Juan 21:25 lo demuestran. También Juan 20: 30 lo reafirma:
“Por supuesto, Jesús también ejecutó muchas otras señales delante de los discípulos, que no están escritas en este rollo”.
Ciertamente las cosas escritas si eran adecuadas para escribirlas, pero, ¿eran menos importantes o trascendentes aquellas otras señales o cosas que Jesús hizo? De ninguna manera, y no creo que ninguna persona que valore la venida de Cristo consideraría sin importancia alguna señal que Jesús haya efectuado, sobre todo si era algo (según el contexto) relacionado con las apariciones durante su resurrección. Juan no dice que no eran importantes, simplemente dice que no están escritas en este rollo. Resulta obvio, por lo tanto, que habían otros rollos circulando en la época de Juan sobre la vida de Jesús. ¿Cuáles podían ser?
Para la mayoría de los creyentes estos otros rollos podrían ser el llamado evangelio de Mateo, Marcos y Lucas. Sin embargo, está claro que esto no es algo que se sustente como lo único escrito sobre la vida de Jesús. ¿Por qué?
Analicemos la realidad evidente sobre ésta cuestión. Como es bien sabido por todos los creyentes, los testigos privilegiados de la vida pública de Jesús fueron los apóstoles, doce hombres que fueron aprobados por el propio Jesús para seguirle durante sus tres años y medio de ministerio conocido y narrado en los Evangelios. Estos hombres vivieron estrechamente con Jesús, acompañándolo en sus giras de predicación, y sin lugar a dudas, tuvieron conversaciones íntimas y edificantes con su guía y Maestro. Curiosamente solo 2 de estos 12 hombres escribieron algo sobre Jesús atribuido a ellos: Estos fueron Mateo y Juan. Además sus escritos están separados por varías décadas. Es así como comúnmente se atribuye la redacción de Mateo en el 41 D.C, y el Evangelio de Juan en 98 D.C. De ésta forma (según el conocimiento que se nos ha hecho creer), las primeras Iglesias o Congregaciones Cristianas dispondrían durante muchas décadas de 1 solo Evangelio escrito por un solo apóstol que convivió y conoció personalmente a Jesús. ¿Qué sucedió con los otros apóstoles? ¿Mostraron acaso un escasísimo interés –o más bien negligencia grave- en velar por que su valioso e irrepetible testimonio personal quedara plasmado sobre documentos que recordaran por siempre al mundo aquello que fue y ya no volverá a ser hasta el fin de los tiempos?
Ciertamente pienso que no. Los apóstoles que vivieron y conocieron a Jesús sin lugar a dudas deben haber escrito más que algún recuerdo. Sin duda, o se nos han ocultado, o se perdieron definitivamente en el tiempo. No obstante, hay pruebas de que lo primero sucedió realmente. Resulta extraño y sospechoso que Marcos y Lucas hubieran sido los únicos que, a parte de Mateo y Juan, se dedicaran a escribir sobre un hombre que no conocieron realmente. Marcos quizás conoció al Maestro, y el era un muchacho en esos años.
Este aparente silencio de los otros apóstoles se podría asemejar a como una docena de historiadores o periodistas (que propagadores como ellos eran los apóstoles o enviados), presentes en los momentos de producirse el mayor prodigio de la historia humana, hubiesen enmudecido totalmente y el hecho no se hubiese plasmado documentalmente ni dado a conocer hasta cuarenta años después y sólo gracias a los escritos deslavados de un par de ayudantes de dos de esos supuestos testigos privilegiados.
¿Sabía usted que la mayoría de los Evangelios contienen escasas conversaciones íntimas de Jesús con sus apóstoles? ¿Temas que hubieran sido claves en clarificar las posteriores confusiones que surgieron con los siglos e interpretaciones sobre las doctrinas de Jesús en temas como el Reino de Dios o la verdadera naturaleza de la salvación entre muchas cosas?
Analicemos pues, los evangelios existentes en las Biblias actuales:
El evangelio de Según Mateo. Aunque hay dudas del año en que se redactó este Evangelio, según las notas que aparecen al final de algunos manuscritos (todos posteriores al siglo X D.C.) dicen que fue escrito en el año 41 D.C. Mateo sí fue un apóstol que conoció a Jesús. No obstante, aunque el Evangelio que se atribuye a Mateo no menciona que él sea el escritor. En realidad, investigaciones recientes basadas en documentos y pruebas internas de los propios libros han demostrado lo siguiente:
El llamado evangelio según Mateo es el relato de la vida del Maestro, escrito para la edificación de los cristianos judíos. El autor de este documento trata de mostrar constantemente en la vida de Jesús, que muchas de las cosas que hizo fueron "para que se cumplieran las palabras del profeta." El evangelio de Mateo presenta a Jesús como un hijo de David, y lo describe como mostrando un gran respeto por la ley y los profetas.
El apóstol Mateo no escribió personalmente este evangelio que conocemos hoy en día y que ha llegado a nuestras manos. Fue escrito por Isador, uno de sus discípulos, que para facilitar su trabajo disponía no solamente de los recuerdos personales que tenía Mateo de aquellos acontecimientos, sino también de ciertas notas sobre las aserciones de Jesús, que Mateo había redactado inmediatamente después de la muerte de Jesús. Las notas originales de Mateo estaban escritas en arameo. El escrito original de Mateo fue editado y ampliado en el año 40, poco antes de que Mateo dejara Jerusalén para emprender la predicación del evangelio en otras partes. Se trataba de un documento privado, y la última copia fue destruida en el incendio de un monasterio sirio en el año 416.
Mucho después que Mateo dejará Jerusalén, Isador escribió en griego. No había intención de engaño al atribuir el trabajo a Mateo. En aquellos tiempos, los discípulos tenían la costumbre de honrar así a sus maestros. Isador huyó de Jerusalén en el año 70, después del bloqueo de la ciudad por los ejércitos de Tito, y se llevó a Pella una copia de las notas de Mateo. En el año 71, mientras vivía en Pella, Isador escribió el evangelio según Mateo. También poseía las cuatro primeras quintas partes del relato de Marcos. Definitivamente Isador escribió este evangelio modificando las notas de la versión original y privada de Mateo, añadiendo y repitiendo hechos que ya habían sido narrados en el evangelio de Marcos que ya circulaba. Es debido a todo esto que los expertos han coincidido en que su escritura tuvo que haber sido entre 70-80 d.c. Este sería más o menos el evangelio de Mateo que se parece al que tenemos hoy.
El evangelio de Según Marcos. Marcos no fue apóstol ni fue compañero íntimo de Jesús, aunque probablemente sí lo conoció, pero era un muchacho. Todos los investigadores concuerdan en que, debido a este factor, no pudo asimilar ni recordar todas las enseñanzas y ministerio de Jesús; para ello tuvo que recurrir al testimonio de otros, como Pedro, para escribir su relato. Según la tradición más antigua de Papías, Orígenes y Tertuliano, confirman a Pedro como informante de Marcos, con quien estuvo en estrecha asociación. ¿No lo llamó Pedro “mi hijo”? (1 Ped. 5:13.)
Juan Marcos escribió la primera, la más breve y la más simple historia de la vida de Jesús. Presentó al Maestro como un ministro, como un hombre entre los hombres.
Aunque Marcos era un muchacho que presenció muchos de los hechos que describe, su relato es en realidad el evangelio según Simón Pedro. Marcos estuvo asociado primero con Pedro, y más tarde con Pablo. Escribió esta historia a instigación de Pedro y ante la demanda insistente de la iglesia de Roma. Sabiendo con qué persistencia el Maestro se había negado a escribir sus enseñanzas mientras estuvo como mortal en la tierra, Marcos, como los apóstoles y otros discípulos importantes, no se decidía a ponerlos por escrito. Pero Pedro tenía el sentimiento de que la iglesia de Roma necesitaba la ayuda de esta narración escrita, y Marcos accedió a emprender su preparación. Tomó muchas notas antes de que Pedro muriera en el año 67. De acuerdo con el esquema aprobado por Pedro, empezó la narración para la iglesia de Roma poco después de la muerte de Pedro. El evangelio fue terminado hacia finales del año 68. Marcos lo escribió íntegramente de memoria y basándose en los recuerdos de Pedro.
Este documento ha sido modificado considerablemente desde entonces; muchos pasajes han sido eliminados y se han efectuado adiciones posteriores para reemplazar la última quinta parte del evangelio original, que se perdió del primer manuscrito antes de que fuera copiada. El documento de Marcos, junto con las notas de Andrés y de Mateo, fue la base escrita para todos los relatos evangélicos posteriores que trataron de describir la vida y las enseñanzas de Jesús.
La gran importancia histórica de este Evangelio radica en el hecho de ser uno de los cercanos a los originales más antiguos –de los llamados canónicos- de cuantos refieren la vida y obras de Jesús, aunque nunca debe olvidarse que su final fue cortado después de Marcos 16: 8 (se ignora cuánto texto falta y cuál era su contenido) y un copista posterior añadió el fragmento que relata la aparición de Jesús a María Magdalena y a los discípulos y el llamado “fin del Evangelio” (Marcos 16: 9-20). Estos versículos extras aparecen en algunas Biblias modernas que usted puede consultar en dónde se muestran estos manuscritos añadidos. Evidentemente este añadido parece basarse en datos que figuran en Mateo y en Hechos de los apóstoles. Como vemos, esta es una mutilación grave que se nota en uno de los evangelios. Evidentemente hay otras con añadidos que están bien entremezclados.
El evangelio de Según Lucas. Lucas no fue apóstol ni conoció a Jesús. Lucas escribe, al igual que Juan Marcos, de oídas de otros, componiendo su texto también a partir de pasajes que copia de otros documentos anteriores, de diversas procedencias, y de lo que le escucha a Pablo, que no sólo no fue discípulo original de Jesús y que no le conoció, sino que en esos tiempos era un fanático perseguidor del Cristianismo hasta un par de años después de la muerte de Jesús.
Curiosamente este evangelio de Lucas debería llamarse La Primera a Teófilo (Hechos o Actos de los Apóstoles sería la Segunda Carta), ya que es claramente una epístola destinada a ayudar a un gentil sobre quién era este Jesús de quién tanto se hablaba. En este relato a Teófilo nos damos cuenta de algo que el mismo Lucas nos confirma, en el sentido de que muchos , a parte de él, estaban escribiendo sobre Jesús de Nazaret, ya sea en forma de cartas como aquella, como evangelios a mucha gente o recuerdos personales tal como lo eran las notas originales de Mateo y Andrés...Lucas 1: 1-4 dice:
Puesto que muchos han emprendido la recopilación de una declaración de los hechos que entre nosotros están plenamente acreditados, 2 así como nos los entregaron los que desde [el] principio llegaron a ser testigos oculares y servidores del mensaje, 3 yo también, porque he investigado todas las cosas desde el comienzo con exactitud, resolví escribírtelas en orden lógico, excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas plenamente la certeza de las cosas que se te han enseñado oralmente.
¿Quiénes eran esos muchos que escribían sobre Jesús? Bueno, descartamos a Juan, quién escribió en su vejez en el año 98 D.C, ya que Lucas escribió estas palabras entre 56 al 58. Descartamos a Mateo, ya que el escrito privado de Mateo se conservó como tal hasta la década del 70, cuando aparecería públicamente como el nuevo evangelio de Mateo, redactado esta vez por Isador. Marcos igualmente sería compuesto por la década del 60.
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¿Cuáles y dónde estaban entonces los escritos de esos muchos que escribían también sobre Cristo? Y aunque Lucas podría haber sido escrito en una fecha más tardía, aun nos quedaríamos con otros dos evangelios. Solo 2 de los muchos otros escritos que dice Lucas que habían.
Lucas, el médico de Antioquía en Pisidia, era un gentil convertido por Pablo, y escribió una historia muy distinta de la vida del Maestro. En el año 47 empezó a seguir a Pablo y a instruirse sobre la vida y las enseñanzas de Jesús. Lucas conserva en su relato mucho de la "gracia del Señor Jesucristo", ya que recogió estos hechos de Pablo y de otras personas.
Lucas presenta al Maestro como el "amigo de los publicanos y de los pecadores". Sólo después de la muerte de Pablo reunió sus numerosas notas en forma de escrito. Aunque también es probable que Lucas haya escrito más tarde de lo que se cree o haya terminado de escribir su evangelio más tarde (61-63 según algunos, o en el año 82 en Acaya), tenía en proyecto tres libros sobre la historia de Cristo y del cristianismo, pero murió en el año 90, cuando estaba a punto de terminar la segunda de estas obras, los "Hechos de los Apóstoles". Lucas o Lucano había empezado este relato (dirigido también a Teófilo) probablemente en la década del 60, escribiendo sobre los Actos o Hechos de los apóstoles, siguiendo las acciones de estos por años, aunque al final el segundo documento (Hechos actualmente sería un libro compuesto por 2 en 1) quedaría inconcluso al final debido a su muerte en 90.
Como material para compilar su evangelio, Lucas se basó principalmente en la historia de la vida de Jesús que Pablo le había contado. Por lo tanto, el evangelio de Lucas es, en algunos aspectos, es el evangelio según Pablo. Pero Lucas tenía otras fuentes de información. No solamente entrevistó a decenas de testigos oculares de los numerosos episodios de la vida de Jesús que relata, sino que, al final de su vida, poseía también una copia del evangelio de Marcos (es decir las cuatro primeras quintas partes del libro), la narración de Isador y un breve texto escrito en el año 78 en Antioquía por un creyente llamado Cedes. Lucas poseía también una copia mutilada y muy modificada de unas notas que se atribuían al apóstol Andrés.
El evangelio de Según Juan. El evangelio según Juan relata una gran parte de la obra que Jesús realizó en Judea y alrededor de Jerusalén, que no se menciona en los otros relatos. Éste es el llamado evangelio según Juan el hijo de Zebedeo, y aunque Juan no lo escribió de puño y letra, sí lo inspiró. Desde que se escribió por primera vez, ha sido corregido muchas veces para dar la impresión de que fue escrito por el mismo Juan. En el momento de componer esa narración, Juan tenía los otros evangelios y observó que muchas cosas se habían omitido; por este motivo, entre el año 98-101 animó a su asociado Natán, un judío griego de Cesarea, para que emprendiera su redacción. Juan proporcionó el material de memoria y basándose en los tres escritos ya existentes conocidos por nosotros. Él mismo no tenía nada escrito sobre el tema. De esta forma dictó a Natán y le dejó la redacción. La epístola que se conoce como "La primera de Juan", fue escrita por el mismo Juan como carta de presentación del trabajo que Natán había realizado bajo su dirección.
Es extraño que Juan decidiera dictar sus memorias sobre Jesús cuando todos los demás apóstoles y testigos oculares de Jesús habían muerto. Incluso Pablo ya había sido ejecutado hace tiempo. Muchos han llegado a la conclusión de que este Evangelio (el más cercano a la filosofía y mensaje de Jesús) fue una confesión final de un hombre que conocía la verdad y que antes de morir quiso contar la verdad sobre Jesús, y que él había callado. Como prueba de esto, el evangelio de Juan proporciona ¡un 92% de información nueva que no se considera en los otros evangelios! En este evangelio se relatan conversaciones claves e íntimas de Jesús con algunas personas como Nicodemo, la Samaritana, y su despedida final dirigida a los apóstoles que de manera inédita se demora ¡ cinco capítulos! Conversaciones que son sinceras y reveladoras, y que permiten comprender de manera más cercana la esencia de la religión que el Maestro predicaba a la multitud. Ciertamente las primeras congregaciones o iglesias de las décadas anteriores no conocían estos detalles sobresalientes que Juan antes morir decide contar. Ni siquiera Pablo sabía sobre aquellas cosas. Obviamente, por supuesto, hablamos en el difícil supuesto de que no habrían otros evangelios aparte de Mateo, Marcos y Lucas; aunque estos datos sobre Juan nos dejan obviamente pensando.
No obstante, debemos reconocer que los evangelios actuales son obras maravillosas que han cambiado al mundo. Todos estos autores presentaron honestas descripciones de Jesús tal como ellos lo habían visto, lo recordaban o se habían informado sobre él, y en la medida en que sus conceptos de aquellos acontecimientos lejanos fueron influenciados por su adhesión posterior a la teología cristiana de Pablo fueron cambiados algunos puntos que hoy se han considerado importantes para los intereses de las Iglesias u Organizaciones religiosas. No obstante estos documentos han sido suficientes para cambiar el curso de la historia de la Humanidad durante cerca de dos mil años. Sin duda la Propia imagen de Jesús de Nazaret es poderosa. Gandhi y otros hombres han hablado acerca de la belleza y lo práctico que sería que la humanidad prestara atención a las enseñanzas de Jesús. Sin embargo, el mundo actual sigue divido en miles de confesiones, cada cual pretende interpretar algunos puntos de las enseñanzas de Jesús. Esto ha provocado divisiones y disputas por la supuesta posesión de la verdad, con la consiguiente exclusión de otros. Cabe preguntarse: ¿Quiso Jesús fundar una Iglesia cerrada que se dividiría en miles de confesiones? Todos estos puntos hacen pensar en ciertas imperfecciones o detalles en los escritos (o manipulación exegética de éstos) y además que no se ha mostrado toda la Verdad debido a los intereses de muchos.
El hecho de que hay censuras y partes retiradas que no aparecen en la Biblia actual lo demuestran detalles que se les escaparon a los censuradores que muestran que hay más escritos inspirados de los que creemos. La misma Biblia testifica de manera interna que hay más libros. En las Escrituras Griegas Cristianas aparecen casos notables:
“15 Den mis saludos a los hermanos [que están] en Laodicea, y a Ninfa y a la congregación [que se reúne] en su casa. 16 Y cuando esta carta haya sido leída entre ustedes, hagan arreglos para que también se lea en la congregación de los laodicenses, y para que ustedes también lean la de Laodicea. (Colosenses 4:14-16).
¿Dónde esta la carta a los Laodicenses? Al parecer desapareció misteriosamente. Y era una carta con contenido diferente a la de a los Colosenses. Razón por la cuál Pablo les recomienda el intercambio de cartas. Este es un ejemplo gigante de que hay más cartas, evangelios y otros libros desaparecidos. Las explicaciones para salvar estas cuestiones son inverosímiles y carentes de fundamento ante la obviedad de la situación.
Otro caso interesante aparece en Judas 14-15: “14 Sí, también profetizó respecto de ellos Enoc, el séptimo [en línea] desde Adán, cuando dijo: “¡Miren! Jehová vino con sus santas miríadas, 15 para ejecutar juicio contra todos, y para probar la culpabilidad de todos los impíos respecto a todos sus hechos impíos que hicieron impíamente, y respecto de todas las cosas ofensivas que pecadores impíos hablaron contra él”.
Es costumbre en los escritores de las Escrituras Griegas Cristianas citar de otros libros de las escrituras hebreas más antiguas, como Isaías, Salmos, etc. Eran libros que ellos consideraban claramente inspirados que apoyaban sus cartas y evangelios. Es obvio que Judas cita de un libro, que evidentemente no es el Génesis, ya que en éste no aparece aquella frase de Enoc, el séptimo desde Adán. ¿De que libro cita Judas? De un escrito que evidentemente fue sacado del compendio llamado Biblia. Probablemente de libro de Enoc (Enoc 1:9), un libro mal llamado apócrifo que contiene fragmentos de mensajes que pronunció Enoc.
Pablo igual conocía escritos que hoy desconocemos y que nos daban detalles como el nombre de los sacerdotes que se opusieron a Moisés, detalle que no aparece en el Exodo (2 Timoteo 3:8). Pero las sorpresas en el Antiguo Testamento continúan. En las escrituras Hebreas aparecen estas referencias:
El libro de las Guerras de Jehová. Citado por Moisés en Números 21:14, 15. Pudo haberse tratado de un registro o historia fidedigna de las guerras del pueblo de Jehová, cuya crónica probablemente hablara entre muchas cosas de la triunfante guerra de Abrahán contra los cuatro reyes aliados que capturaron a Lot y su familia. (Gé 14:1-16). La lógica indica que era un escrito considerado inspirado, ya que obviamente se le incluye como algo digno de ser incluido en el relato sagrado de Números.
El libro de Jasar. Se cita en Josué 10:12, 13, cuando Josué pide que el Sol y la Luna se detengan durante su lucha contra los amorreos, y en 2 Samuel 1:18-27, donde se registra un poema llamado “El arco”, que era una endecha sobre Saúl y Jonatán. Por lo tanto, se cree que se trataba de una colección de poemas, cánticos y otros escritos, que debieron ser de considerable interés histórico y que recibieron amplia circulación en el mundo hebreo. Algo que indica que era un libro considerado inspirado está en el mismo Josué 10: 13 cuando después de describir el fenómeno de la paralización del Sol y la Luna, el relato pregunta: “¿No está escrito en el libro de Jasar? Y el Sol se quedó parado en medio de los cielos y no se apresuró a ponerse por más o menos un día entero”. Esto indica que lo sucedido en los días de Josué era también una profecía cantada acerca del acto que Jehová realizaría. El indicativo profético relacionado con este acto relacionado con Jehová, muestra claramente que era un libro inspirado, y que sus porciones eran citadas por otros escritores, al igual que los Salmos, y otros profetas más conocidos.
Otros escritos históricos. En los libros de los Reyes y de las Crónicas se mencionan otros escritos históricos: “el libro de los asuntos de los días de los reyes de Israel” (1Re 14:19; 2Re 15:31) y “el libro de los asuntos de los tiempos de los reyes de Judá”, al que se hace referencia unas quince veces y que trata sobre los reyes del reino meridional a partir de Rehoboam, el hijo de Salomón. (1Re 14:29; 2Re 24:5.) En 1 Reyes 11:41 se menciona otro registro de la gobernación de Salomón: “el libro de los asuntos de Salomón”. Es probable que este libro no sean los Proverbios o Eclesiastés, aunque podían contener porciones de éstos.
Cuando Esdras compiló y escribió los libros de las Crónicas después del cautiverio, hizo referencia por lo menos catorce veces a otras fuentes, como: el “Libro de los Reyes de Israel”, la “relación de los asuntos de los días del rey David” y el “Libro de los Reyes de Judá y de Israel”. (1Cr 9:1; 27:24; 2Cr 16:11; 20:34; 24:27; 27:7; 33:18.) Es lógico que parte de estos relatos se narren también en los escritos llamados posteriormente el libro de los Reyes (primero, segundo etc.). También se mencionan libros de escritores inspirados anteriores (1Cr 29:29; 2Cr 26:22; 32:32) y registros escritos de otros profetas de Jehová que no están en las Santas Escrituras inspiradas. (2Cr 9:29; 12:15; 13:22.) Nehemías, por su parte, se remitió al “libro de los asuntos de los tiempos”. (Ne 12:23.)
Entre los libros desconocidos de algunos profetas de Jehová se encuentran: Las crónicas de Samuel el vidente (1 Cr 29:29) que no son los libros 1 y 2 Samuel, el libro del profeta Natán (2 Cro 9:29), el profeta Semaya (2 Cro 12:15), el libro del profeta Iddo (2 Cro 13:22), las palabras de Jehú (2 Cro 20:34), etc. También en epístolas como en la Primera (?) a los Corintios 5:9 se indica que por lo menos hubo una carta anterior que desconocemos. Todo lo anterior indica que existieron más escritos que hoy no tenemos.
Pero, ¿a qué se debe esta fuga de libros? Una de las razones es que debido al paso de los siglos muchos desaparecieron, y otros fueron absorbidos por otros (algunas porciones), y otros tantos sufrieron la censura cuando se seleccionaron los distintos Cannon. Pero, algunos dirán: Pero Dios no permitiría algo así, el que su Palabra fuera velada. Sin embargo, el asunto estaría mal enfocado si lo analizáramos así. Los hechos anteriores muestran que muchos escritos fueron relegados por razones de importancia social para cada época. La misma Biblia por muchos siglos durante la Edad Media estuvo ocultada para gran parte de la humanidad (muchos hombres nunca supieron de ella), y entonces podríamos habernos preguntado, por que lo permitió Dios. El punto es que Dios, en su conjunto, si ha preservado lo esencial para cada época. Hoy, al entrar en una nueva era, comprendemos que las revelaciones parciales e incompletas necesitan ampliarse con “nuevos rollos” de luz espiritual. El error está en suponer que toda la Verdad está revelada de manera dogmática. El Creador ha delegado en sus criaturas muchas responsabilidades, y el hombre ha debido administrarlas. Eso sí, se le pedirá cuentas por lo que haya hecho, sobre todo a las Instituciones milenarias que han ocultado la Verdad.
Debemos tener claro que en la Biblia está la Palabra de Dios, pero tal vez no toda su Palabra, ya que la Biblia es en realidad un compendio de varios libros inspirados, pero quienes realizaron aquel compendio y selección final obviamente no estaban inspirados (a diferencia de los escritores de los libros bíblicos internos) tal como lo reconocería cualquier religioso actual. Aquí se ve una sutil distinción entre la mano divina y la mano del hombre que se atrevió a seleccionar esto o aquello. Esto es algo semejante a lo que el hombre ha hecho con la Creación de la naturaleza. Dios la ha entregado, pero el hombre ha intervenido seleccionando (e incluso interviniendo) esto o aquello considerándolo mejor.
De hecho, la Iglesia Católica Romana decretó los libros que debían formar parte del canon bíblico en el Concilio de Cartago (397 E.C.), donde se formuló un catálogo de libros, lo cual fue mucho después del tiempo en que supuestamente había cesado la inspiración divina en el año 99 (apóstol Juan como último escritor). Se habla y se reconoce el testimonio de catalogadores posteriores no inspirados como valioso solamente al reconocimiento del canon bíblico. Aún si tuviéramos que encontrar una fecha más cercana a los apóstoles en relación a la creación de un compendio final o biblioteca llamada Biblia, solo llegaríamos al siglo II (fragmento Muratoriano), época en que el cristianismo verdadero ya había desaparecido como conjunto de la faz de la Tierra. Antes del fin del siglo II se aceptan los Evangelios, Hechos y 12 cartas del apóstol Pablo. Solo de algunos de los escritos más pequeños se dudaba en ciertas zonas. Esto probablemente se debía a que por una razón u otra aquellos escritos no habían circulado mucho al principio, por lo cual les tomó más tiempo ser aceptados como canónicos e incluirlos en la Biblia final.
Pero ¿por qué no hallamos listas exactas antes del siglo II como el Fragmento Muratoriano? El hecho, de que no haya un compendio definido antes del siglo II, indica que había varios libros en circulación, no existiendo un catálogo final. A medida que la Iglesia fue adquiriendo más poder, resolvió lo que era malsano y prematuro revelar a las masas, y así fueron desapareciendo varios libros, crónicas y epístolas.
Incluso críticos como Marción, de a mediados del siglo II E.C., recién mencionaban la cuestión de qué libros debían aceptar los cristianos. Marción construyó su propio canon para que cuadrara con sus doctrinas: tomó solo algunas cartas del apóstol Pablo y una forma “corregida” del Evangelio de Lucas. Esto, junto con la masa de literatura llamada “apócrifa” que para entonces se esparcía por todo el mundo, fue lo que llevó a las declaraciones que hicieron unos catalogadores en cuanto a los libros que aceptaban como canónicos.
También antes del 397, en el año 325, en el Concilio de Nicea (ratificado en el Concilio de Laodicea en 363), se seleccionaron definitivamente los conocidos 4 evangelios canónicos. Estos cuatro fueron seleccionados como lo mejores de alrededor de ¡sesenta evangelios diferentes! Los textos no escogidos fueron rechazados por la Iglesia como apócrifos y condenados al olvido. Buena parte de los apócrifos, incluso, eran más antiguos que los textos canónicos, y entre los rechazados había escritos atribuidos a apóstoles y figuras tan importantes como Tomás, Pedro, Andrés, Tadeo, Bartolomé, Matatías, Nicodemo, Santiago..., y textos tan influyentes en su época como el Evangelio de los Doce Apóstoles.