El progreso es ley de la Naturaleza. A esa ley todos los seres de la Creación, animados e inanimados, están sometidos por la bondad de Dios, que quiere que todo se engrandezca y prospere. Cada ser viviente y elemento de la creación siempre tiende a crecer. El destino de una semilla es transformarse en un glorioso árbol. Expansión, crecimiento, realización y prosperidad son inherentes. El destino de un bebé es crecer y lograr ser un ser humano integral.
Así mismo la fuerza natural de las civilizaciones es avanzar. Por eso, hay distintas épocas de avance mental colectivo. Lo observamos al visualizar el progreso constante de la humanidad, sus transformaciones y cambios hacia adelante.
Desde el instante en que se aglomeraron los primeros átomos destinados y constituidos, han estado recorriendo una escala incesante progresiva destinada a favorecer a sus habitantes (partículas subatómicas) a una morada cada vez más agradable, a la medida que ellos mismos avanzan en la senda del progreso. Marchan así, paralelamente, el progreso del hombre, de los animales, sus auxiliares de los vegetales y de la morada, por cuanto nada en la Naturaleza permanece estacionario. La Tierra misma está en progreso eterno. El (el planeta Tierra) ha llegado a uno de sus periodos de transformación más dramática, en que, de orbe expiatorio, se mudara a un planeta de regeneración, donde los hombres serán dichosos, porque en el imperara la ley de Dios.
La vida eterna es una frase que se utiliza en las Escrituras para definir la calidad de vida que tiene nuestro Padre Celestial y que él otorga a su prole. La gloria y obra de Abba es llevar a cabo la vida eterna del hombre. Pero la Vida Eterna no es de ninguna manera un estado estático privado del progreso eterno.
Dios trabaja de acuerdo con las leyes naturales, en lugar de trascender sobre ellas. Muy relacionado con estos principios es la “ley de la progresión eterna”, es decir, que la vida mortal o la vida presente es solo un interludio entre un estado de preparación pre-mortal y una existencia eterna después de la existencia mortal, donde los justos avanzaran en el conocimiento y gloria sin límite. Cualquiera sea el principio de inteligencia alcanzada en esta vida, esta se levantara con nosotros en la resurrección y a mayor conocimiento e inteligencia ganada a través de la diligencia y la obediencia, mayor será la ventaja en el mundo por venir.
Todo hijo tiene una parte del padre. ‘Porque también somos linaje de él’” (Hech. 17:28) explicó Pablo. Nosotros somos Hijos magníficos de Dios, y eso nos convierte en dioses. En el viaje de la eternidad tenemos que aprender por nosotros mismos a hacernos dioses para ser reyes y sacerdotes para Dios, así mismo como todos los dioses han hecho – al pasar de una pequeña capacidad a una gran capacidad, desde un pequeño pequeño grado a otro, de gracia en gracia, hasta la resurrección de los muertos, de exaltación a exaltación… La Inteligencia es eterna y existe como un principio auto-existente. Es un espíritu de edad en edad. En el principio el hombre es auto existente con Dios. Todas las mentes y los espíritus que Dios envió como fracciones al mundo son susceptibles a ampliación y mejora. La relación que tenemos con Dios nos coloca en una situación para avanzar en conocimiento y fusión progresiva con la fuente.
El “primer gran principio”, la “principal verdad de todas las acciones” es el “principio de la mejora.”. Siempre tenemos que progresar y crecer. Nosotros tenemos el principio dentro de nosotros y lo tiene todo lo que esta en la tierra, para aumentar y seguir aumentando, para ampliar y recibir y atesorar la verdad, hasta que llegamos a ser perfectos.
La humanidad (la especie) que nacerá en la Tierra tendrá la oportunidad de pasar de un grado de gloria a otro, sin fin, porque no hay fin en la eternidad. La Tierra, firmemente establecida, seguirá trasformándose, será regenerada y avanzará por distintos niveles de gloria y cambio en sus átomos.