Los Documentos declaran que la gran Buena Nueva de Jesús es que todos los hombres son Hijos de Dios. Sin embargo, con el tiempo algunas confusiones del concepto han generado ciertas ideas imprecisas.
Aunque todos los seres humanos son Hijos de Dios, no todos lo saben desde el punto de vista experencial. Por esa razón, Jesús animó a "nacer otra vez" para descubrirlo. Esto creó la confusión en algunos que solo los que "nacían otra vez" eran Hijos de Dios. Sin embargo, debemos entender que eso equivale al descubrimiento de la filiación total con Dios al entregarse en sus manos.
Pablo aludió a algo similar cuando habló de la "adopción". Esta expresión significa "colocación como hijo" y el contexto aludía a un hijo que descubría que era hijo de un amo. No tiene que ver con el concepto actual de adopción.
Ahora bien, cuando las personas descubren su filiación con el Padre llegan a ser Hijos de Dios al darse cuenta mediante la Fe, que tienen un nexo con Dios. Ahora bien, quiénes desprecian su herencia celestial pueden perder su condición de Hijos de Dios, mediante el odio y la iniquidad, destruyendo el potencial de vida eterna en ellos, al perder el Espíritu de Dios (Ajustador) que les habita. Es a estas personas cuando Juan se refiere como "hijos de diablo" que odian a sus hermanos humanos. Sin embargo, el Espíritu de Dios existe en la gran mayoría de los humanos, porque todos en grados diversos pueden producir una medida del fruto del Espíritu. De lo contrario, el Amor, la Paciencia o la Bondad solo serían cualidades exclusivas de un grupo selecto.
Ahora debo insistir en lo de experimentar a Dios. Conceptualmente algunas Iglesias hoy usan la frase "Hijos de Dios" para hablar a sus fieles. Sin embargo, para vivir en toda su dimensión esta realidad, la persona debe experimentar al Padre que le habita y dirige en su interior. Debe sentir a Dios. Cuando caemos en la cuenta de que estamos asociados con Dios y que El nos habita, todo comienza a cambiar. Comenzamos a ser guiados por El. Nuestra mente comienza ser ajustada de forma más consciente. Esta nueva realidad comprende que vivencialmente experimentamos la Paternidad de Dios y lo descubrimos en plenitud real. Solo un hijo al ser acariciado y abrazado por su Padre se siente hijo de ese Padre. Lo mismo ocurre cuando sentimos al Padre en nuestro ser. Con la Fe ahora ejercemos esa confianza en que Dios está con nosotros.
Esta realidad traída por Jesús puede cambiar nuestra vida y transformar el mundo entero, ya que constituye el verdadero dominio o Reino de Dios obrando mediante sus Hijos.
Ser Hijos de Dios implica que tenemos potencialidades y capacidades Divinas. Podemos mover montañas, y lograr cosas imposibles. Nos hacemos semejantes a Dios en nuestra área humana de acción. Y una sensación de fortaleza y seguridad nos hace transformarnos primero, para luego iniciar el contagio transformador del mundo.
Cuando los Hijos de Dios conscientes de su estado se multipliquen como la levadura del Reino, iniciarán la transformación planetaria y el Paraíso terrestre será anclado definitivamente en la Tierra.