Lo anterior me ha recordado que ésto podría tratarse de un fenómeno asociado a los planetas arquitectónicos (los cuales son tan grandes como una estrella o el mismo Júpiter). Si éstos en sus órbitas se interponen entre la estrella y el ángulo de observación de los astrónomos terrestres, podrían causar la sensación de que la estrella se "apaga" y "enciende" de un día para otro. Notemos la descripción de Jerusem:
46:1.8 (520.4) Jerusem recibe luz débil de varios soles cercanos —semejante a una luz estelar brillante— pero no depende de ellos; pues los mundos como Jerusem no están sujetos a las vicisitudes de los disturbios solares, ni se enfrentan con el problema de un sol en enfriamiento o moribundo.
Esto implica que Jerusem podría interponerse entre esos soles según el ángulo de observación. Ahora bien, no olvidemos que los mundos moronciales son cuerpos que no reflejan la luz de las estrellas, su iluminación es interna:
46:1.5 (520.1) Por lo tanto se podrá reconocer que
dichos mundos sede central no son luminosos en el espacio; si Jerusem estuviese
muy cerca de Urantia, no sería visible.
La única condición que tendría que tener el planeta arquitectónico moroncial (que oculte por algunos días orbitalmente a su estrella) es que fuera más grande que la estrella, lo cual es posible. En el siguiente vídeo se observan las escalas de algunos mundos arquitectónicos y se les compara con nuestro sol: