99:1.3
(1086.6) La misión principal de la religión como influencia social consiste en
estabilizar los ideales de la humanidad durante estos tiempos peligrosos de
transición de una fase de la civilización a otra, de un nivel de cultura a otro.
La religión de la cristiandad no ha logrado impregnar ideales altruistas en muchos líderes humanos. Por esa razón, podemos esperar un periodo de gran tribulación sobre la Humanidad.
99:1.4
(1087.1) La religión no tiene nuevos deberes que cumplir, pero es urgentemente
llamada a funcionar como guía sabia y consejero experto en todas estas
situaciones nuevas y rápidamente cambiantes de la humanidad. La sociedad se
está volviendo más mecánica, más compacta, más compleja y más críticamente
interdependiente. La religión debe funcionar para evitar que estas nuevas
interasociaciones íntimas se tornen mutuamente retrogresivas o aun
destructivas. La religión ha de actuar como la sal cósmica que previene la
destrucción del sabor cultural de la civilización por los fermentos del
progreso.
¿Que podemos enfrentar en el futuro cercano?
Si se repite el patrón cíclico de una epidemia - escasez de alimento - guerras, el panorama vendrá como "efecto dominó".
Tras la gripe española de la segunda década del siglo XX sobrevino la gran depresión económica mundial. Eso colocó las bases para un auge del nacionalismo y la posterior II Guerra Mundial. La cadena es la misma:
1 Epidemias
2 Hambres (crisis económica)
3 Guerras
Hoy, debido al tipo de interconexión global, éste "efecto dominó" puede ser más rápido que el que ocurrió en el siglo XX.
Ya se está observando que ésta gran pandemia traerá una gran crisis económica y alimentaria mundial. Esta crisis obligará a las naciones a ser más autosuficientes, y podría provocar un problema en la misma existencia de las Ligas Internacionales como la Unión Europea y hasta en la misma ONU. La tensión ya existente entre las potencias como China y EEUU era frenada porque las naciones estaban obligadas a comerciar. No obstante, la pandemia y la posterior crisis económica obligará a éstos países a ser más autónomos y nacionalistas, y ésto es la base para los inminentes conflictos mundiales.
134:5.10
(1489.1) Urantia no disfrutará de una paz duradera hasta que las llamadas
naciones soberanas no cedan inteligente y plenamente sus poderes soberanos en
las manos de la fraternidad de los hombres —el gobierno de la humanidad. El
internacionalismo — las ligas de las naciones— no puede asegurar la paz
permanente a la humanidad. Las confederaciones mundiales de las naciones podrán
prevenir eficazmente las guerras menores, y podrán controlar de forma aceptable
a las naciones más pequeñas, pero no pueden prevenir las guerras mundiales, ni
controlar a los tres, cuatro o cinco gobiernos más poderosos. En presencia de
un conflicto real, una de estas potencias mundiales se retirará de la Liga y
declarará guerra. Es imposible evitar que las naciones entren en guerra
mientras éstas estén infectadas con el virus engañoso de la soberanía nacional.
El internacionalismo es un paso en la dirección adecuada. Una policía
internacional podrá prevenir muchas guerras menores, pero no hará ningún efecto
en la prevención de las guerras mayores, los conflictos entre los grandes
gobiernos militares de la tierra.
134:5.17
(1490.3) Con el progreso científico, las guerras serán cada vez más
devastadoras, hasta volverse prácticamente un suicidio racial. ¿Cuántas guerras
mundiales habrán de librarse, cuántas ligas de naciones habrán de fracasar,
para que el hombre esté dispuesto a establecer el gobierno de la humanidad, y
empiece a disfrutar de las bendiciones de la paz permanente, y a recoger los
frutos de la tranquilidad de la buena voluntad entre sí mismos —la buena
voluntad mundial—?
La profecía sobre las guerras, hambres y epidemias (Lucas 21:10,11) es una realidad no porque Dios decrete estos asuntos, sino porque ciertos factores se encadenan unos a otros en un "efecto dominó" de alcance civilizatorio local o global.
Cuando el pueblo Judío sufrió la "gran tribulación judía" no fue porque Dios lo ordenara, sino porque la lógica de una serie de acontecimientos de conducta autodestructiva humana fueron colocando las bases para esa crisis nacional:
176:1.2
(1913.1) El Maestro se percataba de que el rechazo del concepto espiritual del
Mesías, la determinación de aferrarse con persistencia y ciegamente a la misión
material del libertador esperado, llevaría finalmente a los judíos a un
conflicto directo con los poderosos ejércitos romanos, y que esa lucha tan sólo
resultaría en la destrucción final y completa de la nación judía.
176:1.3
(1913.2) Puesto que Jerusalén sería la cuna del primitivo movimiento del
evangelio, Jesús no quería que los maestros y predicadores de éste perecieran
en la derrota terrible del pueblo judío en conexión con la destrucción de
Jerusalén; por eso él dio estas instrucciones a sus seguidores. Mucho le
preocupaba a Jesús que algunos de sus discípulos cayeran en las revueltas
venideras y perecieran en la caída de Jerusalén.
La profecía de Jesús sobre el fin de Jerusalén era enteramente cierta porque él pudo anticipar con la "visión profética" estos sucesos de crisis nacional, colapso de civilización y gran tribulación local. Hoy el Fin de la civilización, de un colapso de civilización y de gran tribulación global y mundial son enteramente posibles por los factores amplificados de un mundo globalizado.