Uno de los aspectos más profundos de los Documentos es el asunto del tiempo y el espacio. El Documento 118 explora ese asunto que sin duda será digerido y desmenuzado plenamente por las generaciones futuras. Sin embargo, podemos sacar algunas deducciones.
Parece que los universos espacio temporales son la contraparte del universo central y sin tiempo de Havona y la Isla Eterna del Paraíso. Ahora el proyecto de los Hijos Creadores es perfeccionar mediante la sucesión de eventos sus creaciones para llevarlos al nivel perfecto del universo central y atemporal.
Pero a la vez, a las criaturas aún en crecimiento, ésto nos trae dificultades que hemos de sobrellevar solo con la Fe. El tiempo parece ser un tirano implacable que extingue todo lo que amamos o es un amigo que nos recuerda que cada momento es único.
Jesús habló que la verdadera esclavitud a la que realmente trascendemos y de la que realmente nos liberamos es a la del tiempo, para eternizarnos al hacer la voluntad del Padre mediante la Fe. Así rompemos las cadenas de la aparente tiranía del tiempo. Ahora bien, una parte del Documento 118 dice:
118:1.2 (1295.2) La personalidad de la criatura mortal puede eternizarse mediante la autoidentificación con el espíritu morador a través de la técnica de elegir hacer la voluntad del Padre. Dicha consagración de la voluntad es equivalente a la realización de la eternidad-realidad de propósito. Esto significa que el propósito de la criatura se ha vuelto fijo en cuanto se refiere a la sucesión de los momentos; dicho de otra manera, que la sucesión de los momentos no presenciará ningún cambio en el propósito de la criatura. Un millón o mil millones de momentos no significan una diferencia. El número ha cesado de tener significado en cuanto al propósito de la criatura. Así, la elección de la criatura más la elección de Dios eventúan en las realidades eternas de la unión perdurable del espíritu de Dios y la naturaleza del hombre en el servicio eterno de los hijos de Dios y de su Padre del Paraíso.
El secreto de la vida eterna radica en esa suprema elección de "soltar" y confiar plenamente en el Dueño del Tiempo. Quizás ésto sea una labor ardua porque implica un salto de fe, una reconfiguración de nuestros esquemas mentales que intentan controlar todo. El tiempo pierde sus ataduras, su locura incesante y se vuelve un eterno presente. Hemos hallado una paz superlativa.
La gente vive pendiente del futuro. De la llegada de acontecimientos, del nuevo año, de sus vacaciones, de la vuelta a clases, de nuevamente el nuevo año, etc, etc. Siempre con la mente puesta en el futuro, con presión y angustia. Y así la vida se les va con ansiedades. El tiempo se vuelve un tirano por nuestra propia mente. Nosotros creamos el monstruo. Pero el secreto y algo que todos los Maestros espirituales han enseñado es que el tiempo es una ilusión. Solo vivimos una sucesión de ahoras, de un eterno presente en movimiento. Entregar nuestra vida y dirección de la misma a las manos del Padre, elegir vivir bajo su guía y desarrollar la intuición interna del contacto con el Ajustador, es lo que nos libera de esta locura, y puede darnos gran paz y poder interior para "trasladar montañas".