1 Corintios contiene ante todo un ataque general de Pablo contra la tendencia misma a formar facciones religiosas basadas en una posible adhesión a las personas que han impartido el bautismo cristiano y que por tanto pueden haber tenido ideas diferentes en puntos concretos de teología.
La idea central al principio de su carta es: ¿cómo puede habérseles ocurrido a los corintios formar partidos? Nadie puede ni debe gloriarse de formar un grupo especial dentro del cristianismo basándose en hombres. Según el Apóstol (3,5-9) es absurdo mostrar preferencias por unos misioneros del evangelio en detrimento de otros:
6 Yo planté, Apolo regó, pero era Dios quien hacía crecer; 7 por tanto, ni el que planta significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. 8 El que planta y el que riega hacen uno, aunque el salario que cobre cada cual dependerá de lo que haya trabajado. 9 Es decir, nosotros trabajamos juntos para Dios; labranza de Dios, edificio de Dios sois vosotros.
10 Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, pero otro levanta el edificio (3,5-9).
Por tanto, lo único que importa es Cristo Jesús: él es el que otorga el crecimiento en la fe. Obsérvese cómo la expresión “en Cristo” se repite nueve veces en los diez primeros versículos de la carta, lo que indica que Pablo insiste en Cristo como fundamento único en cuestiones de fe.
Aceptar diferencias entre mediadores humanos del Evangelio es, según Pablo, propio de gente poco formada, gente “carnal”, no “espiritual”
· 3,1: “Por mi parte, hermanos, no pude hablaros como a hombres de espíritu, sino como a gente débil, como a cris¬tianos en la infancia.”.
Todos los misioneros, Pablo, Pedro, Apolo o cualquier otro, son servidores de Cristo:
· 4,1: “Según esto, que se nos considere a nosotros servidores Cristo y encargados de anunciar los secretos de Dios,”) y sobre éste debe fundarse un único sentir (1,10).
Pablo vuelve a este tema en 3,5-16 + 4,1-13: estos dos pasajes tienen una idea principal: la fe es como una semilla de Dios; los misioneros pueden contribuir a plantarla o regarla, pero es Dios solo el que otorga el crecimiento.
· 4 A ver, cuando uno dice «yo estoy con Pablo» y otro «yo, con Apolo», ¿no sois como gente cualquiera? 5 En fin de cuentas, ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Auxiliares que os llevaron a la fe, cada uno con lo que le dio el Señor. 6Yo planté, Apolo regó, pero era Dios quien hacía crecer; 7 por tanto, ni el que planta significa nada ni el que riega tampoco; cuenta el que hace crecer, o sea, Dios. 8 El que planta y el que riega hacen uno, aunque el salario que co¬bre cada cual dependerá de lo que haya trabajado. 9 Es decir, nosotros trabajamos juntos para Dios; labranza de Dios, edificio de Dios sois vosotros (3,4-9).
· 11 Ahora, atención cada cual a cómo construye; porque un cimiento diferente del ya puesto, que es Jesús Mesías, nadie puede ponerlo (3,11)
· 16¿Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? 17 Si uno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él, porque el templo de Dios es santo y ese templo sois vosotros (3,16-17).
· 7 Vamos a ver, ¿quién te hace a ti superior?, y, en todo caso, ¿que tienes que no hayas recibido? Y si de hecho lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado? (4,7)
Por tanto, y como conclusión general, en opinión de Pablo es absurdo crear partidos o facciones dentro del cristianismo porque todo depende de Dios.
Una digresión:
Esta idea fundamental servirá de paso a Pablo para una digresión: defenderse de sus detractores (9,1-3):
1 ¿No soy libre?, ¿no soy apóstol?, ¿es que no he visto a Jesús Señor nuestro?, ¿no es obra mía el que vosotros seáis cristianos? 2 Si para otros no soy apóstol, al menos para vosotros lo soy, pues el sello de mi apostolado es que vos¬otros sois cristianos. 3 Esta es mi defensa contra los que me discuten,
y formular una ardorosa apología de su condición de apóstol (9,1-23) y de su modo de entender el apostolado.