miércoles, 2 de mayo de 2012

Cómo ser feliz en nuestras relaciones

Las relaciones humanas siempre han generado felicidades y dificultades. La Tierra padece todos los días decenas de fracasos matrimoniales y nuevas experiencias. ¿Cuál es el secreto para tener relaciones saludables y felices?

Nunca olvidemos que el Padre Universal se transforma en Padre al crear a otro ser diferente de él mismo para compartir la alegría de la existencia. De esa forma él rompe el absolutismo y se expande al expresar su amor.

Hay una manera de ser feliz en las relaciones y: consiste en utilizarlas para el fin que les es propio, y no para el que les hemos designado.

Las relaciones son una prueba constante; constantemente invitan a crear, expresar y experimentar las más elevadas facetas de ti mismo, las mayores visiones de ti mismo, las más magnificas versiones de ti mismo. En ninguna otra parte podemos realizar esto de un modo más inmediato, efectivo e inmaculado que en las relaciones. En realidad, si no fuera por las relaciones no podríamos realizarlo en absoluto.

Sólo a través de nuestras relaciones con otras personas, lugares y acontecimientos puedes existir (como una cantidad cognoscible, como algo identificable) en el universo. Recuérdalo: en ausencia de algo distinto, tú no eres. Eres únicamente lo que eres en relación a otra cosa que no es. Así es en el mundo de lo relativo, a diferencia del mundo de lo absoluto, en el que habita Dios.

Cuando entendemos esto con claridad, cuando lo comprendemos en profundidad, entonces bendecimos intuitivamente todas y cada una de las experiencias, todo encuentro humano, y especialmente las relaciones personales humanas, pues las vemos como algo constructivo en su más alto sentido. Ves que pueden utilizarse, que deben utilizarse, que se utilizan (lo quieras o no), para construir Quién Realmente Eres.

Una sabia aceptación de comprender y bendecir cada encuentro humano, junto al amor paternal y fraternal combinados, constituye la base para manifestar en la práctica la fraternidad y hermandad entre los hombres. Ninguna persona es un estorbo, todos son valiosos, incluso las personas desagradables y que están colocadas en nuestra vida para que manifestemos lo mejor de nosotros.


Esta construcción puede ser una magnífica creación de nuestro propio designio consciente, o una estricta configuración de los acontecimientos. Puedes elegir ser una persona que sea producto simplemente de lo que haya acontecido, o de lo que hayas elegido ser y hacer en función de lo que haya acontecido. Es en esta última forma en la que la creación del Yo se realiza. Es en esta forma que nos unimos con Dios en crear su voluntad en la Tierra y en lograr la auto-realización más grande.
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Bendice, por tanto, toda relación, y considera cada una de ellas como especial y constitutiva de Quién Realmente Eres y ahora eliges ser. Esta es la clave para la fraternidad humana. Cada encuentro humano es valioso. Bendice a tus padres, a tus enemigos, a cada ser humano, a todos individualmente. Una bendición es un deseo de hacer el bien. Y esto genera una marea poderosa de amor que contagia el entorno.
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Las relaciones amorosas humanas
Las relaciones románticas y amorosas que tanto desastre producen en nuestro mundo son una prolongación de lo anteriormente dicho. El no comprender lo anteriormente dicho y llevarlo a un plano íntimo provoca la tragedia. Y las películas, canciones románticas y muchas obras de arte hacen considerar aceptable éste tipo de experiencias, pero lo cierto es que muchas veces hay hogares e hijos de por medio. Y dichas amargas experiencias son evitables.  La civilización si desea sobrevivir debe lograr un punto de vista maduro sobre las relaciones humanas.
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Cuando las relaciones amorosas humanas fracasan (en realidad, las relaciones nunca fracasan, excepto en el sentido estrictamente humano de que no producen el resultado que quieres), es porque se habían iniciado por una razón equivocada.
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(Por supuesto, “equivocado” es un término relativo, que significa algo opuesto a lo que es “correcto”, sea lo que sea. Resultaría más exacto, en vuestro lenguaje, decir “las relaciones fracasan - cambian - más a menudo cuando se han iniciado por razones no totalmente beneficiosas o que conduzcan a su supervivencia”.)
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La mayoría de la gente inicia las relaciones con las miras puestas en lo que puede sacar de ellas.

El objetivo de una relación es decidir qué parte de ti mismo quisieras ver “descubierta”; no qué parte de la otra persona puedes capturar y conservar.

Sólo puede haber un objetivo para las relaciones, y para toda la vida: ser y decidir Quien Realmente Sois.

El Amor consiste en dar y compartir la completitud de quiénes somos, no para llenar una carencia interior. La mayoría inicia las relaciones debido a eso, y por eso fracasan, a menos que con sabiduría inicien un cambio consciente.

Resulta muy romántico decir que tú no eras “nada” hasta que llego esa otra persona tan especial; pero no es cierto. Y, lo que es peor, supone una increíble presión sobre esa persona, forzándole a ser toda una serie de cosas que no es.

Al no querer “desengañarte”, trata con gran esfuerzo de ser y hacer esas cosas, hasta que ya no puede más. Ya no puede completar el retrato que te has forjado de él o de ella. Ya no puede desempeñar el papel que se le ha asignado. Surge el resentimiento. Y después la cólera.

Finalmente, para salvarse a sí misma (y la relación), esa otra persona especial empieza a recuperar su auténtico yo, actuando más de acuerdo con Quien Realmente Es. Y en ese momento es cuando dices que “realmente, ha cambiado”.

Resulta muy romántico decir que, ahora que esa otra persona especial ha entrado en tu vida, te sientes completo. Pero el objetivo de la relación no es tener a otra persona que te complete, sino tener a otra persona con la que compartir tu completitud.

He aquí la paradoja de todas las relaciones humanas: no necesitáis a una determinada persona para experimentar plenamente Quienes Sois, y... sin otro, no sois nada.

Aquí radica a la vez el misterio y el prodigio, la frustración y la alegría de la experiencia humana. Requiere un conocimiento profundo y una total voluntad vivir en esta paradoja de un modo que tenga sentido. Y observamos que muy pocas personas lo hacen.

La mayoría de las personas iniciáis vuestras relaciones llenos de energía y atracción, ilusión y fuerza.

En algún momento  (y para la mayoría más pronto que tarde), renunciáis a vuestro más magnífico sueño, abandonáis vuestra más alta esperanza, y os conformáis con vuestras menores expectativas; o con nada en absoluto.

El problema es sumamente básico, sumamente sencillo; y, sin embargo, trágicamente mal interpretado: vuestro más magnífico sueño, vuestra más alta idea y vuestra más acariciada esperanza se había referido a vuestro amado otro, en lugar de a vuestro amado Yo.

La prueba de vuestras relaciones se había referido al hecho de hasta qué punto el otro se ajustaba a vuestras ideas, y en qué medida considerabais que vosotros os ajustabais a las suyas. Sin embargo, la única prueba auténtica se refería al hecho de hasta qué punto vosotros os ajustabais a las vuestras.

Las relaciones son sagradas porque proporcionan la más grandiosa oportunidad en la vida - en realidad, la única oportunidad - de crear y producir la experiencia de tu más elevado concepto de ti mismo.

Pero las relaciones fracasan cuando las consideras la más grandiosa oportunidad de crear y producir la experiencia de tú más elevado concepto de otro.

En otras palabras, yo soy un ser lleno de Amor, me amo y aprecio y deseo compartir quién soy con otro, no para recibir algo de él o que me complete, sino para aportar con algo de lo cual reboso. Las relaciones no deben iniciarse para llenar carencias, sino para compartir con otro lo lleno que ya somos.


Si dejas que, en una relación con otra persona, cada uno se preocupe de Sí mismo: de lo que Uno mismo es, hace y tiene; de lo que Uno mismo quiere, pide, obtiene; de lo que Uno mismo busca, crea, experimenta... todas las relaciones servirán magníficamente a este propósito, y a quienes participen en ellas. Y la sabiduría y madurez les permitirá formar una magnífica sociedad unida, en la cual cada uno es un ser completo que regala al otro amor y realizan proyectos en unidad.
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Parece una enseñanza extraña, ya que os han dicho que en la forma más elevada de relación uno se preocupa únicamente del otro. Pero es el hecho de centrarte en el otro - de obsesionarte con el otro - lo que hace que las relaciones fracasen.
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La persona que más ama es la persona que está más  llena de sí misma y logra estar completa sin necesidad del otro. Una vez completa puede compartir con otro, derramarse  con amor,  sin esperar nada a cambio, sin necesitar que las otras personas se transformen en algo que no son, sin necesitar que fabriquen una falsa imagen;  los acepta y ama como son.
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Eso no es egoísmo, sino Amor verdadero en grado superlativo. El egoísmo es confundir el amor con un trueque e intercambio: "Te doy, si tu me dás", "estoy vacio y necesito que me llenes".
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Esa es una enseñanza radical...pero evitaría todos los desencantos y decepciones en las relaciones amorosas. La humanidad necesita gran madurez para dar un paso adelante en esa dirección.
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Pero en realidad es la solución, pero requiere un pacto interno y mutuo. Si no te amas a ti mismo, no puedes amar a otro. Mucha gente comete el error de tratar de amarse a Sí mismo a través de amar a otro. Por supuesto, no se dan cuenta de lo que hacen. No se trata de un esfuerzo consciente, sino de algo que se da en la mente, a un nivel muy profundo, en lo que llamáis el subconsciente. Piensan: “Si puedo amar a otros, ellos me amarán a mí. Entonces seré alguien digno de ser amado, y, por lo tanto, Yo me amaré a mí mismo”.
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Esto provoca el fracaso en las relaciones, ya que esperamos que el otro nos devuelva, y condicionamos el amor. Pero el amor no es un intercambio y transacción comercial. Y esto no solo ocurre en las relaciones románticas, ocurre con todas las relaciones humanas. Los padres e hijos, trabajadores y empresas, amigos de iglesia o colegio, los gobiernos entre ellos,  etc; no logran comprender este secreto.
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Sin embargo, Jesús siempre dió amor, estaba lleno de amor rebosante y ayudaba a los humanos, pese a que muy pocos repondieron a su amor. No obstante, él no dependía de recibir el amor de otros para llenarse. El ya era un Ser completamente autorealizado y lleno de amor, listo para derramarlo sin esperar recibirlo.
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Y así obra el Padre al dar su Sol a justos e injustos.
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Una persona que se llena de saludable amor por sí misma, puede iniciar una relación con esa sabiduría, puede aportar lo mejor de sí mismo, y evitaría las decepciones o iniciar relaciones por soledad y carencia.
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Dios el Abba se hizo Abba no por una carencia o soledad, lo hizo para derramar lo lleno de Amor que estaba. Y creó a los seres para compartir su completitud, no para llenar sus carencias.
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Es bueno que las parejas analicen estas cuestiones y con sabiduría replanteen sobre que base están fundada sus relaciones. Si han edificado sobre la arena, con un compromiso libre y maduro mutuo pueden fundar sobre la roca. Y quiénes desean iniciar una relación primero deben preguntarse como está la relación con sí mismo. ¿Te amas? ¿Te puedes llenar de un saludable cariño y apreciarte? ¿Amas tu cuerpo? ¿Haces ejercicio? ¿Descansas lo suficiente?  ¿Lo cuidas? ¿Tienes sentimientos y pensamientos buenos sobre tí mismo? ¿Oras al Padre? ¿Puedes profundizar en ese aprecio? Una vez que logres descubrir tus motivos y llenarte de amor, puedes iniciar una relación, no para obtener algo del otro, sino para regalar lo que ya tienes.
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Para eso es importante que la persona logre llenarse de Amor y cultivar una relación con su Creador.  Pero ésto solo se logra de forma personal e intransferible