jueves, 30 de agosto de 2012

¿Cómo predicar las buenas nuevas? - parte III

(1455.4) 132:0.4  Fue éste su método de instrucción: no atacó nunca sus errores ni tampoco mencionó jamás los defectos en las enseñanzas de estos líderes. En cada caso, seleccionaba la verdad dentro de lo que enseñaban y la embellecía e iluminaba ante sus ojos de manera que en muy breve tiempo esta expansión de la verdad desplazaba por sí sola al error que la acompañaba; así pues estos hombres y mujeres aleccionados por Jesús se preparaban para el subsecuente reconocimiento de verdades adicionales y similares en las enseñanzas de los primeros misioneros cristianos. Fue esta precoz aceptación de las doctrinas de los predicadores evangélicos la que dio tan poderoso impulso al rápido crecimiento del cristianismo en Roma y desde allí a todo el imperio.

El método superlativo de Jesús incluso ha sido considerado por algunas publicaciones religiosas que recomiendan no hacer ataques directos a las falsedades religiosas. Jesús no deseaba quitar del hombre, sino al sembrar la verdad, ésta expulsaría por sí sola el error. ¡Evitad la compulsión a señalar errores y condenar a los seres humanos! Esta forma correcta de predicar demuestra fe en Dios y en su poder para transformar al hombre, y no en la imposición humana.

(1460.5) 132:4.1  En cada uno de esos numerosos contactos humanos, Jesús tenía un doble propósito: deseaba conocer las reacciones de ellos a la vida que vivían en la carne, y también tenía en mente decir o hacer algo que pudiera enriquecer la vida de ellos, que la hiciera más digna de ser vivida. Sus enseñanzas religiosas durante esas semanas no diferían de las que caracterizaron su vida posterior como maestro de los doce y predicador de multitudes.

(1460.6) 132:4.2 La tesis de su mensaje era siempre: la realidad del amor del Padre celestial y la verdad de su misericordia, estos hechos sumados a la buena nueva de que el hombre es un hijo de fe de este mismo Dios de amor. La técnica que Jesús acostumbraba utilizar en sus relaciones sociales consistía en extraer las opiniones y sentimientos de los seres con quienes conversaba haciéndoles preguntas. Usualmente la conversación empezaba con Jesús haciendo las preguntas, y terminaba con los interlocutores haciéndole preguntas a Jesús. Era igualmente hábil en la enseñanza haciendo preguntas él o contestándolas. Como regla, a los que enseñaba más, menos decía. Los que más beneficios derivaron de su ministerio personal fueron mortales agobiados, ansiosos y deprimidos, que encontraban alivio en la oportunidad que se les ofrecía de desahogarse en su oído compasivo y comprensivo, pues él sabía escuchar y mucho más. Cuando esos seres humanos inadaptados le contaban a Jesús sus problemas, él siempre sabía ofrecer sugerencias prácticas e inmediatamente útiles para corregir los problemas auténticos, sin dejar por ello de pronunciar palabras de consuelo inmediato y de bienestar del momento. E invariablemente les hablaba a estos mortales afligidos sobre el amor de Dios y de varias y distintans maneras les trasmitía el mensaje de que ellos eran los hijos de este Padre amante en el cielo.

(1465.5) 132:6.1 Aquí en Roma fue donde también ocurrió ese conmovedor evento en el cual el Creador de un universo pasó varias horas en devolver un niño perdido a su ansiosa madre. Este niño se había alejado de su casa, y Jesús lo encontró llorando desconsoladamente. El y Ganid iban camino a las bibliotecas, pero se ocuparon de llevar al niño a su casa. Ganid nunca olvidó el comentario de Jesús: «Sabes, Ganid, que la mayoría de los seres humanos son como este niño perdido. Lloran de temor y sufren de pena la mayor parte del tiempo, sin ver que en verdad no están sino a corta distancia de la seguridad y del salvamento, así como este niño estaba en realidad muy cerca de su casa. Los que conocen el camino de la verdad y disfrutan la seguridad de conocer a Dios deberían considerar que es un privilegio para ellos y no un deber, ofrecer orientación a sus semejantes en sus esfuerzos por encontrar las satisfacciones de la vida. ¿Acaso no fue para nosotros una satisfacción sublime ayudar a este niño a volver donde su madre? Del mismo modo, los que conducen a los hombres a Dios experimentan la satisfacción suprema del servicio humano». A partir de ese momento y por el resto de su vida, Ganid estuvo siempre atento por si se perdía un niño, para devolverlo a su hogar.