miércoles, 24 de octubre de 2012

Una actitud positiva ante el trabajo

Si tienes una mala actitud hacia el trabajo, recuerda que Dios te lo ha dado como una bendición. Si te ves tentado por la pereza, recuerda que Dios nos dice que el trabajo es una obligación. Si crees que a tu ocupación le falta dignidad, recuerda que con tu trabajo adoras a Dios. ¿Qué actitud tendrás el próximo lunes? Puedes despertar agradecido a Dios por la bendición de trabajar, con el gozo de cumplir tu deber delante de Dios y con la alegría de ir más allá del salario y el cansancio, sirviendo al único que merece toda tu adoración. El trabajo, y tal como se analizó en una entrada anterior, es un acto de creación.

"Jehová bendecirá ... todo el trabajo de tus manos"- Deut. 28:8

1) Ve el trabajo como un regalo del Creador y no como un castigo: “...a todo hombre a quien Dios da bienes y riquezas, le da también facultad para que coma de ellas, tome su parte y goce de su trabajo. Esto es don de Dios” (Eclesiastés 5:19);

(2) Reconoce a Dios como tu verdadero jefe: “Servid de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno haga, ése recibirá del Señor” (Efesios 6:7-8);
 
(3) Dedícate a la tarea que sea compatible con tus dones: “Si alguno... ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado...” (1 Pedro 4:11);

(4) Aprende lo que puedas acerca de tus tareas: “El sabio... escucha y aumenta su saber, y el inteligente adquiere capacidad...” (Proverbios 1:5);

(5) Aprovecha la crítica para tu ventaja. De hecho, haz que te sirva para algo, pidiendo sugerencias y corrección: “Pobreza y vergüenza tendrá el que menosprecia el consejo, pero el que acepta la corrección recibirá honra” (Proverbios 13:18);

(6) Haz más que lo que esperan de ti: “...a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos” (Mateo 5:41). Pertenece al “club” de los que van la “milla extra”;

(7) Haz que Jesús sea tu “socio de trabajo”. Sigue estando consciente de la presencia de Cristo durante todo el día mientras realices fielmente tus obligaciones (lee Hebreos 12:2): “Tú guardarás en completa paz a aquél cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en Ti ha confiado” (Isaías 26:3).
 
Rechaza cualquier pensamiento de ser la "pobre víctima" que te robe la paz y te prive de estar contento. Tu trabajo, a pesar de los desafíos, habría sido el sueño de tus antepasados.
 
El Libro de Urantia nos estremece con el desafío financiero y laboral de Jesús de Nazaret como el cabeza de familia tras la muerte de José, cuando Jesús tenía catorce años:
 
(1393.2) 126:5.5 El pago de los carpinteros jornaleros iba disminuyendo lentamente. A fines de este año Jesús podía ganar, trabajando de sol a sol, sólo el equivalente de unos veinticinco centavos de dólar diarios. El año siguiente les resultó difícil pagar los impuestos civiles, sin hablar de la contribución a la sinagoga y el impuesto de medio siclo del templo. El recaudador de impuestos intentó sacarle aun más dinero a Jesús durante este año, llegando hasta amenazar con llevarse su arpa. - L.U
 
Pero pese a toda esta lucha financiera por sacar adelante a su madre y hermanos, Jesús logró tener una actitud positiva en torno al trabajo. Sí, Jesús de Nazaret casi se hunde con su familia en la miseria y el hambre tras la muerte de José, y este Hijo del Hombre, nuestro admirado Jesús,  logró lo imposible, con una actitud positiva, paciente, sabia y equilibrada frente a la rudeza de la vida. El es nuestro  auténtico Héroe sempiterno de todos los mundos.
 
La historia ha imaginado al Jesús carpintero como un obrero más o menos rutinario, obligado por el mayorazgo a desenvolverse en un oficio oscuro y aburrido. Lamentable error. Aunque es cierto que desde los cinco años empezó a trastear a la sombra de su padre, entre vigas, herramientas, virutas y maderas de muy diversa índole, Jesús tenía la capacidad innata de identificarse y “hacerse uno” con lo que llevaba entre manos. En este sentido, la madera –y no por casualidad- constituyó durante años un íntimo y gratificante modo de expresarse y expresar lo que latía en su sensible corazón. Jesús encontró en cada paso de este bello oficio –desde la simple y trabajosa tala del árbol  hasta el más pulcro acabado- un reto hacía sí mismo.
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 Fue y no fue un artesano que trabaja por encargo. Cumplía los pedidos pero, lo que muy pocos supieron es que, en cada banco, en cada arca, en cada yugo, en cada puerta o mango de azada que remataba se había “ido” un girón de su alma. El Jesús ebanista y el Jesús fabricante de pesadas vigas para terrados acariciaba la madera, respiraba al ritmo de la sierra y de la garlopa, espiraba al tiempo de cortar y escuchaba el ronroneo de las gubias. Sabía que la madera tiene corazón y, en consecuencia, le hablaba. Aquel carpintero, poco a poco, llegó a “descubrir” en el duro e impermeable roble la naturaleza de muchos seres humanos: granítica en su exterior y de fibras largas, rectas y flexibles, fáciles de manejar. Y del nogal aprendió también que, a pesar de su resistencia al hacha, su corazón era como una malla de oro. Y como sucede con otros hombres, “vio” en el avellano una madera flexible, semidura, tenaz..., pero de escasa duración. Aquel “corazón” ni daba fuego ni ceniza... Y quizá asoció el olivo con esos humanos que, retorcidos por el dolor y las miserias, precisan de un “secado” especialmente delicado...
 
¡Qué maravilloso es recrearnos con aquel carpintero que hizo de la verticalidad de la madera un esperanzado y horizontal camino!
 
No, Jesús no fue un aburrido artesano. Como sucede con los oficios que iría desempeñando, fue humilde en el aprendizaje y alegre en la madurez. Y equilibró la dureza de los mismos con un permanente descubrir. Cada nuevo encargo era un no saber, un enigma, un desafío...
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Cuando decimos que Jesús es tu Socio en las duras jornadas, no son meras palabras. El experimentó al igual que tu la existencia humana con todos sus retos, penas y alegrias. El es tu compañero eterno.