domingo, 24 de marzo de 2013

El Papa Francisco

El Sumo Pontífice sigue sorprendiendo. Cada día, con gestos, muestra lo que pretende para la Iglesia Católica: simpleza, austeridad y humildad. Desde el anillo del pescador de bronce, zapatos comunes que escapan a los de color rojo que utilizaba Benedicto, el pago del hotel antes de ser ungido como Francisco hasta el viaje en ómnibus con el resto de los cardenales del cónclave papal. Ahora, pidió que le cambien el trono de oro por un sillón tapizado de blanco.

Esteban también nos ha recordado el discurso de Francisco, más cargado a sintonizar con el mensaje de fraternidad que nos legó Jesús. El Papa dijo entre otras cosas que los hombres están "necesitados de encontrarse y de crear ámbitos reales de auténtica fraternidad. En esta tarea es fundamental también el papel de la religión. En efecto, no se pueden construir puentes entre los hombres olvidándose de Dios. Pero también es cierto lo contrario: no se pueden vivir auténticas relaciones con Dios ignorando a los demás".

Sin duda la Iglesia Católica debe evolucionar como nunca antes si desea sobrevivir. Francisco asume la jefatura de una estructura, una maquinaria demasiado pesada y vieja,  anclada en el ritualismo y formalismo, que son finalmente los peores enemigos de la misma Iglesia. Esta misma fosilización mística ha generado las consecuencias indeseables de formar sacerdotes como "sepulcros blanqueados", con todos los problemas de corrupción interna que se han enquistado en la maquinaria católica. 

Los gestos de Francisco son notables, pero necesitan del apoyo de otros cardenales. La tarea es gigantesca, y sin un buen apoyo al interior del Vaticano este Papa solo aumentará la lista de los Papas "buenos" que fueron tragados por la maquinaria eclesiástica.

(2086.5) 195:10.19 Si el cristianismo pudiera tan sólo captar más de las enseñanzas de Jesús, podría hacer mucho más para ayudar al hombre moderno a solucionar sus problemas nuevos y cada vez más complejos.
 
(2086.6) 195:10.20 El cristianismo sufre de un gran obstáculo, porque se ha identificado en la mente de todo el mundo como parte del sistema social, la vida industrial, y las normas morales de la civilización occidental; así pues, el cristianismo parecería patrocinar, sin intención, una sociedad que se tambalea bajo el yugo de tolerar una ciencia sin idealismo, una política sin principios, una riqueza sin trabajo, un placer sin límites, un conocimiento sin carácter, un poder sin conciencia, y una industria sin moralidad.

(2086.7) 195:10.21 La esperanza del cristianismo moderno consiste en que deje de patrocinar los sistemas sociales y las políticas industriales de la civilización occidental, inclinándose humildemente ante esa cruz, que tan valientemente ensalza, para aprender allí nuevamente de Jesús de Nazaret, las verdades más grandes que el hombre mortal puede escuchar jamás: el evangelio vivo de la paternidad de Dios y de la hermandad del hombre.