La humanidad ha logrado cosas increíbles en los últimos años. Vivimos en una época de comunicación e información sin igual. La especie humana está llena de conocimiento técnico y científico como nunca antes en la historia, y sin embargo, persisten los problemas fundamentales. La clave de todo está en la Coordinación.
La humanidad puede lograr cosas maravillosas si la cooperación reemplaza a la competencia, y si la coordinación de las partes logra esa sincronía. La proeza de llevar el hombre a la Luna fue el producto de que la NASA pudo coordinar a 5000 empresas de todo el mundo, y sincronizar el trabajo de 400.000 técnicos. Y este logro fue realizado solo en 9 años.
Lo que la NASA hizo puede ser replicado por los Gobiernos que se propongan derrotar la pobreza, mejorar la salud, la educación, coordinar la entrega de trabajo, el uso de los recursos naturales, y a las empresas que existen en su país.
¿Pueden los Estados derrotar la pobreza, mejorar en educación y salud si se lo proponen? La proeza es más fácil que colocar un hombre en la Luna. La coordinación para lograr la cooperación es esencial. Y los gobiernos deben establecer con claridad la meta fascinante que finalmente beneficiará a todos, y evitará las nefastas semillas de la autodestrucción nacional. Civilizaciones fracasaron en el pasado por ser estrechas de miras y no ver el cuadro más amplio de la totalidad.
Además de esto, ¿podrá el futuro ver la creación de empresas destinadas a combatir la pobreza, y mejorar el medio ambiente? Estas mismas empresas podrían obtener ganancias justas y producir trabajo además de emprender proyectos inéditos para la humanidad como un gran servicio.
El fin del Estado es colocar límites sabios y razonables a la empresas, y no que éstas mismas se los establezcan mediante el descontrolado libre mercado e hipotética autoregulación. Un gobierno eficaz marca una línea de límite de acción para evitar los abusos a los ciudadanos, pero por otra parte tampoco anula la capacidad de productividad de las empresas. El Estado debe velar por ambas cosas para que exista un equilibrio en beneficio del hombre.
La humanidad puede lograr cosas maravillosas si la cooperación reemplaza a la competencia, y si la coordinación de las partes logra esa sincronía. La proeza de llevar el hombre a la Luna fue el producto de que la NASA pudo coordinar a 5000 empresas de todo el mundo, y sincronizar el trabajo de 400.000 técnicos. Y este logro fue realizado solo en 9 años.
Lo que la NASA hizo puede ser replicado por los Gobiernos que se propongan derrotar la pobreza, mejorar la salud, la educación, coordinar la entrega de trabajo, el uso de los recursos naturales, y a las empresas que existen en su país.
¿Pueden los Estados derrotar la pobreza, mejorar en educación y salud si se lo proponen? La proeza es más fácil que colocar un hombre en la Luna. La coordinación para lograr la cooperación es esencial. Y los gobiernos deben establecer con claridad la meta fascinante que finalmente beneficiará a todos, y evitará las nefastas semillas de la autodestrucción nacional. Civilizaciones fracasaron en el pasado por ser estrechas de miras y no ver el cuadro más amplio de la totalidad.
Además de esto, ¿podrá el futuro ver la creación de empresas destinadas a combatir la pobreza, y mejorar el medio ambiente? Estas mismas empresas podrían obtener ganancias justas y producir trabajo además de emprender proyectos inéditos para la humanidad como un gran servicio.
El fin del Estado es colocar límites sabios y razonables a la empresas, y no que éstas mismas se los establezcan mediante el descontrolado libre mercado e hipotética autoregulación. Un gobierno eficaz marca una línea de límite de acción para evitar los abusos a los ciudadanos, pero por otra parte tampoco anula la capacidad de productividad de las empresas. El Estado debe velar por ambas cosas para que exista un equilibrio en beneficio del hombre.
Pero para que los mecanismos de la humanidad puedan realizar esta gran cooperación, deben recibir el aceite y bálsamo de la espiritualidad para suavizar las fricciones inevitables humanas:
(1086.5) 99:1.2 La religión debe
volverse una influencia poderosa para la estabilidad moral y el progreso
espiritual que funciona dinámicamente en medio de estas condiciones constantemente
cambiantes y de adaptaciones económicas interminables.
(1086.6) 99:1.3 La sociedad de Urantia
no puede esperar establecerse como lo ha hecho en eras pasadas. El barco de la
sociedad ha zarpado de las bahías protegidas de la tradición establecida,
navegando en los mares del destino evolucionario; y el alma del hombre, como
nunca antes en la historia del mundo, necesita estudiar cuidadosamente sus
mapas de moralidad y observar con gran cuidado la brújula de la guía religiosa.
La misión principal de la religión como influencia social consiste en
estabilizar los ideales de la humanidad durante estos tiempos peligrosos de
transición de una fase de la civilización a otra, de un nivel de cultura a otro.
(1087.1) 99:1.4 La religión no tiene
nuevos deberes que cumplir, pero es urgentemente llamada a funcionar como guía
sabia y consejero experto en todas estas situaciones nuevas y rápidamente
cambiantes de la humanidad. La sociedad se está volviendo más mecánica, más
compacta, más compleja y más críticamente interdependiente. La religión debe
funcionar para evitar que estas nuevas interasociaciones íntimas se tornen
mutuamente retrogresivas o aun destructivas. La religión ha de actuar como la
sal cósmica que previene la destrucción del sabor cultural de la civilización
por los fermentos del progreso. Estas nuevas relaciones sociales y revoluciones
económicas pueden dar como resultado una fraternidad duradera sólo mediante el
ministerio de la religión.
Nuestro desafío más grande es volvernos la Luz del mundo, ser la Sal de la Tierra, ser aquella esencia que ayude a que las partes se coordinen entre sí y logren la transformación del mundo, la transición en medio de una crisis mundial existente.