Tal
como analizamos en un capítulo anterior, la Biblia nos enseña que Dios nos ha
dado un propósito a cada uno de nosotros:
“Antes
de estar formándote en el vientre, te conocí; y antes que procedieras a salir
de la matriz, te santifiqué. Profeta a las naciones te hice” – Jeremías 1:5
La
Biblia nos dice que “somos residentes temporales” (1 Pedro 1:1) en este
mundo. Y a todos se nos ha dado un don para que lo desarrollemos en beneficio
del prójimo y para que la voluntad de Dios se realice en la Tierra.
"Y a uno dio cinco talentos; a otro, dos; y a otro, uno, a cada uno
según su propia habilidad" – Mateo 25:15
“Y
dio algunos como apóstoles, algunos como profetas, algunos como
evangelizadores, algunos como pastores y maestros, con miras al reajuste
de los santos, para obra ministerial, para la edificación del cuerpo del
Cristo, hasta que todos logremos alcanzar la unidad en la fe y en el
conocimiento exacto del Hijo de Dios, a un hombre hecho, a la medida de
estatura que pertenece a la plenitud del Cristo” – Efesios 4:11-13
La
voluntad de Dios es que los hombres puedan conocerle como un Padre Celestial, y
que se amen como hermanos (1 Timoteo 2:4; Mateo 22:37-40). De esta
forma se hace la Voluntad de Dios en la Tierra, y el mundo se convertirá en un
lugar maravilloso (Mateo 6:10; Isaías 11:9).
Todas
las cosas creadas tienen un propósito en relación a beneficiar a otra vida. El
Sol derrama su luz, las plantas y los animales emiten un elemento de vida que
ayuda siempre a alguna otra vida. El amor y la felicidad se manifiestan mediante
la bondad y la generosidad (Hechos 20:35). Sin embargo, primero debemos
apreciarnos sanamente a nosotros mismos, debemos estar concientes del Amor del
Padre por nosotros y lo valiosos que somos para Dios (1 Juan 3:20; Isaías
49:15).
Luego
debemos ayudar a que otros conozcan ese amor celestial. El propósito de nuestra
vida es que en esta breve estadía en la Tierra podamos multiplicar los dones
y talentos que hemos recibido y que seamos la luz del mundo mientras estamos aquí (Juan 9:5; Mateo 5:16). De esta forma somos una expresión del mismo Dios en
la Tierra que promueve la verdad, belleza y bondad, y que revela al Padre
Celestial y la hermandad entre los hombres (1 Corintios 3:9). "Háganse
imitadores de Dios, como hijos amados, y sigan andando en amor" (Efe.
5:1, 2). Debemos ser una manifestación viviente del mismo amor de Dios.
La
Biblia enseña que Dios aun está en su proceso para finalizar su obra creativa.
El está operando mediante la obra de sus manos (sus Hijos Concientes de él)
hasta alcanzar su estado final glorioso de su Propósito (Juan 5:17). En nuestro
interior tenemos un tesoro que puede ser derramado a favor de otras personas:
“Tenemos
este tesoro en vasos de barro, para que el poder que es más allá de lo normal
sea de Dios y no el que procede de nosotros.” – 2 Corintios 4:7
“A
cualquiera que beba del agua que yo le daré de ningún modo le dará sed jamás,
sino que el agua que yo le daré se hará en él una fuente de agua que brotará
para impartir vida eterna” – Juan 4:14
Podemos
ser una fuente para impartir vida eterna en cada esfera de acción humana. Cada
faceta y actividad de nuestra existencia la podemos volver sagrada mediante consagrarla
concientemente a la voluntad de Dios e impartir el amor al prójimo mediante interesarnos
en ellos como personas, hacer algo práctico desde una sonrisa o algo más
apropiado, y si es posible, hablarles del Padre Universal y la hermandad entre
los hombres. Así, mediante nuestras acciones y ejemplo, y a veces mediante
nuestras palabras, podemos cumplir éstas palabras:
”Ustedes
son la sal de la tierra; pero si la sal pierde su fuerza, ¿cómo se le
restaurará su salinidad? Ya no sirve para nada, sino para echarla fuera para
que los hombres la huellen. Ustedes son la luz del mundo. No se puede esconder
una ciudad cuando está situada sobre una montaña. No se enciende una
lámpara y se pone debajo de la cesta de medir, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en la casa. Así mismo resplandezca la luz de
ustedes delante de los hombres, para que ellos vean sus obras excelentes y den
gloria al Padre de ustedes que está en los cielos” – Mateo 13-16
La
sal en los tiempos bíblicos era usada para preservar y purificar los alimentos.
Somos la sal del mundo cuando mediante nuestras acciones promovemos la bondad y
la verdad. Y somos la luz del mundo cuando los hombres al observar nuestros
actos consagrados a la voluntad de Dios, reciben un ejemplo iluminador para que
ellos transiten por nuestros pasos de luz. Somos como un hombre que en la oscuridad lleva un farol para iluminar a los que vienen tras nosotros. De esta forma transformamos el mundo
y contribuimos a que en nuestra breve estadía en la Tierra, los talentos
otorgados por el Maestro produzcan frutos.
“Sea
que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, hagan todas las
cosas para la gloria de Dios.”—1 Cor. 10:31.
Notamos
que cada acción de nuestra vida la debemos agradecer a Dios, consagrar y
bendecir. Cuando disfrutas
de una comida y das las gracias en tu corazón por los elementos de la Tierra
que consumes, ya estás santificando tu vida.
Y
estas acciones santificadas pueden ser la plataforma para proclamar las buenas
nuevas en cada área de nuestra vida, y ser la luz del mundo y la sal de la
tierra. Lo podemos hacer al trabajar y realizar cualquier actividad cotidiana:
"Esposas, estén en sujeción a [sus] esposos, como es decoroso en
[el] Señor. Esposos, sigan amando a [sus] esposas y no se encolericen
amargamente con ellas. Hijos, sean obedientes a [sus] padres en todo, porque
esto es muy agradable en [el] Señor. Padres, no estén exasperando a sus
hijos, para que ellos no se descorazonen. Esclavos (trabajadores), sean
obedientes en todo a los que son [sus] amos en sentido carnal, no con actos de
servir al ojo, como quienes procuran agradar a los hombres, sino con sinceridad
de corazón, con temor de Jehová. Cualquier cosa que estén haciendo,
trabajen en ello de toda alma como para Jehová, y no para los hombres,
porque ustedes saben que es de Jehová de quien recibirán el debido
galardón de la herencia. Sirvan como esclavos al Amo, Cristo”. – Colosenses
3:18-24
Notamos
como podemos bendecir nuestro trabajo al enfocarlo como un servicio a Dios y al
prójimo. Y esta actitud diferente nos hará resaltar como lumbreras y provocará
que más personas quieran imitar nuestra vida inspiradora. De igual forma al ser
ejemplos en el hogar, seamos esposos, padres o hijos.
“Por
causa del Señor sujétense a toda creación humana: sea a un rey como quien es
superior, o a gobernadores como quienes son enviados por él” – 1 Pedro
2:13,14
“Por
lo tanto exhorto, ante todo, a que se hagan ruegos, oraciones, intercesiones,
ofrendas de gracias, respecto a hombres de toda clase, respecto a reyes y a
todos los que están en alto puesto; a fin de que sigamos llevando una vida
tranquila y quieta con plena devoción piadosa y seriedad”. – 1 Timoteo
2:1,2
Notamos
como positivamente podemos hacer oraciones y realizar actos de gratitud a
quiénes están en puestos de responsabilidad pública, de esa forma los
motivaremos a que sean mejores instrumentos de Dios, “siervos públicos” como
declara Romanos 13:6. De esta forma, contribuimos a que nuestra sal
purificadora también les ayude a depurar y mejorar su servicio público.
Como vemos, no hay “momentos especiales” ni más sagrados que otros. Como dice
Hechos 17:28 “Porque en él tenemos vida y nos movemos y existimos”.
Puedes
dar sentido a tu vida al sentirte una persona sumamente valiosa y única para
Dios, con un propósito especial. Luego puedes utilizar tus propios dones y
talentos en cada acción de la vida, sea ésta difícil, compleja o más fácil como
un desafío para hacer la voluntad de Dios, y ayudar a otras personas, partiendo
por tu entorno inmediato, ahora mismo.
Aprende
a concentrarte y absorberte en cada acción en este momento
presente, sin caer en las preocupaciones del día siguiente (Mateo 6:34). De
esta forma el VIVIR adquiere sentido. Estamos para VIVIR esta breve etapa en la
tierra enfrentando con la ayuda de nuestro Padre cada desafío, disfrutar de las
pequeñas-grandes cosas, y para contagiar con nuestra Fe y seguridad a otras
personas, para sumar fuerzas y que la voluntad de Dios se manifieste en la
Tierra a través de nuestra persona.
Cuando
hayamos completado nuestra capacitación de forma consciente y alegre en esta
vida, cuando vivimos la vida con este conocimiento y terminamos nuestra misión, es como si recibiésemos una
“corona” (Santiago 1:12; 1 Corintios 9:24-26). Esta “guirnalda” representa
haber vivido una vida plena, llena de significado y servicio feliz en la
Tierra, inspirada en la vida humana de Jesús, quién corrió esa carrera por la
vida (Hebreos 12:1,2).
Ya
que somos “residentes temporales” debemos “acumular tesoros en los cielos”, los
cuales están ajenos al paso del tiempo y la descomposición, ya que esta
creación es una sombra de la verdadera realidad (Mateo 6:19,20; Hebreos 9:24).
Literalmente podremos hacer uso de los “tesoros en los cielos” (que son acciones espirituales y de bondad acumulados en la vida diaria y que ya hemos estudiado en este capítulo) cuando en los cielos, en los “lugares de habitación eternos” (Lucas 16:9), esas cualidades adquiridas en la Tierra y depositadas en los Cielos, serán nuestra herencia que llevaremos por toda la eternidad en las moradas celestiales. La vida tiene un sentido maravilloso y magnífico.
Al concluir nuestra jornada en esta primera vida se nos dirá:
“¡Bien hecho, esclavo bueno y fiel! Fuiste fiel sobre unas cuantas cosas. Te nombraré sobre muchas cosas. Entra en el gozo de tu amo” – Mateo 25:23
Podemos ser una fuente de bendición para el mundo y en la eternidad se nos encargarán nuevas asignaciones fascinantes en la inmensa creación del Universo del Padre Celestial, la herencia para sus Hijos (Col 1:12; 1Pe 1:4, 5). Seremos nombrados "sobre muchas cosas" y estaremos en el gozo de nuestro Señor.
“Ojo no ha visto, ni oído ha oído, ni se han concebido en el corazón del hombre las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman” - 1 Corintios 2:9
Literalmente podremos hacer uso de los “tesoros en los cielos” (que son acciones espirituales y de bondad acumulados en la vida diaria y que ya hemos estudiado en este capítulo) cuando en los cielos, en los “lugares de habitación eternos” (Lucas 16:9), esas cualidades adquiridas en la Tierra y depositadas en los Cielos, serán nuestra herencia que llevaremos por toda la eternidad en las moradas celestiales. La vida tiene un sentido maravilloso y magnífico.
Al concluir nuestra jornada en esta primera vida se nos dirá:
“¡Bien hecho, esclavo bueno y fiel! Fuiste fiel sobre unas cuantas cosas. Te nombraré sobre muchas cosas. Entra en el gozo de tu amo” – Mateo 25:23
Podemos ser una fuente de bendición para el mundo y en la eternidad se nos encargarán nuevas asignaciones fascinantes en la inmensa creación del Universo del Padre Celestial, la herencia para sus Hijos (Col 1:12; 1Pe 1:4, 5). Seremos nombrados "sobre muchas cosas" y estaremos en el gozo de nuestro Señor.
“Ojo no ha visto, ni oído ha oído, ni se han concebido en el corazón del hombre las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman” - 1 Corintios 2:9
Preguntas del capítulo: ¿Cómo se relaciona el propósito de nuestra vida con el propósito de Dios? ¿Cómo debemos vivir nuestra vida en la Tierra? ¿Cómo podemos llenar de significado nuestras actividades cotidianas?