“¡Cuántas son tus obras, oh Dios! Con
sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones”.
Los hombres han tenido
miles de dioses creados por su imaginación, pero solo existe un Dios verdadero
y real. Puesto que Él creó todo lo que hay en el cielo y en la Tierra, y ya que
nos dio la vida, es el único que merece nuestra adoración. (Véase 1 Corintios
8:5, 6; Revelación [Apocalipsis] 4:11.)
Dios no tiene forma humana. Sin embargo,
Dios es una personalidad real, y para el universo de universos él es la Primera
Fuente y Centro de la realidad eterna. Dios no es ni semejante al hombre ni a
la máquina. El Padre Primero es espíritu universal, verdad eterna, realidad
infinita, y personalidad paterna. Por lo tanto, Dios es una Persona Real, de
características inmensas, más grandes y gigantescas que todo el universo. Esto
lo declaró el sabio Rey Salomón:
“¿Verdaderamente morará Dios con la
humanidad sobre la tierra? ¡Mira! El cielo, sí, el cielo de los cielos mismos,
no puede contenerte” - 2 Crónicas 6:18
Cuando Salomón dijo que ni siquiera el
cielo de los cielos podía contener al Dios para el cual había construido un
templo, dijo la verdad científica. Nuestra Tierra es una parte diminuta de un
universo cuyos límites los científicos no pueden alcanzar ni llegar a ver ni
siquiera con los más poderosos telescopios de hoy día. Aun así, este universo
que todavía no ha sido medido no puede contener al Dios verdadero. No puede
restringirlo o confinarlo. Lo que ya existe del universo actual, visto y no
visto, puede ser sobrepasado por el Dios verdadero. Dios es mucho más grande e
inmenso que el universo. En Isaías se nos dice que para Dios el inmenso
universo es “justamente como una gasa
fina” (Isaías 40:22) que el extiende y sobrepasa. Él incluso puede ir más allá
del universo y crear más cosas para engrandecerlo, más allá de sus límites
existentes, afuera hacia el espacio sin fin. ¿Qué significa esto?
Significa que ni el tiempo ni el espacio
limitan a Dios. Su vida en los tiempos del pasado no tiene límite. La duración
de su vida en el futuro es ilimitada. A este Ilimitado el más prominente legislador
de los tiempos de antes del cristianismo, Moisés, dijo: “Aun desde tiempo
indefinido hasta tiempo indefinido tú eres Dios.” (Salmo 90:2) Dios, por lo
tanto, no fue creado, no tiene principio ni fin. Puede que nos cueste entender
este concepto, pero podríamos ilustrarlo con un círculo que no tiene principio
ni fin.
Este Dios vive hasta el tiempo sin fin,
para seguir produciendo y creando más allá del universo actual, dándole
expansión. Esto significa que es el depósito sin fondo de toda la energía.
Todas las cosas del universo son agrupaciones de partículas de energía que ha
procedido de él. Estas han sido juntadas en masas grandes y pequeñas. Albert
Einstein, científico del siglo veinte, dio con esta fórmula para ello: la
energía es igual a la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz (o:
E=mc2). Poco debe extrañar, pues, que a esta Fuente de toda la energía nada le
sea imposible.
Ciertamente estas reflexiones deben
hacernos sentir seguros y confiados ya que si el Creador puede sostener las
inmensas galaxias, ¿acaso no podrá ayudarnos en las luchas diarias de la vida?
Nuestra admiración, confianza, seguridad y amor a nuestro Hacedor deben
incrementarse.
Para vivir y experimentar su realidad, la
Biblia nos invita a realizar éste ejercicio:
“Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién
ha creado estas cosas? Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número,
todas las cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía
dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna [de ellas] falta” –
Isaías 40:26.
Podemos tratar de conectar con Dios al levantar los ojos a lo alto, y también extender nuestras “palmas de las manos a los cielos” tal como lo hizo Salomón y Esdras (1Reyes 8:22; Esdras 9:5) y sentir como nos cumbre su Amor y Grandeza. Entonces entendemos que no hay nada que temer, no existe ningún poder que sea tan inmenso y gigantesco como el de Dios.
Pero no es necesaria una postura especial
para orar a Dios cada vez que deseemos conectar con él. Cuando oramos a Dios, debemos hablarle desde
el corazón. No debemos recitar nuestras oraciones de memoria ni leerlas de un
devocionario. (Mateo 6:7, 8.) Podemos orar en cualquier posición respetuosa, en
cualquier momento y en cualquier lugar. Dios oye hasta las oraciones que
hacemos en silencio, en nuestro corazón. (1 Samuel 1:12, 13.) Pero es mucho mejor que
hagamos nuestras oraciones personales en un lugar tranquilo y aislado de otras
personas. Así logramos una mayor comunión con Dios (Marcos 1:35.)
¿Cuál es el Nombre de Dios? Algunos han
sugerido la forma Yavé o la expresión medieval Jehová. Sin embargo, lo cierto
es que en hebreo solo aparecen estas consonantes: YHWH. Es interesante que los nombres en la Biblia
fueran más que la designación de una palabra, marca o logotipo. En realidad se
relacionan con el tipo de persona tras el nombre. El nombre es más bien el
significado de esas palabras, las características de la misma persona. Así, por
ejemplo, notemos los significados de Esaú y Jacob:
“Entonces salió el primero, rojo por
todas partes como un vestido oficial de pelo; así que lo llamaron por nombre
Esaú. Y después salió su hermano, y con
la mano tenía asido el talón de Esaú; de modo que él lo llamó por nombre
Jacob”. – Génesis 25:25,26
El sonido Esaú significa “velludo” y la
expresión Jacob “asirse del talón”.
Podemos tener comunión verdadera con Dios
al experimentar su naturaleza. El desea establecer con nosotros una relación
valiosa por toda la eternidad, y en los capítulos siguientes se continuará
analizando como podemos establecer esa asociación con nuestro Hacedor.
Preguntas del capítulo: ¿Cómo
describiría usted a Dios? ¿Cómo influye percibir este asunto en su vida personal?
¿Cómo podemos hablar con Dios? ¿Qué significa realmente el Nombre de Dios?
# Nota:
Isaac Newton en su obra
Principia declaró: «Este bellísimo sistema del sol, los planetas y los cometas
solo podría proceder del consejo y el dominio de un Ser inteligente y poderoso»
Albert Einstein en una
carta a una niña llamada Phyillis le dijo: “Cualquier persona que esté
seriamente involucrada en la búsqueda de la Ciencia acaba convenciéndose de que
algún tipo de Espíritu se hace manifiesto en las leyes del Universo, uno que es
enormemente superior al espíritu del hombre. En este sentido, la búsqueda de la
Ciencia lleva a un sentimiento religioso de un tipo especial”.