Actualmente asociamos la ejecución
en la cruz a Jesús de Nazaret. Ya es un Arquetipo automático. Pensamos que porque el Maestro tuvo semejante
muerte, es lógica la asociación con una muerte en sacrificio como si fuera
una muerte especial.
Sin embargo, en la antigüedad
era un tipo de muerte común. Se dice que Varo ejecutó 2000 personas a la vez. También
se habla de 6.000 prisioneros de guerra que fueron crucificados a lo largo de la
Vía Apia, entre las ciudades de Roma y Cappua. Este tipo de muerte era
frecuente para los criminales. Nunca esta pena de muerte era utilizada por los
romanos como el sacrificio en honor a una Deidad.
La muerte de Jesús fue en ignominia
similar a los de los miles de crucificados de la antigüedad. Si la muerte de Jesús en la cruz hubiese sido una excepción en toda la Historia humana, quizás podría validarse la teoría de una víctima especial. Sin embargo, ese tipo de muerte era muy común.
(1971.6)
183:1.1 Se corre gran peligro de interpretar erróneamente el significado de
numerosos dichos y muchos acontecimientos asociados con la terminación de la
carrera del Maestro en la carne. El tratamiento cruel de Jesús a manos de
ignorantes criados y soldados endurecidos, la forma injusta en que se condujo
su juicio, y la actitud fría de los profesos líderes religiosos, no se deben
confundir con el hecho de que Jesús, al someterse pacientemente a este
sufrimiento y humillación, estaba verdaderamente haciendo la voluntad del Padre
en el Paraíso. Era, efectivamente y en verdad, voluntad del Padre que su Hijo
bebiera hasta el fondo de la copa de la experiencia mortal, desde el nacimiento
hasta la muerte, pero el Padre en el cielo nada tuvo que ver con la instigación
de la conducta bárbara de aquellos supuestamente civilizados seres humanos que
tan brutalmente torturaron al Maestro y tan horriblemente acumularon
indignidades sucesivas sobre su persona que no ofrecía resistencia. Estas
experiencias inhumanas y tremendas que Jesús tuvo que soportar en las horas
finales de su vida mortal no fueron en ningún sentido parte de la voluntad
divina del Padre, que su naturaleza humana había jurado tan triunfalmente
llevar a cabo en el momento de la sumisión final del hombre a Dios, así como lo
señaló en las tres oraciones que oró en el jardín mientras sus agotados
apóstoles dormían el sueño del cansancio físico.
El Maestro experimentó la
vida humana y la muerte en medio de las circunstancias que tuvo que vivir en su
época. Lamentablemente fue víctima de una conspiración realizada por los
Dirigentes envidiosos y perversos.
(1972.1)
183:1.2 El Padre en el cielo deseaba que el Hijo autootorgador completara su
carrera terrenal en forma natural, así como todos los mortales deben terminar
su vida en la tierra y en la carne. Los hombres y mujeres comunes no pueden
esperar dispensaciones especiales que faciliten sus últimas horas en la tierra
y el episodio de su muerte. Por lo tanto, Jesús eligió dar su vida en la carne
de la manera que estaba de acuerdo con el proceso de los acontecimientos naturales
negándose en todo momento a liberarse de las garras crueles de la malvada
conspiración de los acontecimientos inhumanos que se sucedieron con espantosa
certeza hacia su humillación increíble y muerte ignominiosa. Cada átomo de esta
asombrosa manifestación de odio y de esta demostración de crueldad sin
precedentes fue obra de hombres malvados y mortales malignos. No fue voluntad
de Dios en el cielo.
El apóstol Pablo tuvo
muchas dificultades en presentar al hombre de Nazaret a los judíos de la
Diáspora y de Jerusalén. De hecho, como hemos visto, las muertes de los
criminales no eran sacrificios honrosos.
(2002.2) 186:5.1 No existe una relación directa
entre la muerte de Jesús y la Pascua judía. Es verdad que el Maestro entregó su
vida en la carne en este día, el día de preparación para la Pascua judía, y
alrededor de la hora en que se sacrificaba los corderos pascuales en el templo.
Pero este acontecimiento coincidente no indica de ninguna manera que la muerte
del Hijo del Hombre en la tierra tenga relación alguna con el sistema
sacrificatorio judío. Jesús era judío, pero como Hijo del Hombre era un mortal
de los reinos. Los acontecimientos ya narrados que condujeron a esta hora de
crucifixión inminente del Maestro son suficientes para indicar que su muerte
aproximadamente en ese momento fue un asunto puramente natural y en manos de
los hombres.
Pablo supo aprovechar esta
única relación y con habilidad asoció la muerte de Jesús con la imagen de un
Cordero sacrificado siguiendo un programa demandado por los cielos para la
redención de la especie humana. Esto permitiría que algunos judíos aceptaran a
Jesús, y que los gentiles (que tenían historias de deidades sacrificadas en
ritos) pudiesen aceptar la conclusión de la vida humana de un hombre Justo que
era el Hijo de Dios.
(2002.3)
186:5.2 Fue el hombre y no Dios quien planeó y ejecutó la muerte de Jesús en la
cruz. Es verdad que el Padre se negó a interferir en la marcha de los
acontecimientos humanos en Urantia, pero el Padre en el Paraíso no decretó, no
demandó, ni requirió la muerte de su Hijo de la manera como se la llevó a cabo
en la tierra. Es un hecho que de alguna forma, tarde o temprano, Jesús habría
tenido que despojarse de su cuerpo mortal, dando fin a su encarnación, pero
podría haberlo hecho de maneras incontables, sin morir en una cruz entre dos ladrones.
Todo esto fue obra del hombre, no de Dios.
Quizás los hombres de las
religiones actuales no puedan aceptar esto, aunque una parte en su interior
declara que esto no cuadra con un Dios de amor que demande el sufrimiento de su
Hijo. Pero en el futuro, las Humanidades comprenderán mejor la muerte de
Cristo.
(2002.5)
186:5.4 El evangelio de la buena nueva de que el hombre mortal puede, por la
fe, llegar a ser consciente espiritualmente de que él es hijo de Dios, no
depende de la muerte de Jesús. Es verdad, en efecto, que este evangelio del
reino ha sido enormemente iluminado por la muerte del Maestro, pero lo fue aun
más por su vida.
(2002.6)
186:5.5 Todo lo que el Hijo del Hombre dijo o hizo en la tierra embelleció
grandemente las doctrinas de la filiación con Dios y de la hermandad de los
hombres, pero estas relaciones esenciales de Dios y de los hombres son
inherentes en los hechos universales del amor de Dios por sus criaturas y de la
misericordia innata de sus Hijos divinos. Estas relaciones conmovedoras y
divinamente hermosas entre el hombre y su Hacedor en este mundo y en todos los
otros a lo largo y a lo ancho del universo de los universos, han existido desde
la eternidad; y no son en sentido alguno dependientes de esas actuaciones
periódicas de autootorgamiento de los Hijos Creadores de Dios, quienes así
toman la naturaleza y semejanza de las inteligencias creadas por ellos, como
parte del precio que deben pagar para adquirir finalmente la soberanía
ilimitada de sus respectivos universos locales.
(2002.7)
186:5.6 El Padre en el cielo amaba de igual manera al hombre mortal en la
tierra antes de la vida y muerte de Jesús en Urantia que después de esta
exhibición trascendental de asociación de hombre y Dios. Esta poderosa
transacción de la encarnación del Dios de Nebadon como hombre en Urantia no
podía aumentar los atributos del Padre eterno, infinito y universal, pero sí
enriqueció y esclareció a todos los demás administradores y criaturas del
universo de Nebadon. Aunque el Padre en el cielo no nos ama más por esta encarnación
de Micael, todas las demás inteligencias celestiales sí lo hacen. Y esto se
debe a que Jesús reveló, no solamente a Dios al hombre, sino asimismo hizo una
nueva revelación del hombre a los Dioses y a las inteligencias celestiales del
universo de los universos.
(2003.1)
186:5.7 Jesús no está a punto de morir como sacrificio por el pecado. El no
expía la culpa moral innata de la raza humana. La humanidad no tiene tal culpa
racial ante Dios. La culpa es puramente una cuestión de pecado personal y
rebeldía deliberada y de sabiendas contra la voluntad del Padre y la
administración de sus Hijos.
(2003.2)
186:5.8 El pecado y la rebelión nada tienen que ver con el plan fundamental de
autootorgamientos de los Hijos de Dios Paradisiacos, aunque nos parezca que el
plan de salvación es una característica provisional del plan autootorgador.
(2003.3)
186:5.9 La salvación de Dios para los mortales de Urantia habría sido
igualmente eficaz y perfectamente certera si Jesús no hubiese sido puesto a
muerte por las manos crueles de mortales ignorantes. Si los mortales de la
tierra hubieran recibido favorablemente al Maestro y si él hubiera partido de
Urantia por abandono voluntario de su vida en la carne, el hecho del amor de
Dios y de la misericordia del Hijo —el hecho de la filiación con Dios— de
ninguna manera habría sido afectado. Vosotros los mortales sois hijos de Dios,
y sólo una cosa se requiere para que esta verdad se vuelva un hecho en vuestra
experiencia personal, y ésa es: vuestra fe nacida del espíritu.