El
Evangelio de Lucas aporta un detalle interesante de la Transfiguración que no
aportan los otros evangelistas:
28 Aconteció como ocho días
después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al
monte a orar.
29 Y entre tanto que oraba,
la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
30 Y he aquí dos varones
que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 quienes aparecieron
rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en
Jerusalén. – Lucas 9
Lucas
deja entrever algo de la conversación de Jesús con los visitantes. Esto
demuestra que la Transfiguración y los personajes no eran meros símbolos. Eran
realmente reales porque hablaban de un evento futuro que acontecería al poco tiempo:
La partida de Jesús en la Tierra, que habría de ocurrir en Jerusalén. Si la
transfiguración de los personajes que aparecen con Jesús son símbolos de los
ungidos de nuestra época, ¿por qué hablaban de la partida que Jesús iba a tener
en esos días? Esta reflexión es suficiente para descartar a la transfiguración
como una visión simbólica.
Nos queda claro que la transfiguración no era un visión simbólica del futuro lejano. La misma palabra griega "transfigurado" es la misma que "metamorfosis" o "transformado". Es como si Jesús hubiese transformado su naturaleza a su estado glorioso prehumano.
Hay quienes afirman que Moisés y Elías que ya habían sido trasladados a su moradas celestiales efectivamente bajaron a la Tierra a discutir con Jesús el término de su misión. Esto podría ser factible, sin embargo, según los Documentos los personajes eran otros que fueron asociados mentalmente por Pedro a Moisés y Elías:
(1752.2) 158:0.2 En forma
general, Jesús sabía de antemano qué ocurriría en la montaña, y mucho deseaba
que todos sus apóstoles pudieran compartir esta experiencia. Fue para
prepararlos para esta revelación de sí mismo para que permaneció con ellos al
pie de la montaña. Pero no podían ellos alcanzar los niveles espirituales que
justificaran su exposición a la experiencia plena de la inminente visitación de
los seres celestiales sobre la tierra. Y puesto que no podía llevar a todos sus
asociados con él, decidió llevar únicamente a los tres que habitualmente lo
acompañaban en tales vigilias especiales. Por consiguiente, sólo Pedro,
Santiago y Juan compartieron por lo menos cierta parte de esta experiencia
singular con el Maestro.
(1752.4) 158:1.2 Jesús
había sido llamado para ascender solo a la montaña, para tratar importantes
asuntos que tenían que ver con el progreso de su autootorgamiento, en cuanto se
relacionaba esta experiencia con el universo de su creación. Es significativo
que este extraordinario evento aconteciera precisamente cuando Jesús y los
apóstoles estaban en tierra de los gentiles, y que efectivamente ocurrió en una
montaña de gentiles.
(1753.2) 158:1.6 Eran aproximadamente las tres de
esta bella tarde cuando Jesús se despidió de los tres apóstoles, diciendo: «Me
alejo a solas por un tiempo, para comulgar con el Padre y sus mensajeros; os
exhortó que os quedéis aquí y, mientras aguardáis mi retorno, oréis porque se
haga la voluntad del Padre en toda vuestra experiencia en relación con el resto
de la misión autootorgadora del Hijo del Hombre». Después de hablarles
así, Jesús se retiró para conferenciar largamente con Gabriel y con el Padre
Melquisedek, y no retornó hasta aproximadamente las seis de la tarde. Cuando
Jesús vio la ansiedad de sus apóstoles por su prolongada ausencia, dijo: «¿Por
qué temíais? Bien sabéis que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre; ¿por qué
dudáis cuando yo no estoy con vosotros? Declaro ahora que el Hijo del Hombre ha
elegido continuar con su vida plena en vuestro medio y como uno de vosotros.
Estad de buen ánimo; no os abandonaré hasta no haber terminado mi obra».
(1753.3) 158:1.7 Mientras
compartían la escasa cena, Pedro preguntó al Maestro: «¿Por cuánto tiempo nos
quedaremos en esta montaña, lejos de nuestros hermanos?» Jesús contestó: «Hasta
que veáis la gloria del Hijo del Hombre y conozcáis que todo lo que os he
declarado es verdad». Hablaron pues de los asuntos de la rebelión de Lucifer
mientras estaban sentados alrededor de las brasas centelleantes del fuego que
habían encendido, hasta que los envolvieron las tinieblas y los párpados de los
apóstoles se hicieron pesados porque habían empezado su viaje muy temprano esa
mañana.
(1753.4) 158:1.8 Los tres
dormían profundamente desde hacía una media hora, cuando fueron repentinamente
despertados por un cercano ruido chispeante, y ante su maravilla y
consternación, al mirar a su alrededor, contemplaron a Jesús en íntima
conversación con dos seres resplandecientes vestidos con los indumentos de luz
del mundo celestial. Y el rostro y la silueta de Jesús brillaban con la
luminosidad de una luz celestial. Estos tres conversaban en un extraño idioma,
pero por ciertas cosas dichas, Pedro conjeturó erróneamente que los seres con
Jesús eran Moisés y Elías; en realidad, eran Gabriel y el Padre Melquisedek.
Los controladores físicos habían dispuesto, por solicitud de Jesús, que los
apóstoles presenciaran esta escena.
(1753.5) 158:1.9 Los tres
apóstoles estaban tan asustados que les llevó un tiempo en recuperarse completamente,
pero Pedro, que fue el primero en volver en sí, dijo, mientras la deslumbrante
visión se desvanecía ante ellos y observaban a Jesús, de pie solo: «Jesús,
Maestro, es bueno haber estado aquí. Nos regocijamos de ver esta gloria. No
queremos volver a descender al mundo ignominioso. Si tú quieres, déjanos morar
aquí, y erigiremos tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y otra para
Elías». Pedro dijo esto debido a su confusión y porque en ese momento no se le
ocurría ninguna otra cosa.
(1753.6) 158:1.10 Mientras
Pedro aún estaba hablando, cayó una nube plateada que los envolvió a los cuatro
en sombras. Los apóstoles se aterrorizaron aun más, y al caer de bruces para
adorar, oyeron una voz, la misma que había hablado en ocasión del bautismo de
Jesús, decir: «Éste es mi Hijo amado; prestadle atención». Y cuando se hubo
desvanecido la nube, nuevamente estuvo Jesús solo con los tres y se inclinó y
los tocó, diciendo: «Levantaos y no temáis; veréis cosas aun más grandes que
ésta». Pero los apóstoles estaban verdaderamente aterrorizados; al prepararse
para descender la montaña, poco antes de la medianoche, formaban un trío
silencioso y pensativo.
(1755.1) 158:3.1 Lo que
Pedro, Santiago y Juan presenciaron en la montaña de la transfiguración fue una
vislumbre pasajera del espectáculo celestial que transcendió en ese día
memorable en el Monte Hermón. La transfiguración fue ocasión de:
(1755.2) 158:3.2 1. La
aceptación —en su totalidad— del autootorgamiento de la vida encarnada de
Micael en Urantia por el Madre-Hijo Eterno del Paraíso. En cuanto al cumplimiento
de los requisitos puestos por el Hijo Eterno, Jesús recibió entonces la
certidumbre de la satisfacción de los mismos. Gabriel fue quien trajo a Jesús
esa atestación.
(1755.3) 158:3.3 2. El
testimonio de la satisfacción del Espíritu Infinito en cuanto a la plenitud del
autootorgamiento en Urantia en la semejanza de la carne mortal. El
representante universal del Espíritu Infinito, el asociado inmediato de Micael
en Salvington y su siempre presente colaborador, en esta ocasión habló a través
del Padre Melquisedek.
(1755.4) 158:3.4 Jesús
aceptó este testimonio del éxito de su misión terrenal, presentado por los
mensajeros del Hijo Eterno y del Espíritu Infinito, pero observó que su Padre
no indicaba que el autootorgamiento urantiano hubiera terminado; la presencia
invisible del Padre tan sólo fue atestiguada a través del Ajustador
Personalizado de Jesús, diciendo: «Éste es mi hijo amado; prestadle atención».
Esto fue dicho en palabras para que fueran oídas también por los tres
apóstoles.
(1755.5) 158:3.5 Después
de esta visitación celestial, Jesús intentó conocer la voluntad de su Padre y
decidió seguir su autootorgamiento mortal hasta su fin natural. Éste fue lo que
la transfiguración significó para Jesús. Para los tres apóstoles, fue el
acontecimiento que marcó el ingreso del Maestro en la fase final de su carrera
terrenal como Hijo de Dios e Hijo del Hombre.
(1755.6) 158:3.6 Después
de la visitación formal de Gabriel y del Padre Melquisedek, Jesús celebró
conversaciones casuales con éstos, sus Hijos de ministerio, y comulgó con ellos
sobre los asuntos del universo.
Lo que los Documentos nos
explican es que ante el universo, la carrera humana de Jesús ya estaba
culminada. Jesús podría haber abandonado la Tierra en ese momento y su cuerpo
haber completado la transmutación o transfiguración a su estado glorioso y
haber partido para reasumir su soberanía del universo. La certificación de los
seres celestiales era plena y total. No era necesario seguir en la senda hacia
su muerte en Jerusalén. Pero Jesús, voluntariamente quiso seguir la senda de
los acontecimiento naturales, quiso compartir al máximo la vida y muerte de sus
criaturas, quiso pasar por la copa de la vida y la experiencia de la resurrección humana, para dejar establecido el camino viviente hacia el Padre
para todas sus criaturas.
Por esa razón Jesús les indica a los visitantes celestiales que su partida no sería en ese momento, sino en Jerusalén tras culminar su vida humana y resucitar. Desde allí ascendería definitivamente.
Por esa razón Jesús les indica a los visitantes celestiales que su partida no sería en ese momento, sino en Jerusalén tras culminar su vida humana y resucitar. Desde allí ascendería definitivamente.