viernes, 10 de abril de 2015

La razón de la Transfiguración

El Evangelio de Lucas aporta un detalle interesante de la Transfiguración que no aportan los otros evangelistas:

28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. – Lucas 9
Lucas deja entrever algo de la conversación de Jesús con los visitantes. Esto demuestra que la Transfiguración y los personajes no eran meros símbolos. Eran realmente reales porque hablaban de un evento futuro que acontecería al poco tiempo: La partida de Jesús en la Tierra, que habría de ocurrir en Jerusalén. Si la transfiguración de los personajes que aparecen con Jesús son símbolos de los ungidos de nuestra época, ¿por qué hablaban de la partida que Jesús iba a tener en esos días? Esta reflexión es suficiente para descartar a la transfiguración como una visión simbólica.

Lo interesante es que los otros pasajes son más parcos aunque Marcos dice: "y sus prendas de vestir exteriores se volvieron relucientes, mucho más blancas de lo que pudiera blanquearlas cualquier limpiador de ropa en la tierra".

Nos queda claro que la transfiguración no era un visión simbólica del futuro lejano. La misma palabra griega "transfigurado" es la misma que "metamorfosis" o "transformado". Es como si Jesús hubiese transformado su naturaleza a su estado glorioso prehumano.

Hay quienes afirman que Moisés y Elías que ya habían sido trasladados a su moradas celestiales efectivamente bajaron a la Tierra a discutir con Jesús el término de su misión. Esto podría ser factible, sin embargo, según los Documentos los personajes eran otros que fueron asociados mentalmente por Pedro a Moisés y Elías:


(1752.2) 158:0.2 En forma general, Jesús sabía de antemano qué ocurriría en la montaña, y mucho deseaba que todos sus apóstoles pudieran compartir esta experiencia. Fue para prepararlos para esta revelación de sí mismo para que permaneció con ellos al pie de la montaña. Pero no podían ellos alcanzar los niveles espirituales que justificaran su exposición a la experiencia plena de la inminente visitación de los seres celestiales sobre la tierra. Y puesto que no podía llevar a todos sus asociados con él, decidió llevar únicamente a los tres que habitualmente lo acompañaban en tales vigilias especiales. Por consiguiente, sólo Pedro, Santiago y Juan compartieron por lo menos cierta parte de esta experiencia singular con el Maestro.

(1752.4) 158:1.2 Jesús había sido llamado para ascender solo a la montaña, para tratar importantes asuntos que tenían que ver con el progreso de su autootorgamiento, en cuanto se relacionaba esta experiencia con el universo de su creación. Es significativo que este extraordinario evento aconteciera precisamente cuando Jesús y los apóstoles estaban en tierra de los gentiles, y que efectivamente ocurrió en una montaña de gentiles.

(1753.2) 158:1.6 Eran aproximadamente las tres de esta bella tarde cuando Jesús se despidió de los tres apóstoles, diciendo: «Me alejo a solas por un tiempo, para comulgar con el Padre y sus mensajeros; os exhortó que os quedéis aquí y, mientras aguardáis mi retorno, oréis porque se haga la voluntad del Padre en toda vuestra experiencia en relación con el resto de la misión autootorgadora del Hijo del Hombre». Después de hablarles así, Jesús se retiró para conferenciar largamente con Gabriel y con el Padre Melquisedek, y no retornó hasta aproximadamente las seis de la tarde. Cuando Jesús vio la ansiedad de sus apóstoles por su prolongada ausencia, dijo: «¿Por qué temíais? Bien sabéis que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre; ¿por qué dudáis cuando yo no estoy con vosotros? Declaro ahora que el Hijo del Hombre ha elegido continuar con su vida plena en vuestro medio y como uno de vosotros. Estad de buen ánimo; no os abandonaré hasta no haber terminado mi obra».

(1753.3) 158:1.7 Mientras compartían la escasa cena, Pedro preguntó al Maestro: «¿Por cuánto tiempo nos quedaremos en esta montaña, lejos de nuestros hermanos?» Jesús contestó: «Hasta que veáis la gloria del Hijo del Hombre y conozcáis que todo lo que os he declarado es verdad». Hablaron pues de los asuntos de la rebelión de Lucifer mientras estaban sentados alrededor de las brasas centelleantes del fuego que habían encendido, hasta que los envolvieron las tinieblas y los párpados de los apóstoles se hicieron pesados porque habían empezado su viaje muy temprano esa mañana.

(1753.4) 158:1.8 Los tres dormían profundamente desde hacía una media hora, cuando fueron repentinamente despertados por un cercano ruido chispeante, y ante su maravilla y consternación, al mirar a su alrededor, contemplaron a Jesús en íntima conversación con dos seres resplandecientes vestidos con los indumentos de luz del mundo celestial. Y el rostro y la silueta de Jesús brillaban con la luminosidad de una luz celestial. Estos tres conversaban en un extraño idioma, pero por ciertas cosas dichas, Pedro conjeturó erróneamente que los seres con Jesús eran Moisés y Elías; en realidad, eran Gabriel y el Padre Melquisedek. Los controladores físicos habían dispuesto, por solicitud de Jesús, que los apóstoles presenciaran esta escena.

(1753.5) 158:1.9 Los tres apóstoles estaban tan asustados que les llevó un tiempo en recuperarse completamente, pero Pedro, que fue el primero en volver en sí, dijo, mientras la deslumbrante visión se desvanecía ante ellos y observaban a Jesús, de pie solo: «Jesús, Maestro, es bueno haber estado aquí. Nos regocijamos de ver esta gloria. No queremos volver a descender al mundo ignominioso. Si tú quieres, déjanos morar aquí, y erigiremos tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y otra para Elías». Pedro dijo esto debido a su confusión y porque en ese momento no se le ocurría ninguna otra cosa.

(1753.6) 158:1.10 Mientras Pedro aún estaba hablando, cayó una nube plateada que los envolvió a los cuatro en sombras. Los apóstoles se aterrorizaron aun más, y al caer de bruces para adorar, oyeron una voz, la misma que había hablado en ocasión del bautismo de Jesús, decir: «Éste es mi Hijo amado; prestadle atención». Y cuando se hubo desvanecido la nube, nuevamente estuvo Jesús solo con los tres y se inclinó y los tocó, diciendo: «Levantaos y no temáis; veréis cosas aun más grandes que ésta». Pero los apóstoles estaban verdaderamente aterrorizados; al prepararse para descender la montaña, poco antes de la medianoche, formaban un trío silencioso y pensativo.

(1755.1) 158:3.1 Lo que Pedro, Santiago y Juan presenciaron en la montaña de la transfiguración fue una vislumbre pasajera del espectáculo celestial que transcendió en ese día memorable en el Monte Hermón. La transfiguración fue ocasión de:

(1755.2) 158:3.2 1. La aceptación —en su totalidad— del autootorgamiento de la vida encarnada de Micael en Urantia por el Madre-Hijo Eterno del Paraíso. En cuanto al cumplimiento de los requisitos puestos por el Hijo Eterno, Jesús recibió entonces la certidumbre de la satisfacción de los mismos. Gabriel fue quien trajo a Jesús esa atestación.

(1755.3) 158:3.3 2. El testimonio de la satisfacción del Espíritu Infinito en cuanto a la plenitud del autootorgamiento en Urantia en la semejanza de la carne mortal. El representante universal del Espíritu Infinito, el asociado inmediato de Micael en Salvington y su siempre presente colaborador, en esta ocasión habló a través del Padre Melquisedek.

(1755.4) 158:3.4 Jesús aceptó este testimonio del éxito de su misión terrenal, presentado por los mensajeros del Hijo Eterno y del Espíritu Infinito, pero observó que su Padre no indicaba que el autootorgamiento urantiano hubiera terminado; la presencia invisible del Padre tan sólo fue atestiguada a través del Ajustador Personalizado de Jesús, diciendo: «Éste es mi hijo amado; prestadle atención». Esto fue dicho en palabras para que fueran oídas también por los tres apóstoles.

(1755.5) 158:3.5 Después de esta visitación celestial, Jesús intentó conocer la voluntad de su Padre y decidió seguir su autootorgamiento mortal hasta su fin natural. Éste fue lo que la transfiguración significó para Jesús. Para los tres apóstoles, fue el acontecimiento que marcó el ingreso del Maestro en la fase final de su carrera terrenal como Hijo de Dios e Hijo del Hombre.

(1755.6) 158:3.6 Después de la visitación formal de Gabriel y del Padre Melquisedek, Jesús celebró conversaciones casuales con éstos, sus Hijos de ministerio, y comulgó con ellos sobre los asuntos del universo.

Lo que los Documentos nos explican es que ante el universo, la carrera humana de Jesús ya estaba culminada. Jesús podría haber abandonado la Tierra en ese momento y su cuerpo haber completado la transmutación o transfiguración a su estado glorioso y haber partido para reasumir su soberanía del universo. La certificación de los seres celestiales era plena y total. No era necesario seguir en la senda hacia su muerte en Jerusalén. Pero Jesús, voluntariamente quiso seguir la senda de los acontecimiento naturales, quiso compartir al máximo la vida y muerte de sus criaturas, quiso pasar por la copa de la vida y la experiencia de la resurrección humana, para dejar establecido el camino viviente hacia el Padre para todas sus criaturas.

Por esa razón Jesús les indica a los visitantes celestiales que su partida no sería en ese momento, sino en Jerusalén tras culminar su vida humana y resucitar. Desde allí ascendería definitivamente.