viernes, 29 de enero de 2016

Nuevos conceptos: La Guerra Celestial

Durante siglos el arte ha imaginado las batallas entre los demonios y ángeles como auténticas luchas de los cruzados con espadas y caballos celestiales. Actualmente siguen tomándose casi por literales la mayoría de los símbolos de los libros como el Apocalipsis.

¿Cómo es realmente una guerra celestial? ¿Usan los ángeles espadas y caballos? ¿Pelean cuerpo a cuerpo entre ellos cual gladiadores? o ¿lo hacen al estilo de la Guerra de la Galaxias como sugieren los teóricos de los antiguos astronautas?

(606.2) 53:5.6 «Había guerra en los cielos; el comandante de Micael y sus ángeles lucharon contra el dragón (Lucifer, Satanás y los príncipes apóstatas); y el dragón y sus ángeles rebeldes lucharon pero no prevalecieron». Esta «guerra en los cielos» no fue una batalla física tal como se la puede concebir en Urantia. En los primeros días de la lucha Luciferpermaneció continuamente en el anfiteatro planetario. Gabriel condujo una exposición incesante de los sofismas rebeldes desde su sede central situada en las cercanías. Las varias personalidades presentes en la esfera que tuvieran duda en cuanto a su actitud se trasladaban de uno a otro sitio, escuchando las disertaciones hasta llegar a una decisión final.

(606.3) 53:5.7 Pero esta guerra en los cielos fue muy terrible y muy real. Aunque no exhibía ninguna de las barbaridades tan características de la guerra física en los mundos inmaduros, este conflicto era mucho más mortífero; la vida material corre peligro en el combate material, pero la guerra en los cielos se peleó en términos de vida eterna.

 Los seres celestiales no luchan cuerpo a cuerpo. Los ángeles tienen batallas mentales y dialécticas, auténticas conferencias con una argumentación que puede ser poderosa en sentido simbólico como una "espada". También los rebeldes tienen teorías y sofismas letales en términos de la verdadera vida eterna, aquella que puede perderse cuando deliberadamente  las criaturas volitivas realizan actos de rebelión consciente.

Notamos que Lucifer y su oponente Gabriel (el enviado de Miguel) tuvieron agudas disertaciones en el "anfiteatro" celestial de Jerusem. Gabriel se proyectó en el anfiteatro y opuso tenaz resistencia a las argumentaciones de Lucifer, quién era en ese momento el soberano de un sistema de mundos. Este lugar  es descrito en otro documento:

(522.2) 46:3.2 Esta estación receptora de las transmisiones de Jerusem está rodeada por un enorme anfiteatro, construido de materiales centelleantes mayormente desconocidos en Urantia, y con capacidad para sentar a cinco mil millones de seres —materiales y morontiales— además de dar cabida a innumerables personalidades espirituales.


Y estas disertaciones y conferencias fueron una lucha real entre las argumentaciones de Gabriel contra los sofismas de Lucifer, mientras éste presentaba su seductor "Manifiesto de la Libertad".

(614.5) 54:1.10 El hombre evolucionario tal vez tenga que luchar para sus libertades materiales contra tiranos y opresores en un mundo de pecado e iniquidad o, durante los tiempos primitivos, de una esfera primitiva en evolución, pero eso no ocurre en los mundos morontiales ni en las esferas de espíritu. La guerra es la herencia del hombre evolucionario primitivo, pero en los mundos de civilización normal en avance el combate físico como técnica de ajustar los malentendidos raciales ha caído desde hace mucho tiempo en descrédito.


Pero como comentaba la cita superior, esta guerra es más letal y perjudicial. Jesús mismo tuvo que dar una batalla de este tipo contra los rebeldes aquí en la Tierra:


(1493.5) 134:8.6 Hacia el final de su estancia en la montaña, Jesús pidió a su Padre que le permitiera celebrar una conferencia con sus enemigos de Satania en su calidad de Hijo del Hombre, de Josué ben José. Esta petición le fue concedida. Durante la última semana en el Monte Hermón, tuvo lugar la gran tentación, la prueba cósmica. Satanás (representando a Lucifer) y el rebelde Príncipe Planetario Caligastia, estuvieron presentes con Jesús y se le hicieron plenamente visibles.


(1494.1) 134:8.8 Ante todas las componendas y expedientes temporales sugeridas por Lucifer, ante todas esas engañosas propuestas relativas al autootorgamiento en forma de encarnación, Jesús solamente tenía una respuesta: «Que se haga la voluntad de mi Padre que está en el Paraíso». Cuando la dura prueba hubo terminado, el serafín guardián volvió al lado de Jesús para confortarle.


Esto tuvo consecuencias contra los rebeldes:


(609.5) 53:8.2 Anteriormente, cuando los Príncipes Planetarios, los «Hijos de Dios» se congregaban periódicamente, «Satanás también concurría», afirmando que representaba a todos los mundos aislados de los Príncipes Planetarios caídos. Pero, desde el autootorgamiento final de Micael no se le volvió a acordar dicha libertad en Jerusem. Posteriormente a sus esfuerzos por corromper a Micael durante su autootorgamiento en la carne, toda compasión por Lucifer y Satanás ha perecido en todo Satania, o sea, fuera de los mundos aislados de pecado.


Pablo pudo discernir que la guerra espiritual no es de índole física sino en sentido moral y filosófico. No es un burdo espectáculo como la cinta El Exorcista sino de una índole más mortífera y seductora. Ni siquiera en sentido físico es necesario combatir con los rebeldes. Algunos de ellos ya están prisioneros, pero sus sofismas aún circulan por el mundo, y contra esos debemos prevalecer:

(611.1) 53:9.2 Pablo conocía el estado de estos líderes rebeldes después del autootorgamiento de Micael, pues escribió de los jefes de Caligastia que eran «huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales».

Es claro que las pinturas de Jesús en un caballo celestial o los ángeles con espadas peleando son simbólicas. Lo mismo que la batalla de Armagedón. Pero muy poco esfuerzo se realiza en avanzar a un nivel superior de las realidades espirituales. Solo la Revelación, como hemos visto, nos puede ayudar. 


Notamos como aún estamos en etapas infantiles de discernimiento de las cosas celestiales.


A veces se critica la imagen de Jesús como bebé, pero rara vez se genera una reflexión de que la imagen de Jesús en un caballo con corona es algo pictórico, un simbolismo y una transportación a nuestros tiempos de los ideales judíos del Mesías terrenal que cabalgaba en un brioso corcel, cual David luchando contra los impíos.