miércoles, 28 de diciembre de 2016

La vida en la Tierra es un pivote hacia la eternidad

El sol es el que causa que nuestras células envejezcan y mueran. Aunque la vida parece un prodigio, lo cierto es que está algo descalibrada en relación a su entorno planetario. Vivimos aún en un hábitat en ajuste y calibración.

Esta existencia en el espacio-tiempo es el pivote o soporte, una lanzadera para la verdadera vida, la "vida que realmente lo es" como dice la epístola de Pablo. Aceptar que la muerte es nuestro destino inevitable en la materia es difícil de asimilar, pero esta es la dura realidad.


En este sentido los Documentos de Urantia no andan con cuentos chinos, sino que explican que la resurrección es parte del programa para las criaturas ascendentes de los planetas materiales, los cuales serían "los huevos" en dónde la vida humana sería como un embrión al interior de éste "huevo". Resucitar equivaldría a despertar del sueño, a salir del cascarón. La vida morontial sería el inicio de la auténtica vida.


En los planetas moronciales la luz solar no golpea como lo hace aquí desde un solo punto. Los profetas algo vislumbraron de esta vida:


"No padecerán hambre, ni padecerán sed, ni los herirá calor abrasador ni sol " - Isaías 49:10.


"Ya no tendrán hambre ni tendrán más sed, ni los batirá el sol ni ningún calor abrasador,  porque el Cordero, que está en medio del trono, los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida. Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos” - Revelación 7:16,17 


¿Dónde es ese magnífico lugar?


"Y Vi un cielo nuevo, y una tierra nueva: porque el primer cielo y la primera tierra se fueron, y el mar ya no es" - Revelación 21:1.


Notamos que el mismo apóstol es "transportado" lejos de la tierra, y observa una "nueva tierra" en otro espacio, en un "nuevo cielo". Es como un viaje sideral en que nuestra tierra es como si se hubiese ido. Un lugar donde no hay mar tal como existe aquí. Pedro también aludió a esa nueva tierra:


"Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia" - 2 Pedro 3:13.


Es en estas moradas, dónde la vida verdadera arranca. Y pesará bastante los tesoros del alma, los "bienes espirituales" que hayamos acumulado en esta corta vida. Estos "tesoros en los cielos" son el depósito para poder seguir nuestra carrera eterna.

Aceptar con valor la muerte es difícil, ya que implica soltar apegos y confiar químicamente cien por cien en el Creador, es "soltar" y entregarse en que el Padre sabe lo mejor para nosotros, y la verdadera felicidad nos espera "al otro lado". Algunas sugerencias que he leído sobre "entrenarnos" para morir:

- Aprende a "morir" en cada fracaso, en cada despedida, en cada cambio.

- Aprende a "morir" al dormir cada noche. Algún día, ese despertar será definitivo al otro lado.

- Aprende a "morir" al soltar y renunciar al control sobre todas las cosas. 

- Aprende a "morir" al entrenar y preparar a otros, antes que aferrarse a un estado de posesión de las cosas o circunstancias.

La vida de alguna forma intenta recordarnos que estamos en un constante cambio, y aquello debería ayudarnos a forjar nuestra alma para la partida hacia el gran viaje.