Todos hemos oído que Dios es comprensivo con las personas ya que puede ver nuestro corazón. Con respecto al suicidio éstas palabras cobran especial significado. Los Documentos enseñan que los Ancianos de los Días son los representantes del Padre en los asuntos de la supervivencia de la personalidad. Al momento de morir, son ellos los que nos juzgan si hemos de resucitar o no.
Cuando uno muere nuestro Ajustador y el Serafín Guardián dan testimonio ante estos jueces sobre los motivos internos de nuestra alma. Además los Ancianos se valen de los Censores Universales y otro tipo de omnisciencia cósmica para conocer la plenitud de nuestro corazón. No se nos juzga en base a nuestras imperfecciones, trabas de personalidad o torpezas, tampoco con respecto a elementos comunes a nuestra naturaleza casi animal. Más bien, es con respecto a la intención del Alma, si nos hemos llenado de odio, rencor, y maldad interior. O si más bien, a pesar de los tropiezos de nuestra naturaleza alejada de la Divinidad, intentamos aún ser "divinos", si tenemos un Alma con motivos nobles.
Una persona que cae en profunda depresión no es un malvado o egoísta, sino más bien por lo general, ha fallado en la adaptación del vivir, y por ende, se ha juzgado duramente a sí mismo como condenado a una situación insoportable que le impide vivir con una normal felicidad. Por lo general, hay bondad y nobleza en un corazón herido y que no aguanta más por su gran sensibilidad. No podemos juzgar negativamente a los suicidas. Más bien, nos podemos llenar de compasión y amor por ellos. Posiblemente no alcanzamos a abrazar esa Alma a tiempo cuando nos pedía ayuda precisamente porque no deseaba morir, sino salir de ese estado de sufrimiento. Sí, un suicida no desea morir realmente. Desea terminar un sufrimiento que el experimenta como insoportable. Imagina a un hombre que se quema con fuego (como esos que saltaron por las Torres Gemelas) y salta al vacío por desesperación. Un suicida se "quema" por dentro en su Alma y mente. La sensibilidad les amplifica el dolor, que se les vuelve como un fuego que les quema. Incluso, me atrevería a decir que una condición genética desajustada provoca que la sensibilidad de éstas almas sea tan aguda, que pierden la capacidad de adaptación para enfrentarse a la dureza del vivir.
Sí, la adaptación para enfrentarnos a los cambios, el no poseer sensibilidad extrema, es un factor de rudeza razonable que nos puede ayudar a sobrevivir en las readaptaciones del vivir en el día a día. Es vital mostrar a los niños desde pequeños que siempre hay otras alternativas, junto al desapego emocional apropiado en su justa medida. La adaptación (aún al frío y a los elementos adversos externos e internos) siempre ha sido vital en la supervivencia colectiva e individual de los seres humanos.
Los Ancianos de los Días conocen hasta nuestros átomos y son inmensamente compasivos, jueces amorosos y perfectos, y en la inmensa mayoría de los casos podemos esperar nuevas oportunidades para quiénes han tomado éstas acciones inapropiadas que son llevadas por la desesperación, por la insoportabilidad del vivir en corazones demasiado nobles y sensibles.