Como se ha analizado en las entradas anteriores, hay evidencia interna de una creación narrativa del Génesis durante la época del exilio de Babilonia. También hay otras pistas que señalan que el relato final tomó forma mucho después de la existencia de los personajes narrados.
“Y el nombre del tercer río es Hidequel; es el que va al este de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates”. – Génesis 2:14
Aquí se narra la ubicación del Jardín de Edén, y se comenta la existencia de Asiria como referencia a este jardín. Esto demuestra que Asiria ya existía al tiempo de la narración de éste pasaje, y por lo tanto, no pudo ser el mismo Adán el primer escritor. Además el redactor habla del rió Hidequel, nombre dado en la época del exilio en Babilonia al río Tigres:
“Y en el día veinticuatro del primer mes, mientras sucedía que yo mismo estaba en la ribera del gran río, es decir, Hidequel” – Daniel 10:4
Veamos otro "desliz":
“De toda bestia limpia y de toda bestia que no es limpia, y de las criaturas voladoras y de todo lo que se mueve sobre el suelo, entraron de dos en dos a donde Noé en el arca, macho y hembra, tal como Dios había mandado a Noé” – Génesis 7:8,9.
La clasificación entre bestias limpias e inmundas se presentó mucho tiempo después, en la Ley de Moisés:
“Y ustedes tienen que hacer distinción entre la bestia limpia y la inmunda y entre el ave inmunda y la limpia; y no deben hacer asquerosas sus almas con la bestia y el ave y cosa alguna que se mueve sobre el suelo que yo les he separado al declararlas inmundas” – Levítico 20:25.
Al parecer la incorporación de ésta clasificación en el relato del Arca la hizo el redactor para no causar una repulsión en los lectores judíos que leerían la crónica de Noé conviviendo con animales encerrados. Este detalle nos muestra que el Génesis fue escrito mucho después de lo que generalmente se cree.
Veamos otro caso:
“Y Abrán siguió a través de la tierra hasta la ubicación de Siquem, cerca de los árboles grandes de Moré; y en aquel tiempo el cananeo estaba en la tierra” – Génesis 12:6.
Las palabras anteriores, por lo tanto, fueron escritas cuando el cananeo ya no estaba en la tierra, una época muy posterior al reinado de David inclusive. El escritor del Génesis tiene claro en que tiempo histórico él se encuentra, y que, por lo tanto, está describiendo una historia del pasado remoto. Moisés, por lo tanto, no fué el escritor.
74:8.11 (838.3) Cuando los sacerdotes judíos retornaron
a Jerusalén, ya habían terminado su relato escrito sobre el principio de las
cosas. Pronto afirmaron que esta narración era una historia recién descubierta
sobre la creación, escrita por Moisés. Pero los hebreos contemporáneos de
alrededor de 500 a. de J.C., no consideraron que estas escrituras fueran
revelaciones divinas; las consideraron de forma muy similar a como los pueblos
posteriores consideran las narraciones mitológicas.
74:8.12 (838.4) Este documento espurio, las presuntas
enseñanzas de Moisés, vino a conocimiento de Ptolemeo, el rey griego de Egipto,
quien lo mandó traducir al griego por una comisión de setenta eruditos para su
nueva biblioteca en Alejandría. Así se integró este relato a aquellas
escrituras que, posteriormente, llegaron a formar parte de las colecciones
ulteriores de las «escrituras sagradas» de las religiones hebrea y cristiana. Y
estos conceptos durante mucho tiempo influyeron profundamente en la filosofía
de muchos pueblos occidentales que se identificaron con estos sistemas
teológicos.
Sabemos que además del objetivo de incluir la Septuaginta en la biblioteca de Alejandrina, había una razón de "unificación política" (similiar a lo que haría Constantino siglos más tarde). La idea de la traducción entonces habría sido formada con el objetivo de cultivar la fe
de las comunidades de israelitas piadosos que vivían en la Diáspora, y que se
comunicaban en la lengua griega común (koiné). En aquella época, residía en
Alejandría una muy nutrida y numerosa comunidad de inmigrantes hebreos. Tener un libro de su historia común sería vital para mantenerlos en un estado pacífico y dócil.