domingo, 24 de marzo de 2024

Problemas bíblicos internos con la Expiación

Sabemos que Pablo escribió primero muchas cartas antes que la producción de algunos Evangelios, y cuando su visión teológica se impuso sobre muchas comunidades cristianas, su analogía sobre la redención, expiación y pecado (llamada también la doctrina del “rescate”) quedó bien establecida.

Las razones de Pablo para hacer estos sincretismos y crear esta doctrina, ya lo hemos visto antes, pero lo podemos resumir en que necesitaba urgentemente crear puentes conceptuales para que los judíos, griegos y romanos, aceptasen rápidamente el cristianismo. Una religión para ser aceptada por quienes tienen costumbres locales, necesita sacrificar ciertos preceptos y adquirir otros, para que esta nueva religión, sea “comprada” figurativamente por el pueblo. Lo hemos visto, incluso en religiones modernas que tienen que cambiar preceptos como la ropa y otros asuntos, para ser aceptados. Así, Pablo obtiene del Mitraismo y el Judaísmo algunas ideas que las usó de paralelismo con la muerte de Jesús. Algo parecido a lo que había hecho con “el dios desconocido”.

Luego, esencialmente el resto de Evangelios, de alguna forma incorporó en su relato de la “última cena”, esta doctrina paulina de la “expiación por sangre”. Como sabemos, los Evangelios mismos, en sus diferentes ediciones, tuvieron también cambios, correcciones e inserciones de más elementos mientras pasaban los años.

Sin embargo, estas enmiendas e incorporaciones, no dejaron productos perfectos, sino que crearon algunas contradicciones en el canon narrativo. Hay algunas desarmonías internas entre ciertos hechos narrados, que llevadas al plano doctrinal, parecen divergencias mayores, incluso del mismo Evangelio. Veamos un par de casos:

Lucas narra un incidente en casa del fariseo Simón. Una mujer que había llevado una vida pecadora, entra a hurtadillas, y lava los pies de Jesús con sus lágrimas, ante el asombro de los presentes. Pero las palabras de Jesús son más significativas e impactantes. Allí él dice en Lucas 7:44-50:

Y volviéndose hacia la mujer, le dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Yo entré a tu casa y no me diste agua para los pies, pero ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso, pero ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con perfume. Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonados. Los que estaban sentados a la mesa con El comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste que hasta perdona pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.

Lo que muchos lectores de la Biblia que conocen el dogma del rescate, redención o expiación, no se percatan, es del hecho que Jesús aún no había sido sacrificado como cordero expiatorio, y por lo tanto, no había pagado la teológica deuda del pecado, de la que tanto Pablo habla. 

Allí dice claramente que la mujer “amó mucho” y que eso causa el “perdón de los pecados”. Es el Amor y no el derramamiento de sangre como si fuese una transacción legalista lo que provoca el auténtico perdón. No la expiación, rescate y redención por sangre de alguna deuda. No una ofrenda propiciatoria. Jesús también dice: “tu fe te ha salvado”, causando gran conmoción entre quienes creían que el sacrificio solo causaba el perdón.

En el relato de la curación del paralítico, Jesús también perdona sus pecados, cuando aún todavía no había muerto por la humanidad, para el perdón de los pecados. ¿Como entonces es posible que perdonara los pecados de la gente si aún no se sacrificaba por ellos? Hay muchas teorías religiosas que han intentado explicar esto, pero ninguna es satisfactoria. Como vimos antes, el Amor es lo que causa el verdadero perdón y no el derramamiento de sangre, ya sea de corderos, o sangre humana. De hecho, en ninguno de los casos anteriores, tampoco el Maestro mandó a sacrificar un animal para expresar el perdón, puesto que la Ley, supuestamente aún no había abolida.

Todo lo anterior, muestra que a lo que se había escrito en los primeros borradores de los Evangelios, se añadieron elementos posteriores, como la “última cena paulina”, que tampoco tenían por objeto hacer que cuadrara toda la teología que Pablo había construido. Así que simplemente se dejaron esos relatos, que analizados con objetividad, paradójicamente desbaratan la misma interpretación de Pablo sobre los hechos relativos a la muerte de Jesús. 

A lo anterior también se suman otros problemas de lógica interna de interpretación doctrinal sobre la redención. Si Adán trajo el pecado y la muerte a la humanidad mediante su falta edénica, y Jesús ya pagó la deuda, ¿porque la humanidad sigue envejeciendo y muriendo?

Si el pecado, envejecimiento y la muerte, es impuesto contra la propia voluntad humana, y viene con nosotros al momento de nacer, independiente de nuestra fe o no en Dios, ¿porque a la Humanidad aún se le mantiene condenada a este hecho, independiente de su voluntad?  Si esto era una fórmula matemática de equivalencia y sustitución de un hombre perfecto por otro, y el pecado quedó pagado por el sacrificio de Jesús hace casi 2000 años, ¿porque entonces aún seguimos muriendo? 

¿Acaso no empezó a envejecer inmediatamente Adan tras su falta? ¿Porque no ocurrió el proceso inverso de la supuesta “justicia perfecta” al morir Jesús por nosotros? Todas estas cuestiones no tienen respuesta lógica.

Lo anterior podría asemejarse que a un deudor se le condena inmediatamente al endeudarse. Luego, un amigo paga su deuda, pero el acreedor demora muchos años en levantar dicha deuda, haciéndolo sufrir innecesariamente, a él y su familia.

Esto es especialmente ilógico e injusto, con provocar que los descendientes que aún no  nacían, tengan que pagar las consecuencias de lo que hicieron sus antepasados. Ninguna justicia puede aceptar condenar a millones, por lo que sus ancestros hicieron. Hablamos, por supuesto, desde un punto de vista legal, tal como lo intenta explicar la doctrina de la expiación paulina. De hecho, el mismo profeta Ezequiel era contrario a estos conceptos de deudas raciales con Dios:

El alma que peque, esa morirá. El hijo no cargará con la iniquidad del padre, ni el padre cargará con la iniquidad del hijo; la justicia del justo será sobre él y la maldad del impío será sobre él. - Ezequiel 18:20

Por el momento, el dogma de la redención, seguirá imperando en las religiones. Pero ya se vislumbra en estas, algunos malabarismos mentales de interpretaciones, para intentar salvar las cuestiones engorrosas. 

No obstante, todo esto es una confirmación mas,  digamos ahora teológica, que apoya la visión verdaderamente justa, superlativa, excelsa y amorosa que presenta el Libro de Urantia sobre la relación del individuo con su Padre Celestial.

Ahora bien, entonces nuevamente surge la pregunta, ¿porque murió Jesús una muerte tan cruel? ¿Acaso eso en nuestro subconsciente no lo asociamos al sacrificio? Un próximo artículo tocará ese  tema.