Es cierto que el “nacer
otra vez” proviene finalmente de Dios al aceptar el hombre la consagración a la
guía del Padre Celestial. Sin embargo, esto no es una especie de otorgamiento
que Dios les da misteriosamente a solo unos pocos hombres tal como creen
algunos. Más bien notemos la especie de mandato de Jesús a los creyentes:
“No te maravilles a causa
de que te dije: Ustedes tienen que
nacer otra vez” – Juan 3:7
El hombre debe buscar como
meta ese nuevo nacimiento. No tendría sentido que Dios misteriosamente
implantara en algunas personas una esperanza no anhelada con anterioridad.
Aquello sería una especie de violación al libre albedrío. Más bien, notemos
como el “nacer otra vez” está vinculado al descubrimiento del reino.
"En respuesta, Jesús le
dijo: “Muy verdaderamente te digo: A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver
el reino de Dios”. – Juan 3:3
“Pero desde los días de
Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos es la meta hacia la cual se
adelantan con ardor los hombres, y los que se adelantan con ardor se asen de él”
– Mateo 11: 12.
Notamos que la meta de “nacer
otra vez” y “alcanzar el reino” están vinculadas, y es fundamental la voluntad
humana para iniciar el proceso de consagrarse a la voluntad de Dios. Es cuando
el hombre da ese paso, que entonces Dios responde al provocar una nueva creación
de acuerdo a su voluntad:
"No obstante, a cuantos sí
lo recibieron, a ellos les dio autoridad de llegar a ser hijos de Dios, porque
ejercían fe en su nombre; y ellos nacieron, no de
sangre, ni de voluntad carnal, ni de voluntad de varón, sino de Dios". – Juan 1:12,13
El deseo de progresar al nuevo nacimiento (ejercer fe), y ser rehechos por la voluntad de Dios no son excluyentes sino que se interrelacionan. Cuando el hombre decide con fe hacer la voluntad de Dios, entonces Dios guía a ese hombre y provoca el renacimiento.
El deseo de progresar al nuevo nacimiento (ejercer fe), y ser rehechos por la voluntad de Dios no son excluyentes sino que se interrelacionan. Cuando el hombre decide con fe hacer la voluntad de Dios, entonces Dios guía a ese hombre y provoca el renacimiento.