jueves, 15 de febrero de 2018

Un error en la interpretación bíblica

Uno de los errores más frecuentes en el análisis bíblico consiste en sostener que hay una especie de equidistancia o equilibrio que forzosamente debe ejecutarse bajo la premisa o paradigma mental de que todas las partes de la Biblia tienen la misma validez o peso.

Sucede que a menudo se usan los pasajes proféticos o simbólicos que hablan en alegoría para someter y gobernar las declaraciones directas de las cartas apostólicas (que son la última luz en revelación bíblica), y NO al revés. Se somete lo claro y directo al lenguaje figurado y profético. 

Pero lo claro y directo debe gobernar a lo simbólico y no al revés.

Por ejemplo, una creencia de ciertos grupos religiosos es pensar que Cristo y sus fieles descenderán a la Tierra para vivir en este planeta, en una especie de “descenso” celestial para tener a Jerusalén como una “sede” para gobernar la Tierra. Sin embargo, llegan a esas conclusiones al basarse en ciertas declaraciones alegóricas y proféticas de las escrituras hebreas alusivas al judaísmo. También se utiliza el libro de Apocalipsis, que es altamente simbólico, para llegar a esas conclusiones.

Sin embargo, las cartas apostólicas y algunas declaraciones no alegoricas de los Evangelios aluden con claridad y de forma explícita a que los fieles estarán en el cielo y que el concepto de “reino” es más que un mero reciclaje del judaísmo. Pero lamentablemente se utiliza la premisa mental errónea de intentar “equilibrar” o incluso someter estas declaraciones explícitas a comentarios simbólicos o con significados bajo el contexto judío.

Esto mismo le ocurre a otros grupos que intentan que declaraciones del “antiguo testamento” gobiernen a otras declaraciones posteriores de los cristianos. Por ejemplo, así se habla de un mandato “universal” en torno a la sangre, otros justifican los diezmos e incluso hay pequeños grupos seudo cristianos que se visten como los profetas e imitan a los israelitas (Perú).  Durante la Edad Media, la Iglesia de Roma usó precisamente esa “regla” del supuesto equilibrio para justificar las “guerras santas”, tomando los modelos de las “guerras santas” del antiguo Israel, pese a las declaraciones posteriores de Jesús.

Por ejemplo, la creencia en la literalidad de los 1440.000 (expresada en el libro simbólico de Apocalipsis) como único grupo con esperanza celestial gobierna finalmente otras expresiones directas que no fueron dadas en libros simbólicos, sino como declaraciones y directrices claras que indican  que en el primer siglo la puerta para el crecimiento de los primeros cristianos no tenía límites ni restricciones, sino “que todo el que invoque el nombre de Jehová” podía ser aceptado por Dios. De hecho, Pablo comentó que los cristianos de sus días eran la descendencia de Abrahán (Heb. 2:16) y este mismo Pablo explica que hay algo realmente literal en el asunto de la posibilidad de salvación para muchos, una cantidad innumerable: “Por lo tanto, también, de un solo [hombre], y este como si estuviera muerto, nacieron [hijos] como las estrellas del cielo en multitud y como las arenas que están a la orilla del mar, innumerables” – Hebreos 11:12. Sharon Turner, un historiador de Inglés, calculó que para finales del siglo I los cristianos llegaron al número de unos 500.000 aproximadamente. Esto tiene cierta veracidad, ya que para el mismo día fundacional del movimiento cristiano, se bautizaron unas 3000 personas (Hechos 2:41). Poco después se habla de que unos 5000 varones se hicieron cristianos (Hechos 4:4). Poco después se dice que “siguieron añadiéndose creyentes en el Señor, multitudes de varones así como de mujeres” (Hechos 5:14, véase Hechos 6:7). Y si sumamos los otros cristianos “verdaderos” en siglos posteriores, aun suponiendo que hubiesen sido muy pocos, durante los primeros siglos, el número de 144.000 claramente debe haber sido sobrepasado.

Método Por lo tanto, si queremos llegar a conclusiones correctas debemos entender estos aspectos:

1- La Biblia presenta una Revelación progresiva sobre Dios, su propósito (llamado a veces por Pablo “secreto sagrado”).

2- Las declaraciones directas posteriores contienen la revelación más clara y actualizada sobre los declaraciones del Antiguo Testamento, libros proféticos y altamente simbólicos.

3- Deben separarse los Libros directos de los llamados libros Proféticos y Simbólicos. Recuerde que la agrupación del orden en que están colocados los libros tampoco es determinante porque aquello no significa luz cronológica. Incluso aunque el Apocalipsis se encuentre ubicado posterior a las cartas apostólicas, sus declaraciones altamente simbólicas siempre estarán bajo la dirección de las declaraciones más directas de los Evangelios y Cartas Apostólicas. Así, el supuesto debate entre los distintos grupos que intentan pugnar por sus interpretaciones bíblicas y del mismo Apocalipsis se elimina y diluye al aceptar la autoridad de las cartas y evangelios para guiar las creencias, y no al revés. ¡Cuantas sectas, grupos y religiones se evitarían con esa regla!

4- Aunque las declaraciones sobre Dios y su propósito en el Antiguo Testamento y en los Libros tienen un valor de enseñanza, ejemplo y fidelidad inspiradora en la actitud de los personajes, esto no quiere decir que todas sus acciones, declaraciones o lenguaje simbólico se encuentre en una posición equidistante o superior a la que trajo Cristo y sus apóstoles.