Sucede que a menudo se
usan los pasajes proféticos o simbólicos que hablan en alegoría para someter y
gobernar las declaraciones directas de las cartas apostólicas (que son la
última luz en revelación bíblica), y NO al revés. Se somete lo claro y directo
al lenguaje figurado y profético.
Pero lo claro y directo debe gobernar a lo simbólico y no al revés.
Pero lo claro y directo debe gobernar a lo simbólico y no al revés.
Por ejemplo, una creencia
de ciertos grupos religiosos es pensar que Cristo y sus fieles descenderán a la
Tierra para vivir en este planeta, en una especie de “descenso” celestial para tener a
Jerusalén como una “sede” para gobernar la Tierra. Sin embargo, llegan a esas
conclusiones al basarse en ciertas declaraciones alegóricas y proféticas de las
escrituras hebreas alusivas al judaísmo. También se utiliza el libro de
Apocalipsis, que es altamente simbólico, para llegar a esas conclusiones.
Sin embargo, las cartas apostólicas
y algunas declaraciones no alegoricas de los Evangelios aluden con claridad y
de forma explícita a que los fieles estarán en el cielo y que el concepto de “reino”
es más que un mero reciclaje del judaísmo. Pero lamentablemente se utiliza la
premisa mental errónea de intentar “equilibrar” o incluso someter estas
declaraciones explícitas a comentarios simbólicos o con significados bajo el
contexto judío.
Esto mismo le ocurre a
otros grupos que intentan que declaraciones del “antiguo testamento” gobiernen
a otras declaraciones posteriores de los cristianos. Por ejemplo, así se habla
de un mandato “universal” en torno a la sangre, otros justifican los diezmos e
incluso hay pequeños grupos seudo cristianos que se visten como los profetas e imitan a los israelitas (Perú). Durante la Edad
Media, la Iglesia de Roma usó precisamente esa “regla” del supuesto equilibrio para
justificar las “guerras santas”, tomando los modelos de las “guerras santas”
del antiguo Israel, pese a las declaraciones posteriores de Jesús.
Por ejemplo, la creencia
en la literalidad de los 1440.000 (expresada en el libro simbólico de Apocalipsis) como único grupo con esperanza celestial
gobierna finalmente otras expresiones directas que no fueron dadas en libros
simbólicos, sino como declaraciones y directrices claras que indican que en el primer siglo la puerta para el
crecimiento de los primeros cristianos no tenía límites ni restricciones, sino “que
todo el que invoque el nombre de
Jehová” podía ser aceptado por Dios. De hecho, Pablo comentó que los cristianos de sus días eran la descendencia
de Abrahán (Heb. 2:16) y este mismo Pablo explica que hay algo realmente literal en el
asunto de la posibilidad de salvación para muchos, una cantidad innumerable: “Por
lo tanto, también, de un solo [hombre], y este como si estuviera muerto,
nacieron [hijos] como las estrellas del cielo en multitud y como las arenas que
están a la orilla del mar, innumerables”
– Hebreos 11:12. Sharon
Turner, un historiador de Inglés, calculó que para finales del siglo I los
cristianos llegaron al número de unos 500.000 aproximadamente. Esto tiene cierta
veracidad, ya que para el mismo día fundacional del movimiento cristiano, se
bautizaron unas 3000 personas (Hechos 2:41). Poco después se habla de que unos
5000 varones se hicieron cristianos (Hechos 4:4). Poco después se dice que “siguieron
añadiéndose creyentes en el Señor, multitudes
de varones así como de mujeres” (Hechos 5:14, véase Hechos 6:7). Y si sumamos
los otros cristianos “verdaderos” en siglos posteriores, aun suponiendo que
hubiesen sido muy pocos, durante los primeros siglos, el número de 144.000
claramente debe haber sido sobrepasado.
Método Por lo tanto, si queremos llegar a conclusiones correctas debemos entender estos aspectos:
Método Por lo tanto, si queremos llegar a conclusiones correctas debemos entender estos aspectos:
1- La Biblia presenta una
Revelación progresiva sobre Dios, su propósito (llamado a veces por Pablo “secreto
sagrado”).
2- Las declaraciones
directas posteriores contienen la revelación más clara y actualizada sobre los
declaraciones del Antiguo Testamento, libros proféticos y altamente simbólicos.
3- Deben separarse los
Libros directos de los llamados libros Proféticos y Simbólicos. Recuerde que la
agrupación del orden en que están colocados los libros tampoco es determinante
porque aquello no significa luz cronológica. Incluso aunque el Apocalipsis se
encuentre ubicado posterior a las cartas apostólicas, sus declaraciones
altamente simbólicas siempre estarán bajo la dirección de las declaraciones más
directas de los Evangelios y Cartas Apostólicas. Así, el supuesto debate entre
los distintos grupos que intentan pugnar por sus interpretaciones bíblicas y
del mismo Apocalipsis se elimina y diluye al aceptar la autoridad de las cartas
y evangelios para guiar las creencias, y no al revés. ¡Cuantas sectas, grupos y religiones se evitarían con esa regla!
4- Aunque las declaraciones
sobre Dios y su propósito en el Antiguo Testamento y en los Libros tienen un
valor de enseñanza, ejemplo y fidelidad inspiradora en la actitud de los personajes, esto no
quiere decir que todas sus acciones, declaraciones o lenguaje simbólico se encuentre
en una posición equidistante o superior a la que trajo Cristo y sus apóstoles.