En éstas palabras Jesús señala la gran misión para sus creyentes auténticos. El gran mensaje no es condenar al mundo ni adoptar medidas pasivas o limitarse a una actividad espiritual formal mecánica, que finalmente es aislacionista pese a predicar lo contrario..
El verdadero evangelio consiste en vivir vidas inspiradoras para los demás hombres que los motiven al bien y se forma una sinergía de amor, como una palanca de sal para hacer grandes cambios en la humanidad.
Los atributos de la sal: La sal es principalmente un Preservante. Previene la corrupción. Es un Buen antiséptico. Ahuyenta los microbios. Resalta el sabor. La Sal es una fuerza positiva para transformar el mundo.
La religión verdadera no vuelve al hombre un individuo pasivo e inoperante ante el mundo. Es tremendamente activa y poderosa.
¿Ha dejado de estar salada nuestra sal? ¿Ha perdido su fuerza? Las religiones de la mente se hacen a un lado de los desafíos humanos, del privilegio de ser la sal de la Tierra. La pasividad, la falta de acción para ayudar y salinizar nuestro entorno y a la humanidad, ha sido nefasto. Debemos volvernos participantes activos para ser la sal del mundo.
Debemos aprender a conocernos a nosotros mismos para poder ejercer el autodominio que nos ayudará a ser ciudadanos preocupados por el medio ambiente y por todo lo que ocurre en nuestro planeta, porque “el creyente no puede ser insensible al sufrimiento social, ni permanecer indiferente a la injusticia social, ni tampoco está aislado del pensamiento económico”-1088
El mundo sería muy diferente si los cristianos fuésemos lo que Jesús nos pide porque “como hombres mortales y materiales, sois en verdad los ciudadanos de los reinos terrestres, y deberíais ser buenos ciudadanos, mucho mejores, por haberos convertido en los hijos renacidos del espíritu del reino celestial. Como hijos iluminados por la fe y liberados por el espíritu del reino de los cielos, os enfrentáis con la doble responsabilidad, del deber hacia los hombres y del deber hacia Dios, mientras que asumís voluntariamente una tercera obligación sagrada: el servicio a la fraternidad de los creyentes que conocen a Dios.”-1930
Y para que cumplamos esta petición “no basta que no hagamos el mal, debemos aprender a hacer el bien”- 1736 y para ello el vivir en comunidad es indispensable si queremos ser realmente espirituales, porque la espiritualidad no florece en la soledad, porque “el aislamiento tiende a agotar la carga de energía del alma. La asociación con los semejantes es esencial para mantener el entusiasmo por la vida, e indispensable para alimentar la valentía necesaria en las batallas inherentes a la ascensión a los niveles más altos del vivir humano” -1776 . Es muy fácil el ser pacientes y tolerantes cuando nadie nos contradice, pero otra cosa es estar donde la vida se manifiesta y las pasiones afloran.
La verdadera individualidad, nos debería transformar en personas nuevas, capaces de unificar nuestros yoes, con la ayuda de nuestro guía interior, porque es “necesario establecer buenos cimientos para el crecimiento de un carácter noble con dotes espirituales, pues para dar frutos espirituales, debéis haber nacido del espíritu”- 1738
Como podemos ver la
espiritualidad no es algo etéreo, Jesús nos advirtió que no fuésemos “místicos
pasivos ni ascetas insulsos”- 1931 él nos quiere buenos ciudadanos, cuidando con
esmero las riquezas no renovables, haciendo todo lo posible por purificar el aire
del planeta, y ayudar al prójimo de forma activa en todas las áreas y comunidades en dónde puedas colaborar. Los problemas tienen que ver con nuestras
acciones y pensamientos negativos porque ellos también son energía, pero
destructiva.
Esforcémonos para “que toda la humanidad se beneficie del
desbordamiento de nuestro afectuoso ministerio espiritual, de nuestra comunión
intelectual iluminadora, y de nuestro servicio social edificante. Estos grandes
servicios son los productos sociales secundarios de los ministerios y
transformaciones aun más grandes y sublimes, forjadas en el corazón del
creyente, en el reino por el Espíritu viviente de la Verdad y por la
comprensión personal de que la fe de un hombre nacido del espíritu, confiere la
seguridad de una comunión viviente con el Dios eterno. Siempre podemos
empeñarnos por persuadir la mente de los hombres, pero no debéis atreveros
nunca a forzarlos. No debéis olvidar la gran ley de la equidad humana que os he
enseñado de manera positiva: Todo aquello que queréis que los hombres hagan por
vosotros, hacedlo por ellos.”-1930
La religión verdadera exclusivamente es una cuestión íntima y personal, y no es una cuestión política ni social. Y ninguna religión organizada debe mezclarse con esos procesos. Sin embargo, los frutos espirituales que provoca afectan a todos los individuos, al mismo mundo, y los hombres pueden sentirse inspirados para dar gloria a Dios, incluso los políticos, tal como lo logró Daniel el profeta. En el área de esfera de actividad, las acciones inspiradas por una buena comunión con Dios, afectan sin duda de forma secundaria al mundo. Te transformas en la sal del mundo.
Muchos religiosos son indiferentes a las mejoras sociales, pero cínicamente se benefician de éstas. La misma Biblia nos anima a ser buenos ciudadanos, y estar implicados en buenas acciones comunitarias.
Nuestra religión interior puede contagiar a los políticos, a los hombres de negocios, y a todos los hombres, para que esas semillas broten en sus vidas y promuevan los mecanismos materiales para el logro de una plataforma adecuada que permita la fraternidad entre los hombres.
Si puedes participar en grupos ecológicos, en programas comunitarios para tu barrio, en hacer visitas a asilos de ancianos, u hospitales, si logras inspirar y motivar a que los hombres políticos se vuelvan más éticos y mejores, si colaboras con los maestros de la escuela de tus hijos, si deseas hacer miles de cosas positivas y más aún tienes conciencia interior de la gran verdad, hallarás que hay un campo fértil inmenso para sembrar el bien y las enseñanzas de Jesús. Te darás cuenta que los hombres tienen el gran potencial de la bondad y la hermandad.