(1050.7) 95:7.2 Ni siquiera en la China ni en Roma fracasaron más completamente las enseñanzas de Melquisedek que en esta región desértica tan cercana a Salem mismo. Mucho después de que la mayoría de los pueblos del oriente y del occidente se volvieran budistas y cristianos respectivamente, el desierto de Arabia continuaba como lo había hecho durante miles de años. Cada tribu adoraba a sus antiguos fetiches, y muchas familias tenían sus propios dioses de la casa. Por mucho tiempo continuó la lucha entre Istar babilónica, Yahvé hebreo, Aura iranio y el Padre cristiano del Señor Jesucristo. Jamás pudo un concepto desplazar completamente a los otros.
(1051.1) 95:7.3 Aquí y allí a lo largo y a lo ancho de Arabia hubo familias y clanes que se aferraron a una idea nebulosa del Dios único. Dichos grupos atesoraban las tradiciones de Melquisedek, Abraham, Moisés y Zoroastro. Hubo numerosos centros que podían haber respondido al evangelio jesuístico, pero los misioneros cristianos de las tierras desérticas constituían un grupo austero y rígido en contraste con los misioneros innovadores y prontos al compromiso que hicieron obra en los países mediterráneos. Si los seguidores de Jesús hubiesen tomado más en serio su exhortación de «ir a todo el mundo y predicar el evangelio», y hubiesen sido más graciosos en esa predicación, menos rígidos en las exigencias sociales colaterales de su propia invención, muchas tierras habrían recibido con alegría el sencillo evangelio del hijo del carpintero, Arabia entre ellas.
(1051.2) 95:7.4 A pesar del hecho de que los grandes monoteísmos levantinos no consiguieron arraigarse en Arabia, esta tierra desértica fue capaz de producir una fe que, aunque menos exigente en sus requisitos sociales, fue sin embargo monoteísta.
(1051.3) 95:7.5 Había un solo factor de naturaleza tribal, racial o nacional, en las creencias primitivas y desorganizadas del desierto, y ése era el respeto peculiar y general que casi todas las tribus árabes tenían por cierto fetiche que era una piedra oscura situada en cierto templo de Meca. Este punto de contacto común y reverencia posteriormente llevó al establecimiento de la religión islámica. Lo que Yahvé, el espíritu del volcán, fue para los semitas judíos, la piedra Kaaba llegó a ser para sus primos árabes.
(1051.4) 95:7.6 La fuerza de Islam ha sido su presentación clara y bien definida de Alá como Deidad singular y única; su debilidad, el uso de la fuerza de las armas para su difusión, juntamente con la degradación de la mujer. Pero esta religión se ha mantenido fiel a la idea de la Deidad Única Universal de todos, «quien conoce lo invisible y lo visible. Él es el misericordioso y el compasionado». «Dios es verdaderamente pletórico de bondad para con todos los hombres». «Y cuando estoy enfermo, él es quien me cura». «Porque dondequiera que tres hombres hablen juntos, Dios está presente y es el cuarto», porque ¿acaso no es él «el primero y el último, aquel que se ve y aquel que está oculto»?
Mahoma nació alrededor del año 570 en La Meca.
Su padre murió antes de que
naciera y su madre murió antes de cumplir los seis años de edad. Fue criado por un tío y no
tuvo oportunidad para cualquier tipo de educación formal. Él era un trabajador analfabeto caravana y camellero. En sus viajes conoció a cristianos, judíos,
zoroastrianos y, tal vez.
Alrededor de la edad de veinticinco años se casó con una viuda propietario
caravana rica, Khadija. Durante sus veinticinco años de
matrimonio, ella dio a luz a dos hijos y cuatro hijas, pero sólo una hija,
Fátima, le sobrevivió.
En los años que siguieron a su
matrimonio empezó a ir a las colinas que rodean la Meca para contemplar el
destino de su pueblo. Mahoma entró en un período de tensión
espiritual. Él estaba preocupado por la idolatría de su pueblo y su destino
en el día del juicio en el fin del mundo. Con el tiempo se convirtió. Agita con la idea de que el Día
del Juicio y el Juicio Final sería cerca.
Según la tradición musulmana visitó una cueva cerca de la base del monte
Hira al norte de La Meca durante días a la vez. He aquí una noche cuando estaba alrededor de los
cuarenta años el arcángel Gabriel se le apareció. Después de una serie de revelaciones que se
extienden durante muchos años Mahoma se convenció de que había un solo Dios,
Alá, y que él era el último y el más grande de una serie de profetas de este Dios - que incluyen a Abraham, Moisés
y Jesús.