jueves, 20 de septiembre de 2012

La vida y el símbolo - Parte II

Es indispensable leer la entrada anterior.

Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer. 5 Y, además de eso, su sangre de sus almas la reclamaré. De la mano de toda criatura viviente la reclamaré; y de la mano del hombre, de la mano de cada uno que es su hermano, reclamaré el alma del hombre. 6 Cualquiera que derrame la sangre del hombre, por el hombre será derramada su propia sangre, porque a la imagen de Dios hizo él al hombre. 7 Y en cuanto a ustedes, sean fructíferos y lleguen a ser muchos, hagan que la tierra enjambre de ustedes y lleguen a ser muchos en ella”.-Gen. 9: 4-7
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Las palabras del Génesis dadas a Noé son utilizadas para decir algo que es muy diferente de lo que en realidad dicen. La lectura del texto hace patente que Dios ahí habla de la sangre en conexión con el matar animales y posteriormente con el matar humanos. En el caso de los animales, su sangre era vertida para hacer un reconocimiento implícito de que la vida que había sido sacrificada (para obtener alimento) era tomada solamente por permiso divino, no por derecho natural. Con relación al hombre, el derramar su sangre exigía la vida del que hacía tal derramamiento, puesto que la vida humana es un don de Dios y El de ninguna manera ha autorizado al hombre para que quite la vida humana cuando quiera. Esto también muestra que los cristianos no están autorizados para causar suicidios asistidos como lo es la llamada Eutanasia.

Hay quienes creen que las Escrituras hacen referencia a este tema cuando dicen que el rey Saúl, encontrándose gravemente herido, rogó a su escudero que le matase. Afirman que eso fue un tipo de eutanasia, un acto deliberado para acelerar la muerte de alguien que ya se estaba muriendo. Un amalequita dijo posteriormente que había satisfecho la petición de Saúl de que se le diera muerte. Pero, ¿se consideró que aquel amalequita había hecho bien poniendo fin al sufrimiento de Saúl? En absoluto. David, el ungido de Jehová, ordenó que se le ejecutase por su “culpa de sangre”. (1 Samuel 31:3, 4; 2 Samuel 1:2-16.) De modo que este suceso bíblico no justifica de ninguna manera que un cristiano se valga de la eutanasia activa.

El profesor Shapira hizo notar que la creciente actitud de tolerancia hacia la eutanasia no está de acuerdo con la religión judía. Citó estas palabras de un rabino, J. David Bleich: “Según la ley judía y la enseñanza moral, el valor de la vida humana es supremo y tiene prioridad sobre casi toda otra consideración . . . La obligación de conservar la vida proporcionadamente lo abarca todo.” Otro rabino, M. D. Tendler, escribió: “El que está en extremis [es decir, agonizando] tiene la plena protección de la ley; el acortar su vida tan solo por un segundo es un acto de asesinato.” A los médicos hasta se les permite violar el sábado para prolongar la vida de un paciente gravemente enfermo.

Considerando que ellos respetan el modo en que Dios ve la santidad de la vida, toman en cuenta su propia conciencia y obedecen las leyes gubernamentales, los que desean amoldar su vida en armonía con los principios bíblicos jamás recurrirían a la eutanasia activa, o positiva.—Éxo. 20:13; Núm. 35:20, 21; Rom. 13:1, 5; 1 Ped. 3:16. Ahora bien, ¿puede ser considerado un tipo de Eutanasia no ayudar a una persona que tenga sus funciones vitales críticas y necesite algún tipo de tratamiento? Es en éstos puntos cuando la Ley sobre el Símbolo tiene excepciones. Lo analizamos en el caso de los animales muertos que por fuerza mayor no podían ser desangrados. Lo mismo sería aplicable en torno a circunstancias extraordinarias que no fueron buscadas por una persona y exceden a sus funciones vitales, como una hemorragia. Creo que en éstas situaciones en dónde el balance de la Vida y su símbolo inclinan la misericordia hacia la vida humana. El Amor por el prójimo impedería desatender su vida en éstos casos, pese a aparentemente no guardar la norma original. Ésto Cristo lo expuso con claridad durante su ministerio.

Los líderes religiosos de los días de Jesús habían agregado muchas interpretaciones a la ley, especialmente en lo que tenía que ver con “trabajo” que fuera ilícito en el sábado. Se basaban por ejemplo, en el caso de ese hombre que fue ejecutado al recoger leña en sábado. Pero el problema eran las interpretaciones, sin tomar en cuenta una Ley Universal superior que rige todas las otras leyes. Según estas reglas inferiores humanas, y la mentalidad legalista tras ellas, por su acción los discípulos se habían hecho culpables de efectuar dos formas de trabajo: el cosechar (”arrancar”) y el trillar (”frotar” los granos). (Mateo 12:1; Lucas 6:1) No obstante, Jesús dijo:
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“¿No han leído lo que hizo David cuando les dio hambre a él y a los hombres que iban con él? ¿Cómo ... comieron los panes de la presentación, algo que a él no le era lícito comer, ni a los que iban con él, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no han leído en la Ley que los sábados los sacerdotes en el templo tratan el sábado como no sagrado y continúan inculpables? Pues yo les digo que algo mayor que el templo está aquí. Sin embargo, si hubieran entendido qué significa esto: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio,’ no habrían condenado a los inculpables. Porque Señor del sábado es lo que el Hijo del hombre es.”—Mateo 12:3-8.

Es interesante lo que dijo David al respecto en esa ocasión:

"De modo que David contestó al sacerdote y le dijo: “Pero se ha mantenido a las mujeres apartadas de nosotros, lo mismo que antes cuando yo salía, y los organismos de los jóvenes continúan santos, aunque la misión misma es común. ¿Y cuánto más hoy, cuando uno se hace santo en [su] organismo?” - 1 Samuel 21:5.

Cómo notamos, bajo ciertas circunstancias, y cuando la Ley real del Amor mira por el bien común y la vida humana, el sentido del Amor al prójimo cobra mayor importancia. La Ley sobre el Pan tenía que ver con un respeto hacia las cosas sagradas, lo mismo que la Ley de la Sangre tenía como objeto recordar lo valioso que es la Vida, y que no se abusara de esa disposición. Pero puesto que la Ley de la Sangre tenía como objeto honrar la vida, en casos excepcionales y en que la persona no hubiese buscado la circunstancia, la Ley del Amor provocaba una aplicación mayor de la misma Ley de la Sangre. De la misma forma como Jesús no violó el Sábado, sino que su aparente contradicción o desobediencia a la Ley era realmente una comprensión plena de toda la anchura y profundidad de dicha Ley.

Se ha argumentado que los primeros cristianos tuvieron que tener que escoger en algunos casos entre comer morcillas de sangre o morir en la arena. ¿Violarían los cristianos la ley de Dios sobre la sangre y renunciarían a la posición que ocupaban ante él? O, cuando se ejerciera presión sobre ellos para que quemaran una pizca de incienso al emperador deificado, ¿quebrantarían el mandato de Dios en contra de la idolatría? La historia prueba que los cristianos fieles rehusaron violar los mandatos de Dios, aunque su vida en este mundo estuviera en peligro. Sin embargo, el caso de una transfusión de plasma en caso de emergencia vital es muy distinto. ¿Cual es la razón?

Todo estriba en que un accidente o la tenencia de una enfermedad terminal son asuntos que exceden a la desición personal del individuo. Son circunstancias fuera de su control personal. Nadie ha deseado tener Leucemia terminal o fallecer en un accidente automovilístico. La persona que pierde su autonomía vital no ha optado concientemente ni previamente para tener que encarar esa situación. Moros y cristianos todos los días sufren accidentes y enfermedades. Aquí el factor que amenaza la vida de la persona es la enfermedad ajena a su voluntad o un accidente ajeno a su voluntad y fuera de su control. No es la sangre ni la supuesta transfusión de un hemoderivado el elemento amenzante de esa vida, pero algunos han alterado el papel.

En cambio, un cristiano que se enfrenta a persecusión y que era amenzado por el Emperador a comer sangre o adorarle se encuentra en otra posición. En éste caso es el Emperador el que amenaza su vida. No es su vida agonizante producto de un accidente la que lo pone en peligro. El cristiano se encuentra en su estado de salud correcto, mantiene su motricidad corporal y sus juicios para desiciones. El puede optar o no optar por encarar esa prueba. Todos sabemos de cristianos que renunciaron a su fe por firmar un documento y dejaron de ser cristianos. De esa forma se libraron de un pelotón.

En cambio NADIE puede optar o no optar por sufrir un accidente (la verdadera causa para enfrentar la supuesta prueba de la sangre) o padecer una enfermedad hemofílica. Sencillamente el fenómeno escapa a nuestra desición moral e incluso inteligente.

Veamos un suceso durante la vida de Jesús:

6 En el transcurso de otro sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Y estaba allí un hombre cuya mano derecha estaba seca. 7 Los escribas y fariseos entonces estuvieron observándolo detenidamente para ver si curaría en día de sábado, a fin de hallar alguna manera de acusarlo. 8 Él, sin embargo, conocía sus razonamientos; no obstante, dijo al hombre de la mano seca: “Levántate y ponte de pie en medio”. Y él se levantó y quedó de pie. 9 Entonces Jesús les dijo: “Les pregunto: ¿Es lícito en el sábado hacer bien, o hacer daño?, ¿salvar un alma, o destruirla?”. 10 Y después de mirar alrededor a todos ellos, dijo al hombre: “Extiende la mano”. Él lo hizo, y la mano le fue restaurada. 11 Pero ellos se llenaron de insensatez, y se pusieron a hablar unos con otros en cuanto a qué podrían hacerle a Jesús. – Lucas 6: 6-10

Jesús al igual que hoy se enfrenta al dilema de la Salud. ¿Por qué no pudo esperar hasta el día siguiente? El punto magistral lo declara: ¿Es lícito en el sábado hacer bien, o hacer daño?, ¿salvar un alma, o destruirla? Esta misma pregunta podrían hacerse quienes insisten en una reflexión legalista e irracional de las leyes divinas. Cristo mostró que ese era el momento para actuar, y la Ley del Amor exigía hacerlo, no en violación del sábado, sino para santificar el sábado, para mostrar que la Ley sirve al hombre y no el hombre a la Ley.

“En esto adquirimos el conocimiento de que estamos amando a los hijos de Dios, cuando estamos amando a Dios y cumpliendo sus mandamientos.”—1 Juan 5:2. Generalmente se cita éste pasaje para afirmar una postura inflexible sobre la sangre sin excepciones. No obstante hay dos leyes supremas de las cuales PENDEN TODAS LAS OTRAS LEYES.

Jehová al dar la Ley de la Sangre enfatizó lo valiosa que era la vida. Los judíos no enfrentaban una cuestión de vida o muerte cuando se les exigía cumplirla. Era una ley lógica que enfatizaba el respetar ese símbolo para valorar la vida. Pero como hemos tratado aquí, cuando dicha Vida real estaba en una posición inferior a esa Ley, ésta permitía dar una excepción, no para violar la Ley, sino para honrar cual era el objetivo realmente de esa Ley. Ésto mismo era aplicable con la Ley del Sábado y todas las otras leyes de Dios. Finalmente todas son gobernadas por la Ley del Amor.


Finalmente, el utilizar las leyes que mandan que se derrame la sangre, como una base para condenar el almacenamiento de sangre es ignorar el propósito explícito de esas leyes. De acuerdo con el contexto, a los israelitas se les mandó que derramaran la sangre de los animales sacrificados para asegurarse de que la sangre no se comiera, y no para asegurarse de que ésta no se guardara. El almacenamiento simplemente no entraba en cuestión en el arreglo. Es ilógico el emplear tales leyes de la forma en que se hace, así como el imponer un significado que ni siquiera estaba envuelto ni se mencionó por asomo. Así que cada cual podría tomar una desición personal basada en su conciencia en cuanto al almacenamiento de su propia Sangre.
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Incluso, si fuésemos rigoristas el uso de maquinas que "prolonguen" artificialmente la circulación de la sangre (que son permitidas AHORA a conciencia) sería hacer "trampa" a una ley aparentemente estricta y dura de la sangre. En tiempos antiguos, "los maestros de la ley" tomaron la resolución de hacer más explícito el mandato de Exodo 16:29 ("Que nadie salga de su localidad en el día séptimo'). Establecieron la normativa de que un hombre pudiera caminar en sábado sólo cierta distancia (algo más de un kilómetro) fuera de los límites de su pueblo o ciudad. A esto se le llamó "un camino sabático" (una expresión en uso en los días de Jesús; vea Hechos 1: 12). No obstante, había una manera para que un hombre hiciera un viaje más largo que éste, y desde el punto de vista rabínico, todavía sería "reglamentario." ¿Cómo?
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Por medio de "crear" un segundo domicilio en alguna casa o lugar fuera de su localidad (pero dentro del kilómetro de límite), efectuando esto simplemente por medio de depositar en ese lugar el día anterior al sábado, suficientes provisiones para al menos dos comidas. Entonces en el día del sábado él podía caminar a ese segundo "domicilio" y después abandonarlo y seguir su viaje otro kilómetro más. Otros construían "puertas" y "techos" para unir las casas y poder acortar las distancias. Compare ese tipo de tecnicismos y método de argumentación, con el método que emplean algunos al aplicar sus normas con relación a ciertos aspectos de la práctica médica y establecer "circuitos artificiales" de prolongación de la sangre.

¿Qué diferencia hay en este "alargar" el sistema circulatorio en sentido técnico, del reglamento rabínico que permitía "alargar" la distancia permitida del camino sabático a través del tecnicismo de un segundo domicilio artificial? Y ¿en qué difiere el clasificar la sangre como el estar técnicamente en un "circuito cerrado" del antiguo reglamento legalista de hacer un "circuito cerrado" de un número determinado de casas pormedio de una puerta principal artificial? En ambos casos se emplea el mismo tipo de argumentación casuística, y uso de tecnicismos ordenancistas tanto en el caso antiguo como en el moderno.
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En su fuero interno, muchos Testigos tal vez consideren que el primer método, el de almacenar la sangre propia, en realidad no es más antibíblico que el segundo método, el circular la sangre a través de una máquina y una bomba cardio-pulmonar. Aún así, no se sienten libres de seguir sus propias conciencias. La vida de un individuo puede estar en balanza, pero las normas interpretativas y tecrúcismos de la Watch Tower tienen que obedecerse, porque éstas son parte del "gran conjunto de leyes Teocráticas." El dejar de obedecerlas, sería a riesgo de ser expulsados.

Desenredar tal argumentación y ver lo que ésta es en realidad, exige esfuerzo, un esfuerzo que a muchos no les importa hacer pero que a otros les parece imposible de llevar a cabo.
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Muchos factores entran en el cuadro. Puede haber presiones familiares y sociales, y el comprometer se ofrece como fórmula para evitar desacuerdos o, peor, conflictos. También puede ser el puro temor, temor paralizante, del rechazo divino y con el tiempo la destrucción, si es que uno se hallara fuera del "arca" organizacional. Pero hay otra razón que quizás es más simple, pero que a menudo es la clave del asunto.
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A la mayoría de la gente le gusta que las cosas sean blancas o negras, les gusta tener los asuntos claramente delimitados como correctos o incorrectos. Es difícil el tener que tomar decisiones basadas en la propia conciencia de uno mismo, a veces eso es angustioso. Y muchos prefieren no tener que hacer ese esfuerzo, prefieren dejar que otros se lo hagan, que los demás sirvan como sus conciencias. Fue esto precisamente, lo que permitió el desarrollo del control rabínico y el que se desarrollara un conjunto de tradiciones rabínicas en los días de Jesús. Más bien que decidir sobre la base de la Palabra de Dios y la conciencia personal, era una cuestión de "preguntar al Rabí." Y, sin ninguna duda, entre muchos religiosos, esto ha llegado a ser, "Preguntemos a la organización," o simplemente, "preguntemos a Brooklyn."

"Abstenerse"
Sin duda, el texto que utilizan ciertos religiosos principalmente en su exposición es el de Hechos 15:28, 29. Estos versículos contienen la decisión de un concilio reunido en Jerusalén e incluyen las palabras "que se abstengan de cosas sacrificadas a los ídolos y de sangre y de cosas estranguladas y de fornicación."
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Como usted sabe, el consejo apostólico que ordena que los cristianos se abstengan de sangre también ordena abstenerse de toda cosa "Contaminada y sacrificada a ídolos". Esto parece indicar que los cristianos deberían abstenerse de comer cualquier clase de alimento que hubiera sido sacrificado a algún ídolo. Sin embargo, cuando el apóstol Pablo escribió a los Cristianos de Corinto él dijo que los cristianos tienen la opción de comer alimentos sacrificados a ídolos siempre y cuando el cristiano no participe directamente en el ritual pagano o en el sacrificio a este ídolo. Después de todo, un ídolo no es nada. Jehová es el Amo y Dueño de todo. Pablo aconsejó a sus hermanos que todo aquel que come algo debe dar gracias a Jehová por sus alimentos con una conciencia limpia. Esto es acepto ante los ojos de Dios..
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En el capítulo 10 de 1 Corintios Pablo explicó con más detalle cómo la cuestión y libertad de conciencia juegan un papel en este asunto, diciendo: "Todo lo que se vende en la carnicería, sigan comiéndolo, sin inquirir nada por causa de su consciencia, porque ‘A Jehová pertenece la tierra y lo que la llena' Si algunos de los incrédulos los invita y ustedes desean ir, procedan a comer todo lo que se ponga delante de ustedes, sin inquirir nada por causa de su conciencia. Pero si alguno les dijera:‘Esto es algo ofrecido en sacrificio', entonces no coman, por causa de su consciencia. ‘Consciencia' digo, no la suya propia, sino la de la otra persona."El mismo principio puede aplicar a aquellos que eligen algún tratamiento en los cuales se usan derivados de sangre o sangre administrada fuera del control personal de la persona. La donación de sangre puede asemejarse al sacrificio del animal. Después de esto, la sangre pasa por un proceso industrial en la cual se dividen y se separan sus diferentes componentes para posteriormente llegar "Al mercado". Como comentamos antes, las transfusiones actuales ni siquiera son en su mayoría sangre “completa”, sino componentes principales.
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La situación que Pablo describe en esta ocasión NO es diferente al asunto que se ha creado en conexión a la negativa de los testigos de Jehová al rehusarse a aceptar transfusiones de sangre. El caso de la carne que termina en la mesa de alguien que te ha invitado a cenar no necesita ser controversial para la conciencia del Cristiano, pues él no debe de interesarse en saber si la carne que está por consumir ha sido sacrificada a un ídolo. Cómo hemos analizado antes, aquí hay una situación fuera del control personal del cristiano. El no manejó lo asuntos en absoluto y quizás no fué consciente de que eso procedía de un Altar Pagano. Lo mismo sería aplicable si alguién pierde sus facultades mentales o motrices por un accidente y en un evidente riesgo vital se le administra sangre.
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Obviamente, a la hora de la cena la carne ya ha sido removida del altar del sacrificio; por lo tanto, ¿Por qué preguntar al respecto? El asunto final es que el Cristiano que come esta carne no ofreció este animal a algún falso dios; debido a eso, puede comer con una consciencia limpia.
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En ese momento, ¿No es verdad que los diferentes componentes de la sangre ya no son la sangre en sí? La Sociedad Watchtower ha enumerado los diferentes elementos que componen la sangre completa. Esto es razonable. Sin embargo, algunos testigos de Jehová han llegado a la conclusión que los componentes menores de la sangre; los llamados derivados, son de hecho irreconocibles de la sangre que se originó de la vena del hombre que donó esta sangre; por lo tanto, tal y como en el caso del animal que termina en la mesa de alguien; ellos no inquieren ni preguntan, por así decirlo, de dónde provienen estos medicamentos. Esto es algo que cada Cristiano debe resolver según su propia conciencia; tal y como el asunto de la carne ofrecida a ídolos que se dio en el Primer Siglo. Pero su misma conciencia puede que le dicte que en casos de emergencia no sería pecado aceptar un componente principal como el plasma.
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Los asuntos de conciencia pueden ser muy difíciles para los Cristianos inmaduros. Se necesita una reflexión profunda para no herir conciencias débiles, pero a la vez respetar la libre elección de otros y no crear reglas inflexibles no establecidas por Dios.