viernes, 24 de mayo de 2013

El aislamiento del pecado

En la entrada anterior estudiamos conceptos importantes sobre el mal y pecado. Antes de leer esta entrada, es imprescindible leer la anterior.

“El error sugiere la falta de agudeza intelectual; la maldad, deficiencia de sabiduría; el pecado, pobreza espiritual abyecta; pero la iniquidad indica la pérdida del dominio de la personalidad.

“Cuando se opta tantas veces por el pecado y se lo repite tan a menudo, éste puede convertirse en hábito. Los pecadores habituales pueden volverse fácilmente inicuos, rebeldes incondicionales contra el universo y todas sus realidades divinas. Bien que se puede perdonar toda clase de pecado, dudamos que el inicuo empedernido jamás sienta arrepentimiento por sus fechorías o acepte el perdón de sus pecados.” (755.1) 67:1.5

Esta cita nos explica como el pecado progresivamente puede avanzar hasta los niveles más altos de iniquidad. Esto incluso ocurrió con Lucifer:

(603.1) 53:2.5 Es muy difícil señalar la causa o las causas exactas que finalmente culminaron en la rebelión de Lucifer. Tan sólo estamos seguros de una cosa, y eso es: sean cuales fueren estos comienzos, tuvieron origen en la mente de Lucifer. Debe haber existido una vanagloria del yo que se alimentó hasta el punto del autoengaño, de modo que Lucifer, durante un período, verdaderamente se convenció de que su idea rebelde realmente redundaría en el bien del sistema, si no del universo entero. Para cuando sus planes ya le habían llevado al desencanto, sin duda estaba demasiado metido como para que su orgullo original y dañino le permitiese detenerse. En algún momento durante esta experiencia se volvió insincero, y el mal evolucionó en pecado deliberado y volitivo.

Lo que perdió a Lucifer ocurrió progresivamente. Fue: 1) Su autoengaño creyendo que haría un bien, 2) El orgullo le impidió detenerse y reconocer que estaba equivocado 3) Se volvió insincero transformándose en pecador  deliberado y voluntario.

Como iremos analizando, el pecado provoca en su fase inicial una auto ilusión que aísla a la criatura de la realidad (véase entrada anterior).

Esto lo podemos observar en escala humana con un esposo o esposa adúltera. Es posible que el infractor considere inicialmente que su infidelidad es una acción justificada para su propio bien.  La necesidad afectiva y de compañía merece ser satisfecha como impulso vital ( ya que su cónyuge se encuentra absorbido en el trabajo o enfermo, etc.). Sin embargo,  esta acción que busca la propia felicidad se transforma en una acción egoísta que ciega a la persona, y la hace romper con un entorno más grande y con sus obligaciones con dicho entorno. En este caso, sus hijos, la familia, su comunidad, congregación, iglesia, etc.  La paciencia para mejorar una relación con el altruismo, etc; cede ante el impulso de la impaciencia.

Todos los pecadores inicialmente se autoengañan creyendo que tienen una necesidad justificada de buscar la felicidad. En los procesos iniciales no son malvados.  Sin embargo, practicar constantemente el error puede provocar en ellos el camino del hábito. Entonces del error inicial se pueden transformar en pecado voluntario,  y al igual que Lucifer pueden llegar a las orillas de la iniquidad.

Incluso un ladrón puede autoengañarse inicialmente creyendo que él merece dicho objeto robado, ya que la sociedad es injusta con él.

Jesús de Nazaret consideraba que el hombre es esencialmente  bueno por que es una obra de Dios y una obra de él como Hijo Creador. Y es una verdad cuando miramos a los niños pequeños, pese a los impulsos egoístas que pueden aparecer gradualmente. Para Jesús la mayoría de los hombres no eran inicuos, sino personas que están en las primeras fases del error. Son potencialmente rescatables y por eso el apostó al venir a la Tierra.

Pero es bueno comprender estos mecanismos del mal y el error para evitarlos ya que podríamos entrar en la senda del desastre. Estos razonamientos provocan islas pequeñas que rompen con un entorno más grande y finalmente generan un daño hacia el entorno. Nunca olvidemos que estamos integrados en una creación más grande. Hay obligaciones fraternales cósmicas. El aislamiento con la autogratificación egoísta puede ser fatal para nosotros.

Analicemos el caso de Judas Iscariote:

(2055.5) 193:4.2 Al considerar esta tragedia, concebimos que Judas se desvió, principalmente, porque era acentuadamente una personalidad autoaislada, una personalidad cerrada y alejada de los contactos sociales comunes. Persistentemente se negó a confiar en sus hermanos apóstoles y a fraternizar libremente con ellos. Pero su personalidad tendiente al aislamiento no habría desencadenado por sí sola tanta maldad en Judas de no ser por el hecho de que él no logró crecer en el amor y en la gracia espiritual. Además, para empeorar aun más las cosas, alimentó él persistentemente rencores y fomentó enemigos psicológicos tales como la venganza y el anhelo generalizado de «cobrárselas» a alguien por todas sus desilusiones.

(2056.1) 193:4.3 Esta desafortunada combinación de características individuales y tendencias men-tales se confabuló para destruir a un hombre bien intencionado, que no logró dominar estos males mediante el amor, la fe y la confianza. Está claro que la caída de Judas no era inevitable, tal como se demuestra en el caso de Tomás y de Natanael, quienes fueron azotes del mismo tipo de sentimientos de desconfianza y un superdesarrollo de tendencias individualísticas. Aun Andrés y Mateo tenían muchas tendencias de este tipo; pero todos estos hombres crecieron en un amor cada vez mayor por Jesús y sus hermanos apóstoles a medida que pasaba el tiempo. Crecieron en la gracia y en el conocimiento de la verdad. Confiaron cada vez más en sus hermanos y poco a poco desarrollaron la capacidad de fiarse en sus compañeros. Judas se negó persistentemente a fiarse de sus hermanos. Cuando se vio obligado, por una acumulación de sus conflictos emocionales, a buscar el alivio de la autoexpresión, invariablemente buscó el consejo y recibió el consuelo necio de sus parientes no espirituales o de aquellos conocidos casuales que eran no sólo indiferentes, sino verdaderamente hostiles, al bienestar y progreso de las realidades espirituales del reino celestial, del cual él era uno de los doce consagrados embajadores en la tierra.

En general toda senda del mal se inicia por ese rompimiento con el entorno, el aislarse de una congregación, familia o sociedad, el evitar fraternizar y amar a tus hermanos en la Tierra. El comenzar a despreciarlos, el escoger una aventura aislada en busca de la felicidad, sin tomar en cuenta las repercusiones en otros, es lo que fácilmente hunde a las criaturas.

“Todo impulso de todo electrón, pensamiento, o espíritu es una unidad actuante en el universo entero. Sólo el pecado está aislado y el mal resiste a la gravedad en los niveles mental y espiritual. El universo es un todo; ninguna cosa ni ser existe ni vive en aislamiento. La autorrealización es potencialmente maléfica si es antisocial. Es literalmente verdad: «Ningún hombre vive para sí». La socialización cósmica constituye la forma más elevada de unificación de la personalidad. Dijo Jesús: «Aquél que entre vosotros quiere ser el más grande, dejad que sea el servidor de todos»” (647.5) 56:10.14 Lucas 22:26.

Como notamos, no podemos separarnos de la totalidad de la realidad. Crear una isla antisocial provoca una senda retrógrada de antievolución.

“Los efectos del pecado nunca son puramente locales. Los sectores administrativos del universo son organismo; la condición de una personalidad, hasta cierto punto, debe ser compartido por todos. El pecado está destinado a exhibir su cosecha negativista inherente en todos y cada uno de los niveles relacionados de los valores universales, puesto que es una actitud de la persona hacia la realidad. Pero las consecuencias plenas del pensar erróneo, la fechoría, o los designios pecaminosos se sienten únicamente en el nivel de la ejecución misma. La transgresión de la ley universal puede ser fatal en el ámbito físico sin implicar gravemente a la mente o sin menoscabar la experiencia espiritual. El pecado está cargado de consecuencias fatales para la supervivencia de la personalidad sólo cuando es la actitud de todo el ser, cuando representa la elección de la mente y la volición del alma.” (761.3) 67:7.4

Los efectos del pecado alteran el entorno al igual que un hijo rebelde trae problemas y sufrimiento a su familia. Pero esto de ninguna forma significa que el resto de los familiares sean culpables.

“La maldad y el pecado visitan sus consecuencias en ámbitos materiales y sociales y a veces hasta pueden retardar el progreso espiritual en ciertos niveles de la realidad en el universo; pero jamás el pecado de ningún ser le roba a otro la realización del derecho divino de la supervivencia de la personalidad. La supervivencia eterna puede peligrar sólo por las decisiones de la mente y la elección del alma del individuo mismo.” (761.4) 67:7.5

La razón del sufrimiento y problemas en la Tierra se debe a un "eco" de desajuste social  y retraso que provocó la rebelión. Por lo tanto, nunca deben minimizarse los efectos de nuestras acciones en otros, ya sea en una comunidad o el mundo entero.

Lucifer planteó la independencia  de los mundos. Pero la separación de la totalidad en la creación ha sido fatal. Nunca olvidemos diferenciar la verdadera libertad, de la falsa:

“La libertad es una técnica autodestructora de la existencia cósmica cuando su motivación no es inteligente, es incondicionada, e incontrolada. La verdadera libertad está progresivamente relacionada con la realidad y es por siempre respetuosa de la equidad social, la justicia cósmica, la fraternidad universal, y las obligaciones divinas.

“La libertad es suicidio cuando se divorcia de la justicia material, la rectitud intelectual, la paciencia social, el deber moral, y los valores espirituales. La libertad no existe fuera de la realidad cósmica, y toda realidad de la personalidad es proporcional a sus relaciones con la divinidad.” (613.5) 54:1.3

“De todos los problemas confusos que surgieron de la rebelión de Lucifer, ninguno ha ocasionado más dificultad que el fracaso de los mortales evolucionarios inmaduros para distinguir entre la verdadera libertad y la falsa libertad.

“La libertad verdadera es la búsqueda de las edades y la recompensa del progreso evolucionario. La libertad falsa es la decepción sutil del error del tiempo y del mal del espacio. La libertad duradera se basa en la realidad de la justicia —inteligencia, madurez, fraternidad y equidad.” (613.3) 54:1.1

“La autovoluntad sin frenos y la autoexpresión no regulada se igualan al egoísmo sin mitigación, la ausencia máxima de santidad. La libertad sin una conquista asociada y creciente del yo es una invención de la imaginación mortal egoísta. La libertad automotivada es una ilusión conceptual, una cruel decepción. El libertinaje que se enmascara en el manto de la libertad es el precursor de la esclavitud abyecta.” (613.7) 54:1.5