domingo, 5 de mayo de 2013

En la vida diaria

«Al igual que yo he revelado al Padre, vosotros revelaréis el amor divino, no solamente con las palabras, sino en vuestra vida diaria.» - L.U
 
Cada minuto de nuestra vida es sagrado, cada momento debe ser santificado, es "tierra santa". El comer, respirar, trabajar o descansar debe ser visto como especial y sagrado. Esta visión de la vida nos protege efectivamente contra el mal, porque el hombre de religión formal tiene la dicotomía mental de que solo su vida sagrada es solo en momentos formales sagrados. El ir a la Iglesia, el participar en el servicio religioso o el ministerio cristiano sea por dos horas o en ciertos momentos el domingo en la mañana, es lo que el hombre considera sagrado.  Por lo tanto, en momentos no sagrados él deja de sentir una responsabilidad ante la presencia de Dios. Esta visión defectuosa es la que ha provocado toda la hipocresía religiosa y doble estándar en los feligreses de todas las religiones constituidas del mundo.
 
Jesús de Nazaret nos enseñó que todos los actos de nuestra vida deben ser considerados sagrados. Los documentos L.U nos vuelven a recordar la importancia de santificar en sentido superlativo nuestra vida:
 
(1089.11) 99:4.3 La verdadera religión es una manera significativa de vivir en forma dinámica frente a frente con las realidades comunes de la vida diaria.
Nuestra evolución consiste en buscar y encontrar a Dios donde antes no lo hacíamos, es decir en nuestra vida cotidiana, porque “aislar parte de la vida y llamarla religión es, desintegrar la vida y distorsionar la religión” -1124
Debemos pues “dedicar nuestra vida a la elevación de la tarea diaria, porque para aquel que conoce a Dios, no hay labores comunes, ni tareas seculares” - 1960 recordando siempre que “mientras os dedicáis a la obtención de las realidades eternas, debéis también disponer para las realidades temporales.” - 1778
“La religión ennoblece la rutina común de la vida diaria.”- 1094 dándole significado a todo lo que hacemos, porque no es tan importante lo que se haga, sino la forma en que lo ejecutamos. No basta la impecabilidad por sugerencia o hábito, lo que importa es la intención que motiva nuestras acciones, aún las más corrientes y rutinarias, pues “el alma en evolución no se vuelve divina por lo que hace, sino por lo que trata de hacer.”- 557
La religión verdadera no provoca un individuo sectario, ajeno a la realidad y que considera la vida y su entorno como una maldición. Al contrario, la religión verdadera dignifica la vida, la vuelve más interesante, le de un sentido superior,  transforma los problemas en oportunidades para que el amor derrote la oscuridad y en una experiencia de servicio sublime. Nos integra en la realidad y nos invita a cambiarla para el bien colectivo. La religión verdadera lo hace en medio de esta vida, esta oportunidad en la tierra que todos tenemos.