Prefería comunicarse con el Padre celestial en los bosques y rodeado por las criaturas más bajas del mundo natural.
En los evangelios se narran muchas ocasiones en los cuales Jesús gustaba de pasar los momentos de comunión en las montañas y la naturaleza.
(1840.5) 167:6.6 Cuando no sea posible adorar a Dios en los tabernáculos de la naturaleza, el hombre debería proveer edificios bellos, santuarios de atrayente sencillez y belleza artística para que pueda despertarse la más alta de las emociones humanas, asociada con un enfoque intelectual a la comunión espiritual con Dios. La verdad, la belleza y la santidad son auxilios poderosos y eficaces para la verdadera adoración. Pero la comunión espiritual no se estimula meramente con los adornos masivos y el embellecimiento exagerado de un arte humano elaborado y ostentoso. La perfección es tanto más religiosa cuanto más sencilla y semejante a la naturaleza sea. ¡Qué pena que los niños pequeños conozcan por primera vez los conceptos de adoración pública en fríos, estériles aposentos, tan despojados de belleza y vacíos de toda sugerencia de alegría y santidad inspiradora! El niño debería acercarse primero a la adoración en un medio natural; más tarde, acompañado por sus padres, debería poder concurrir a un templo público religioso que sea por lo menos tan atrayente materialmente y artísticamente hermoso, como el hogar en el cual vive a diario.
Los niños deberían ser educados en la naturaleza, y posteriormente en edificios sencillos pero con atrayente belleza similar a la natural.