miércoles, 27 de noviembre de 2013

El Retorno de Micael

(1918.6) 176:4.3 Jesús prometió hacer dos cosas después de haber ascendido al Padre, y una vez que hubiese sido puesto en sus manos todo el poder en el cielo y en la tierra. Prometió en primer término enviar al mundo, y en su lugar, a otro maestro, el Espíritu de la Verdad; y esto lo hizo el día de Pentecostés. En segundo lugar, prometió de la forma más certera a sus seguidores que alguna vez él volvería personalmente a este mundo. Pero no dijo cómo, dónde ni cuándo volvería a visitar este planeta de su experiencia autootorgadora en la carne. En una ocasión sugirió que, como el ojo de la carne le había contemplado mientras vivía aquí en la carne, a su retorno (por lo menos en una de sus posibles visitas) tan sólo sería el discernido por el ojo de la fe espiritual.

Tal como se ha analizado antes, la Parausía de Jesús no debe ser conectada necesariamente con una hecatombre global. Más bien, parece ser que Cristo habló de las guerras y terremotos como distractores de su auténtica venida.

(1919.1) 176:4.4 Muchos de nosotros tienden a creer que Jesús retornará a Urantia muchas veces durante las eras venideras. No tenemos su promesa específica de tal pluralidad de visitas, pero parece lo más probable que el que lleva entre sus títulos universales el de Príncipe Planetario de Urantia, visitará muchas veces al mundo cuya conquista le confirió tan singular título.

(1919.2) 176:4.5 Creemos muy positivamente que Micael volverá en persona a Urantia, pero no tenemos la menor idea de cuándo ni de qué manera elegirá hacerlo. ¿Se producirá este segundo advenimiento sobre la tierra en conexión con el juicio terminal de esta era corriente, sea, o no sea, con la aparición asociada del Hijo Magisterial? ¿Vendrá en relación con la terminación de alguna era urantiana subsiguiente? ¿Vendrá sin anuncio y como evento aislado? No lo sabemos. De una sola cosa estamos seguros, y ésa es, que cuando él retorne, muy probablemente todo el mundo lo sabrá, porque vendrá como el gobernante supremo de un universo y no como un oscuro recién nacido en Belén. Pero si todos los ojos lo han de contemplar, y si tan sólo los ojos espirituales pueden discernir su presencia, mucho se postergará su advenimiento.

La cita anterior nos da a entender que la anhelada venida de Jesús ocurrirá cuando la humanidad haya progresado a tal grado que con los ojos espirituales todos podrán discernir su Presencia. Su primera visita fue en la carne para el ojo material;  ahora los ojos espirituales le verán.

Jesús mismo en la conversación en el Monte nos da pistas que complementan los comentarios de los Reveladores:

(1915.1) 176:2.4 «Ahora me contempláis en debilidad y en la carne, pero cuando retorne, será con poder y en el espíritu. El ojo de la carne contempla al Hijo del Hombre en la carne, pero sólo el ojo del espíritu podrá contemplar al Hijo del Hombre glorificado por su Padre y apareciendo en la tierra en su propio nombre.

(1915.2) 176:2.5 «Pero los tiempos de la reaparición del Hijo del Hombre tan sólo son conocidos en los concilios del Paraíso; ni siquiera los ángeles del cielo saben cuándo esto ocurrirá. Sin embargo, deberíais comprender que, cuando este evangelio del reino haya sido proclamado a todo el mundo para la salvación de todos los pueblos, y cuando la plenitud de la era haya acontecido, el Padre os enviará otro otorgamiento dispensacional, o si no, el Hijo del Hombre retornará para adjudicar la era.

Según los Documentos la predicación del Evangelio de Jesús de Nazaret involucra la manifestación global del mensaje de la Paternidad de Dios y la Hermandad entre los Hombres como una fuerza con el poder de transformar la Tierra. Este mensaje, esta educación de la humanidad, aún no ocurre porque hay pocos corredores comprometidos con la empresa más grandiosa de todos los tiempos.

Cuando estas auténticas buenas nuevas se hayan proclamado y anclado como el gran mensaje educador de la humanidad por toda la Tierra, entonces "vendrá el fin", la "adjudicación de la Era", el término de esta Edad egoísta.

(1915.3) 176:2.6 «Ahora bien, en cuanto a las tribulaciones de Jerusalén, de las que os he hablado, no pasará esta generación hasta que se cumplan mis palabras; pero en cuanto a los tiempos del nuevo advenimiento del Hijo del Hombre, nadie en el cielo ni en la tierra puede presumir hablar. Pero conoced la maduración de una era; debéis estar alertas para discernir los signos de los tiempos. Sabéis que cuando ya la rama de la higuera está tierna y brotan sus hojas, el verano está cerca. Del mismo modo, cuando el mundo haya pasado el largo invierno de la mentalidad materialista y discernáis el advenimiento de la primavera espiritual de una nueva dispensación, sabréis que se acerca el verano de una nueva visitación.

Tal como lo he dicho antes, desde cierto punto de vista, nosotros somos los que retrasamos la llegada de nuestro amado Micael. Aun los cristianos se debaten en las penumbras de una interpretación apocalíptica y negativista de la venida de Jesús. Los mismos redactores de los evangelios crearon una fusión entre la gran tribulación judía y el retorno de Jesús, pero esto último no ocurrió en 70 E.C. Por lo tanto, las iglesias han vuelto a creer en una nueva gran tribulación y otra vez asociarla al retorno de Micael.

(2094.5) 196:3.6 La mente del hombre puede alcanzar altos niveles de visión espiritual y esferas correspondientes de valores de divinidad porque no es totalmente material. Existe en la mente del hombre un núcleo espiritual —el Ajustador de presencia divina.

Así que la tarea es titánica, pero no debemos desalentarnos. Mi reflexión personal es que debemos preguntarnos si hemos realizado personalmente el trabajo para acelerar la obra de Dios en la Tierra. La parábola de los talentos precisamente nos enseña que en vez de tener una religión pasiva victimista que esconde sus tesoros y espera que le traigan el Paraíso en la boca, más bien existe como religión dinámica y expansiva.