jueves, 14 de noviembre de 2013

Vivir sin miedo

Jesús de Nazaret declaró en su gira por la Decápolis:

(1766.1) 159:3.5 No cometáis el error de utilizar tácticas despreciables como por ejemplo, la de intentar por medio del terror que los hombres y las mujeres entren al reino. Un padre amante no aterroriza a sus hijos para conseguir que obedezcan sus exigencias justas.

(1766.2) 159:3.6 Alguna vez comprenderán los hijos del reino que las sensaciones fuertes de emoción no equivalen a la guía del espíritu divino. Si se siente una fuerte y extraña emoción en pos de hacer algo o de ir a cierto lugar, no significa esto necesariamente que tales impulsos se originen en el espíritu residente.

(1766.3) 159:3.7 Advertid de antemano a todos los creyentes que habrán de atravesar un mar de conflictos al pasar de la vida como se la vive en la carne, a la vida más elevada como se la vive en el espíritu. Los que moren exclusivamente en uno de los dos medios, sufrirán muy poco conflicto o confusión, pero todos están destinados a experimentar mayor o menor inseguridad en los tiempos de transición entre los dos niveles del vivir. Al entrar al reino, no podéis escapar sus responsabilidades ni evitar sus obligaciones, pero recordad: el yugo del evangelio es fácil y la carga de la verdad es ligera.

(1766.4) 159:3.8 El mundo está lleno de almas que se mueren de hambre en la presencia misma del pan de la vida; los hombres mueren buscando a Dios, sin ver que él mora en ellos. Los hombres van en pos de los tesoros del reino con el corazón anhelante y los pies cansados, sin ver que esos tesoros están al alcance inmediato de la fe viviente. La fe es para la religión, lo que la vela es para la nave; es un aumento de poder, no una carga adicional en la vida. Para los que entran al reino, la lucha es una sola, o sea, trabar la buena lucha de la fe. El creyente tiene que dar una sola batalla: la batalla contra la duda —la incredulidad.

(1767.1) 159:3.13 Enseñad a todos los creyentes que los que entran al reino no se vuelven inmunes a los accidentes del tiempo ni a las catástrofes ordinarias de la naturaleza. El creer en el evangelio no prevendrá los problemas, pero sí asegurará que vosotros actuaréis sin miedo cuando los problemas ocurran. Si os atrevéis a creer en mí y procedéis de todo corazón en mis huellas, vosotros al así hacerlo os encaminaréis sin lugar a dudas por una senda certeramente dificultosa. No os prometo liberaros del mar de adversidades, pero sí os prometo que navegaré a través de todas ellas con vosotros.