jueves, 9 de enero de 2014

Una inevitable y triste diáspora

El libro de Hechos o Actos de los apóstoles ofrece pistas de lo que ocurrió realmente. Antes de leer los Documentos de la Quinta Revelación siempre me pregunté por qué el Libro de Hechos solo menciona a Pedro principalmente y brevemente a Santiago y a Juan.  Posteriormente toda la narrativa en la mayoría del Libro solo se concentra prácticamente en Pablo, quién no fué un íntimo de Jesús. ¿Qué sucede con la otra decena de apóstoles de Jesús? ¿Es que no existió ninguna acción relevante de ellos que no mereciere ser narrada? ¿Por qué no se narra sobre lo que hizo Mateo, Natanael, Andrés, Felipe, Tomás, etc? ¿Acaso enmudecieron y no dieron algún testimonio inspirador estos otros apóstoles?

Muy pocos han reparado en esta omisión hacia la mayoría de los apóstoles en un libro que irónicamente se llama Actos de los apóstoles, cuando más bien debería llamarse Actos de Pablo.


Es como si una facción dominante que aunque respetó la existencia de los apóstoles y tuvo que mencionarlos en los Evangelios y vagamente al principio de Hechos, se inclinó finalmente por una línea editorial diferente, y tendencia que comenzó a dejar de lado el trabajo de evangelización del resto, sin incluirlo en la crónica que finalmente sería auspiciada por el amigo de Pablo: Lucas.


Los libros apócrifos ofrecen pocas respuestas a esta cuestión, ya que están rodeados de ficciones infantiles y distorsiones inverosímiles. 


Es interesante que Pablo en Gálatas nos entrega una información importante:


Entonces, tres años después subí a Jerusalén para visitar a Cefas, y me quedé con él quince días.  Pero de los apóstoles no vi a ningún otro, sino solo a Santiago el hermano del Señor. Ahora bien, en cuanto a las cosas que les escribo, ¡miren!, a vista de Dios, no miento. - Gálatas 1:18-20


Tres años después de la conversión de Pablo, este viaja a Jerusalén y solo encuentra a Pedro (Cefas) en Jerusalén. Luego en el capítulo 2: 9 narra que después de 14 años, se encuentra con Pedro y Juan. Santiago como hermano de Jesús había asumido una posición de liderazgo como anciano en la Iglesia de Jerusalén.


Así que cuando Hechos 15 nos narra que en Jerusalén habían "apóstoles" solo se refiere a Pedro y a Juan. Años después, Pablo vuelve a Jerusalén y ya no encuentra a ningún apóstol, solo a Santiago, el hermano de Jesús, junto a los otros ancianos (Hechos 21:18).


¿Qué pasó con los otros apóstoles? ¿Por qué fueron borrados del mapa en los mismos orígenes del cristianismo?


Solo una auténtica Revelación nos puede proporcionar una información que nos ayudará a completar la historia.

 Los Documentos de Urantia nos dicen que tras la Resurrección de Jesús, la dirección de los íntimos pasó de Andrés a Pedro, y aunque Jesús les había advertido que no tenían que centrarse en su persona, sino más bien en proclamar su mensaje, la existencia del Jesús Glorioso era una reivindicación moral de aquellos humildes hombres que habían sido humillados por el Sanedrín. Y el mensaje sufrió el primer traspié involuntario cuando comenzaron a predicar a Jesús, en vez de hablar del mensaje de Jesús:

 (2060.2) 194:1.2 Eran aproximadamente las dos cuando Pedro se puso de pie, en el mismo lugar en que su Maestro había enseñado por última vez en el templo, y pronunció ese llamado apasionado que resultó en la ganancia para el reino de más de dos mil almas. El Maestro ya no estaba, pero de pronto ellos descubrieron que el relato sobre él ejercía gran poder sobre el pueblo. No es de extrañar que fueron llevados a la proclamación ulterior de lo que reinvidicaba su previa devoción a Jesús y al mismo tiempo, tan fuertemente instaba a los hombres a creer en él. 

 E incluso una comparación exegética entre el mensaje proclamado desde Hechos cuando Pedro comienza a dar sus célebres discursos,  y lo que predicaba Jesús mismo en los Evangelios nos muestra grandes diferencias. En los Evangelios captamos que Jesús se centra en enseñanzas fraternales y espirituales orientadas al  Padre Celestial, el amor entre las personas y la Fe. Lo notamos en las parábolas y el sermón del monte. Pero desde Pentecostés Pedro y una facción se centra exclusivamente en la figura del Cristo resucitado como pasaporte para la salvación.

Pues bien, los Documentos nos señalan que no todos estaban de acuerdo con ese enfoque de la predicación:
(2058.3) 193:6.4 Poco después de Pentecostés, los gemelos volvieron a sus casas en Galilea. Simón el Zelote permaneció en retiro cierto tiempo, antes de salir a predicar el evangelio. Tomás se preocupó por un período de tiempo más corto y luego reanudó sus enseñanzas. Natanael tuvo cada vez más diferencias de opinión con Pedro en cuanto a la predicación sobre Jesús en lugar de la proclamación del original evangelio del reino. Este desacuerdo se tornó tan agudo a mediados del mes siguiente, que Natanael se retiró, yendo a Filadelfia para visitar a Abner y Lázaro. Después de permanecer allí más de un año, prosiguió hasta las tierras más allá de la Mesopotamia predicando el evangelio tal como él lo entendía.
(2058.4) 193:6.5 Todo esto significó que tan sólo quedaron seis de los doce apóstoles originales que se convirtieron en actores en el escenario de la primera proclamación del evangelio en Jerusalén: Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Felipe y Mateo.
Finalmente las persecuciones judías dispersaron a Andrés, Felipe y Mateo. Pedro y Juan aguantaron más tiempo, mientras que Santiago fué muerto por Agripa como lo narra Hechos.
Pero tanto Natanael, los gemelos Alfeo, Tomás y Simón el Zelote tuvieron diferencias más agudas, llevando el Evangelio tal como lo entendían a diferentes latitudes. 
Pero especialmente Natanael fué el que más divergencias tuvo con Pedro. También los documentos nos hablan de un discípulo silenciado por los autores del Nuevo Testamento y vinculado a Natanael: Hablamos de Abner y la congregación de Filadelfia.
(1831.5) 166:5.2 Esta misma sinagoga se convirtió más tarde en una iglesia cristiana y fue el centro misionero para la promulgación del evangelio en las regiones orientales. Por mucho tiempo fue la ciudadela de las enseñanzas del Maestro y erigiéndose durante siglos en esta región como el único centro del conocimiento cristiano.
(1831.6) 166:5.3 Los judíos de Jerusalén siempre habían tenido problemas con los judíos de Filadelfia. Y después de la muerte y resurrección de Jesús, la iglesia de Jerusalén, de la cual era jefe Santiago, el hermano del Señor, empezó a tener dificultades graves con la congregación de creyentes de Filadelfia. Abner se convirtió en jefe de la iglesia de Filadelfia, continuando en esa posición hasta su muerte. Esta alienación de Jerusalén explica por qué nada se menciona sobre Abner y su trabajo en las narraciones evangélicas del Nuevo Testamento. Esta disputa entre Jerusalén y Filadelfia duró a través de los tiempos de Santiago y Abner y continuó cierto tiempo después de la destrucción de Jerusalén. Filadelfia fue, en verdad, el centro de la iglesia primitiva en el sur y en el este, así como Antioquía lo fue en el norte y oeste.
Al igual que en todas las épocas estas cosas suceden. Y el Comité Editorial del Nuevo Testamento formado a pulso entre la otra relación extraña de Pablo y Pedro dió origen a los libros que conocemos en la parte final de la Biblia. Pero a diferencia de Pablo que astutamente se adaptó a los gentiles y judíos, Abner y los creyentes de Filadelfia no lo hicieron.
(1831.7) 166:5.4 Fue aparentemente desafortunado para Abner, estar en desacuerdo con todos los líderes de la iglesia cristiana primitiva. Tuvo desavenencias con Pedro y Santiago (el hermano de Jesús) sobre cuestiones de administración y de la jurisdicción de la iglesia de Jerusalén; estuvo en desacuerdo con Pablo sobre cuestiones de filosofía y teología. Abner era más babilónico que helenista en su filosofía, y se resistió tozudamente a todos los intentos de Pablo por rehacer las enseñanzas de Jesús para presentar, en primer término a los judíos y luego a los creyentes greco-romanos de los misterios, menos elementos ofensivos.
(1832.1) 166:5.5 Así, estuvo Abner obligado a vivir una vida de aislamiento. Era jefe de una iglesia no reconocida por Jerusalén. Se había atrevido a desafiar a Santiago, el hermano del Señor, quien posteriormente tuvo el apoyo de Pedro. Esta conducta lo aisló efectivamente de todos sus asociados anteriores. Además, se atrevió a resistirse a Pablo. Aunque estaba totalmente de acuerdo con la misión de Pablo entre los gentiles, y aunque lo apoyaba en sus disputas con la iglesia de Jerusalén, estuvo amargamente opuesto a la versión de las enseñanzas de Jesús que Pablo eligió predicar. En sus últimos años, Abner denunció a Pablo como el «sagaz corruptor de las enseñanzas de la vida de Jesús de Nazaret, el Hijo del Dios viviente».
Fué en Filadelfia donde Lázaro, el amigo de Jesús, se refugió tras la persecución lanzada en su contra, y llego a ser un gran pilar en la congregación de Filadelfia.
(1849.6) 168:5.2 Así pues, Lázaro se despidió apresuradamente de sus hermanas en Betania, huyendo a través de Jericó al otro lado del Jordán, sin permitirse el descanso hasta llegar a Filadelfia. Lázaro conocía bien a Abner, y aquí se sentía seguro de las intrigas asesinas del malvado sanedrín.
(1849.7) 168:5.3 Poco después de este acontecimiento, Marta y María dispusieron de sus tierras en Betania y se reunieron con su hermano en Perea. Mientras tanto, Lázaro había sido nombrado tesorero de la iglesia en Filadelfia. Fue un decidido defensor de Abner en su controversia con Pablo y con la iglesia de Jerusalén y finalmente murió, a los 67 años, de la misma enfermedad que le había llevado a la tumba cuando era más joven en Betania.
Sobre esta casi anónima congregación de Filadelfia, los Documentos de Urantia nos dicen:
(1832.2) 166:5.6 Durante los últimos años de Abner y por cierto tiempo después, los creyentes de Filadelfia se acogieron más estrictamente a la religión de Jesús, tal como la había vivido y enseñado, que cualquier otro grupo sobre la tierra.
 Aunque la Filadelfia del Apocalipsis parece ser una congregación de Asia Menor, es interesante y llamativo que es la única congregación que no es amonestada por Jesús en el relato, y se pronuncian estas cariñosas palabras:

Conozco tus hechos —¡mira!, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar—, que tienes un poco de poder, y guardaste mi palabra y no resultaste falso a mi nombre. - Rev. 3:8

Los documentos de Urantia revelan que Abner fué discípulo de Juan el Bautista.  Abner se volvió un ferviente creyente de Jesús y un gran aliado. De hecho, Jesús le confió la dirección de los setenta evangelistas. Abner también fue apoyado por David Zebedeo, y tuvo el apoyo del apóstol Natanael, quien vivió en Filadelfia durante un año. Esto explicaría por que ni David Zebedeo ni tampoco Natanael llegaran a aparecer como protagonistas en el libro de los Hechos, y en el caso de David Zebedeo, que ni se le mencione en los evangelios. También por qué Lázaro no tiene ninguna participación en el Libro de Hechos.

Se nos dice que Abner realizó una inmensa obra de predicación hacia el este al igual que Pablo lo hizo hacia el oeste. Abner mantuvo contactos estrechos con el hijo mayor de Cimboitón, el director de la famosa academia de Urmia donde enseñó Jesús durante un tiempo, varios meses antes de su vida pública. Pero parece ser que Abner no eligió bien a los discípulos que envió a Urmia, porque éstos causaron mucha zozobra en la academia y tiempo después tuvo que cerrar sus puertas.

Ahora bien, ¿qué fué del resto de los apóstoles?

El documento 139 ofrece un emotivo y fascinante relato del destino de todos los íntimos de Jesús. Invito a los lectores a recrearse con los doce apóstoles.

Y ¿qué fué de la Iglesia de Filadelfia? Jan Herca nos hace un interesante comentario:
¿Qué fue de esta Iglesia cristiana promovida por Abner y sus discípulos, además de por el apóstol Natanael y otros? “El Libro de Urantia” nos deja caer una información bien misteriosa: “La versión oriental del mensaje de Jesús, aunque permaneció más fiel a sus enseñanzas, continuó siguiendo la actitud poco transigente de Abner. No progresó jamás como lo hizo la versión helenizada sino que finalmente se malogró dentro del movimiento islámico.” (LU 195:1.11). ¿Dentro del movimiento islámico? ¿Es que hubo contactos y mezcla entre un cristianismo primitivo y el Islam? Pues bien podría ser, si atendemos a los estudios pioneros que algunos expertos como Günter Lünling han realizado sobre el tema. Sobre este asunto, que es digno de un artículo específico en profundidad (en otro momento), sólo dejo aquí un par de enlaces web y una cita, para que quien quiera profundice:
Es sabido que la Biblia no es un producto homogéneo de una sola mente sino que presenta una gran diversidad de ideas reunidas de forma más bien casual, y transmitidas de manera frecuentemente dudosa hasta su inclusión definitiva en el códice del Antiguo o el Nuevo Testamento. Hasta ahora, sin embargo, no se aplicaba la misma visión al Corán, que se acepta comúnmente como la creación de un único hombre, Mahoma – su nombre exacto era Mohamed ben Abdala – en el siglo VII (exceptuando, desde luego, quienes le atribuyen un origen directamente divino).
   El teólogo alemán Günter Lüling, de Erlangen, ha realizado una minuciosa investigación exegética del texto coránico. Llega a una conclusión prácticamente inaudita en la historiografía actual, pero no por ello menos convincente: el núcleo central del Libro Santo del islam está constituido por cierto número de canciones paleocristianas que más tarde fueron modificadas y enriquecidas con otras ideas.
   Las primeras publicaciones de Lüling en este sentido se remontan al año 1970. Fueron inicialmente rechazadas por los demás teólogos y orientalistas. Hoy, sin embargo, Lüling cuenta con diversos seguidores entre prestigiosos orientalistas alemanes, franceses e ingleses.
¿Acaso “El Libro de Urantia”, que se remonta a 1934, ya estaba anticipando con su párrafo 195:1.11 lo que empieza a ser descubierto por la exégesis islámica moderna?
Cuando se prepararon las crónicas del registro de los Hechos, el presentar las diferencias irreconciliables de la Iglesia de Filadelfia con la de Jerusalén hizo que esto se omitiera para las generaciones futuras, puesto que habría debilitado la imagen del naciente cristianismo. Cuando se tiene una dificultad insalvable con alguien, en aras de mantener la paz, estos hechos suelen omitirse. Con Pablo, los gentiles griegos y los judíos tuvieron diferencias, pero Pablo logró que se estableciesen puentes de contacto, y esas diferencias finalmente aminoraron. Y puesto que Lucas, el compañero de Pablo era el narrador, las circunstancias naturales hicieron que el relato se centrara en la experiencia de Pablo como "apóstol a las naciones".

 Pero nunca logró suceder eso con los otros apóstoles y la congregación de Filadelfia. Y posiblemente esta Iglesia era reticente a dejar escritos, siguiendo la línea del mismo Jesús de Nazaret, quién nunca dejó en la tierra escritas sus enseñanzas de puño y letra.