miércoles, 12 de febrero de 2014

La mujer de Magdala - parte 2

Nota: Es esencial leer la entrada anterior. 

Tal como se analiza en la entrada anterior, los Académicos serios creen que no hay evidencia para pensar que María Magdalena era la esposa de Jesús. Ahora bien, apuntaré también mis razones:

En la entrada llamada "Lagunas canónicas" comentamos que Jesús no quería asociar su movimiento religioso a sus parientes como María (su madre) y sus hermanos de sangre. De hecho, evita rotundamente nombrarlos apóstoles aún a riesgo del quiebre familiar que ocurre con él. Puesto que Jesús quería evitar toda vinculación de su mensaje hacia su persona o a sus lazos de sangre, hubiese sido sumamente contradictorio que se hubiese casado (con la posibilidad de engendrar descendencia), puesto que eso mismo habría establecido una dinastía religiosa centrada en parientes de sangre, la cual él mismo quería evitar a toda costa. (Ni siquiera Jesús deja escritos).

Cómo tantas veces hemos analizado, Jesús no deseaba centrar el mensaje en su figura o persona. Si aún con todas esas precauciones que Jesús tomó, han existido hasta guerras religiosas, no me quiero imaginar el desastre si el Maestro hubiese dejado descendencia física, lo cual habría sido el golpe mortal al mensaje que él quería hacer trascender sobre su propia figura. 

Por lo tanto, la idea de una Magdalena embarazada huyendo a Francia, etc; es pura ficción que no toma en cuenta la misma cuestión del mensaje que trae Jesús. El Maestro no quería formar un culto en torno a su figura o sus parientes, ni tampoco hacia descendientes. Haber contraído nupcias habría sido una estocada final sobre su propio objetivo.

Los defensores de la teoría del matrimonio entre Jesús y María Magdalena afirman que en la Palestina de la época era raro que un varón judío de la edad de Jesús (unos treinta años) permaneciese soltero, especialmente si se dedicaba a enseñar como rabino, ya que eso hubiese ido en contra del mandamiento divino «Creced y multiplicaos». No obstante, el judaísmo que profesó Jesús era muy distinto del actual, y el papel del rabino no estaba todavía bien definido. Sólo después de la destrucción del Segundo Templo, en 70, el papel del rabino quedó establecido con claridad en las comunidades judías. Antes de Jesús, está atestiguada la existencia de maestros religiosos solteros, por ejemplo en los círculos esenios. También Juan el Bautista fue soltero, según todos los indicios. Más adelante, algunos primeros cristianos, como Pablo de Tarso, serían también predicadores célibes. Jesús mismo en el Evangelio de Mateo 19:12 habla de la soltería en relación "al reino de los cielos".

Los Documentos de Urantia aclaran que Jesús no tenía ninguna repulsión al matrimonio. Incluso, si el Padre se lo hubiese indicado se habría casado de lo más feliz. Jesús nunca rechazó el matrimonio ni propuso el celibato como norma. Ningún estado civil le repugnaba. 

Pero los Hijos Creadores evitan dicha situación del matrimonio en la materia imperfecta por una cuestión no entendible aún a la mente humana, además de las razones prácticas ya comentadas que hubiesen perjudicado mucho más la semilla del mensaje de Jesús.

De hecho, los Documentos nos hablan de Rebeca, la muchacha que se enamoró del joven Jesús (mientras vivía en Nazaret) y quiso casarse con él. Jesús rechazó amablemente y con ternura su amor. Pero ella lo siguió amando hasta el mismo día de la muerte en la cruz. 

(1403.4) 127:5.6 Grande fue la desesperación de Rebeca. No hubo forma de consolarla, y con el corazón adolorido, insistió con su padre para que se fueran de Nazaret, hasta que finalmente él convino en mudarse a Séforis. En los años que siguieron, Rebeca no tuvo más que una respuesta para los muchos hombres que pretendían su mano en matrimonio. Vivía para un único propósito —esperar la hora en que éste a quien ella consideraba el más grande hombre de todos los tiempos comenzara su carrera como maestro de la verdad viviente. Devotamente le siguió ella durante los años memorables de labor pública, estando presente (sin que Jesús advirtiera su presencia) el día de su ingreso triunfal a Jerusalén; y estuvo «entre las otras mujeres» junto a María, esa tarde fatídica y trágica en que estaba el Hijo del Hombre en la cruz, porque para ella, como para incontables mundos en lo alto, él era «el del amor total, el más grande entre diez mil».
(1403.5) 127:6.1 La historia del amor de Rebeca por Jesús se cuchicheaba en Nazaret y posteriormente en Capernaum, de manera que, si bien en los años que siguieron muchas mujeres lo amaron así como lo amaban los hombres, nunca más tuvo que rechazar una ofrenda de amor y devoción de otra buena mujer. Desde ese momento en adelante, el amor humano por Jesús se manifestó más bien como adoración y culto. Hombres y mujeres lo amaban devotamente, por lo que él era, sin abrigar deseos de satisfacción personal ni de posesión afectiva. Pero durante muchos años, doquiera se contara la historia de la personalidad humana de Jesús, se relataba la devoción de Rebeca.
(1404.1) 127:6.2 Miriam, que bien conocía la historia de Rebeca y había visto a su hermano rechazar hasta el amor de una hermosa doncella (sin darse ella cuenta del factor de su futura carrera de destino), llegó a idealizar a Jesús y a amarlo con un profundo y conmovedor afecto, considerándolo padre y hermano a la vez.

La relación con María de Magdala
Claramente los apócrifos aunque son una propaganda del movimiento gnóstico, si tienen algunos elementos reales que podemos detectar y que dieron origen a las teorías posteriores del romance con María Magdalena.

Al tiempo de su tercera gira de predicación, Jesús nombra oficialmente a un "cuerpo de evangelistas mujeres":

 (1678.5) 150:1.1 De todas las acciones audaces de Jesús en relación con su carrera terrenal, la más extraordinaria fue anunciada súbitamente en la tarde del 16 de enero: «Mañana seleccionaremos a diez mujeres para trabajar en el ministerio del reino». Al comienzo del período de dos semanas, durante el cual los apóstoles y evangelistas estarían ausentes de Betsaida de vacaciones, Jesús pidió a David que llamara a sus padres de vuelta a la casa y que enviara mensajeros convocando a Betsaida a diez mujeres devotas que habían servido en la administración del antiguo campamento y del dispensario de tiendas. Todas estas mujeres habían escuchado la instrucción impartida a los jóvenes evangelistas, pero jamás se les había ocurrido ni a ellas ni a sus instructores que Jesús se atrevería a comisionar a las mujeres para que enseñaran el evangelio del reino y ministraran a los enfermos. Estas diez mujeres seleccionadas y comisionadas por Jesús fueron: Susana, la hija del ex chazán de la sinagoga de Nazaret; Joana, la esposa de Chuza, el asistente de Herodes Antipas; Elizabeth, la hija de un judío rico de Tiberias y Séforis; Marta, la hermana mayor de Andrés y Pedro; Raquel, la cuñada de Judá, el hermano carnal del Maestro; Nasanta, la hija de Elman, el médico sirio; Milca, una prima del apóstol Tomás; Ruth, la hija mayor de Mateo Leví; Celta, la hija de un centurión romano; y Agaman, una viuda de Damasco. Posteriormente, Jesús agregó dos mujeres más a este grupo: María Magdalena y Rebeca, la hija de José de Arimatea.
(1680.1) 150:2.2 En Magdala fue donde las mujeres demostraron por primera vez su utilidad y reivindicaron la sabiduría de su selección. Andrés había impuesto reglas un tanto estrictas a sus asociados en lo que concernía al trabajo personal con las mujeres, especialmente con aquellas de conducta dudosa. Pero al llegar el grupo a Magdala, les estaba permitido a estas diez mujeres evangelistas entrar libremente en las casas que albergaban el mal, y allí predicar la buena nueva directamente a las que allí habitaban. En el ministerio de los enfermos, estas mujeres entablaban fácilmente relaciones íntimas con sus hermanas afligidas. Como resultado del ministerio de estas diez mujeres (más adelante conocidas como las doce mujeres) en este lugar, María Magdalena fue ganada para el reino. A través de una sucesión de infortunios y como consecuencia de la actitud de la sociedad convencional hacia las mujeres que cometen tales errores de juicio, esta mujer se encontraba en uno de los antros de perdición de Magdala. Marta y Raquel fueron quienes explicaron a María que las puertas del reino estaban abiertas aun para las personas de su calaña. María creyó en la buena nueva y fue bautizada por Pedro al día siguiente.
(1680.2) 150:2.3 María Magdalena se convirtió en la más eficaz instructora del evangelio en este grupo de doce mujeres evangelistas. Fue seleccionada para este servicio, juntamente con Rebeca, en Jotapata, unas cuatro semanas después de su conversión. María y Rebeca, con otras de este grupo, siguieron laborando fiel y eficazmente para el esclarecimiento y elevación de sus hermanas oprimidas hasta el fin de la vida terrenal de Jesús; y cuando se desarrolló el último y trágico episodio en el drama de la vida de Jesús, a pesar de que todos los apóstoles menos uno huyeron, estas mujeres estuvieron todas presentes, y ni una sola entre ellas negó a Jesús ni lo traicionó.
María Magdalena fué la mujer apóstol que era la más hábil predicadora tal como lo era Pedro como varón, y fué esta posición de María en el frente de las mujeres, la que hizo que los redactores gnósticos de los apócrifos la destacasen como la "preferida" (aunque claramente esto era una exageración) de la misma forma como Pedro tampoco era el "preferido". 

En otras palabras, los gnósticos (que creían en algunos sincretismos de diosas paganas) cargan la balanza a María de Magdala , y los canónicos un poquito hacia Pedro (con la cuestión de la roca y las llaves), pero ámbos grupos representan una línea editorial imperfecta de acuerdo a los movimientos religiosos tras esas narrativas (aunque claramente las lagunas de los gnósticos son mayores).

La incorporación de un grupo de 12 mujeres como misioneras del reino causó conmoción en los días de Jesús:
(1679.1) 150:1.2 Jesús autorizó a estas mujeres a que establecieran su propia organización, y ordenó a Judas que proveyera fondos para su equipo y para los animales de carga. Las diez nombraron jefe a Susana y tesorera a Joana. De ahí en adelante se abastecieron por sí mismas; nunca más pidieron apoyo monetario a Judas.
(1679.2) 150:1.3 Era sorprendente en esa época, considerando que las mujeres no podían ni siquiera ser admitidas al atrio principal de la sinagoga (estando confinadas a la galería de mujeres), que se las reconociera como instructoras autorizadas del nuevo evangelio del reino. El cometido que Jesús dio a estas diez (primeras) mujeres al seleccionarlas para enseñar el evangelio y ministrar fue la proclamación de la emancipación; lo cual liberó a las mujeres para todos los tiempos; ya no debían los hombres considerar espiritualmente inferiores a las mujeres. Esto produjo una contundente zozobra aun entre los doce apóstoles. A pesar de que muchas veces habían escuchado al Maestro decir que «en el reino del cielo no hay ricos ni pobres, ni libres ni esclavos, ni hombres ni mujeres, todos son igualmente hijos e hijas de Dios», estaban literalmente pasmados cuando él propuso comisionar formalmente a estas diez mujeres como instructoras religiosas y aun permitirles que viajaran con ellos. El país entero se agitó ante este procedimiento, y los enemigos de Jesús sacaron provecho de esta acción para usarla contra él, pero por todas partes las mujeres creyentes en la buena nueva tomaron firmemente partido por sus hermanas elegidas entonando con gran convicción su aprobación más plena de este reconocimiento, aunque tardío, del sitio que debe ocupar la mujer en el trabajo religioso. Y esta liberación de la mujer, dándoles el debido reconocimiento, fue practicada por los apóstoles inmediatamente después de la partida del Maestro, aunque las generaciones subsiguientes volvieron a caer en las viejas costumbres. En los albores de la iglesia cristiana las mujeres instructoras y ministras eran llamadas diaconisas y se les acordaba reconocimiento general. 
(1679.3) 150:2.1 Durante las conferencias, siempre se sentaban en grupo al frente y a la derecha del que hablaba. Cada vez más mujeres se convertían en creyentes en el evangelio del reino; había sido fuente de dificultades y muy embarazoso el que alguna de ellas deseara conversar personalmente con Jesús o con uno de los apóstoles. Pero todo esto había cambiado. Si una de las mujeres creyentes deseaba ver al Maestro o conferenciar con los apóstoles, iba a ver a Susana, e inmediatamente la acompañaba una de las doce mujeres evangelistas ante la presencia del Maestro o de uno de sus apóstoles.

Tras la Resurrección Jesús se aparece a María de Magdala (tal como declaran los evangelios canónicos) y posteriormente al resto de las mujeres evangelistas. Fueron todos estos incidentes y las narraciones posteriores distorsionadas en los textos gnósticos las que han servido de manjar para los hábiles novelistas del futuro que han inventado el romance de Jesús con María, la mujer de Magdala (Magdalena).

Nota: Es posible también que se generase por el efecto de "boca en boca" una distorsión de la historia de Rebeca al asociarla a María Magdalena. Recordemos que Rebeca acompañó a las mujeres evangelistas, en el cual María Magdalena era la más elocuente predicadora. Quizás una confusión posterior de los testigos oculares que sabían de la historia de Rebeca mezclaron a ambas mujeres. Estos testigos proporcionaron el material distorsionado para los apócrifos.