jueves, 26 de junio de 2014

Algo más grande que el "amor"


Un Consejero Divino se expresa en uno de los Documentos que intentan describir en lenguaje humano la naturaleza del Padre Universal:

(40.3) 2:5.11 A veces casi me angustia verme obligado a describir el afecto divino del Padre celestial por sus hijos universales mediante el empleo del símbolo verbal humano amor. Este término, si bien connota el concepto más elevado de las relaciones mortales de respeto y devoción del hombre, ¡frecuentemente define tantas relaciones humanas completamente innobles e inmerecedoras de ser expresadas por una palabra que se usa también para indicar el afecto incomparable del Dios viviente por sus criaturas universales! ¡Qué pena que yo no pueda hacer uso de un término excelso y exclusivo que transmita a la mente del hombre la verdadera naturaleza y el significado exquisitamente bello del afecto divino del Padre del Paraíso!

¿Cómo describir el AMOR del Padre por los hombres? No hay palabras. Nuestras percepciones están tan erradas y condicionadas por nuestro propio, imperfecto y limitado afecto humano que creemos que Dios debe amarnos como nosotros tan pobremente decimos amarnos entre nosotros. ¿Cómo entender que aún Dios ama a sus criaturas en medio del desastre y la adversidad? ¿Cómo comprender que Dios ama a quiénes nosotros juzgamos como inmerecedores de su amor? Nuestro amor es una fotocopia desgastada de otra fotocopia de fotocopia del verdadero amor, ese amor que necesita un símbolo verbal más elevado y que no puede encontrarse en el lenguaje del tiempo. No acertamos a comprender que un Dios nos ama, independiente del panorama de la vida. No podemos entender el amor de Dios e intentamos amoldarlo a nuestra visión errada. Porque un Dios que no necesita ser adorado, que no castiga y que no demanda nada, que no lleva las cuentas del daño, que no se ofende, es Algo tan sublime que ni siquiera cabe en nuestro más magnífico concepto de lo que es Dios.

 ¿Podrá algún día la criatura humana comprender que el solo acto de existir y respirar, que cuando caminas y te alimentas, al detenerte y mirar el horizonte, sin darte cuenta de ello, ya existe un AMOR sin palabras en esa misma realización de la existencia? Ese AMOR ahora mismo te cubre y te sostiene. Incluso ese Amor es el que te lleva de la mano a través de la muerte hacia la vereda del otro lado en el viaje de la vida eterna. ¿Podemos intuir semejante amor? ¿Podemos mirar a los hombres más allá de sus imperfecciones externas e internas y comprender que estamos cubiertos y empapados por el Amor? La palabra "amor" se queda corta.

Reconozco que nuestro amor es una cartulina arrugada de papel, y que estamos muy lejos de entender ese amor. Y solo cuando intentamos sentir o intuir ese amor más grande, nos estabilizamos interiormente y empezamos a amar a los otros en sentido auténtico. ¡Cuanto me falta! ¡Cuanto nos falta! Aún estamos aprendiendo a amar con altibajos, como el niño que cae al intentar caminar. Solo me siento humilde, humillado ante ese AMOR divino.

En realidad solo la poesía puede intuir una pizca de aquello más grande. Solo al otro lado saborearemos ese amor, y nunca jamás cuestionaremos a Dios ni lo juzgaremos.

(39.1) 2:5.2 Es erróneo pensar de Dios que sea engatusado a amar a sus hijos por los sacrificios de sus Hijos o la intercesión de sus criaturas subordinadas, «porque el Padre mismo os ama». En respuesta a este afecto paterno Dios envía a los maravillosos Ajustadores para que habiten la mente de los hombres. El amor de Dios es universal; «Todo el que quiera puede acercarse». Él querría «que todos los hombres se salvaran al llegar a la posesión del conocimiento de la verdad». «No desea que ninguno perezca».

(39.4) 2:5.5 Después de todo, la mayor prueba de la bondad de Dios y la razón suprema para amarle es el don del Padre que mora en ti: el Ajustador que tan pacientemente aguarda la hora en que ambos os volváis eternamente uno. Aunque no puedes encontrar a Dios mediante la búsqueda, si te sometes a la dirección del espíritu residente, serás guiado infaliblemente, paso a paso, vida tras vida, universo tras universo, y edad tras edad, hasta encontrarte finalmente en la presencia de la personalidad del Padre Universal del Paraíso.

(39.5) 2:5.6 ¡Cuán irrazonable es que no adoréis a Dios, porque las limitaciones de la naturaleza humana y los impedimentos de vuestra creación material no os permiten verle! Entre vosotros y Dios hay una gran distancia (espacio físico) que debe ser atravesada. También hay una enorme diferencia espiritual que salvar; pero a pesar de todo lo que física y espiritualmente os separa de la presencia personal y paradisiaca de Dios, deteneos y ponderad el hecho solemne de que Dios vive dentro de vosotros; que él, a su manera ya ha salvado tal diferencia. Ha enviado de sí mismo, su espíritu, para que viva en vosotros y bregue con vosotros en pos de vuestra carrera universal eterna.

(40.1) 2:5.9 El amor del Padre está con nosotros ahora y a través del círculo sin fin de las edades eternas. Al ponderar sobre la naturaleza amante de Dios, sólo hay una reacción razonable y natural de la personalidad: amar cada vez más a vuestro Hacedor; otorgar a Dios un afecto análogo al de un niño para con su padre terrenal; porque como un padre, un verdadero padre, un padre sincero, ama a sus hijos, así ama el Padre Universal y por siempre procura el bienestar de sus hijos e hijas creados.

(40.2) 2:5.10 Pero el amor de Dios es un afecto paterno inteligente y previsor. El amor divino funciona en asociación unificada con la divina sabiduría y con todas las otras características infinitas de la naturaleza perfecta del Padre Universal. Dios es amor, pero el amor no es Dios. La mayor manifestación del amor divino para con los seres mortales es la dádiva de los Ajustadores del Pensamiento, pero vuestra mayor revelación del amor del Padre se ve en la vida de otorgamiento de su Hijo Micael que vivió en la tierra el ideal de la vida espiritual. Es el Ajustador residente quien individualiza el amor de Dios para cada alma humana.