“Esto
es excelente y acepto a vista de nuestro Salvador, Dios, cuya voluntad es
que hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la
verdad”. – 1 Timoteo 2:3,4
A
menudo se leen las palabras anteriores como una muestra del deseo y voluntad de
Dios para ofrecer el mensaje salvador a todas las personas. Es interesante el
contexto en el cual Pablo hace esa declaración:
“Por lo tanto exhorto, ante todo, a que se hagan
ruegos, oraciones, intercesiones, ofrendas de gracias, respecto a hombres de toda
clase, respecto a reyes y a todos los que están en alto puesto;
a fin de que sigamos llevando una vida tranquila y quieta con plena devoción
piadosa y seriedad. Esto es excelente y acepto a vista de nuestro
Salvador, Dios, cuya voluntad es que hombres de toda clase se salven y lleguen a un
conocimiento exacto de la verdad. (…) Con el propósito de este testimonio fui
nombrado predicador y apóstol —digo la verdad, no miento—, maestro de naciones en el asunto de la fe y la verdad”. – 2 Timoteo
2:1-4, 7
Notamos que “los hombres
de toda clase” incluyen a los “reyes y a todos los que están en alto puesto”.
Esto es significativo porque nos muestra que el objetivo de las buenas nuevas
es educar a las “naciones en el asunto de la fe y la verdad”. Y esto provocará en la sociedad humana el fruto que se traduce en llevar " una vida tranquila y quieta con plena devoción piadosa y seriedad".
Ahora bien, meditemos en la expresión "cuya voluntad es que hombres de toda clase se salven y lleguen a un conocimiento exacto de la verdad". La voluntad de Dios nos recuerda la petición de Jesús:
“Venga
tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. –
Mateo 6:10
¿Realmente deseamos que se efectué la voluntad de Dios en la Tierra? O más bien, ¿deseamos que se efectué nuestra voluntad?
Si realmente sintonizamos con la voluntad de Dios, nuestro deseo verdadero será transformar a la humanidad, que los "hombres de toda clase", incluyendo a los gobernantes, puedan convertirse en Hijos conscientes de Dios, y de esa forma traer el Reino de Dios a la Tierra.
Y esta es la causa del atraso de la venida del Reino. Hemos sido nosotros, los seres humanos, quienes hemos puesto barricadas al Reino, porque una gran cantidad de generaciones de llamados creyentes han esquivado el deseo y voluntad de Dios para evangelizar y educar en sentido verdadero a la humanidad.
Durante generaciones y generaciones los creyentes han actuado como víctimas que solo esperan un alivio externo de sus males, pero sin entrar en el camino de la voluntad de Dios con la segunda milla de servicio (Mateo 5:41). No han entendido, que la transformación e intervención divina es mediante el ministerio de los Hijos de Dios.
De esta forma, nos hemos resistido la voluntad de Dios. Pero no nos equivoquemos, el hombre puede oponerse y retrasar esa voluntad, pero no puede detenerla. Es la voluntad y el anhelo del Único Soberano de todas las cosas frente al deseo personal de seres limitados y efímeros. Esa voluntad suprema del Padre finalmente derrotará toda oposición. Su voluntad y propósito no será frustrado.
El hecho de que parte de la humanidad haya progresado en la sensibilidad hacia los derechos humanos (abolido la esclavitud, mejorado el papel de la mujer y los niños, los derechos laborales, etc) y exista el anhelo de la búsqueda de la justicia y la perfección en una civilización compleja y en avance, da testimonio de que a pesar de los múltiples problemas humanos, los cambios no podrán detenerse.
Somos nosotros los que perdemos a nivel personal, al no fluir en armonía con su voluntad, la cual se seguirá expresando en medio de las estructuras de la humanidad que aparentemente frenan el deseo de Dios, hasta que finalmente saldremos de las tinieblas.
Ahora nos corresponde tomar el rumbo. Una nueva generación de maestros espirituales deben rescatar las enseñanzas de Jesús las cuales tienen el potencial transformador del mundo. Al promover éstas enseñanzas podremos derrotar al enemigo de la ignorancia y el materialismo, y los cambios se acelerarán de forma dramática.
No nos rindamos. Aparentemente pareciera que no hay frutos de progreso inmediato en este mundo, pero la paciencia nos recuerda que somos como la levadura silenciosa escondida en una masa de la humanidad, que en el futuro fermentará y la transformará:
"Y de nuevo dijo: “¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas grandes de harina hasta que toda la masa quedó fermentada”. - Lucas 13:20,21