(1425.3) 129:4.4 El Hijo
del Hombre experimentó la entera gama de las emociones humanas que van desde la
alegría más espléndida hasta la pena más profunda. Fue un niño alegre y un ser
de raro buen humor; asímismo fue un «varón de dolores, experimentado en
quebranto». En un sentido espiritual, vivió su vida mortal de abajo hacia
arriba, del principio al fin. Desde un punto de vista material, podría parecer
que escapó de vivir en los dos extremos sociales de la existencia humana, pero
intelectualmente llegó a estar completamente familiarizado con toda la
experiencia completa de la humanidad.
(1425.4) 129:4.5 Jesús
conoce los pensamientos y los sentimientos, los deseos y los impulsos, de los
mortales evolucionarios y ascendentes de los reinos, desde su nacimiento hasta
su muerte. Ha vivido la vida humana desde los comienzos del yo físico,
intelectual y espiritual, pasando por la infancia, la adolescencia, la juventud
y la edad adulta, llegando hasta la experiencia humana de la muerte. No sólo
pasó a través de estos períodos humanos comunes y conocidos de avance
intelectual y espiritual, sino que también
experimentó plenamente esas fases más elevadas y avanzadas que consisten en la
reconciliación del humano con el Ajustador, que tan pocos mortales de Urantia
consiguen alcanzar. Así pues experimentó la plena vida del hombre mortal, no
sólo como la se vive en vuestro mundo, sino también como se la vive en todos
los otros mundos evolucionarios del tiempo y del espacio, incluso en los más
elevados y avanzados de todos los mundos ya establecidos en luz y vida.
(1425.5) 129:4.6 Aunque
esta vida perfecta que vivió en semejanza de la carne mortal puede no haber
recibido la aprobación no cualificada y universal de sus semejantes mortales
que tuvieron la oportunidad de ser sus contemporáneos en la tierra, sin
embargo, la vida que Jesús de Nazaret vivió en la carne y en Urantia recibió la
plena y no cualificada aprobación del Padre Universal: constituía al mismo
tiempo, y en la misma vida de la personalidad, la plenitud de la revelación del
Dios eterno, al hombre mortal y la presentación de una personalidad humana
perfeccionada a la satisfacción del Creador Infinito.
(1425.6) 129:4.7 Y era éste su verdadero y supremo propósito. No descendió a
Urantia para vivir un ejemplo perfecto y detallado para cualquier niño o
adulto, cualquier hombre o mujer, de esa época o de cualquier otra. De hecho
todos podemos encontrar en su vida plena, rica, hermosa y noble mucho que es
exquisitamente ejemplar, de inspiradora divinidad. Pero esto se debe a que
vivió una vida verdadera y genuinamente humana. Jesús no vivió su vida en la
tierra como un ejemplo para que la copiaran todos los demás seres humanos.
Vivió su vida en la carne mediante el mismo ministerio de misericordia que
todos vosotros podéis vivir vuestras vidas en la tierra; y así como vivió su
vida mortal en su día y como él era, así
pues dejó un ejemplo para que todos nosotros vivamos nuestras vidas en nuestros
días y como somos. No
podéis aspirar a vivir su vida, pero podéis resolver que viviréis vuestra vida, así
como, y por los mismos medios que él vivió la suya. Puede que Jesús no sea el
ejemplo técnico y detallado para todos los mortales de todas las edades en
todos los reinos de este universo local, pero es perdurablemente la inspiración
y el guía de todos los peregrinos al Paraíso que proceden de los mundos de
ascensión inicial a través de un universo de universos y a través de Havona al
Paraíso. Jesús es la senda nueva y viviente que
va del hombre a Dios, desde lo parcial hasta lo perfecto, de lo terrenal a lo
celestial, del tiempo a la eternidad.
-Citas del Libro de Urantia-