jueves, 28 de agosto de 2014

El descanso, el sueño y la muerte

Se ha calculado que durante una vida promedio dormimos 23 años. Nuestra existencia está ligada a esas pausas e interrupción, para luego despertar con nuevas energías.

Es interesante que los Documetos de Urantia señalan que el sueño y el reposo de alguna forma también existe en las moradas celestiales e incluso cada vez que avancemos de esfera en esfera seremos "adormecidos". Hasta las criaturas espirituales como los ángeles disfrutan de cierta recarga.  Este elemento tiene que ver con un intervalo en la pulsación de la corriente universal en el peregrinaje eterno hacia Dios:
(299.2) 27:1.2 El reposo es de naturaleza séptuple: existe el reposo del sueño y de la recreación en las órdenes de vida más bajas, el descubrimiento en los seres elevados y la adoración en los tipos más elevados de personalidad espiritual. También existe el reposo normal de recuperación de la energía, para que los seres vuelvan a cargarse de energía física o espiritual. Luego existe el sueño de tránsito, el reposo inconsciente cuando un ser está enserafinado, cuando está de paso de una esfera a la otra. Enteramente distinto de todos éstos es el sueño profundo de la metamorfosis, el reposo de transición de una etapa de ser a otra, de una vida a otra, de un estado de existencia a otro, el sueño que por siempre acompaña la transición de un estado universal real en contraste con la evolución a través de varias etapas de un solo estado.
(299.3) 27:1.3 Pero el último sueño de metamorfosis es más que aquellos reposos previos de transición que han marcado los logros sucesivos de estado de la carrera ascendente; por ello las criaturas del tiempo y del espacio atraviesan los límites más interiores de lo temporal y lo espacial para lograr estado residencial en las moradas sin tiempo ni espacio del Paraíso. Los instigadores y los complementos del reposo son tan esenciales para esta metamorfosis trascendente como lo son los serafines y seres asociados para la sobrevivencia de la muerte de la criatura mortal.
(299.4) 27:1.4 Ingresas en el reposo del circuito final de Havona y resurges eternamente en el Paraíso. Y cuando te repersonalizas espiritualmente allí, inmediatamente reconocerás al instigador del reposo quien te da la bienvenida a las orillas eternas como el mismo supernafín primario que produjo el sueño final en el circuito más interior de Havona; y recordarás el último largo tramo de fe mientras se te prepara nuevamente para encomendar tu identidad en las manos del Padre Universal.
(299.5) 27:1.5 El último reposo del tiempo ha sido disfrutado; el último sueño de transición ha sido experimentado; ahora os despertáis a la vida imperecedera en las orillas de la morada eterna. «Y ya no habrá más sueño. La presencia de Dios y de su Hijo están ante vosotros y vosotros sois eternamente sus servidores; habéis visto su rostro y su nombre es vuestro espíritu. No habrá noche allí; y no necesitan de la luz del sol, porque la Gran Fuente y Centro les da luz; vivirán por siempre y para siempre. Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron».
Es interesante como los Documentos señalan las palabras del Apocalipsis en el cumplimiento completo cuando los peregrinos del Paraíso llegan a Havona y precisamente allí "no habrá más sueño". Pero en las esferas moronciales anteriores y excelsas, aún seguimos siendo trasladados mediante el "sueño".

(534.8) 47:4.4 Se adquiere un cuerpo morontial recién desarrollado y adaptablemente ajustado cuando avanzas de un mundo de estancia a otro. Te duermes en el transporte seráfico y despiertas en las salas de resurrección, con un nuevo cuerpo no desarrollado aún, de forma parecida a cuando llegaste por primera vez al mundo de estancia número uno, excepto que el Ajustador del Pensamiento no te abandona durante estos sueños de tránsito entre los mundos de estancia. Tu personalidad permanecerá intacta una vez que pasas de los mundos evolucionarios al mundo de estancia inicial.

La forma más burda de éste sueño ocurre en el sueño de la muerte que experimentamos. Cuando obtenemos ésta perspectiva nos reconciliamos con la vida, y la muerte pierde hierro. Con razón Jesús insistió antes de la resurrección de Lázaro al afirmar que él "estaba durmiendo" (Juan 11:11).

(1846.8) 168:2.9 Lázaro casi no podía comprender lo que había sucedido. Sabía que había estado muy enfermo, pero tan sólo podía recordar haberse dormido y haber sido despertado. Nunca pudo relatar nada de lo ocurrido estos cuatro días en la tumba porque había estado completamente inconsciente. El tiempo no existe para los que duermen el sueño de la muerte.

¡Cuanto nos alivia el corazón tener esta perspectiva! El escritor Juan José Benítez comentó en una ocasión que ciertamente "se nos entrena para morir" cada vez que nos vamos a dormir. Todos los días, desde el primer día de vida, estamos sometidos al ciclo del reposo y el despertar. Todos los días "morimos" y "resucitamos".

La muerte de nuestros seres queridos y nuestra propia muerte es suavizada al comprender que la muerte es un sueño. Es una interrupción  que provoca la metamorfosis de la criatura. Lamentablemente dado que vivimos en un medio ambiente sometido a la rebelión y la imperfección, la muerte se nos presenta como algo brutal, salvaje y descontrolado. También la "cuarentena" y la falta de información provoca que la muerte sea un tema tabú en la cultura humana. 

En los mundos más "normales" la muerte es un fenómeno más controlado, porque llegada la edad, aquel "sueño" y traslado se visualiza como cuando despedimos un amigo que se va de viaje al extranjero.

Y en las moradas superiores seguiremos "muriendo", pero no de la forma descontrolada como sucede en este planeta. Terminadas nuestras experiencias de capacitación, se nos adormece y los vehículos seráficos nos transportan al siguiente mundo de instrucción para recibir el siguiente cuerpo glorioso. Pero claramente el mecanismo y el paso ya no es traumático como ocurre aquí.

 De todas formas, podemos aprender a quitar hierro a la muerte si somos más conscientes del fenómeno del sueño que todos los días nos despierta para una nueva aventura de la vida.

 Precisamente los Documentos nos enseñan que hay que vivir cada día como si fuera justamente una vida entera vivida, sin preocuparse por el día siguiente. Al terminar el día y al dormir, nos entregamos al sueño para resucitar el día próximo en una nueva aventura. De ésta forma, nuestra vida es vivida con intensidad y amor. Vivir con consciencia y con esta información, hace la diferencia.